La formación sexual en el opus.- Eilad
Fecha Friday, 19 January 2024
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


En los últimos vídeos cuyos enlaces salieron el lunes pasado, se habla de la deformación en la sexualidad en la formación que se da en el opus. Hasta ahora no he contado nada de mi experiencia personal, porque soy bastante reservado en general. Pero ahora voy a contar algunos recuerdos sobre este asunto.

Yo era un chico limpio en el asunto del sexo. Algún problema esporádico, pero realmente muy esporádico. Mi trato con mujeres era completamente normal. Trataba de ir a bailar con chicas porque me gustaban no solo físicamente, que también, sino sobre todo por la conversación, y en la universidad tenía muchas más amigas que amigos. Algunas de ellas de broma, sabiendo que tenía algún contacto con el opus, me "ilustraron" la carpeta de cartón donde llevaba los apuntes con montones de corazones y de nombres ficticios de chicas, como Cuqui, Sara, Emi, etc., con sus correspondientes teléfonos también ficticios; lo que probablemente me ganó la fama de frívolo, porque la carpeta estaba a la vista de todos en la sala de estudio. Es verdad que, cuando una chica me gustaba mucho, quizá por timidez, me sentía cohibido en su presencia y no la trataba con la naturalidad con que trataba a mis otras amigas.

Un suceso muy significativo de cómo era antes de ser del opus es el siguiente. Semanas antes de pedir la admisión (en ese momento, no tenía ni idea de lo que me esperaba), me fui con unos amigos de la universidad de viaje de "estudios". Íbamos cuatro chicos y cinco chicas. Llevábamos dos coches y tres tiendas de campaña. Yo fui desde mi ciudad en medios públicos al lugar de encuentro donde los otros venían con los dos coches. Como yo no tenía saco de dormir, me dijeron que me traerían uno, pero se olvidaron. Para resolver el asunto, porque hacía frío por las noches, dos de mis amigas me dijeron que me fuera a dormir con ellas en su tienda. Dormía en medio de las dos, cada una metida en su saco, y yo con una manta encima. Ellas se pegaban a mí un poco en broma, diciendo que era "para que no pasara frío". Durante ese viaje nos movimos por varios lugares. Recuerdo que antes de la sexta noche pasamos por una catedral; había confesores, y me confesé, pero ni mencioné que había dormido con chicas, y que pensaba dormir una noche más, porque en mi conciencia eso no me parecía relevante desde el punto de vista moral. No recuerdo ni un solo deseo, pensamiento o desliz por mi parte en ese viaje de "estudios", y posiblemente esa semana fue el momento en que mejor lo he pasado en mi vida.

El año posterior a pedir la admisión, los directores y el sacerdote comenzaron a "no fiarse" de que yo fuese una persona sin problemas de importancia en este tema. Me insinuaban si realmente era sincero, me decían que miraba a las de la administración, cosa de lo que yo no tenía ninguna consciencia, porque si alguna vez las miraba era sin ningún tipo de intención menos limpia. Durante todo ese primer año, viví como antes de pedir la admisión, sin mayores problemas.

Fue mediado mi segundo año de pertenecer a la obra cuando comenzó mi calvario. Cualquier roce con una mujer en un medio público, autobús, tren, metro, ascensor, etc. me producía una excitación tremendamente molesta para mí y quizá también para la chica que estaba cerca de mí. La explicación que me dieron cuando lo conté fue que, antes, el demonio ya me tenía "cogido", y ahora que, al pedir la admisión, me había "escapado" de sus garras, me atacaba con más fuerza. Mi único modo de resolver esa situación era "ligar": comenzar una conversación tratando de conocer a la chica que estaba a mi lado, y, aunque no siempre lo conseguía, con eso desaparecía la excitación, y volvía a estar normal, aunque yo notaba que, como siempre me había pasado, me atraía mucho el conversar con chicas, pero me decían que eso podría ir "contra mi vocación". Todo esto que describo me llevó en el trato con mujeres a unas obsesiones antinaturales de las que, aunque han desaparecido casi por completo, no me he recuperado del todo.

Pienso que puedo decir con seguridad que la tortura que he sufrido durante años fue debida a la deformación recibida en el opus sobre este tema. A veces he pensado que quizá pudiera tratarse de un incremento de la actividad hormonal en un momento determinado. Pero entonces ese problema debería haber desaparecido con el tiempo, y no lo ha hecho durante muchos años. Por este motivo me parece que está justificado decir que llenar la conciencia de los chicos con los posibles peligros que puede haber en el trato, muchas veces normal, con el otro sexo, aunque en algunos casos excepcionales pueda ser verdad, lo que realmente hace es provocar conflictos falsos de conciencia, escrúpulos, y en definitiva puede llegar a convertir personas normales y limpias en personas obsesas y enfermas.

Eilad

 









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