La memoria inversa.- Elbuscadordetesoros
Fecha Wednesday, 23 September 2020
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


Corría 1980, cursaba yo bachillerato en un instituto público dónde gente de toda condición compartía aula y oportunidades. Mi familia, clase media baja,viene de donde muere la meseta norte y tras Gredos y Béjar se vislumbra el cielo limpio de Extremadura.

Un día de septiembre, mientras caminaba a clase, alguien me tocó el hombro y me giré. Un chico, al que conocía poco más que de pasillos, un curso superior, me sorprendió con una sonrisa perfecta, como si fuésemos amigos de toda la vida.

- Hola Luis, qué tal va todo?.

Me sorprendió que supiese mi nombre.

- Sabes? . Vivimos muy cerca. Te he visto entrar en tu portal varias veces.

Yo solo veía a un chicarrón enorme, moreno lacio, que de repente me apabullaba a preguntas inocentes .

-Que materia es tu preferida?. ¿Conoces aquí a mucha gente? Soy nuevo en la ciudad. Quiero hacer amigos. Y de paso se me dan muy bien las ciencias. Puedo ayudaros.

A partir de ese día tuve el privilegio de tener un amigo mayor que dominaba las integrales y las derivadas, que se interesaba por tus aficiones,que te preguntaba por la familia cómo si fuese un pariente lejano y que no dejaba de sonreír mirando al frente mientras me contaba sus proyectos e ilusiones. Pasó poco tiempo y ya éramos buenos amigos. De hecho, un día que enfermé se plantó sin más en mi casa, se presentó a mi madre y se sentó al lado de mi cama. Hizo en un santiamén el diagnóstico, el tratamiento y el promedio de días de convalecencia. Después me encomendó a Dios. Y cuando mire a mi madre me di cuenta que aquel chico de los Fred Perry era el amigo que ella siempre había deseado para mí.

Un viernes me llevo a un centro que el frecuentaba. Era un club del Opus Dei. Me sentí bien, reconfortado entre tanto saludo animoso, caras de felicidad perenne, algunas, veo hoy, como las de Gabino Diego en Torrente. De puro felices, tontos, pensé. Esto es el paraíso. Y de ahí a un retiro en Simancas, otro en La Flecha, aprendí a fumar, a volar de copiloto en un Seat 127 amarillo pálido, a estudiar en el centro con criterio y a rezar con la devoción de los ocho años. Todo nuevo, todo atrayente,todo fácil e insustancial como si el único compromiso fuese que se me cállese la baba de satisfacción. Yo, que estaba como las nueces por Nuestra Señora, arrimé a mi hermano mediano al ascua. Éste era un fruto apetecible por su brillantez desde la infancia. Y vio lo que yo. Que el invierno era menos largo, que las charlas en el club con los futbolistas de primera división eran un don y que la luz amarilla de la sala de estudios era perfecta para clavar los comentarios de texto.

Hubo una época en la que dejamos de ir a Agua. Es la casa de la familia, un caserón desvencijado con quinientos años sobre sus pizarras. Nuestros amadísimos abuelos nos echaban de menos.

- Se están formando muy bien -decía mi madre-. Ya vendrán todo el verano.

Y pasó el verano y nos pasó por encima a nosotros, entre curas que parecían laicos y laicos que parecían curas.

Nuestro amigo desapareció al llegar junio. Supe, después, que flotaba por Navarra. Nos dejó un sustituto de quita y pon, con los labios secos y escareados que, cuando fumaba dejaba la colilla blanca de Ducados manchada de sangre. Era de trato severo, paternal, aburrido, sin la frescura del primero. Y el tiempo siguió corriendo cuándo debió salir corriendo. Y llegaron las tempestades en forma de Ana y la turgencia del cuerpo en vez de la de las palabras y la voluptuosidad adolescente por la penitencia inconsistente. Habían pasado más de dos años y éramos niños huérfanos de maldad, pero en un descuido nos abrazó la vida.

 Elbuscadordetesoros









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=26394