El terrible problema de vivir entre el ideal y la realidad.- Ramana
Fecha Monday, 24 June 2019
Tema 010. Testimonios


Gracias a Opuslibros hemos descubierto casi todos que el problema de la Obra no estaba ni en “mi falta de entrega”, ni en que “este director es un botarate”. No. El problema de raíz es un sistema diabólico (literalmente, etimológicamente) que ha construido una “espiritualidad mental”, valga el oxímoron, e infantiloide que tiene todos los visos de generar estructuras de pecado, por decirlo al modo católico, o sectarias, según un criterio más amplio.

Lo bueno de Opuslibros es que también te permite leer y conocer a gente extraordinaria...



Tengo la suerte de haber trabado amistad gracias a estas páginas con una exnumeraria encantadora, que llevaba 50 años en la secta y por fin se ha liberado. A una exsupernumeraria mexicana que, además, escribe como los ángeles. A una numeraria no voy a decir de dónde, en activo, a quien considero gran amiga y que, siempre que viene a mis lares o yo a los suyos, tomamos un café “bien conversado”, como gustaba decir García Márquez. O reconocer a gente que trataste en otra vida, y de quienes conservas un gran afecto, caso en mi caso de El canario, el gran Nachof, a quien llamábamos Nachopress, por su trabajo periodístico, etc. Por si me lee, nos vimos el siglo pasado en Barcelona en la cena de entrega del Premio Planeta.

En estos días, siempre gracias a Opuslibros (gracias, Agustina) he conocido a AnaG, persona extraordinaria, como ya demuestra en su escrito, con la que comparto anhelos y visión del mundo, aparte de admiración por Ramón Rosal (Rescatado) o Raimon Panikkar, de quien me considero discípulo, aunque bien sé que no podría ni atarle la sandalia.

Dicho esto, vamos al lío. He leído el extraordinario escrito del General de los cartujos, Los riesgos de la vida religiosa. Recomiendo a todos los que se asoman a estas páginas que lo hagan, no tiene desperdicio. Además de sugerente y atinado, desprende hondura y preocupación por lo que, básicamente, llamaría maquiavelismo beato: vivir con la convicción de que el fin justifica los medios.

La lectura del documento me ha traído a las mientes tres anécdotas al respecto que paso a relatar. Siento no tener mucho sentido del humor, ya querría, estimado Orange; Satur solo hay uno y le echamos de menos.

1.- Yo, de muy jovencito, atendiendo el teléfono del centro. Llaman preguntando por Mernabo y respondo, literal (sic) “don Mernabo – a la sazón un dire mayor, de muncho prestigio entre la peña, no era cura pero tenía el don- está ahora mismo en mi casa jugando al dominó, llámele allí. Y le doy el teléfono, pues en efecto, estaba en mi casa, en casa de mis padres, vaya, con mi hermano y otros agregatas echando una partidita y tomando unos güisquises.”

La bronca, bajo cuerda, no CF, que me cayó fue memorable: “¿Cómo se te ocurre decir que estaba jugando al dominórrrr? ¿Sabes lo que has conseguido?, proseguía el otro con su soflama incendiaria, que ahora don Mernabo no descanse.

Y todo por decir, inocente de mí, la pura verdad. Pero claro, es que la gente de Casa “no juega al dominó”. Conclusión: lo puedes hacer, pero no lo puedes decir.

¿O ni siquiera lo puedes hacer aunque lo hagas? Segunda anécdota.

2.- Muchos años después, ya liberado de la secta, mantenía una buena amistad con un numerario que había sido profe mío y con el que, ocasionalmente, iba al cine y del que me consideraba amigo, verdadero amigo. En una ocasión le pregunté por una peli recién estrenada, por si la había visto, y me dijo que no, que esa no la vería. Hablando con un amigo común, me entero de que habían ido juntos a verla el día del estreno. Se hizo famosa por una escena algo subida de tono en la secuencia inicial (una pareja desnuda haciendo el amor, en plano secuencia de varios minutos, muy bella y elegantemente rodada) y sobre todo porque era una historia loca de amor fou. Una buena peli para ser francesa, ¡qué caramba! Asombrado de tamaña revelación, la siguiente vez que quedamos se lo hice saber, oye Nume, me dijiste que no ibas a verla y sé por Zutano que ya la habías visto. Respuesta: “te dije eso, es verdad, pero porque un numerario no puede ver esa película”. Es decir, conclusión: como un numerario no puede verla, aunque la haya visto, no la he visto. Con dos dídimos. Desde ese día nuestra relación se fue enfriando, lógicamente él vivía en una negra y espesa contradicción y yo, sin hacer nada, era su tácito pepito grillo que comprobaba en directo en qué consiste el famoso doblepensar. Nos fuimos distanciando, porque ya no estaba a gusto conmigo, es como si lo hubiera pillado in fraganti. Pobre hombre.  Un día le comenté que había visto una película de un director que a ambos nos interesa mucho, pregunta de Nume, ¿se acuestaaaan?, con voz de doña Rogelia. Patético. Dejamos de vernos. Justicia poética: un día, en una primera sesión con la sala medio vacía, me lo encuentro semiescondiéndose de mí en una peli, digamos, ejem, no apta para numerarios. Frío encuentro. Así otro par de veces a lo largo de varios lustros. Un día, alguien me dijo que había fallecido. Descansa en paz, Nume, te quise bien y te consideré mi amigo. Ojalá que antes de morir te hayas liberado de todas las contradicciones opusinas que te generaban esas tremendas jaquecas y depresiones.

Y vamos con la tercera situación, que refleja exactamente uno de los ejemplos sobre mentir que manifiesta el escrito del cartujo: la mentira “piadosa” para no herir o perturbar a la comunidad y que, como trasfondo, refleja una realidad mucho más inquietante, pues ni se expresa verbalmente: la infalibilidad ideal de este tipo de vida vocacional que ha de preservarse aunque sea a costa de la verdad. Como dice el documento:

“El tercer grado es el más oculto porque no se expresa en palabras sino en una forma de ser, o más bien de aparecer. Y cuando nos acostumbramos a aparecer lo que no somos, ya sea personalmente o a nivel de una comunidad, o de un instituto, ya no se anda más en la verdad, se ha tomado el hábito de vivir en la mentira.”

Habría que mandarle una copia urgente por mensajero a Fazio y a Ocáriz, para que hagan la lectura espiritual con este texto este verano en Cavabianca.

Y 3.- Yo de jovencito pero ya no tanto, primer año de carrera, renovable cada 19 de marzo y tal, aunque, por supuesto, con vocación eterna y cincelada desde antes de la creación del universo ya que tu es meus, ego vocavit te, etc.

Hago la charla con Esbríbez, un periodista muy majo, de mucho prestigio profesional que, de repente, deja de aparecer por el centro y tengo casi perseguirlo para poder seguir con la confi semanal que empieza a ser mensual, o casi. Un día me cambian de dire con el que charlar. Pregunto por Escríbez y me dicen que es que se va al Colegio Prelaturez de director técnico. Recuerdo verlo un día, al poco, en el despacho del director, con la cara desencajada y yo, feliz de su nuevo cargo, darle la enhorabuena. Nunca más lo he visto en persona (aunque sí lo he leído ocasionalmente en la revista donde escribe). Luego, algún tiempo después, me entero de que nunca fue al colegio Prelaturez de director técnico ni de barrendero, sino que se había pirado de la Obra. Y, a sabiendas, el director de mi centro me mintió. Como dice el escrito que nos ocupa:

“Muchos niveles de mentiras pueden ir anidándose y las más visibles no son las más serias. Una joven monja deja la comunidad. La priora anuncia: La hermana N. ha sido enviada a otra casa. A las pocas hermanas que saben la verdad les explica: Digo esto para no perturbar a la comunidad.”

Pues a mí aquella mentira, cuando descubrí la verdad, unos meses después, me perturbó y mucho. Ahora lo agradezco, creo que aquel encubrimiento “piadoso” me empujó hacia la puerta o, al menos, me hizo replantearme dónde me había metido. O me habían metido, a mis 14 añitos.

Un saludo afectuoso para todos.

Ramana







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