RA„ADA, Antonio F.: Los cient’ficos y Dios, Nobel, Oviedo 1994, 300 pp.

 

                  1. El autor, nacido en Bilbao en 1939, es Catedr‡tico de F’sica Te—rica de la Universidad Complutense, de cuya Facultad de F’sica fue Decano. Ha publicado dos libros de F’sica; colabora en dos foros internacionales sobre el papel de la ciencia en la sociedad de hoy; ha sido jurado del premio Pr’ncipe de Asturias de Investigaci—n Cient’fica y TŽcnica; es fundador y director de la Revista Espa–ola de F’sica.

                  2. La obra consta de 8 cap’tulos, que tratan sobre el planteamiento del libro, ciencia y religi—n, las pruebas de la existencia de Dios, el azar y la necesidad, la evoluci—n, la creaci—n, ciencia y misterio, y las actitudes de los cient’ficos ante la idea de Dios. El estilo es ‡gil y se lee con facilidad. Contiene abundantes citas de cient’ficos, y analiza muchos de los interrogantes que se discuten en la actualidad en torno a la repercusi—n de la ciencia sobre la religi—n.

                  El autor se propone mostrar que la ciencia natural, por s’ misma, no tiene implicaciones positivas ni negativas para la creencia en Dios, y que, por tanto, es falso el clichŽ segœn el cual la ciencia aparta de Dios. Para conseguir ese objetivo, analiza las presuntas cuestiones fronterizas entre ciencia y religi—n, y expone las posiciones de bastantes cient’ficos, subrayando que son muy diferentes entre s’. Conoce bien las cuestiones cient’ficas y las expone de modo claro, divulgativo y correcto. Ilustra ampliamente su tesis acerca de las diferencias de opini—n religiosa entre los cient’ficos y acerca del reconocimiento, por parte de muchos de ellos, de los l’mites de la ciencia y de la necesidad de una perspectiva religiosa.

                  3. La intenci—n del autor es positiva y casi todo el contenido del libro tambiŽn lo es, ya que subraya las diferencias entre ciencia y religi—n, las insuficiencias del cientificismo que pretende explicar todo mediante la ciencia, la falsedad del clichŽ segœn el cual la ciencia se opone a la religi—n, y el sentido religioso que, de diferentes maneras, suelen poseer los cient’ficos m‡s destacados.

                  Sin embargo, algunos detalles y enfoques pueden inducir a confusi—n. Se alude con frecuencia a posiciones equivocadas, sin presentar argumentos que las contrapesen (por ejemplo en el cap’tulo 5, sobre la evoluci—n). Aunque apenas se cita a te—logos, se hacen varias referencias a Hans KŸng. Se habla de "el mito cristiano de la creaci—n" (p. 135). Se subraya en varias ocasiones que los cient’ficos suelen ser heterodoxos en religi—n, dando la impresi—n de que es l—gico que sea as’ (por ejemplo, p. 163). En la parte final del libro, escribe: "la religi—n debe estar  basada antes en la pregunta que en la respuesta... La tradici—n de muchas iglesias, la cat—lica en particular, no ha seguido esta idea, insistiendo con demasiada frecuencia en las respuestas inmutables y confundiendo lo que s—lo es representaci—n propia de una Žpoca con la certidumbre de las verdades absolutas. Las desgracias as’ ocasionadas son demasiado patentes como para que se necesite mencionarlas" (p. 283); y a–ade que as’ se comprende que haya nacido "la intolerancia en una tradici—n que cuenta con tales mitos como la zarza ardiente o la Anunciaci—n" (pp. 283-284).

                  Es una l‡stima que, siendo el libro positivo en su conjunto, tenga esas lagunas que pueden inducir a confusi—n.

 

M.A.

 

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