LOHFINK, Gerhard: Wie hat Jesus Geminde Gewolt?

(La Iglesia que Jesœs quer’a. Dimensi—n comunitaria de la fe cristiana, DesclŽe de Brouwer, Bilbao 1986, 208 pp.)

1. El autor, profesor en Tubinga, manifiesta en el pr—logo de esta obra su opini—n acerca de los comienzos de la Iglesia: "Lo diremos con palabras rotundas: Jesœs no pod’a fundar una iglesia, pues Žsta exist’a ya mucho antes de que Žl apareciera en Palestina. Esa iglesia era el Pueblo de Dios, Israel. Jesœs se dirige a Israel. Quiere reunirlo ante la inmediata irrupci—n del reino de Dios, y hacerlo verdadero Pueblo de Dios" (p. 7).

Para Lohfink carece de importancia si Jesœs fund— formalmente o no una Iglesia. Considera que no era posible tal fundaci—n; s—lo le parece interesante analizar las caracter’sticas de la comunidad que se fue formando en torno a Cristo y a su predicaci—n, como inicio de la congregaci—n del pueblo de Israel que hab’a venido a realizar.

Este primer grupo reunido por Jesœs ser’a, continœa el autor, como una sociedad de contraste y alternativa en medio del mundo; Žse ser’a el sello que le imprimi— Jesucristo, y as’ lo vivi— la Iglesia desde sus comienzos. Por tanto, "la tarea decisiva de la Iglesia consiste en edificarse a s’ misma como sociedad de contraste en el mundo, como espacio de la soberan’a de Cristo en el que el amor fraterno es ley de vida" (p. 156). De este modo cumplir‡ lo anunciado acerca de la peregrinaci—n de las naciones (cfr. Is 60, 2 ss.): "el Pueblo de Dios crece, sin practicar la misi—n, mediante la fascinaci—n que irradia en la sociedad. La Iglesia es sencillamente 'signo eficaz' de la presencia de la salvaci—n de Dios en el mundo" (p. 157).

2. Alrededor de su tesis central, el autor realiza diversas consideraciones acertadas y sugerentes. Sin embargo, aunque dedica amplio espacio a las cuestiones de cr’tica literaria de los textos utilizados, la selecci—n de esos textos no es completa, y se omiten pasajes importantes, con lo que se deforman las ense–anzas de Cristo. As’, por ejemplo, al resaltar la continuidad entre Israel y la Iglesia, se oscurece la distinci—n real entre una comunidad y la otra.

Frente a las posturas radicales que niegan la historicidad de los Evangelios, el autor la defiende: las curaciones y milagros fueron precisamente uno de los medios principales para congregar al pueblo de Israel. TambiŽn defiende la autenticidad pre-pascual de las palabras de Jesœs transmitidas en Mt 11, 21 ss., y en otros pasajes. Sin embargo, y sin justificar los motivos, califica de interpolaciones post-pascuales otras ense–anzas del Se–or, como fruto de la adaptaci—n de las mismas a supuestas situaciones existenciales de la primitiva comunidad cristiana (cfr. pp. 51 y 127), y niega el car‡cter hist—rico del Serm—n de la Monta–a.

Resalta, tambiŽn de modo unilateral, los aspectos comunitarios que se encuentran en la Sagrada Escritura y en la Patr’stica, en perjuicio de la dimensi—n personal del trato con Dios, del pecado y del perd—n (cfr. pp. 12, 117 y 139).

Hay algunas cr’ticas agresivas al Papa (p. 56), a la liturgia (p. 114) y a la Jerarqu’a (pp. 128 y 132).

F.V.

 

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