M. Teresa:

Para ser sincero... Pero, ¿qué estoy diciendo? ¡Si me tienes por mentiroso! Pues no veo cómo nos podemos entender. Si esta es tu manera de expresar respeto, no quiero ni pensar en qué estarás pensando cuando digas que tus alumnos te merecen el máximo respeto. Cuando das a alguien muestras de respeto ¿le escupes de esa manera a la cara? Ya veo por qué no has necesitado presiones. Te lo haces todo tú solita, hija.

Eres psicóloga, dices. Y es como si dijeras que eres "Superwoman". Cuando hay psicólogos que se quedaron en Paulov y Skinner. Sí, el de los perritos babeando ante la campana y el de las palomas pilotando bombas. Reflejos condicionados. ¡Cuánto se sabe de éso en Casa! Mira si no a Satur, que ni aún hoy es capaz de quitarse de encima el reflejito ese de la lengua (genial otra vez, Satur, y no me canso. Podría haberlo escrito yo -je, je-, si hubiera sido capaz de reirme de mí mismo con la puñetera cerilla, genuflexión, tras despertar al páter a las cinco, genuflexión, de la mañana).

Me sorprende tu escasa sensibilidad y tu nula capacidad de percepción. Para tí todo se reduce a resentimiento. Tabla rasa. Sólo excusas. Bonita psicóloga.  Te veo en ejercicio. Tu cliente viene a volcarse en tí. Necesita recomponer su maltrecha alma. No lo sabe, pero tú sí. Ha tenido la mala fortuna de ir a caer en tus manos ignorante de tu verdadera faz. Espera de tí consuelo. Espera una luz. Un mínimo impulso adelante. Y se encuentra ese modo tuyo de expresar el respeto por el prójimo dolorido (o no), aturdido, interrupto. Una pena. El mundo ha perdido una excelente estibadora (y que me perdonen), pero nadie echa en falta a nadie como tú en la Psicología.

Que lo pases bien.

Kaiser