AYMONINO, Carlo

Lo studio dei fenomeni urbani

Officina Edizioni, Roma 1977

INTRODUCCIÓN

Desde su incorporación al Istituto Universitario di Architettura di Venezia en 1964, Carlo Aymonino (nacido en 1926) desarrolló una amplia investigación dirigida a identificar la constitución y construcción de la arquitectura como un fenómeno urbano. En ese ámbito se perfiló la Tendenza (que recibió su principal impulso de Aldo Rossi, quien en la práctica actuó como cabeza de fila) y a su alrededor, especialmente desde la marcha de Rossi a Milán, se formó el Gruppo Architettura, a través del cual se realizaron sus principales investigaciones, entre ellas las dos que se presentan en este libro.

En efecto, el texto recoge, con pocas modificaciones, dos estudios del Autor publicados ambos, por primera vez, como ensayos introductorios de dos obras colectivas que reflejan otras tantas investigaciones, publicadas en su día, al igual que este libro, por Officina Edizioni. El capítulo que da título a este libro (pp. 7-62) fue publicado en 1970 en La città di Padova, en la que colaboraron Manlio Brusanti, Gianni Fabbri, Mauro Lena y Aldo Rossi; el segundo estudio, Il ruolo delle città capitali nel XIX secolo: Parigi e Vienna (pp. 123-168), corresponde a La città capitali del XIX secolo: Parigi e Vienna y se publicó en 1975, colaboraron en él Gianni Fabbri y Antonio Villa. El volumen se completa con abundante material gráfico, 131 ilustraciones, en su mayoría planos.

CONTENIDO

Por las características del libro, tanto en este apartado como en el siguiente (valoración y crítica), se tratan con independencia los dos capítulos.

1. Estudio de los fenómenos urbanos.

Los primeros apartados plantean las condiciones y características de la investigación realizada en el área padovana y expuestos en el libro del que este ensayo constituía su presentación. La finalidad de esta investigación queda definida así: establecer una relación entre el desarrollo morfológico de la ciudad y la identificación tipológica de algunos hechos edilicios: y, consecuentemente (esto es, una vez encontrada y establecida esta relación), examinar si esta relación puede ser valorada como una constante en el tiempo —o sea, en las diversas condiciones históricas— o como una relación variable, incluso notablemente. Sin descartar a priori la hipótesis de que, en algunas condiciones particulares, la propia relación no pueda ser hallada (pp. 7-8).

Semejante planteamiento supone, desde luego, admitir dos hipótesis que el Autor hace derivar del rechazo de uno de los enfoques característicos del Movimiento Moderno, la división entre arquitectura moderna y antigua. La primera de estas hipótesis sostiene que los modos del hacer arquitectónico, al constituirse en elementos de la ciudad, no han cambiado substancialmente en el curso de la historia (esto es, desde que se conoce la existencia de la ciudad) (p. 8). La otra —expresada con especial claridad e insistencia por Aldo Rossi en L'architettura della città, Padova, 1966— entiende la ciudad como manufactura y, en consecuencia, su substancial unidad como un todo físico por una parte, y la posibilidad de encontrar valores en gran parte extraños a los aspectos estilísticos de la arquitectura (p. 8).

La relación tipología-morfología se estudia desde dos ángulos: el análisis de la estructura interna del objeto en cuanto se refiere a los tipos edilicios (en su límite se trataría de una formación autónoma); y un análisis de sus adaptaciones al entorno, en cuanto se refiere a la forma urbana (en su límite sin ninguna autonomía, ya que sería el entorno el determinante del tipo edilicio). Este doble enfoque se corresponde, respectivamente, al estudio del proceso tipológico entendido como continuo en el tiempo, y al estudio de los episodios de relación entre el tipo edilicio y la forma urbana, lo que supone realizar un corte en el tiempo y en el espacio.

Antes de presentar las conclusiones de la investigación, el Autor realiza diversas precisiones especialmente útiles para comprender la naturaleza y objetivos del análisis urbano planteado. Contrapone así la urbanística como ciencia de la planificación tal como se da en ese momento en Italia, aún cuando se intenta desarrollar como disciplina autónoma, y el estudio realizado por su grupo de trabajo: la urbanística organiza el análisis de los datos diversos (considerando el modo en que se constituye la presencia humana en las aglomeraciones urbanas y en el territorio) no con un fin cognoscitivo directamente relacionado con la arquitectura, sino con un fin operativo cuyos efectos serán también arquitectónicos; sin embargo, la investigación emprendida por el grupo de trabajo de Venecia se dirige no tanto a prefigurar un futuro, con el fin de organizarlo según las premisas facilitadas por las actuales tendencias, sino a comprender una serie de procesos constitutivos de la realidad urbana, entendiendo ésta como un conjunto de hechos edilicios, sean permanentes o mudables (p. 12). En consecuencia este tipo de análisis urbano permite un mayor conocimiento de la propia arquitectura, de modo que el urbanismo deberá entenderse como arquitectura.

Al mismo tiempo, las características cognoscitivas de esta investigación niegan la posibilidad de una relación determinista, o mecánica, entre análisis y proyecto propia de la urbanística convencional. En este sentido, aunque el Autor reconoce y valora la novedad y las aportaciones de los estudios tipológicos de Muratori, aportaciones de las que el grupo es sin duda deudor, no deja de juzgar negativamente su carácter directamente operativo. En efecto en Studi per una operante storia urbana di Venezia, Roma 1960, Saverio Muratori comprueba la identidad de historia y proyección arquitectónica, actitud que se contrapone, por su totalidad, a toda subdivisión sectorial del análisis y la síntesis, revelándose como un método global que, precisamente por su finalización operativa (...) pone de manifiesto su propio origen de tipo funcional (p. 13). Según el Autor este carácter operativo hace que en su análisis se elimine una serie de nexos —tales como la mayor o menor validez de las permanencias, la constitución de varios ambientes edilicios en forma completa, etc.— que se podrían deducir orientando los estudios urbanos no como historia operante sino como individualización de problemas observables, también parcialmente, de donde deducir algunas leyes particulares, no todas (y quizá ninguna) dirigidas a un fin operativo, pero todas inherentes a la arquitectura (p. 14).

En contraposición el Autor expone las posibilidades de la investigación realizada por Aldo Rossi en Milán, y algunas de sus conclusiones —como la permanencia (de alineaciones o de relaciones) o la insistencia tipológica en los fenómenos residenciales (p. 15)— expuestas en L'Architettura della città.

Con estas precisiones el Autor está en condiciones de determinar el objetivo de fondo de la investigación (...) constituido por el estudio de la formación de la ciudad moderna y contemporánea bajo el aspecto de un agregado edilicio diferente de aquellos que le han precedido. Sin embargo, determinar en qué consiste esa diferencia y en qué medida ella alcanza a todo el complejo urbano, transformándolo radicalmente en su conjunto o en sus partes o deformándolo en algunos sectores, o alcanzando, en fin, sólo a algunos sectores forma parte de un estudio comparado sobre la ciudad que aún está por hacer (pp. 15-16).

Los siguientes apartados se dedican a la exposición del concepto de tipo y de tipología edilicia utilizada en la investigación y entendida por el Autor como un instrumento y no como una categoría: en nuestro caso es uno de los instrumentos para poder llevar a cabo el estudio de los fenómenos urbanos (p. 19). De ahí el modo en que queda definida la tipología edilicia: es el estudio de los elementos organizativo-estructurales artificiales (entendiendo por ellos no sólo los edificios, sino también las murallas, los viales, los jardines, etc., lo construido de la ciudad) que tiene como finalidad su clasificación respecto a la forma urbana de un determinado periodo histórico (o lo que es igual, a una particular forma urbana) (p. 18). Menor precisión alcanza el Autor al exponer su concepto de morfología, que queda simplemente identificada con la forma de la ciudad.

Presentados los elementos del análisis que permiten estudiar los fenómenos urbanos, se exponen de un modo sintético las conclusiones del estudio llevado a cabo por el grupo de trabajo. En primer lugar la evolución de la ciudad medieval, a continuación la formación de la ciudad contemporánea. En uno de los últimos apartados presenta el proceso de desarrollo resumible esquemáticamente en tres fases:

a) la nueva edificación se añade a la ciudad antigua, rellenando vacíos, y siguiendo sus propias reglas (malla ortogonal, mayor altura que la existente, etc.); sigue un procedimiento de completación donde el tipo edilicio (o los tipos), permaneciendo autónomo (esto es, relacionándose sólo con la nueva edificación), no implica una nueva relación con la forma urbana (p. 46).

b) la cantidad residencial se hace tan extensa que exige una redisposición de la ciudad antigua (ejemplo de ello es el plan de Haussmann para París, llevado a cabo a partir de 1850); la ciudad se convierte en un todo que se considera controlable, aunque en realidad el proceso, por su misma elevada dimensión, tiende rápidamente a escapar de las tentativas de organización "total" de la ciudad o requiere continuas intervenciones de reestructuración que no llegan a realizarse (p. 47).

c) finalmente la cantidad edificada para fines residenciales llega a ser tal que no puede estar en función de la forma de la ciudad y tiende a convertirse ella misma en el todo (definible más por su cantidad que por su presencia arquitectónica, formal, y por esto cualitativa) (ibid.). Es así como se produce una inversión total, de modo que la forma urbana pasa a derivarse mecánicamente de la cantidad del tipo edilicio, sin determinar directamente los modos y la calidad de su formación: esto es, la forma urbana, si se puede decir así, "registra" el crecimiento bajo el aspecto de sucesivas extensiones sin predisponer los caracteres y las relaciones con ella misma (y por ello, ya no es "forma" sino sólo fenómeno urbano) (p. 46).

Este cambio tiene además otras consecuencias, entre ellas cabe destacar la modificación en la relación entre el monumento y la ciudad, cambio que se da más en las partes ya preexistentes que en las partes nuevas; así, de conjuntos monumentales que tienen características simbólico-representativas (tales como la plaza de San Pedro en Roma, o San Marcos en Venecia), jerárquicamente relacionadas a la ciudad en su conjunto, los monumentos se convierten en puntos de referencia y de organización de la forma urbana en función de recorridos, estableciendo relaciones que van más allá de su valor intrínseco, o de su relación directa (así el del Arc de Triomphe — Place de la Concorde en París), hasta la total desaparición (¿aparente o substancial?) de tal género de relación urbana (p. 48).

Por otra parte, aunque en todos los desarrollos urbanos se da una utilización de los edificios existentes, interesa destacar las distintas posibilidades que se dan en cada caso. Así, puede darse un cambio limitado al destino de uso (de los edificios), lo que no toca la estructura edilicia, o por el contrario puede influir también en esta estructura, en grados diversos, desde la sola sistematización interna a la total deformación (p. 48). Sin embargo, lo específico de la época moderna es que este cambio reviste el carácter de fenómeno urbano, y no ya arquitectónico en sentido estricto, donde, por este motivo, la misma extensión del fenómeno incide en sentido morfológico (p. 49).

Concluye este apartado afirmando que, salvo pocas excepciones, la ciudad nueva, hoy en día, no existe desde el punto de vista de su reconoscibilidad e individualidad mediante soluciones arquitectónicamente válidas. Y no puede ser así, desde el momento en que, como instrumento operativo para su desarrollo —convertido solamente en mayor extensión (medible por esto en números, índices, reglamentos, usos, etc.)— fue elegida la parcela privada de terreno edificable, y no el instrumento arquitectónico (p. 51). Y este instrumento no realiza la ciudad mediante la relación entre tipos edilicios y forma urbana, sino sólo a través de vínculos viarios entre cada parcela y todas las demás.

Toda superficie de terreno puede convertirse en parcela: la propiedad privada del suelo, en su fase especulativa, no se plantea problemas de forma, sino sólo de extensión. Parafraseando unas palabras de Marx se puede afirmar que "nada es más característico del capital, que la unión de las masas de parcelas que encuentra. El las aglomera bajo su poder" (donde el Autor escribe parcelas, Marx en Forma económica precapitalista, ed. italiana Roma, 1967, p. 115, se refiere a los brazos e instrumentos). La ciudad ya no es tal, y tiende siempre a convertirse en un inmenso aglomerado (p. 51).

El último apartado de este capítulo se destina a exponer "las nuevas hipótesis", es decir, las conclusiones provisionales —ya que el Autor repite con frecuencia a lo largo de su escrito, que serían necesarias más investigaciones para llegar a conclusiones seguras y operativas— que se desprenden de la investigación realizada por su grupo en Padua.

En este sentido señala las líneas según las cuales pueden aplicarse estos estudios, y que resume así: los análisis ponen de manifiesto los nuevos problemas (en la forma del desarrollo urbano) que han de afrontarse con una instrumentalización adecuada, instrumentalización, por otra parte, que probablemente aún está por precisar (p. 53); además, los mismos estudios pueden influir sobre la investigación compositiva y constituir la línea de una orientación didáctica en cuanto los elementos teóricos recabados del análisis urbano, una vez precisados y completamente demostrados, sean entendidos como datos por esto aplicables al control de la proyección en la realidad urbana contemporánea (ibid.).

Recapitulando las conclusiones del análisis llevado a cabo en Padua formula sintéticamente estas tres conclusiones:

a) la hipótesis de la relación entre tipología edilicia y la morfología urbana es confirmada en los varios periodos examinados, aunque cambie considerablemente de un periodo a otro; y se confirma así mismo que sobre el cambio de esta relación se basa la existencia de la ciudad, como carácter general de la ciudad pero sobre todo como carácter individual de cada una, diferentes entre sí en su específica constitución como entidad física reconocible (...)

b) la posibilidad de encontrar esa relación entre la tipología edilicia y la morfología urbana cambia substancialmente en la época contemporánea, donde el cambio no parece ya mantenerse dentro de fenómenos comparables, sino abrirse a hipótesis nuevas que parten de la constatación de la pérdida total del significado de un término como aquel de forma urbana. (...) Es evidente que la arquitectura de la ciudad no acaba en el siglo XIX, sin embargo se puede comprobar cómo cambia su propio papel en la constitución de la forma urbana (...)

c) sin embargo, el estudio de los fenómenos urbanos revela cómo los instrumentos económicos, políticos y técnicos puestos en marcha para extender la ciudad contemporánea anulan de hecho la necesidad de su representación arquitectónica y confinan las nuevas arquitecturas a episodios aislados en un contexto que no tienen nada que ver con ellas (pp. 53-54).

Tomando base en estas conclusiones, especialmente la incluida en el epígrafe c), el Autor presenta la ciudad contemporánea, y los problemas formales expuestos, como consecuencia del sistema capitalista, precisando que no se trata de una contradicción en el interior de un sistema, que, si fuese controlado y ordenado, estaría en condiciones de resolver los problemas. Y añade, el análisis de la modificación de la estructura urbana pone de relieve, de hecho, que el sistema tiene una ley de desarrollo férrea, donde la contradicción está representada por la continua socialización real de la ciudad y por la simultánea concentración (económica, política administrativa) privada de las elecciones y de las decisiones (p. 54-55).

El estudio finaliza presentando lo que debe considerarse la principal conclusión proyectual del trabajo: la relación es por tanto aún recuperable por partes, y de modo diverso según las distintas partes, en particular según las relaciones que las nuevas intervenciones vienen a establecer con aquellas partes construidas en las que aún está presente la relación (tipología-morfología); si la forma general puede tener un sentido, no puede ya encontrarse en su conjunto, sino por partes, aunque ella misma y algunas de aquellas partes, no tengan forma (p. 55-56).

2. Papel de las ciudades capitales en el siglo XIX: París y Viena.

En el prólogo a este ensayo el Autor señala los objetivos que se propone: identificar los cambios producidos en las ciudades al ser convertidas en capitales de los Estados y el papel que desempeñan, precisamente por estos cambios, respecto a otras ciudades del Estado. En concreto el objetivo de los estudios que este artículo presenta es doble: 1) individuar leyes generales de crecimiento de la ciudad en la fase del desarrollo burgués-capitalista; 2) precisar los caracteres distintivos que esas leyes han asumido en la realidad física de cada capital.

Sobre estos objetivos se delinean otros de mayor calado ideológico: se trata de confirmar, corregir y redefinir (...) los caracteres generales del proceso de transformación a través de las relaciones que en cada ocasión se han ido estableciendo entre desarrollo de las fuerzas productivas y las permanencias, sociales y físicas, con las que se ha encontrado; de este modo, de la definición general (pero no genérica) de ciudad capitalista se puede identificar el modo específico y correcto en que aquella definición ha venido realizándose en esta o aquella ciudad-capital (pp. 124-125).

Esto —aclara enseguida el Autor— no tiene una finalidad moral o pedagógica, sino el fin científico de verificar, también en este campo, si las fuerzas sociales que representan la contradicción están en condiciones de construir, dentro del estatuto de contradicción, la 'totalidad' y por cuánto tiempo (p. 125). Desde esa perspectiva la investigación, como es constante en Aymonino, se dirige a identificar aquellas relaciones entre la morfología urbana y la tipología edilicia —entendidas como proceso en acto, también en su contradicción— que puedan constituir la base para una teoría de la arquitectura como instrumento de definición de posibles cambios (p. 125).

Al comenzar a considerar los caracteres generales y las diferencias específicas el texto acude a una larga cita de Marx, tomada de Lineamenti della critica dell'economia politica (La Nuova Italia, Firenze 1968, v. I, algunos párrafos de las pp. 26-35), en ella se expone la necesidad de conducir el examen desde los elementos más concretos (p. ej. la población), a sus componentes (clase, trabajo asalariado, capital), hasta llegar a las partes más simples (cambio, división de trabajo, dinero, precios, etc.); así se está en condiciones de regresar de nuevo a lo concreto, evitando el peligro de que se trate de una abstracción, como sería hablar de la población sin considerar sus componentes. En todo caso es preciso considerar —avisa Marx— que aunque la categoría más simple puede haber existido antes de aquella más concreta, ella sólo puede aparecer en su pleno desarrollo intensivo y extensivo en una forma social más compleja, mientras la categoría más concreta estaba ya plenamente desarrollada en una forma social menos evolucionada (p. 126).

Aymonino, realizando una transferencia analógica del método marxista afirma que podemos percibir precisamente en la relación dialéctica entre 'concreto' y 'simple' y de estos con lo 'complejo' los caracteres "generales" de las transformaciones de la ciudad durante el siglo XIX, en particular de las ciudades-capitales de los estados nacionales burgueses (p. 127).

De este modo la vivienda que aparece como algo simple en los tratadistas del XVIII se convierte en el problema de la vivienda en el siglo XIX. La vivienda tiene una clara consecuencia en la transformación de la ciudad capital, el papel desempeñado por la vivienda puede relacionarse con el valor de cambio que se le adjudica en sustitución del originario valor de uso. Ese nuevo valor conduce a la indiferencia tipológica de la vivienda. La misma situación de la vivienda se hace indiferente, pero esto que aparece como un elemento liberador —respecto a una estructura urbana precedente que determinaba los lugares privilegiados y no— resulta también contradictorio precisamente respecto a aquello que libera, la colocación que debe hacerse indiferente (p. 129).

El proceso de transformación de la capital se puede producir de dos modos: mediante la reordenación de los elementos preexistentes —que se conservan aunque cambien de significado y uso— en un nuevo sistema (es el caso de Amsterdam); o bien por medio de un nuevo sistema que se sobrepone al existente, de modo que el resto queda de algún modo excluido (los casos de París y Viena) (cfr. p. 130). En ambos casos el crecimiento de la ciudad se produce según una lógica nueva: la extensión de la cantidad de suelo edificable no está ya referida a parámetros tipológicamente identificables, como la casa familiar mercantil, sino a la posibilidad de inversiones no siempre previsibles (p. 131).

El Autor destaca así dos contradicciones en el desarrollo urbano: en primer lugar, no hay correlación entre la cantidad de intervenciones edificatorias y una solución adecuada a esa cantidad. De este modo desaparece la correspondencia entre parte de ciudad y tipo edilicio, y en su lugar se produce una relación entre infraestructuras y construcción. En su dimensión político-económica la contradicción se pone de manifiesto al pasar a las inversiones públicas los servicios (infraestructuras), difícilmente sostenibles económicamente, al mismo tiempo que esas inversiones se hacen en función de los intereses privados (inversiones productivas en viviendas).

La segunda contradicción consiste en el hecho de que, gracias a la construcción de la ciudad 'nueva', la antigua se hace por primera vez —en su conjunto— el "centro" del completo asentamiento urbano, obteniendo una precisa identificación por su diferenciación respecto a las nuevas intervenciones (p. 133). Es precisamente este juego de contradicciones —pérdida de legibilidad tipológica, nuevo papel del centro de la ciudad— lo que permite que algunas partes residuales del centro antiguo o toda la ciudad antigua (...) sean reconocibles como 'formalmente completas' (p. 134).

En el siguiente apartado, El poder político y las contradicciones sociales, se analiza la relación existente entre los nuevos objetivos políticos puestos en marcha por la Revolución francesa y los procesos de cambio urbano que les acompañan. Como puede preverse de los objetivos señalados en el prólogo, el Autor destaca la contradicción presente en el poder político que por una parte desea la igualdad —y se dispone a suministrar a los ciudadanos alojamiento, alimentos, sanidad, etc.— y por otra se sitúa al servicio de la economía burguesa. De este modo la Comisión de Artistas une al deseo de dejar muestras de la revolución —embellecimiento— el objetivo de aumentar el valor de los terrenos expropiados.

En un primer momento el ideal parece Roma —así, como en la Roma imperial o del Renacimiento, se traen a París signos de la ciudades conquistadas y se construyen nuevos monumentos—; enseguida ese ideal de belleza es sustituido por el de comodidad y el deseo de convertirse en la capital financiera de Europa. El año 1848 supone un punto de inflexión: el temor a la revolución, hace fijarse intereses generales, lejanos de los más próximos, que tienen que ver con seguridad y estabilidad. Aparecen así las leyes expropiatorias, la reglamentación higiénica, etc. La posible contradicción entre intereses privados y obligaciones públicas es superada con la reducción de estas últimas al mínimo 'necesario', al indispensable para obtener aquellas garantías: el interés privado conquista los índices de disfrute edilicio en lugar de las precedentes tipologías de viviendas, a cambio de un respeto de las alineaciones viarias, alturas de edificación, servidumbres impuestas por los servicios. Instrumentos éstos que garantizan en definitiva el salto "cuantitativo" de las intervenciones de transformación ligadas a los particulares: corresponderá a la intervención pública individualizar la posible 'representación' cualitativa en los monumentos civiles(p. 143).

Las modificaciones de la estructura urbana. A lo largo de este apartado el Autor analiza las modificaciones sufridas por París y Viena a lo largo del siglo XIX: la estructura viaria abierta por Haussmann en París, el aprovechamiento urbano de las fortificaciones y del Glacis de Viena, la expulsión y segregación hacia la periferia de la ciudad de los servicios no directamente asociables a la vida social, etc. Los últimos párrafos los dedica a extraer las leyes generales que siguen estas modificaciones. Tras un primer momento en que la capital parece apuntar una estructura policéntrica —precisamente por el desplazamiento de determinados servicios al exterior— regresa a una estructura fuertemente monocéntrica, al haber eliminado los usos que podrían disminuir el valor de posición de los terrenos centrales.

En definitiva el valor de posición resulta factor, y al mismo tiempo consecuencia del proceso de homogenización entre estructura policéntrica y estructura monocéntrica: consecuencia de otros factores como la elección política, el tráfico, el comercio, etc. y al mismo tiempo determinante de esos mismos factores. Existe por tanto —concluye el Autor— un entrelazamiento bastante estrecho entre causas y efectos, que contribuye a formar y consolidar 'algunos' destinos de uso particulares y privilegiados. La posición de valor no es por tanto, sólo la "consecuencia" de un determinado desarrollo urbano —y de la forma que este asume— sino también el fruto de determinadas elecciones especulativas que posteriormente transforman la parcelación y el destino de uso inicial (p. 156).

La ciudad-capital como modelo. Resumiendo las características de la ciudad-capital, y en concreto aquellas que la convierten en modelo, se señala:

        —La importancia de la higiene y el tráfico, generalización de algunos servicios sanitarios por su repercusión en la salud general y en el rendimiento obrero;

        —Diferenciación de zonas según la renta de sus habitantes. Expulsión a la periferia de población y equipamientos no compatibles con la nueva estructura urbana.

        —Preocupación por el exceso de población obrera, equilibrio entre ciudad y territorio nacional.

Todo esto aparece para el Autor como consecuencias de la transformación de la ciudad como simple lugar de cambio y de producción a lugar de la demanda necesaria para la realización del beneficio (p. 158).

El ensayo se completa con un examen de las diferencias perceptibles en las transformaciones de París y Viena:

a) Diferencias dimensionales; no sólo en sentido cuantitativo sino también por la distinta complejidad: es la diferencia entre soldar dos partes (Viena: interior y exterior de las murallas) y la necesidad de reestructurar todo el conjunto urbano (París).

b) Distinta respuesta cultural al planteamiento de las modificaciones. En París los técnicos asumen un papel meramente instrumental, no deciden; en Viena, por el contrario, los profesionales existentes gozan de un prestigio y reconocimiento público y en consecuencia, son convocados al concurso para la sistematización del Glacis.

c) En su papel de modelo París aparece como ejemplo de una sistematización general (soluciones relativamente simples con tiempo de actuación breve); Viena por el contrario muestra soluciones brillantes de partes completas.

VALORACIÓN DOCTRINAL

1. Estudio de los fenómenos urbanos.

El principal interés de este capítulo reside en su carácter de síntesis y valoración, por parte del Autor, del trabajo llevado a cabo por el grupo de trabajo del Instituto Universitario di Architettura di Venezia entre 1964 y 1970. En este sentido, supone una exposición comprensiva de la ciencia urbana tal como el Autor la ha venido entendiendo; y proporciona un marco adecuado para la comprensión de otros ensayos publicados con anterioridad y posteriormente (especialmente difundidos a través de Il significato delle città, Laterna & Figli Spa, Roma-Bari 1975; edición castellana, El significado de las ciudades, Blume Ed., Madrid, 1981).

Por este mismo motivo, una valoración y crítica completa del ensayo excede el ámbito de una simple recensión de esta obra, y exigiría una valoración conjunta de todo el discurso urbanístico del Autor.

En todo caso, debe señalarse el interés que presenta la tesis final del ensayo, la recuperación de la forma urbana a través de las partes de ciudad, y el papel que se puede atribuir a la arquitectura en esa tarea; en este sentido se analiza y valora el papel que la arquitectura (los tipos edilicios) han tenido en la configuración formal de la ciudad, y la repercusión que esa configuración tiene en la propia arquitectura.

Ese es sin duda el objetivo de la investigación realizada, y la finalidad que el Autor busca en la conceptualización de esas implicaciones; para ello, se identifica una relación entre tipología edilicia y morfología urbana, relación que ha de entenderse de modo dialéctico, y no unívocamente causal. Hasta qué punto la identificación de esta relación permite la elaboración de unos principios generales —es decir, un estudio científico— resulta una cuestión debatible.

Como primera aproximación puede afirmarse, como ya se ha hecho notar en el resumen del contenido de este capítulo, que el concepto de morfología urbana no alcanza en el Autor la precisión conseguida para la tipología edilicia. En consecuencia se echa en falta un mayor rigor argumental al exponer e inducir las reglas que rigen, en la ciudad contemporánea, esa relación tipología-morfología. Ello no quiere decir que haya de negarse el interés operativo que supone enfocar el proyecto urbano desde el análisis de esa relación, y en especial la posibilidad de buscar la forma urbana desde la resolución de partes de la ciudad (lo que en otros estudios del Autor —cfr. Progetto architettonico e formazione della città, en Lotus, n. 7, 1970, recogido Il significato delle città —denomina partes formalmente completas), considerando ante todo la relación de las partes con aquellas otras de la ciudad existente que presenta una relación precisada y correcta entre arquitectura y forma urbana.

Para una valoración del pensamiento filosófico —o para hablar con más propiedad, de la ideología— que subyace en este capítulo hay que analizar en primer lugar la explicación económica y sociológica de los cambios producidos en la forma urbana; así al Autor afirma que la relación tipo edilicio-forma urbana varía según los fines que la sociedad se propone, y por tanto según los parámetros que adopta para organizarse y expresarse en el concreto físico de la ciudad (p. 30), y de un modo más explícito, al exponer las conclusiones de sus investigación, introduce una explicación de los cambios producidos en la forma urbana basada en el sistema de producción capitalista (cfr. supra cita de pp. 54-55). En este sentido, se puede estar de acuerdo con el Autor cuando afirma que  la forma de la ciudad no es indiferente a las relaciones sociales que sostiene: aunque está evidentemente determinada, no lo está de un modo unívoco (p. 55). Pero esto quiere decir, aunque posiblemente el Autor no aceptaría esta conclusión, que existen otras causas que intervienen en la forma urbana, y son precisamente esas otras causas, no reducibles a la estructura económica, lo que explica que la determinación social no sea unívoca.

En cualquier caso, no parece lícito atribuir al régimen de propiedad privada —al capitalismo, como recoge este ensayo— la crisis formal de la ciudad contemporánea; desautoriza esta tesis por una parte la experiencia de los que fueron llamados países del socialismo real, y por otra los resultados obtenidos en el pasado. No puede sostenerse que ha sido la exasperación del elemento privado lo que ha producido la crisis, y no más bien el aumento de la población y de la complejidad estructural de la sociedad urbana. Esto no quiere decir que no tenga interés estudiar la influencia, previsiblemente positiva, de la propiedad comunal en la forma urbana, durante la edad media y moderna, pero esto supondría también distinguir las características de esa propiedad comunal, respecto a la colectiva.

Presumiblemente, también la ideología marxista del Autor tiene su reflejo en el modo en que es abordada la relación tipología-morfología; ya anteriormente se ha hecho referencia al carácter dialéctico de esa relación. Esta dialéctica le permite, por una parte, superar un mecanicismo de dirección única en la causalidad mutua; por otra parte, sin embargo, el rechazo práctico del concepto de causalidad puede ser uno de los motivos por los que no se llega en el texto a un análisis satisfactorio de la relación tipo edilicio-forma urbana.

Aunque en este texto no abundan excesivamente las citas de autores marxistas, es significativa su utilización como argumento de autoridad, aun en el caso de que la afirmación reproducida sea lugar común; así, para fundamentar el inicio de la ciudad en la aparición de la repetida relación tipo-forma, reproduce las siguientes palabras de Marx, Forme economiche precapitalistiche, Roma 1967, pp. 80-81: la pura y simple existencia de la ciudad como tal es distinta de la pura y simple multiplicidad de viviendas independientes. En este caso, el todo no es la suma de las partes (p. 17).

2. Papel de las ciudades capitales en el siglo XIX: París y Viena.

Si en el primer ensayo las referencias explícitas a autores o enfoques marxistas no es frecuente, no puede decirse lo mismo de este segundo estudio. En efecto, el mismo prólogo se estructura alrededor de una larga cita de Marx utilizada por el Autor para explicar el objetivo planteado en esta segunda investigación por el Gruppo Architettura y que no es otro que la comprobación en el campo urbano de unas leyes sociológicas y económicas de indudable —y declarada-naturaleza marxista.

Es de agradecer la claridad con que el Autor expone sus propósitos; claridad que, por otra parte, nos dispensa de una mayor argumentación: en definitiva la investigación urbana realizada se presenta como comprobación de las contradicciones existentes en la sociedad capitalista. En la redacción del resumen del ensayo que recogemos arriba hemos procurado —lo que, por otra parte no es difícil manteniéndose fieles al texto— poner de manifiesto el modo en que ese objetivo informa el conjunto y cada una de las partes del ensayo; por este motivo hemos mantenido en el resumen la estructura del texto incluyendo además citas suficientemente significativas.

En concreto, tal como se puede comprobar, los resultados de la investigación están de algún modo determinados por las conclusiones que el marxismo extrae de su análisis de la evolución de la sociedad, o —lo que desde su perspectiva es lo mismo— de la evolución de los sistemas de producción. Importa por tanto —desde la óptica del Autor— evitar conceder una importancia decisiva al crecimiento cuantitativo de la ciudad, hasta el extremo de considerarlo causa de los problemas urbanos, o de las mismas transformaciones morfológicas de la ciudad: son las contradicciones socio-económicas del capitalismo las responsables de esos cambios.

De este modo una cuestión de innegable interés, como es indagar y aclarar el papel que la dimensión desempeña en la evolución de los fenómenos urbanos, queda obscurecido a través de una petición de principio. Si es verdad que los diversos estudios sobre la evolución llevados a cabo desde distintas perspectivas, hacen pensar que han de buscarse otras causas, distintas de la mera dimensión, para explicar el carácter complejo de los fenómenos urbanos modernos, no parece que una toma de postura previa como la presentada en este estudio pueda ayudar a identificar la confluencia e interrelación entre las distintas causas.

Algo similar sucede con la valoración por parte del Autor de las tendencias higienistas reseñada en el anterior apartado. Al denunciar sus objetivos capitalistas —asegurar la pervivencia de una mano de obra abundante y sana—, no sólo se esta rechazando a priori la existencia en la sociedad decimonónica de una sincera preocupación social, alimentada frecuentemente por motivaciones religiosas, sino que además ese prejuicio marxista impide a la investigación que se realiza identificar las consecuencias urbanas de esa preocupación social, y su influencia en el urbanismo racionalista del siglo XX.

No es extraño por ello que a lo largo del texto se puedan comprobar, junto a valoraciones o sugerencias interpretativas de indudable interés, fuertes simplificaciones que tratan de poner en evidencia las contradicciones del capital. Al mismo tiempo, esas mismas simplificaciones exigen la elaboración de argumentaciones innecesariamente complejas para exponer aquellos fenómenos que se resisten a ser explicados mediante un proceso dialéctico.

En definitiva, si se quiere conseguir a través del ensayo un mejor conocimiento del proceso urbano seguido por las capitales europeas en el siglo XIX, será preciso examinar detenidamente el texto y discernir entre las diversas conclusiones aquéllas que se fundamentan realmente en los datos aportados por la investigación, de aquellas otras que se fundamentan primordialmente en las leyes económicas formuladas por el materialismo dialéctico al explicar la evolución del capitalismo burgués en ese mismo siglo.

BIBLIOGRAFÍA CRÍTICA

En especial para el segundo capítulo puede ser interesante la lectura de algún texto en que se expongan, con la consiguiente valoración crítica, los principios de la economía marxista; puede servir para ello, PIETTRE, A., Marx y marxismo, Ed. Rialp, Madrid 1964.

El estado de la cuestión social, de la que forma parte importante la cuestión urbana y el problema de la vivienda, puede examinarse en MESSNER, J., La cuestión social, Ed. Rialp, Madrid 1960.

 

                                                                                                               J.L.V. (1996)

 

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