La liquidación económica a las numerarias auxiliares.- María Elena G.
Fecha Wednesday, 24 January 2024
Tema 077. Numerarias auxiliares


En estos tiempos tan convulsos, en los que la obra quiere que todos la entiendan y nadie los moleste o señale, el tema de las numerarias auxiliares siempre es como la piedra en el zapato. Hoy les vengo a poner una piedra más grande, esperando que todas esas directoras de la obra que son o lo fueron, se pasen por aquí a leer, a pensar y a rumiar en su interior lo que hicieron con las hijas pequeñas de aquel señor.

Sabido es la situación en la que vivíamos, pero quisiera volver a esa deuda económica que se tiene con nosotras y que tanto les molesta.

            -“Pero si lo único que quieren es dinero”

¡Claro!, la gente trabaja para ganarlo y con ello procurarse una buena vida, y yo (mientras estuve en la obra), así como otras lo hicieron, trabajamos de sol a sol (y los días nublados también).

            -“Pero es que ya se les pagó”

            -¿Y cómo se les pagó?

            -Pues Dios se los va a pagar cuando lleguen al cielo

 

¡Es que si las ex numerarias auxiliares dejáramos de ser tan interesadas y materialistas podríamos entenderlo mejor! Pues puede que sí.

La realidad para quien dice que las ex numerarias auxiliares “ya nos comimos” esa paga mientras estuvimos en la obra, déjenme decirles que la media de cocina en Toshi, en mis tiempos era de 17 pesos mexicanos, es decir, que las tres comidas del día se cubrían con ese dinero, estoy hablando del año 1998 más o menos. Y ¿cómo se lograba esto? Fácil, comíamos de las sobras de la residencia, y cuando no había residencia en las casas de retiro se comía queso que se elaboraba en casa de la leche que nos daban del establo, se comían postres a base de pera y membrillos, que era lo que había en la huerta y se tostaba el pan que había y se pasaba con mermelada.

Así que empacho de comida no hubo.

            -“Pero es que ya se lo vistieron”

Recuerdo que una vez un sacerdote me dijo que vestía como señora (tenía 22 años), la directora escandalizada me llevó al almacén de las numerarias auxiliares, y al no encontrar nada que darme, me llevó al de las numerarias, de ahí salieron un par de faldas “monas”, ¡listo! Ahora parecía una señora joven.

Es que nuestra ropa siempre fue de alguien más, seguramente llegué a estrenar algo nuevo, la verdad es que no lo recuerdo.

Así que la paga tampoco estuvo aquí.

Bueno, tal vez nos lo calzamos. Recuerdo unos zapatos todo terreno que me encantaban, me duraron años, me iban un poco grandes pero nada que no se pudiera arreglar con unas calcetas deportivas. Zapatos de trabajo nunca me faltaron, eso sí lo debo de decir, unos antiderrapantes y otros de tacón para servir el comedor, pero, como para decir que me pagaron en zapatos ¡definitivamente no!

Y quien diga que: “hasta nos los untamos” definitivamente no. Yo, que siempre fui muy enfermiza (y que conste que nunca dejé de trabajar por ello), me hubiera evitado muchas complicaciones si me hubieran dado la atención médica adecuada.

Recuerdo haber pasado un par de años con un cansancio bestial y con un ritmo de trabajo como cualquier otra auxiliar y más, porque me repitieron hasta el cansancio, que al ser joven tenía la obligación de apoyar más. Pues con todo y eso estaba pasando por una etapa de hipoglucemia que me diagnosticaron gracias a que mi cuerpo decidió apagarme la luz por unos instantes. A pesar de eso me pidieron que fuera a apoyar la labor a otra ciudad ya que había muchas mayores en el centro y se necesitaba gente joven para trabajar.

            -¡Pero es que no lo merecen!

Bueno, la necedad es muy difícil de disuadir.

Con todo lo explicado espero que quede más claro que deben y que tienen la obligación moral de pagar, que no sepan cómo o no quieran hacerlo, es diferente.

María Elena García









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