Hacía años que no veía a una persona que fue mi compañero de trabajo en una obra corporativa. Otra se nos unió y les hice preguntas sobre muchas personas de las que no sabía nada.
No es difícil acertar la situación en la que se encontraban algunos de ellos.
- ¿Iñaki? Sí sigue trabajando pero está de baja: quiso preparar muchas cosas cara a la Navidad y no ha aguantado la presión, así que nuevamente ha tenido que dejar de trabajar.
- ¿Miguel? le echaron. Si, sigue siendo numerario pero le echaron. Por causas desconocidas. Habia estado largas temporadas sumido en la depresión.
- ¿Pablo? dejó de trabajar, por fin. Tiene una patología tan curiosa que no la puedo decir porque le identifican enseguida
- ¿el antiguo director? le quitaron, claro. Se metió en algo de informática y fracasó (normal)
- ¿aquella estrella que pitó y fue la alegría del personal? Hartos de él todo el mundo
- ¿aquel agregado que estaba claramente desquiciado? Ha aprendido a vivir así y sigue sin levantar cabeza.
- Otro agregado, gran estrella, se ha casado con una separada
- otro agregado se ha casado y está en Bilbao
- abunda el elemento numerario descrito como "se creen los hijos del dueño"
- ¿Queda gente fiel? Evidentemente.
Personalmente creo que las obras corporativas tienen el inconveniente de reflejar la imagen real del Opus Dei. En Pamplona la CUN (Clínica Universitaria de Navarra) es "el opus" y trabajar codo con codo con muchos de ellos es como para quitar entusiasmos. Hay mucha tendencia al cotilleo y el chivateo envueltos en unas maneras exquisitas: te sonríen a la cara mientras te le hincan por detrás. La envidia está a la orden del día. Es como un convento de monjas mal llevado.
Si, siempre hay excepciones ante las que quitarse la boina pero -lo que yo he conocido- son minoría.
Peter.
