Leyendo la tercera entrega de la carta de Salypimienta al Prelado, me ha llamado la atención la facilidad con que transfiere el término “violación” desde su sentido actualmente más general y utilizado a los –digamos- malos usos que considera habituales en el proselitismo y la dirección espiritual del Opus Dei. Y es que creo que las metáforas las carga el diablo: son, como es sabido, un juego entre lo igual y lo distinto, y por ello creo que hay que tener cuidado al utilizarlas. Los episodios de auténticas o supuestas violaciones que por doquier estamos viendo, a mi entender, aconsejan mantener el término en ese sentido más propio (el sexual), sin tratar de estirarlo para acoger bajo su patrocinio otras cosas que no nos gustan y que sin duda también están mal.
Pepito