Estas palabras esperanzadoras que pronunciaba el mismo Jesús hace dos mil años, son con las que he querido comenzar este escrito.
¿Cuántas veces en los Evangelios dice Jesús “¡No temáis!” Muchas. Y lo dice porque sabe de qué está hablando y a quién se dirige. A los seres humanos, esos que son como él, porque él es hombre y sabe de la vida. "Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido; fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de su vida? Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás? Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso. Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura.” (Lucas 12, 22:31). “¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.” (Mateo 10, 29:31).
A veces tenemos que tomar decisiones que nos asustan, porque sólo vemos una cara de la moneda. Vemos lo que otros nos muestran y nos vuelven temerosos, miedosos, inseguros… Pero les aseguro que Dios no miente. Y si, muchas veces podemos estar en situaciones difíciles y hay momentos en que no tenemos trabajo, no tenemos dinero y sufrimos -¡Es la vida!- pero aún así no cambiaría ni un minuto de mi vida en libertad por un segundo de mi vida cómoda y asegurada, pero aprisionada y sin consciencia que viví cuando estaba ciega y sorda, amarrada emocionalmente a la decisión de “ser fiel” a la prelatura del Opus Dei. He estado sin nada material muchas veces, pero descubrí que lo tengo todo y nada me falta. Los verdaderos amigos no cobran, la verdadera familia no abandona y Dios nos da lo que pedimos, yo pedí paz y eso tengo. ¿Qué me puede pasar? Lo peor sería morirme… ¡Pero todos lo haremos! Entonces, ¿de qué tengo miedo?
Hay que vivir la vida. La vida que el mismo Dios creó, en el mundo que él mismo hizo y que, la Biblia lo dice, “vio Dios que era bueno...” La vida que es hermosa y a veces triste, dolorosa, tal vez, y difícil, pero hermosa. La vida que nos han dado sin haberla pedido, la que debemos vivir por nosotros mismos, con nuestros fallos, pero también con las capacidades que tenemos para hacerlo con libertad, para decidir por nosotros mismos, para equivocarnos y emprender de nuevo el camino. Esa vida que nos llena y a veces nos hace llorar… Cuando uno tiene un hijo, de pronto comprende… ¡Qué gran milagro es la vida! Y cuando se ama y se es amada, se vislumbra ese más allá que no vemos en el transcurrir de los días. El Amor es una fuerza poderosa que nos mueve, nos hace fuertes y al mismo tiempo sensibles. El amor es la mejor forma de vivir. No solo el amor de pareja, hay muchas clases de amor y la amistad me ha sacado de profundos pozos donde caí cuando no tuve fe. El amor fue lo que me hizo ser y estar en el OD, amor a Dios, a las personas… ¿De qué otra forma se podría entregar TODO y hacer las cosas que hacemos en contra de nosotros mismos? Pero cuando se descubre que no es a Dios a quien se está complaciendo y no es Su voluntad la que se está siguiendo… ¿Por qué condenarse a vivir sin amor?
Qué triste y estéril la vida de los que no aman, de los que no pueden tener amistades particulares, de los que deben tener una lista de “amigos” a los que tienen que coaccionar para algo, de los que tienen que vivir con una máscara siempre, temerosos de ser cogidos en falta, en “familias” falsas que no dan amor ni lo reciben. Qué vacía y patética la vida de los que viven en una burbuja, sintiéndose superiores a los demás, pero con una estrechez de mente que no comprende el amor, la amistad, la libertad… Qué desperdicio la vida del que desprecia a los demás por no ser como él, que todo lo ve “impuro”, incluso el amor, la amistad, el cariño verdadero (¿apegos? ¡Qué triste!). Qué incompleta, truncada, coja y manca es la vida del que tiene que ignorar al sexo opuesto, y no digamos del que huye de él (de las personas del otro sexo) como un género creado por un demonio perverso… ¿Será que Dios se equivocó el sexto día? El que niega, ignora, menosprecia a las personas por su género, niega, ignora y menosprecia su propia mitad, que las mujeres tenemos nuestro lado masculino y los hombres el suyo femenino. Dios lloraría al ver Su Creación tan reducida, rígida dentro de la mente enferma de un “visionario”.
Entonces… NO TENGÁIS MIEDO. Y si hay que tomar una decisión que sea ahora! La vida es corta, aunque las horas son tan largas… Y siempre se puede comenzar. No importan los años, acaso la vida se termina a los 30? A los 40? A los 50? A los 60?... La vida se termina cuando el corazón deba pararse, antes de eso, ¡Viva la Vida! Tal vez no sea fácil recomenzar, yo lo sé. Lo sé porque lo sufrí con lágrimas, con desesperación. Todo en mí era confusión y caos. Pensé que moriría y se lo pedí a Dios muchas veces, ¡morirme! Porque creía que mi vida se había acabado (a los 20 años!), que era un fracaso, que no valía ni servía para nada… Y aquí estamos, muchas personas diferentes que pasamos por lo mismo y no nos arrepentimos. Aquí estamos para escuchar, para ayudar, para dar una mano, para apoyar, para animar, para contar.
Con todo mi cariño
Sobreviviente
