Sobre el fallecimiento de la madre de don Álvaro.- Gervasio
Fecha Friday, 17 September 2021
Tema 070. Costumbres y Praxis



Sobre el fallecimiento de la madre de don Álvaro

Gervasio, 17/09/2021

En el reciente escrito de El Quijote de la Pampa, leemos: Cuando, la madre de don Álvaro estaba en trance de muerte, el fundador le dijo a ese hijo suyo que fuera a acompañarla y Álvaro, recio como era, le dijo que prefería no ir, viviendo así él también lo que vivían tantas hermanas y hermanos suyos.

No me parece que haya sucedido exactamente así, porque le oí al Padre Fundador, con estos misoídos que se han de tragar la tierra, que no había dado permiso a don Álvaro para acudir al lecho de muerte de su madre. ¿Cómo se conjugan ambas versiones? A mi modo de ver como expongo a continuación...



Es frecuente, cuando se “pedía permiso” al Padre o a un superior importante de la Obra, que este respondiese: “haz lo que quieras”, pero dejando claro qué es “lo que tenías que querer”. Por ejemplo, cuando propuse ir a la boda de un hermano mío, me respondieron: haz lo que quieras, pero dejando claro que lo que se esperaba de mí era que no asistiera. Mejor dicho, se esperaba que yo no quisiera asistir y, si procedía, que lo manifestara así. Ese haz lo que quieras era frase frecuente del Padre Fundador. Todos sabíamos cómo habríamos de proceder en tales casos, a saber, haciendo lo que él quería y esperaba.

Con lo de acudir al lecho de muerte de la madre de don Álvaro, a mi modo ver, habrá sucedido tres cuartos de lo mismo. El fundador le habrá dicho: haz lo que quieras. Narrado por el padre-fundador significa: no le dejé ir, que es lo que oí de sus labios; narrado por don Álvaro significa yo no quise ir. (Vid un caso análogo de este tipo de tergiversación en Más sobre la división azul, Jiménez Vargas y don Leopoldo. Gervasio, 28/03/2014).

Lo que llega a oídos de Quijote de la Pampa, a mi modo de ver, es un relato todavía más desfigurado: el padre-fundador le instó a que fuese a acompañarla, pero él no quiso. Inverosímil. No me imagino al padre y fundador diciendo a don Álvaro:

—Ve a acompañar a tu madre.

—No, padre. Prefiero no ir, viviendo así también yo lo que viven tantas hermanas y hermanos míos.

Inverosímil. No me lo creo. Don Álvaro no era así de repipi. Si le hubiese dicho que fuera a acompañar a su madre, lo hubiese hecho. Faltaría más. No acostumbraba a llevar la contraria al Padre y menos aún dándose aires de suficiencia al contrariarlo. Le hubiese obedecido sin rechistar.

Paralelamente, cuando mi familia recibió carta postal en la que se afirmaba que era el menda el que había decidido no acudir a la boda, no se lo creyeron. Lógico. Lo que son los dichos y las credulidades.

Y puestos a poner los puntos sobre las íes, cabe recordar que si el Padre Fundador no estuvo en el lecho de muerte de su madre fue porque el deceso lo pilló dando unos ejercicios espirituales. Le  oí decir que si hubiera sabido que su madre se iba a morir durante los ejercicios, no hubiese acudido a darlos. Lógico y natural, porque no tenía otros superiores que el arzobispo de Zaragoza y el Papa a quienes pedir permiso. Unos superiores muy cómodos a los que no consultaba nada y menos aún ese tipo de cosas, No corría el peligro de encontrarse con un  “haz lo que quieras”. Así da gusto. Eso no fue óbice para que a personas muy entregadas, como don Álvaro, les exigiese pasar por lo que él paso. Tal era su talante. Si durante un viaje él escogía como  mortificación no beber vino en las comidas, sus acompañantes tenían que hacer lo mismo. Etc.

Es llamativo, en cambio, que sí acudió a la petición de mano de la futura mujer de su hermano Santiago —Yoya o Yeya o algo así la llamaban—, cuya presencia en tal acto, a mi modo de ver,era no sólo fácilmente evitable, sino que en cierto modo sobraba. Pero esa es otra historia.

Como diría un catalán, en el Opus Dei los  hechos se narran “de aquella manera”. Y es que a la gente, la vedad no le digas, mentira siempre. Esta frase  conclusiva de unas seguidillas sevillanas, parece ser el lema y divisa de la mayoría de las narraciones oficiales de la Obra. Hay que decir cosas bonitas y edificantes. Eso es lo importante. Lo de menos es que sean verdad. Siempre habrá alguien que se lo trague.

Según  narra Ascensión, Pedro Rodríguez, con inusual honradez en un historiador oficial, afirma que $anjosemaría se hizo terciario carmelita en 2 de octubre de 1932. Lo que no me cuadra es lo de que fue admitido, después del proceso de discernimiento exigido por el manual de la Orden Tercera Seglar en 1935, porque en 1932 no resultaba aplicable un manual de 1935. Supongo que se aplicaría el manual entonces al uso. En cualquier caso hay que agradecer a Asunción sacar a relucir este hecho tan pintoresco e incongruente con la idiosincrasia del santo.

¡Escrivá de Balaguer, terciario carmelita! Quién te ha escuchado lo que dices sobre los religiosos y quién te ve de terciario.

¿Y si nos da por imitarlo haciéndonos terciarios carmelitas  o franciscanos? En el fervor de unos ejercicios espirituales sin predicador puede ocurrir cualquier cosa. Si los hacemos en Asís es posible que terminemos en terciarios franciscanos. ¿E imitarlo en lo de acudir a las peticiones de mano pero no a las bodas? Razonable, porque en las bodas el protagonismo se lo lleva la novia, por lo que no merece la pena ni asistir. ¿Y si nos da por pretender que los demás nos imiten, para parecernos todavía más a él? 

Frente a lo que pudiera parecer a primera vista, desde que dejé la Obra —terciario carmelita nunca lo fui—, cada vez imito más a $anjosemaría. Voy a una boda, a una petición de mano o a un bautizo, sin consultar el caso ni con mi obispo, ni con el Papa, que son los únicos superiores eclesiásticos que tengo. Y ellos tan contentos. Y yo tan obediente.

Gervasio







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