MOROT-SIR, E.: Philosophie et mystique, 1947

1. Para el autor, hay una invencible "insecuritas" intelectual, que quita la ilusi—n de poseer verdades definitivas. Lo que escapa a la comprensi—n es captado por la m’stica: "el m’stico es el œnico testigo autŽntico de la existencia del Absoluto...". Decir que la idea del Absoluto no es contradictoria en s’ misma, no es afirmar que exista, sino que es "concebir la legitimidad de la aventura m’stica".

La "tŽcnica m’stica" es en el plano metaf’sico paralela a la "tŽcnica material" en el plano f’sico: "tienen una misma misi—n, que es la de establecer un contacto con la existencia. Nosotros percibimos de este modo el significado œltimo de la met‡fora del sello divino. Esta marca o sello expresa la posibilidad de una existencia que no es f’sica, y nos invita a encontrarla. Es la esperanza del paso de la nada al Absoluto, pero por una v’a que no es la de las ideas. Y no es suficiente comprender que el Absoluto est‡ ausente para hacerlo existir: es necesario todav’a vivir esta ausencia". Esta es la conclusi—n a la que llega el autor a travŽs de las siguientes tesis:

2. El "acuerdo", la œltima palabra del comprender, es equilibrio precario de contrarios; La m’stica Ñpara Morot-SirÑ niega tal "acuerdo"; el m’stico anula al mundo y a s’ mismo, se hace ausente, para merecer la presencia del Absoluto. "Consentir" al mundo es aceptar el acuerdo; decirle no, es predisponerse a la experiencia del Absoluto. Es lo que hace el m’stico a travŽs de la ascesis purificadora.

La filosof’a como conocimiento de lo real, que es comprensi—n de todas las experiencias posibles, es consciente de su insuficiencia; por este motivo, no excluye la posibilidad de un conocimiento especial m‡s all‡ del "compromiso" del comprender. Este es, segœn Morot-Sir, el significado de la experiencia m’stica: "necesidad de anular la necesidad de conocer". La m’stica es el paso "de la conciencia de la nada a la nada de la conciencia". En conclusi—n, la v’a intelectual y la v’a m’stica son irreducibles, incompatibles, aunque sea la misma conciencia la que vive las dos experiencias.

3. Dejando de lado la dificultad que supone compaginar Ñcontempor‡neamenteÑ la coexistencia de estas dos experiencias y del hecho de que podemos conocer a Dios a travŽs de la raz—n y de la fe (no s—lo de la m’stica), no se comprende tampoco la explicaci—n que propone Morot-Sir sobre la posibilidad de una experiencia m’stica fuera de la conciencia: en la "nada de conciencia" no es posible ni la propia experiencia de la nada, ya que la experiencia es Ñen s’Ñ un conocimiento.

El autor no tiene en cuenta que la acci—n de Dios en el m’stico quedar’a anulada si Žste fuese privado de conciencia. El anonadarse de la criatura delante del Creador, de la cual hablan los m’sticos que el autor cita, no significa la nada de conciencia, sino la conciencia de la propia nada, en cuanto acto de humildad frente a la Majestad del Amor de Dios; momento m’stico que no anula la actividad intelectiva o conciencia, sino que la eleva, la "potencia", con la ayuda de la gracia, hasta un grado de perfecci—n tal, que le pone en contacto directo con Dios.

Por œltimo, Morot-Sir identifica la uni—n m’stica con la supresi—n de la necesidad de conocer o Ñexpresado en tŽrminos shopenhauerianosÑ de la "voluntad de conocer", cuando aquŽlla supone precisamente el deseo creciente de poseer a Dios como objeto de conocimiento y de amor.

M.F.S.

 

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