A raíz del caso McCloskey: un momento histórico para el Opus Dei.- AlexanderSupe
Fecha Monday, 21 January 2019
Tema 115. Aspectos históricos


Con respecto al caso de abuso del padre McCloskey, pero sobre todo al encubrimiento de este acoso mediante el pago de casi un millón de dólares, creo que esta triste situación constituye un momento histórico, especialmente para quienes conocimos las dinámicas del opus desde dentro. No me interesa hacer leña del árbol caído, por lo tanto no me referiré a los errores del P. McCloskey. Me refiero al error de la institución (entiéndase: los directores centrales, el Prelado, etc., qué duda cabe) al decidir ocultar los hechos mediante un mecanismo tan burdo como un cuantioso “acuerdo económico” a la víctima (¿no es esto un eufemismo para no decir “soborno”?) y el traslado del implicado a otras labores apostólicas, sin juicio canónico ni nada; y todo esto justo cuando la Iglesia intenta dar la cara frente a casos como este con transparencia.

Mucho se ha discutido aquí en Opuslibros sobre los errores de la institución, y sobre cómo difícilmente la institución o sus integrantes podrían reconocerlos. Si hay algún error, siempre es un error de alguien en concreto, pues errare humanum est. La institución y su espíritu, en cambio, son perfectos; y los directores, infalibles, pues tienen gracia de estado y están iluminados por el Espíritu Santo. Y mientras más centrales los directores, más iluminados están. A partir de una convicción como esa, hasta ahora no tenía cabida reconocer errores de la institución o de los directores centrales. El fundamento de esto lo explica muy bien Orange hace poco, en su artículo “El Opus Dei adora al Opus Dei”. El punto es que en este caso el error es insoslayable. Aquí no cabe una reacción à la Gaztelueta, negándolo todo. Los hechos están a la vista y no hay cómo negar las malas decisiones.

Por eso considero que este es un momento histórico en lo que se refiere a la autopercepción del Opus Dei. Aquí no hay cómo negar que el Opus Dei se equivocó. Hasta ahora, lo más cercano a una autocrítica habían sido las genéricas y tibias peticiones de perdón del Prelado o de Mariano Fazio, “a quienes podrían haberse sentido dañados de alguna manera”. Esta vez es distinto. Tarde o temprano, cuando al Prelado, o al M. Fazio, o al vicario de EE.UU. se les pregunte por esto, tendrán que decir que se equivocaron al enfrentar el caso silenciando a la víctima y escondiendo al victimario. Entiendo que lo hayan hecho por un noble amor a la “madre guapa”, pero el fin no justifica los medios.

Desde fuera es fácil ver aquí un error, pero para quienes hemos estado dentro, sabemos que a cualquier numerario con “buen espíritu” esto le va a hacer cortocircuito. Sin duda se preguntarán “¿Entonces los directores centrales se equivocan?”. En mis tiempos (hace no mucho) esto no era concebible. (He aquí uno de los aspectos más sectarios de la institución). Obviamente el tema será tabú en las tertulias de los centros, pero al joven numerario, alumno ejemplar del centro de estudios, cuando sus compañeros de universidad le pregunten al respecto, no va a tener más que reconocer, cabizbajo, que el Prelado y su equipo se equivocaron.

Este momento es histórico porque puede significar el comienzo de una desacralización de la institución a los ojos de sus propios miembros y, por lo tanto, una gran oportunidad para comenzar a verla, de una vez por todas, no como un fin, sino como un medio para servir a la Iglesia.

Este no es cualquier error. Es el primer error innegable. A partir de ahora, en la autopercepción del Opus Dei, los directores centrales, Prelado incluido, dejan de ser infalibles. Y donde cabe la posibilidad de un error, cabe la posibilidad de otros errores futuros, e incluso pasados, que ya sería bueno comenzar a reconocer (informes de conciencia, prácticas proselitistas rayanas en la manipulación, confusión entre gobierno y dirección espiritual, etc.), en vez de esconder los documentos fundacionales o cambiar la historia.

En fin, por favor díganme si no estaré exagerando en las consecuencias que podrían acarrear estos hechos. Pero no pensé que viviría para ver esto. “El Padre se equivocó”. De aquí no surgirá un levantamiento de las bases pidiendo explicaciones, ni mucho menos. Pero quien tenga la suficiente capacidad de interpretar los hechos, podrá distanciarse de esa ingenua confianza ciega (de burro de noria) en los designios de los directores, a “lo que viene de Roma”, y consiguientemente, se atreverá a pensar por sí mismo, al menos un poco. Y eso ya es mucho.

Saludos a todos

Alexander Supertramp









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