ATKINS, Peter W.: The Creation

(La creación, Labor, Barcelona 1983, 169 pp.)

1. Profesor de Química-Física en la Universidad de Oxford, el autor enuncia en el prefacio el fin del libro: "Pretendo hacer ver que el universo puede empezar a existir sin ninguna intervención extraña y que no hay ninguna necesidad de invocar la idea de un Ser Supremo en ninguna de sus numerosas manifestaciones" (p. 8). A lo largo de toda la obra Atkins intenta mostrar cómo se explica científicamente la realidad, negando expresamente la existencia del alma humana y de Dios: "Este es un ensayo de un reduccionismo extremo y de un racionalismo militante" (p. 8).

2. El tono del libro es de ensayo científico, procurando atenerse a los datos actuales de la ciencia: el texto se encuentra en las páginas impares, mientras que en las pares se recogen párrafos con datos científicos comentados, y citas que remiten a la bibliografía agrupada al final del libro.

3. Al inicio de su exposición dice Atkins: "Me sorprende que, incluso en nuestros días, a algunos les parezca que la riqueza de las propiedades del cerebro (propiedades tales como percibir, recordar, actuar, decidir e inventar) no han podido emerger por sí mismas" (p. 49); "la única alma inmortal que tiene el hombre es la impresión duradera que produce en la mente de los hombres" (p. 51). Se establece así el postulado básico del autor: lo que no es materia es la "nada".

El siguiente paso es la identificación de la materia con el espacio: "la misma materia es espacio", de forma que "la creación no es más que la formación del espacio" (p. 95). Más exactamente, "materia y energía son espaciotiempo", y "el acontecimiento central de la creación es que el espacio y el tiempo empiecen a ser" (p. 125).

A continuación, trata de explicar la aparición de estructuras espacio-temporales en base a las "fluctuaciones cuánticas" y a las "transiciones topológicas". Resumidamente: en la mecánica cuántica se habla de fluctuaciones del vacío: se dan cambios impredecibles en los que, a partir de la energía, se producen partículas. Atkins cita las colisiones de una partícula y su antipartícula, que "se convierten en algo que esencialmente es nada, una burbuja de energía; una partícula y su antipartícula se pueden formar a partir de algo que esencialmente es nada" (p. 139). Sin embargo, no tiene en cuenta el autor que la "creación" de partículas a partir de energía, y la "aniquilación" de partículas en energía, son procesos meramente físicos, que no pueden responder a la pregunta filosófica de porqué existen las cosas. Se produce en el autor una confusión entre los términos de "energía" y "nada", conceptos que son totalmente diferentes. También parece confundir el "vacío" físico con la "nada".

Estas confusiones se acentúan en el siguiente paso, al apoyarse en las teorías de la gravedad cuántica, que intentan combinar la mecánica cuántica y la relatividad general. Según esta hipótesis las fluctuaciones cuánticas afectarían a las estructuras espacio-temporales. Siguiendo a John A. Wheeler, quien propone que desde un estado amorfo de puntos sin ordenar —una pre-geometría— surgirían estructuras de espacio-tiempo (teoría de las "transiciones topológicas", criticada por otros físicos), Atkins afirma que "es posible concebir un espaciotiempo carente de estructura... estado geométricamente amorfo" (p. 127), de modo que "las entidades que están a punto de estructurarse en el espaciotiempo... son como un polvo sin estructura", en "un estado amorfo absoluto" (p. 129).

El autor, lógicamente, no dice que lo anterior esté científicamente demostrado. Es más, reconoce, al acercarse al "momento inicial" del universo, que "éste es el objeto de la física del futuro. El cuadro que trazo aquí es vago porque es una especulación acerca de la forma que tendrá la solución final del problema de la creación... no se puede menos que ser vago al tratarse de sucesos que preceden a la creación, puesto que no han sido establecidos cuantitativamente... lo que estamos tratando de expresar con estas observaciones es que existe la posibilidad de dar una explicación de la creación y de los sucesos que la precedieron" (p. 136).

A partir de estos puntos no estructurados, dice, se habían formado universos fugaces de una, dos, tres dimensiones, que no consiguieron sobrevivir ni dejar huella. Por fin, "una de esas pautas era un espacio tetradimensional. Sabemos que de hecho sucedió al menos una vez. Esta fluctuación particular fue el encontrarse de los puntos con la pauta que nosotros conocemos como tres dimensiones espaciales y una temporal. Por azar" (p. 137).

Ante la posible objeción de una pre-existencia del "polvo amorfo", y consecuente no "creación desde la nada", el autor responde —con una pérdida total del significado de las palabras—, que "necesitamos otro concepto más; un concepto capaz de explicar el emerger de las cosas a partir de la nada... La clave del concepto está en fijarse en la anulación de contrarios. Si se piensa que la aniquilación se invierte, entonces los contrarios se desprenden de la nada... En el momento de la creación la nada se divide, en cierto sentido, en opuestos extremadamente simples. Si la separación genera una parte suficientemente compleja, los opuestos adquieren estabilidad y perduran después ferazmente" (p. 139). "En una palabra, ésta es la especulación central: el espaciotiempo genera su propio polvo en el proceso de autocongregación. El universo puede emerger de la nada, sin intervención alguna. Por azar" (p. 145).

Finalmente, Atkins afirma que es el tiempo lo que distingue los opuestos. Entonces "estamos en el centro del meollo mismo... Podemos ver los primeros estadios de autoinicio del mundo. Hay dos componentes. Primero necesitamos los puntos que se han de congregar en pautas que definen el espacio y el tiempo. Luego, necesitamos los puntos que se separan de sus opuestos en virtud de la pauta del tiempo. El tiempo presta vida a los puntos; los puntos prestan vida al tiempo. Así es como el universo se aúpa tirando de sus propias orejas" (p. 143). Ahora, concluida la exposición, Atkins puede afirmar: "Hemos visto, por más que sin una gran claridad, cómo empiezan a ser las cosas a partir de la nada" (p. 147).

4. El libro, que intenta ser un ejemplo de "racionalismo militante", es en realidad una muestra patética de irracionalidad. Lo que pretende concluir —la negación de la existencia de Dios Creador y de toda realidad espiritual— es más bien un prejuicio, el presupuesto básico de que se parte. Científicamente es obvio que las hipótesis fundamentales carecen de apoyo y de valor. Desde el punto de vista filosófico, es aberrante.

M.A.

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