Como la Obra hace sufrir a las familias (IV).- Marypt
Fecha Sunday, 27 March 2005
Tema 078. Supernumerarios_as


IV – Familias, supernumerarias y directoras

 

1. La diferencia de los directores en la vida de las familias de las supernumerarias (y naturalmente, de los supernumerarios) es generalmente menor que en la de los numerarios/as. Pero puede asumir también formas muy “incómodas” y “perjudiciales”.

 

En realidad, si la supernumeraria está casada, el lazo de dependencia que tiene en relación a las directoras del centro de S. Gabriel, es, en particular, con la persona con quien hace la charla fraterna, que estará siempre presente en la vida de esa familia. Unas veces de manera más discreta, otras de manera más patente. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando nos “toca en suerte” una directora que telefonea, día sí, día no, para dar avisos y concretar los encuentros. Las reacciones del marido y de los hijos pueden ser bastante fuertes: ¡¿Otra vez ‘fulanita?! ¡Nunca te deja en paz”!...



2. Pero sería muy injusta si no señalase un aspecto muy positivo de la disponibilidad de las directoras para atender a las supernumerarias casadas y con familia: el apoyo de tipo psicológico que esa atención puede dar. En efecto, las charlas fraternas tienden a tratar un poco de todo: de las preocupaciones con el marido y los hijos, las dificultades en el trabajo, de las limitaciones económicas, etc. Por experiencia propia debo decir que tener a alguien que nos escucha regularmente con paciencia y buena voluntad, puede constituir una ayuda preciosa y ayudar a resolver muchos problemas.

 

Este es uno de los aspectos en lo que la Obra más me ayudó a lo largo de los años.

Es evidente que –como también me sucedió alguna vez- si la directora era una persona dura, severa e inflexible, puede hacer que el tiempo de la confidencia se transforme en una pequeña tortura, en la que somos interrogadas sobre lo que cumplimos y dejamos de cumplir... Pero este estilo fue para mí una excepción. La generalidad de las numerarias que me atendieron se empeñaron en ayudarme a mantener una vida cristiana en medio de las muchas ocupaciones de la vida profesional y familiar. Debo resaltar que durante algún tiempo fui atendida por una agregada, la cual se mostró todavía más comprensiva en relación a mis problemas que las numerarias.

 

3. Si yo no hubiera conocido “opuslibros”, no tendría mucho más que decir. Pero aquí en la web, descubrí algo que ignoraba totalmente: que el contenido de las confidencias es habitualmente transmitido a las personas del consejo local y ¡a las directoras de las que dependen los centros! Tal como muchos otros antes de mí, me quedé escandalizada e indignada al conocer este hecho.

 

Entonces las cosas que, durante años y años, yo conté a la directora (o al sacerdote en la dirección espiritual), convencidísima de que estaba haciéndolo en completa confidencialidad, ¿pueden haber sido divulgadas  a no sé cuántas personas más? ¡Nunca, nadie de la Obra me informó de esta práctica!

 

4. La violación de la confidencia es, en sí misma, ¡gravísima!

 

En relación a mí concretamente, me preocupa poco lo que puedan haber “divulgado”, porque, como he explicado mis charlas giraban en torno a mis ocupaciones familiares y profesionales y en la dificultad de conciliar todo eso con la vida de piedad. Sinceramente, espero que todas las personas que hayan sabido de mi vida hayan quedado edificadas con la dedicación de una madre de familia a sus hijos pequeños, a su marido y a su profesión. Considero que mi vida es prácticamente “un libro abierto”. El único “misterio” era mi pertenencia al Opus Dei, ¡y eso ya terminó!

 

5. ¡Nada de esto, sin embargo, disculpa que se violen las confidencias de las conciencias ajenas! Si, en mi caso personal, no me parece que pueda haber tenido consecuencias graves, ¡¿quién sabe lo que, con el paso del tiempo, podría haber ocurrido?! Por ejemplo, si en vez de hijos muy pequeños, yo ya tuviese hijos adolescentes o adultos y hablase en la charla de cuestiones relativas a su vida, ¿con qué derecho podrían esas informaciones ser utilizadas de persona en persona y eventualmente utilizadas por la Obra en su provecho? 

 

Lo mismo se puede decir en relación a asuntos concernientes a otras personas de la familia (marido, hermanos, padres, etc.), a otras personas conocidas (amigos, colegas, vecinos), a asuntos de trabajo ¡y a un sin número de temas!

 

No puedo tener la certeza de que este tipo de utilización abusiva no haya sucedido con algo que yo haya contado a título confidencial... No puedo estar segura de que no hayan hecho alguna de las “famosas” fichas informativas con datos que, de manera totalmente ilegítima, hayan recogido de mis charlas.

 

6. Me asalta el deseo de exigir al gobierno regional de la Obra que me revele y entregue todo aquello que pueda tener “archivado” sobre mí o sobre asuntos que yo haya referido a lo largo de más de veinte años, ¡desde mi adolescencia!

 

Pero creo que sería una lucha perdida... Prefiero confiar en la intuición que me dice que para las “cúpulas” de la institución, mi persona y mi actuación, tuvieron siempre una reducidísima importancia.

 

V – Qué pena que las familias no puedan aprovechar apenas las dimensiones positivas de la Obra (continuará)

 







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