En primer lugar quiero agradecer a nuestras queridas oreja (más bien queridos ojos), su generosidad.
El no remunerado trabajo que llevan a cabo en esta Web, es digno de alabanza.
Esta menda, sin ir más lejos, sería incapaz de leerse todas las cartas recibidas (algunas -con buenas o malas intenciones- verdaderos co..., plomazos) y dilucidar, entre ellas, las que son dignas, por el beneficio que puedan aportar, de estar entre las publicables.
Ya está dicho.
Me moría de ganas de echarles flores.
Gracias a Dios, no me ha quedado inculcada la manera de actuar del Opus Dei ante la generosidad de la gente: ése no decirle nada agradable a la persona que, con inmenso sacrificio, ha cumplido a pies juntilla con el absurdo plan de vida impuesto, y sí criticar, en cambio ("corrección fraterna"), cualquier mínimo error.
Dicho lo dicho, paso a derramar miel, incienso y pétalos de rosa ("a lo major" me he pasado, aunque..., no) ante los pies de Satur, por su manera de contar las cosas. Gracias por el regalo de las espontáneas carcajadas que pintas en tus letras, en tus palabras, en tus frases...
Eres un genio "chaval", sigue, sigue, no pares.
Y a ti Daniel..., ¿qué te puedo decir? He leído La trampa de la vida interior, tu último envío y me ha dejando anodada tu sapiencia. Así que me he preguntado ¿soy digna de dirigirle la palabra, mejor dicho, las letras, los escritos, a una persona tan..., capaz, tan completa? ¿no se aburrirá leyendo mis simplezas?
Por eso eres también merecedor de la palabra GRACIAS. Gracias, gracias por ser así.
Un abrazo para todos,
Amapola