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Santo en un santiamén

por Alejandro Gaviria
Noviembre 2002

El Vaticano acaba de decidir la canonización del fundador del Opus Dei, el sacerdote español José María Escrivá de Balaguer. La nueva adición al santoral, que ha crecido de manera inusitada en este papado, confirma la creciente importancia del Opus Dei en las altas cortes vaticanas. Esta organización se ha convertido en la mano derecha del Vaticano, y aquí el adjetivo tiene más de una acepción: una mano derecha que ejecuta los dictados papales y otra que aplasta cualquier asomo de progresismo.

Escrivá de santo tuvo poco. Era un fascista empedernido: amigo de Franco y admirador de Hitler. Y un misógino aun más dedicado: "las mujeres deben ser como alfombras donde la gente pueda pisotear". Su ascetismo hace recordar la pobre viejecita del cuento: hacia el final de su vida vivió en un palacio con 24 capillas. Dicen que hizo milagros por doquier. Pero la ciencia de la milagrología todavía no logra convencer del todo a los agnósticos de este lado. Sobretodo si sus conclusiones dependen de los testimonios de algunos médicos españoles de dudosa reputación y religiosa inclinación.

Pero así y todo el Vaticano decidió canonizar al personaje de marras. No pesaron tanto sus virtudes terrenales (y quizás tampoco sus oficios celestiales) como las maniobras políticas de sus herederos. En 1982, meses después de la debacle de los Bancos Ambrosio y del Vaticano, el Opus Dei ofreció asumir las pérdidas irreparables del segundo, buscando así proteger la reputación financiera y moral de muchos banqueros con sotana. Días después esta organización fue elevada a la categoría de prelatura personal del Papa. En 1992 monseñor Escrivá fue beatificado y nueve años más tarde canonizado. Todo ello en tiempo record.

A todas estas, el Opus Dei se fue transformado en vocero (e instigador) de la agenda social del Vaticano. Los preceptos de esta agenda son bien conocidos: el hombre en la oficina, la mujer en la casa y la prole multiplicándose cada año. Nada de pildoritas, ni Sanameduo, ni poses feministas. Hiperfeministas, dicen ellos. Y para quienes se oponen a los preceptos enunciados, comenzando por las mismas Naciones Unidas, sobran los epítetos. Exportadores de un hedonismo aberrante hacia lugares aun no contaminados por la perfidia Occidental o neocolonialistas que sólo buscan extender el dominio de un imperio pecaminoso.

Es difícil saber a ciencia cierta si la creciente importancia del Opus Dei explica las posturas cada vez más reaccionarias del Vaticano o si fueron estás últimas las que permitieron la irrupción de los discípulos de San José María.

Sea lo que fuere, la canonización de Escrivá de Balaguer confirma el triunfo del ala reaccionaria de la iglesia Católica. Sobra decirlo, las ideas decimonónicas no parecen las más propicias para afrontar los desafíos que enfrentará la iglesia en este siglo que despunta. Pero más sabrán los jerarcas acerca de cómo guiar su rebaño.

 

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