Después de varios años de irme del Opus Dei, suena el teléfono, es la voz de Lucía. Yo estaba en casa de mis padres y al día siguiente viajó casi 200 km. Ese fue un gran día imborrable para mí: el momento en que Dios me dio la prueba de que yo no era la única al dejar esa institución, que no me había equivocado en fugarme y que si tantas y tantos se fueron es porque algo no funciona bien. ¡Realmente lo confirmo: es así!
Me reencontré con muchas ex numerarias auxiliares después de varios años, hicimos algunos encuentros familiares y, entre ellos, al contar cómo me fui, me enteré de que algunas preguntaron por mí a la directora de la Asesoría de auxiliares. Ella les dijo: “recen por ella, porque se fue con el lechero”. Así nos fuimos enterando de otras calumnias: se fue con el profesor, con el pastelero…
Esto pasa en todos los países, así lo cuentan en un testimonio en Ágora Coloquios Guillermo y Cecilia. Sé de muchas historias así. Es una pena que no digan la verdad de por qué me fui, que es más dura y real: lo dije tres veces y no me creyeron. Le dije a directora de la delegación que si las cosas no cambiaban me iba de la obra, así lo hice… No fui escuchada y me inventaron esa historia.
Cómo dice el Papa Francisco, esto es un pecado grave.
Claudia Carrero