BLAVATSKY, Helen Petrewna: Theosophical Glossary

(Doctrinas y enseñanzas teosóficas)

1. Escritora de origen ucraniano, viajó por diversos países estudiando las obras espiritistas; una vez afincada en los Estados Unidos de Norteamérica, fundó la revista "Lucifer", luego llamada "The Theosophical Review", y constituyó en Nueva York, en 1875, la Sociedad Teosófica Internacional. La presente obra, junto con "Isis sin velo" y "La doctrina secreta", recoge sus ideas centrales sobre la Teosofía, y es la base de los desarrollos posteriores de gran parte de esta forma de pensamiento.

2. La Teosofía no es un sistema filosófico ni un verdadero credo semirreligioso, sino una mezcla confusa de creencias asiáticas, egipcias, hebreas y cristianas y enseñanzas de filósofos antiguos y modernos. La autora reconoce que "la Sociedad Teosófica no posee una sabiduría propia que defender y enseñar; es, simplemente, el receptáculo de todas las verdades emitidas por los grandes videntes, iniciados y profetas de las edades históricas y hasta las prehistóricas que le es dado conocer". A continuación se señalan los puntos salientes de su "Glosario Teosófico".

3. "Origen y objeto de la Teosofía". Todos los cultos antiguos demuestran la existencia de una sola Teosofía anterior a ellos; por consiguiente, la clave que explique uno de ellos explicará todos, pues de otro modo no sería verdadera. Cada religión es un fragmento de la verdad divina, pero cada culto religioso y filosófico antiguo comprendía una doctrina esotérica o secreta que jamás comunicaron a la masa sus sacerdotes, lo cual es lógico, "porque a nadie se le ocurriría dar como pasto a un rebaño de ovejas disertaciones sobre botánica en vez de hierba". La Teosofía se propone reconciliar bajo un sistema de ética común, basado en esos fragmentos de verdades eternas, a todas las religiones, sectas y naciones. Inculcando esta ética y purificando el alma, aliviará el sufrimiento humano, moral y físico.

4. "Dios y el Cosmos". La divinidad se identifica con la naturaleza eterna e increada; está en todas partes, en cada átomo visible o invisible del Cosmos. El Universo surge de su propia esencia sin ser creado. La idea que el hombre puede formarse de Dios será la luz de su propio espíritu, y cuanto más limpio sea este espíritu —espejo que lo refleja—, tanto más resplandeciente será la imagen divina. Una espiración de la "esencia desconocida" da origen al mundo y una inhalación lo hace desaparecer; y así desde toda la eternidad y por toda la eternidad.

El Universo no es creado; lo Absoluto es infinito e incondicionado y no puede crear porque no cabe en él relación alguna con lo condicionado y finito. Si todo cuanto vemos hubiese sido creado por la Perfección absoluta, todas las cosas serían tan perfectas, eternas e incondicionadas como su Autor. El Universo fue formado por los seres que constituyen la "hueste de Dios", a los que la doctrina secreta, los cabalistas, los budistas..., dan distintos nombres y los cristianos llaman "espíritus de presencia".

La Teosofía no admite creación, sino apariciones periódicas y consecutivas del Universo desde el plano subjetivo al plano objetivo del ser; del mismo modo que el sol sale cada mañana de su espacio "subjetivo" (para nosotros), que es antípoda de nuestro horizonte "objetivo". Esos períodos de aparición y desaparición del Universo dentro de la eternidad pueden llamarse "Días y Noches universales"; durante éstas últimas "Todo está en Todo"; cada átomo es reabsorbido en la "Homogeneidad". La ciencia llamaría evolución a este proceso; los filósofos antiguos lo llamaban emanación; los teósofos y ocultistas ven en ello un reflejo de la única "realidad" eterna, reflejo que es considerado por los no iniciados como Universo objetivo "material", y para el teósofo no es más que una ilusión pasajera.

En los períodos de aparición, el Universo y todos los astros y mundos que lo forman tienen que vivir durante siete rondas (que equivalen a un "Manvantara" de cuatro mil trescientos veinte millones de años). En las tres primeras rondas se forma y se consolida; durante la cuarta, se asienta y endurece, y en las tres últimas, vuelve gradualmente a su primitiva forma etérea. La Humanidad se desenvuelve sólo durante la cuarta ronda: la presente.

El teósofo admite la evolución; pero en cuanto se refiere a la de hombres, animales, vegetales y minerales de la Tierra, esa evolución "procede de la de otros planetas", porque la Tierra no es más que como un anillo o eslabón de la cadena de los mundos donde la evolución se efectúa. La evolución del "hombre físico" puede dejarse al estudio de la ciencia exacta; pero la Teosofía niega al materialista el derecho a ocuparse de la evolución psíquica y espiritual.

De todos modos, los teósofos se permiten dudar de la transformación de las especies, admitiendo tan sólo la evolución dentro de los géneros; además —aseguran—, al terminar la ronda en que vivimos el hombre volverá a ser "andrógino", como lo fue primitivamente, y tendrá dos columnas vertebrales.

5. "Hombre". La Teosofía considera en el hombre dos naturalezas distintas, el "ser superior" o espiritual, compuesto de tres "principios", o aspectos, o "estados de conciencia": mente o inteligencia ("Manas"), alma espiritual ("Buddhi"), y espíritu ("Atmà"); y el "ser inferior" o físico, compuesto de cuatro: cuerpo físico ("Rupa"), vida o principio vital ("Pràna"), cuerpo astral ("Linga Sharira"), y centro de las pasiones y deseos animales ("Kama-Rupa"). Los precedentes de esta teoría estarían en los egipcios, los indios, Plutarco, Platón, etc. Hay que hacer notar que, en algunas ocasiones, la autora distribuye los principios inversamente: cuatro espirituales y tres físicos.

El "Pràna", al morir el individuo, vuelve a ser "Vida única"; el "Linga Sharira" precede a la formación del cuerpo físico, y es el último en abandonarle en el momento de la muerte; el "Manas" inferior, alma animal, es el reflejo del "Buddhi" y del "Manas" superior. Los principios espirituales, una vez fuera del cuerpo, y unida o no el "alma" con la "inteligencia", han de errar durante un tiempo variable, según la conducta observada durante la vida terrestre, hasta llegar a través de complejas evoluciones a la bienaventuranza nirvánica o "Nirvana" (aniquilamiento), gozando entonces del "Devacan", en el que cada hombre se ve rodeado por el paraíso formado por su conciencia.

La reencarnación —distinta de la metempsicosis— admite tres clases: divinas, naturales y de adeptos que renuncian al Nirvana para ayudar a la Humanidad. La duración de las encarnaciones y sus cualidades está regulada por el "Karma", ley universal de justicia retributiva que cada uno se crea con sus propios actos.

6. "Moral". El primer deber del teósofo es "vencer al Yo inferior por medio del superior", purificarse interna y moralmente, pues es responsable ante el tribunal de su propia conciencia. La acción más elevada que puede realizarse es el sacrificio por el bien de otros, sin mezcla de ideales sectarios. El teósofo aspira a la fraternidad aliviando las almas doloridas con simpatía y consuelo, no con caridades materiales. La Teosofía reprueba el uso de la carne y del alcohol, placeres del Yo inferior en detrimento del Yo superior, y considera el matrimonio como el mejor remedio contra la inmoralidad.

7. "Mística". El teósofo dirige su oración al "Padre que existe en secreto". Ese Dios es el único que el hombre interno puede conocer. El estudio de la magia —"tan antigua como el hombre"— es provechoso para el teósofo ocultista; pero debe huir de los peligros del ocultismo práctico. La Teosofía no está de acuerdo con los espiritistas, que atribuyen los fenómenos anormales a los "espíritus de los muertos". Los teósofos creen en los espíritus tanto como los espiritistas, pero afirman que los espíritus de los muertos no pueden volver a la Tierra y manifestarse —salvo rarísimas excepciones—, y que lo que se denominan "materializaciones" no son más que el "cuerpo astral o doble del médium o de otra persona presente". En cambio, sí es posible la comunicación psíquica o espiritual de un viviente con un desencarnado (muerto), aunque el Yo interior podrá manifestarse tanto más fácilmente cuanto mejor anule los obstáculos del cuerpo material, como sucede en los estados de profundo sueño o éxtasis.

L.N.

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