DART, Raymond A. — CRAIG, Dennis Adventures With the Missing Link Harper and Brothers, New York 1959 Aventuras con el eslabón perdido Fondo de Cultura Económica, México 1975, 3ª ed.

1. Raymond A. Dart relata en esta obra los hallazgos de fósiles en las proximidades de Johannesburgo, y las investigaciones entre 1924 y 1959 que le llevaron a la conclusión de que el Australophitecus (etimológicamente, "mono del sur"), descubierto por él, era el "eslabón estructural que une al antropoide y al hombre" (p. 134). El autor pretendía así haber encontrado pruebas para justificar "una rebelión general contra las creencias admitidas (que) se iba ya expresando en el mundo de la ciencia, sustituyendo la teoría de la creación por la teoría de la evolución" (p. 198).

2. Dart sostiene que puede hablar de protohombres (de monos-hombres) por haber encontrado una cultura osteodontoquerática (de huesos, dientes y astas), asociada, según él, al Australophitecus, anterior a cualquier otra cultura descubierta. Sin aportar ninguna prueba, descarta otras teorías según las cuales "el autor de tales utensilios pudo ser un tipo humano más avanzado" (p. 326), en lugar del Australophitecus. Con estas hipótesis, el autor piensa que está en condiciones de dar una explicación "científica" de la historia humana, afirmando que sus descubrimientos contradicen toda creencia religiosa.

3. Sin embargo, a cualquier lector especializado, no pasan inadvertidos, desde el punto de vista de los hallazgos fósiles, los engaños del libro de Dart. En primer lugar, no hace referencia a varios restos fósiles de configuración Homo sapiens, encontrados anteriormente, que no encajan en su esquema. Además, hallazgos más recientes, posteriores al libro de Dart, junto al lago Rodolfo, han venido a invalidar definitivamente lo principal de las conclusiones de este autor, en el terreno de la paleontología. Por último —y es lo principal—, respecto a las conclusiones que pretende haber obtenido en otro orden de conocimientos (por ejemplo, que debe negarse que el hombre tenga su origen último en Dios), baste decir que el autor extrapola indebidamente sus conclusiones. Es obvio que ningún descubrimiento paleontológico puede en modo alguno contradecir —por la misma noción de paleontología— ni la existencia de Dios ni la noción de creación.

E.P. y D.E.

 

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