De testamentos.- Mediterráneo
Fecha Monday, 01 July 2019
Tema 110. Aspectos jurídicos


En España, cualquier testamento otorgado ante notario anula todos los anteriores. Los que se hacían en esa peña hace unos años, los llamados ológrafos, son testamentos que se exhiben en el momento del fallecimiento y que, dependiendo de los casos y el notario a quien le toque el marrón (si el notario es de la peña intentará que se ejecute por cualquier medio), pueden ejecutarse o no. Si hay un testamento posterior otorgado ante notario, el testamento ológrafo no tiene ningún valor, queda anulado por el testamento posterior.

 

¿Cuándo viene el problema? Cuando no hay testamento posterior y el fallecido disponía de muchos bienes. Si disponía de pocos, no hay problema porque nadie se interesará. Si tenía a su nombre inmuebles, cuentas bancarias lustrositas, etc., lucharán con uñas y dientes. ¿Se destruyen los testamentos cuando uno se marcha? No tengo ninguna, ninguna seguridad, antes al contrario. El “carisma” de la institución es santificar el trabajo, pero pocas veces en mi vida he visto y comprobado que se trabaje peor, con más desorden, con más desorganización, con más caos, con más dejadez. ¿Buscar un testamento para destruirlo, porque la persona se ha ido? Ni después de fumar setas me lo creo, si la persona es “pudiente” todavía menos.

 

Sin embargo, la solución al problema es muy, muy fácil: se pide hora a un notario, cualquiera, se abonan € 60 u € 80, creo que son, y se otorga un testamento nuevo, que vía telemática, llegará al Registro General de Últimas Voluntades a los pocos minutos de haberse otorgado. Y, a partir de aquí, “canten papeles y mientan barbas”.

 

En España uno puede otorgar cuantos testamentos quiera, y cada uno anulará el anterior. Cuando la persona fallece, se rellena un impreso, se adjunta el certificado oficial de defunción, se pagan menos de € 10 (€ 8, creo que son) y el llamado Certificado de Últimas Voluntades es expedido y enviado al solicitante. El CUV detalla los testamentos otorgados, no el contenido, que es secreto, sino solo la/s fecha/s, y el notario o notarios ante quien/es se otorgaron, el último es el válido. Así de sencillo. No hace falta preocuparse de si lo han destruido, de si aparecerá un sobre blanco cerrado, de si… de si… de si… Un antiguo refrán dice “a lo tuyo, tú”. Es cada persona que abandona la institución quien debe preocuparse de hacer cuanto está en su mano para evitar daños futuros, sin fiarse para nada, ni en lo más mínimo, de una institución que hartas veces ha demostrado que no merece dicha confianza.

 

Dejé esa peña un domingo de marzo, lleno de sol y de luz. El lunes pedí hora en el notario y el martes otorgué testamento. ¿La peña destruyó mi testamento ológrafo? Ni lo sé, ni me importa, ni me interesa. “A lo tuyo, tú”. Era MI responsabilidad hacer cuanto estuviera en mi mano para evitar que, en un futuro, apareciera una mano negra (o blanca, o amarilla, o verde, me da igual) esgrimiendo no sé qué documento del año del catapúnchinpún y se llevara lo que pertenecería a mi familia, para que el prelado de turno tuviera aire acondicionado en el pasillito que lleva del oratorio del no-sé-qué a la sacristía-del-no-sé-cuánto. Vamos, hombre. 

 

“A lo tuyo, tú”.

 

Mediterráneo









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