¿Quiénes eran ellas para colarse sin permiso en el alma de mi amiga?.- Shukem
Fecha Friday, 10 May 2019
Tema 070. Costumbres y Praxis


Hola a todos:

Hace días que me ronda la idea de escribir alguna anécdota en la web y hoy ya no he podido resistirme a tan imperioso impulso. ¡Allá voy! 

 

A raíz del escrito de Al Margen en el que nos preguntaba si las confidencias que tenía con su amigo numerario llegarían a oídos de los directores (creo recordar que era algo así), me vino a la mente una triste anécdota vivida en primera persona. 

 

Cuando era numeraria y estudiaba mi carrera, tenía yo una “mejor amiga”- como dicen ahora los jóvenes-, atea ella, que me quería mucho y con la que compartía no pocos secretos. Llamémosla Lucy. Jamás intenté acercar a Lucy a la Obra, aunque ella sabía que yo pertenecía al Opus Dei, sin conocer muy bien todo lo que ello implicaba. Vivimos juntas muchas experiencias inolvidables, típicas de dos amigas veinteañeras que comparten estudios, ilusiones, compañeros de clase. Ella fue la primera persona que se percató de que me había enamorado perdidamente (y platónicamente) de un hermoso joven... Recuerdo, como si fuera ahora, el momento en que le conté a Lucy que jamás podría salir con el joven en cuestión; se le heló el alma. Desde entonces, nuestra amistad fue incluso más profunda si cabe. A ella la situación le parecía de lo más romántica y no perdía la esperanza de que tuviera un final feliz (todo quedó en un maravilloso amor platónico imposible de olvidar).

 

El caso es que, por motivos de estudios, tuvimos que viajar una temporada a otro país (cada una se trasladó a un país distinto) y durante ese tiempo nos escribíamos con mucha frecuencia. Por aquel entonces no existía internet, así que escribíamos de nuestro puño y letra cartas interminables, maravillosas, donde nos contábamos nuestras excitantes experiencias en el extranjero. Yo me trasladé a cierto país de habla inglesa y nosotras nos comunicábamos en español.

 

Una tarde cualquiera de un día cualquiera, la directora del centro me entregó una carta abierta de mi querida Lucy. Su cara era todo un poema; con un hilo de voz apenas perceptible, me susurró en medio del pasillo: “Has recibido carta de tu amiga, pero en ella te cuenta algo muy fuerte”. Siempre me había molestado sobremanera esa espantosa “costumbre” de que nos leyeran las cartas, pero en esa ocasión me quedé profundamente afectada. ¿El motivo?: en su carta, Lucy me contaba cómo se había enamorado de un chico estupendo, que estaba colada por él, habían comenzado a salir, etc. Ella era una persona muy introvertida, con mucha clase y una delicadeza encantadora, así que con un pudor exquisito me confió que había tenido la primera relación íntima de su vida, y en concreto con el chico en cuestión. Tan delicada era Lucy que no nombró la palabra “sexo” en su carta, pero la directora se había “empleado” bien en leer y entender todas y cada una de las palabras de mi amiga. Y digo esto porque esa directora no sabía mucho español y la subdirectora, de origen latino, tuvo necesariamente que ayudarle a traducirla. ¿Os imagináis la escena, ambas directoras leyendo, violando la intimidad de una persona “ajena a la Obra”…? Me sentí avergonzada, como si hubiera traicionado a Lucy, su confianza y su amistad; si ella supiera que su primera vez, ese secreto tan íntimo y profundo, había llegado a ser conocido por más personas. ¿Quiénes eran ellas para colarse sin permiso en el alma de mi amiga? ¿Quién les había dado el derecho para cometer semejante atropello?

 

Siempre había sido muy discreta, nunca había revelado en la charla aspectos íntimos de mis amigas, pero, de una manera u otra, las directoras podían enterarse de todo, todito, porque así se lo “permitía” su cargo... 

 

Querido Al Margen, espero haber respondido a tu pregunta…

 

Un abrazo a todos.

Shukem









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