Agradezco mucho a Tomás Castañeda su carta y su petición de perdón: lo acepto encantado, por ser la primera vez que alguien en la Obra me pide perdón con nombre y apellido.

En tu escrito, sin embargo pides perdón en nombre de la Obra aunque afirmas, como no puede ser menos, que no tienes ninguna representación de ella. Entonces ¿a quien representas? ¿Qué título tienes, pues, para pedir perdón en nombre de una Institución a la que dices no representar?. Pienso que lo que tenemos que hacer los del Opus Dei es pedir perdón a las personas individuales a quienes hemos herido.

Yo he cometido muchos errores y he jugado con la salud y fama de muchos hermanos nuestros. ¿Qué hago? Primero pedir perdón a Dios, y luego, uno a uno, a los que voy encontrando que todavía sangran por las heridas causadas por mi.

Considero que tu carta es veraz y llena de buena fe. Sólo que hemos de vivir más el personalismo de Juan Pablo II que el corporativismo. Ya sabes, tratamos con sustancias individuales de naturaleza racional, que son quienes tienen alma, no con Instituciones que, por definición carecen de ella, al ser meros entes "morales".

Cuando se absolutiza lo relativo, se cae en el paganismo del "Todo por la Patria" o del "para entender esto hay que ser vascos". No es adecuado pensar "Todo por el Opus Dei". Sí, hacienda y vida, como las estoy dando yo desde hace muchos años. Pero no mi honor, que es patrimonio del alma y ésta sólo es de Dios, que es el único Absoluto.

Agradezco la ocasión que me da tu carta, para hacer un poco de catarsis. Un fuerte abrazo y que la paz nos acompañe.

Abelardo