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El Opus Dei en América Latina
o el alimento fascista de las dictaduras

Marcos Roitman Rosenmann
La Jornada
abril 2001

Allá, por el año de 1957 la dictadura franquista realiza un giro de 180 grados. El poder político se reestructura y una nueva generación de tecnócratas y empresarios del Opus Dei, encabezados por Laureano López Rodo y Gregorio López Bravo, asumen el protagonismo político. El primero lo hará como secretario general de Gobierno, ministro de Hacienda, Comercio y a la sazón comisario del Plan Nacional de Desarrollo, y el segundo en calidad de ministro de Industria. Se produce el gran salto. El franquismo se desprende de su tradicionalismo-católico empezando el proyecto de modernización, cuyo eje será crear una res-publica de empresarios.

"Siendo católicos en grado superlativo, los nuevos ministros no procedían de Acción Católica, aunque hubieran heredado de ella idéntico horror hacia la democracia y la misma carga autoritaria... Sin embargo, no fueron cooptados por la jerarquía de la Iglesia ni vinieron a ejecutar una política católica como sus antecesores, sino que ascendieron por sus previas conexiones con los centros de poder y para poner en marcha una estrategia de racionalización y liberalización económica conectada a una reforma de la administración del Estado".

Si el franquismo sobrevive a la derrota nazi-fascista infligida por los aliados en la Segunda Guerra Mundial, fue la guerra fría el sostén ideológico del régimen. Sin embargo, la fuerte y dura represión era un lastre para el franquismo, había que mostrar otra cara. Como señala Tuñón de Lara: "Los conflictos de 1956 marcaban el fin de una época en que el bloque dominante se había mantenido de legitimaciones y slogans procedentes de la guerra y del instrumental ideológico de aquel tiempo. La entrada del Estado español en la órbita estadunidense (de la que en puridad, nunca estuvo desvinculado por completo), su admisibilidad en el concierto internacional, iban sentando los jalones de una nueva modalidad de dictadura... La invasión tecnocrática no conocerá límites. La idea de la racionalización burocrática, de la 'eficacia' como postulado prioritario... cuyos valores y principios no se discuten, dominará también con esa elite de gobierno. Para López Rodó los principios de la organización empresarial privada deben pasar a inspirar las normas de funcionamiento de la Administración Pública". De la misma manera, deben ser el sostén de un proyecto de sociedad concebido empresarialmente.

La incorporación de miembros del Opus Dei al gobierno fue un balón de oxígeno para el régimen. Como tanques de pensamiento, encontraron una rápida inserción en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. "Miembros de este instituto secular trabados por la misma fe, solidarios en idénticos propósitos, crecidos católicos, técnicos y administrativos y soñando con ser gobernantes sin necesidad de ser políticos... Expertos en economía y en derecho, alejados como Franco de la política, disciplinados, con una concepción calvinista del éxito mundano como prenda de la predestinación divina, su fuerza ya no procedía de su conexión con la jerarquía de la Iglesia, sino de la oportunidad de su proyecto, de su cohesión como grupo, de su presencia en el centro de decisiones políticas y económicas, y de su capacidad para situar a sus leales en puestos de alta administración; en definitiva, de actuar, no como grupo de presión... sino como una especie de partido de notables capaz de controlar los centros de poder del Estado".

Pero tras 15 años de total control, sus proyectos comenzaron a mostrar sus déficit, salieron a la luz los entramados de corrupción y los negocios ilícitos realizados en nombre de la liberalización del régimen y de la apertura política. El asunto Matesa, el mayor fraude financiero en la historia de España, puso al descubierto los objetivos del Opus Dei y su proyecto de sociedad empresarial.

"Las ilegalidades de la empresa de Vilá Reyes, miembro del Opus Dei, han sido cometidas bajo la complicidad o negligencia de los ministros económicos del Opus: Navarro Rubio, Espinosa Sanmartín, García Moncó y López Bravo. Un buen puñado de directores generales han secundado la fechoría cometida con el dinero del Estado, con dinero del pueblo. El sector falangista del gobierno creyó llegado el momento de cavar la fosa política del Opus y levantó la manta del asunto. El escándalo no se limitó a sacudir la salud del Opus Dei, sino la salud del régimen. Ante esta evidencia, la cólera de Franco cayó sobre Fraga Iribarne y Solís Ruiz... En tres años (de 1969 a 1972) los hechos importantes de la alta política española han adquirido una gran importancia. Se desgastan etapas, se rompen remiendos en una rapidez de pleno consumo. Cuando López Rodó y López Bravo creían bien atadas y desatadas las consecuencias del affaire Matesa se presentó la crisis en torno a los procesos de Burgos. El proceso contra los militantes de ETA se convirtió en el proceso contra el régimen."

Así, el proyecto de sociedad gerencial y liberalización del Opus Dei cayó a un segundo plano, en tanto el dictador entraba en un proceso de deterioro biológico y la sucesión obligaba a nuevas políticas. Lo único que sobrevivió, hasta el gobierno del Partido Popular, quien rescatará el proyecto, es la frase que hiciese famosa en una cena política un viejo liberal, Padros Arrate, quien lacónicamente sentenció: "Arramblan con todo".

Hoy, el Partido Popular y el gobierno de José María Aznar vuelven a creer en la sociedad gerencial, ahora con una dimensión latinoamericana. La fuerza del Opus Dei en América Latina, gracias al impulso papal, constituye un punto de apoyo sobre el cual orientar las políticas y las estrategias comunes entre los distintos gobiernos fundamentalistas y conservadores que hoy gobiernan en América Latina. Desde España, el Opus Dei concentra todo el protagonismo gracias al apoyo de Aznar, quien ve con simpatía el proyecto, avalando sus acciones.

Nuevos miembros del Opus Dei, tecnócratas, economistas y abogados, entre otros, ejercen influencia y controlan los procesos de tomas de decisiones. Por primera vez, y sin la rémora de ser identificados como parte de regímenes dictatoriales, se ven libres para llevar a cabo el viejo proyecto ideado en los años cincuenta del siglo XX. Un proyecto en el cual la sociedad gerencial podrá cumplir su sueño: arramblar con todo.


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