BAROJA, Pío

El árbol de la ciencia

INTRODUCCIÓN

El árbol de la ciencia es una de las novelas más representativas del género existencial[1], en tanto que narra la trayectoria vital de un héroe o un antihéroe, en conflicto con las fuerzas irracionales[2]. Estas determinan la psicología y la vida de los personajes y se mueven en tres ejes temáticos que posibilitan el desarrollo de los acontecimientos y el desenlace final:

        a. la familia

        b. la sociedad (con todas sus variantes)

        c. la muerte

Estos tres elementos son los que configuran la vida de una persona y, por lo tanto, indispensables en cualquier planteamiento de la novela existencial. Los ingredientes ideológicos de los que se sirve Baroja son circunstanciales en la génesis misma de la novela, tal y como la concibe su autor. Por lo tanto, la fórmula de la novela existencial se nutre de la vida misma, si se quiere en sus aspectos negativos, pero de ahí deriva el impacto que puede ejercer en el lector. De esta manera el lector ingenuo puede sentirse fascinado ante un modelo de hombre con el que tiene muchos puntos en común produciéndose, de este modo, una corriente de simpatía. La intemporalidad de los problemas que se plantean son los que atraen la atención de un lector más interesado en la vigencia literaria de un modelo narrativo.

La novela naturalista es el otro molde literario que utiliza Baroja y que es el filón del que extrae todas las técnicas narrativas. Tal vez "determinado" por su profesión o por deformación de la misma, el autor adopta el punto de vista de un científico cuyo objetivo principal es diseccionar todos los elementos que constituyen el cosmos creado por él, asumiendo el papel de demiurgo[3]. Se trata, por lo tanto, de ver la relación natural necesaria que se establece entre ellos y, de ahí, extraer conclusiones y leyes de carácter general aplicables en cualquier circunstancia histórica y en cualquier caso particular. Y en este punto estriba la temporalidad de la novela, incapaz de incorporarse a las nuevas técnicas narrativas que, en aquel momento, se están imponiendo en Europa (novela experimental-psicológica). La caducidad de la novela la advierte el lector cercano al siglo XXI. Frente a un modelo literario decimonónico y obsoleto, no queda otra alternativa que la del historiador de la literatura cuyo interés es el de desmenuzar todos los componentes narrativos que se proyectan dentro de una tradición literaria.

Novela existencial, novela naturalista y, por último, novela social. El árbol de la ciencia prefigura, de algún modo, lo que será la consolidación de la novela española de la postguerra y que, con tanto acierto, se denominó realismo social. Realismo en la medida que intenta plasmar una realidad y social porque se convierte en el vehículo detractor de unas estructuras injustas, opresoras y alineantes[4], así como analiza la historia de España y pone en tela de juicio todo el sistema de valores que determina la idiosincrasia y la encierra en sí misma, absolutamente ajena a las innovaciones que se están produciendo en el extranjero. Es importante señalar al respecto las concomitancias que se establecen entre la novela de la generación del 98 y el realismo social[5].

La novela se inscribe dentro de una tradición literaria que mezcla diversos moldes narrativos. De un lado, el naturalismo que le proporciona las técnicas narrativas y el punto de vista[6], de otro, el existencialismo, que la sitúa temática e ideológicamente en un momento en que está prendiendo esta filosofía en toda Europa y, por último, ese sentido precursor que tenía de las cosas, la proyecta hacia el futuro de la novela social crítica y desmitificadora[7].

CONTENIDO

Está considerada por la crítica como una novela de viaje o espacial en la medida que narra la evolución psicológica de un héroe en función de las distintas experiencias que marcan las diversas fases de un proceso. Proceso que se deteriora progresivamente hasta desembocar en el suicidio final. Creo que Baroja construye su novela en torno a este tema y a las causas que la posibilitan. Hay una serie de núcleos temáticos que tienen una función decisiva en la trama de la novela y otros que completan la configuración de ese cosmos en el que desarrollan su peripecia vital los personajes secundarios.

El primer núcleo es la infancia de Andrés y, fundamentalmente, la relación con su padre. Personaje kafkiano[8] que provoca en su hijo una reacción antinatural, acrecentada por la ausencia de la madre, cuya presencia hubiera podido atenuar esa frialdad en las relaciones. El fragmento siguiente ilustra esta idea:

La muerte de su madre le había dejado un gran vacío en el alma y una inclinación a la tristeza. Andrés casi(...)odiaba a su padre; no le podía soportar; le encontraba petulante, egoísta, fantoche, necio, pagado de sí mismo. Entre padre e hijo existía una imcompatibilidad absoluta; no podían estar conformes en nada.

El segundo núcleo temático viene determinado por la experiencia intelectual, básicamente por la lectura de libros mal asimilados e, incluso, sin haberse entendido, como el mismo autor reconoce:

Leyó primero la "Ciencia del conocimiento" de Fitche y no pudo enterarse de nada. Sacó la impresión de que el mismo traductor no había comprendido lo que traducía; después comenzó la lectura de "Parerga y Paralipómena" y le pareció un libro casi ameno, en parte cándido, y le divirtió más de lo que suponía. Por último, intentó descifrar "La Crítica de la razón pura". Veía que con un esfuerzo de atención podía seguir el razonamiento del autor como quien sigue el desarrollo de un teorema matemático; pero le pareció demasiado esfuerzo para su cerebro y dejó Kant para más adelante y siguió leyendo Schopenhauer, que tenía para él el atractivo de ser un consejero chusco y divertido. (Parte primera)

Pienso que el fragmento no tiene desperdicio y los comentarios acerca de la experiencia intelectual de Andrés son innecesarios. Dejo que sea el lector mismo quien extraiga las oportunas conclusiones.

No obstante, esa experiencia intelectual libresca y las conversaciones mantenidas con su tío Iturrioz son las bases sobre las que Baroja va a construir todo su aparato ideológico.

El tercer núcleo lo constituye la enfermedad y muerte de Luis. En este caso, la experiencia vital determina la intelectual. lo humano le lleva a tomar actitudes ideológicas que prefiguran el desenlace:

Andrés sentía por Luisito un cariño exclusivo y huraño. Andrés adquirió con este primer ensayo de médico un gran escepticismo. Empezó a pensar si la Medicina no servía para nada. Un buen puntal para este escepticismo....

La muerte de Luis acentúa la tristeza de Andrés, que no quiere enfrentarse a los problemas y busca soluciones intelectuales, amparándose en ellas para justificar un temperamento, que no es tal sino cobardía e irresponsabilidad:

aquella indiferencia suya, aquella falta de dolor, le parecía algo malo. El niño había muerto; él no experimentaba ninguna desesperación. ¿Para qué provocar en sí mismo un sufrimiento inútil? Este punto le debatió largas horas en la soledad.

Es crucial en la vida de Andrés este suceso porque es la primera vez que se enfrenta al dolor y, lógicamente, no lo entiende. El querer conocer la naturaleza del sufrimiento, sus causas y sus distintas manifestaciones —la indiferencia podría ser una de ellas—, lo inclinan hacia la ataraxia, que será esa constante temperamental a lo largo de su vida. A partir de ese momento, lo temperamental y lo ideológico estaban íntimamente unidos.

El cuarto y último núcleo es la muerte de Lulú y de su hijo, que vienen precedidas por una serie de premoniciones que reflejan la idea que Baroja tiene de la muerte:

Su bienestar físico le preparaba para ese estado de perfección y de equilibrio intelectual que los epicúreos y los estoicos griegos llamaron ataraxia, el paraíso del que no cree. (Sexta parte)

Efectivamente, la misma indiferencia que sintió hacia la muerte de Luis, la vuelve a sentir por su mujer:

Andrés la miraba con los ojos secos: en la mañana del tercer día, Lulú murió. Andrés salió de la alcoba extenuado. (Sexta parte)

A partir del suicidio de Andrés se consuma lo que ha constituido el eje central de toda la novela: la búsqueda del estado de ataraxia, por lo menos para un escéptico como él. Si aquélla logra un estado de perfección en lo intelectual, la muerte lo alcanza en lo humano. Con el suicidio se consuma la conjunción perfecta de lo intelectual y lo humano, cumpliéndose lo que Iturrioz dice acerca de Andrés:

Este muchacho no tenía fuerza para vivir. (Sexta parte).

En torno a estos ejes temáticos aparecen otros que constituyen toda la trama de la novela, pero que tienen una importancia secundaria. En síntesis, se puede dar el siguiente esquema:

1. Infancia y juventud:

1.1. Relación con su familia:

        —padres y hermanos

1.2. Experiencia en la Universidad: intelectual

        —lectura de libros

        —formación universitaria

        —contacto con profesores: Letamendi

     Experiencia social

        —relación con sus amigos: Fermín, Julio A., Montaner, Lamela

        —experiencia como alumno interno

1.3. Contacto con un círculo social más amplio:

        —conocimiento de Lulú y su familia

        —descripción de la sociedad marginal

1.4. Primer contacto con la muerte:

        —experiencia de Luisito

        —primera experiencia de la ataraxia

2. Vida profesional

2.1. Conversaciones con Iturrioz:

        —desarrollo de las ideas fundamentales en el terreno de la filosofía y en el de vida

2.2. Experiencias profesionales:

        —en Alcolea del Campo: descripción de un microcosmos a través del cual se detecta una realidad social

        —como médico de Higiene en Madrid

2.3. Relaciones sociales:

        —reencuentro con sus antiguos alumnos: Julio, Fermín, Lulú

2.4. Segundo contacto con la muerte:

        —matrimonio, embarazo y muerte de Lulú

        —suicidio: estado final de ataraxia

Personajes

La mayoría de ellos son bastante simples en la medida que cumplen una función: la de ser plasmación literaria de un comportamiento que, previamente, su autor censura o aprueba. Esto le lleva a ofrecer una visión simplista de los caracteres o de los análisis sociológicos. Parece que Baroja ve a sus personajes divididos en dos grupos:

A. personajes que rompen con lo establecido: buenos y listos (Iturrioz, Lulú).

B. personajes que defienden la tradición: malos y tontos (Aracil, Lamela).

Y la larga galería  de personajes que pretende ser una radiografía de la sociedad de aquella época.

Andrés, el antihéroe, pretende demostrar la imagen de un intelectual insostenible desde todos los puntos de vista, porque a veces le resulta difícil, cuando no imposible la comprensión de las lecturas. Su capacidad de impresionarse llega hasta el punto de que unos estudiantes de Ingenieros son capaces de desmontar sus teorías científicas, a la vez que la figura mítica de su profesor Letamendi queda automáticamente desmontada. Si toda su vida está regida por esta falta de profundidad tanto intelectual como humana, el suicidio se convierte en el punto final de una vida absurda porque el mismo Andrés ha puesto todo el empeño en que así fuera.

VALORACIÓN DOCTRINAL

El tema fundamental de la novela es el sentido de la existencia humana, el dolor y la muerte, partiendo de la filosofía vitalista de Schopenhauer. Un tema colateral es el de la denuncia social con todas sus variantes. Lo individual y lo social le interesan a Baroja y cuando trata de lo primero vuelca todos sus conocimientos librescos mal asimilados, pero con los que pretende justificar todo el proceso interno de Andrés.

Cuando trata de lo segundo, se entrevén todas sus ideas políticas, algunas de ellas de corte socialista:

Ella no podía comprender que Hurtado afirmase que era mayor delito robar a la comunidad, al Ayuntamiento, al Estado, que robar a un particular... En Alcolea, casi todos los ricos defraudaban a la Hacienda y no se les tenía por ladrones.

Del tema de la muerte derivan los siguientes aspectos ideológicos. Primero, la dicotomía que se establece entre libertad-determinismo:

Kant prueba que son indemostrables los dos postulados más trascendentales de las religiones y los sistemas filosóficos: Dios y la libertad. Y lo terrible es que prueba que son indemostrables a pesar suyo... Ya no puede haber ni libertad ni justicia, sino fuerzas que obran por un principio de causalidad en los dominios del espacio y del tiempo. (Cap. IV)

De otro, la escisión entre individuo y sociedad, es decir, el problema de la incomunicación, la soledad, la angustia vital que formulado en otros términos, podría ser: individuo-sistema. Ese instinto antisocial se iba aumentando (cap. VI — Experiencia en Madrid) o en otro momento Andrés no quería salir a la calle; sentía una insociabilidad intensa (cap. III — Tristezas y dolores).

La negación de la libertad desde postulados filosóficos justifica la ausencia de alternativa al suicidio. El rompimiento de esa armonía entre individuo y sociedad genera una neurosis progresiva que precipita el desenlace final. Así queda justificada su muerte desde un punto de vista intelectual y vital. Por lo que se refiere a la negación de la libertad, se puede desmontar su tesis por reducción al absurdo: en el peor de los casos, Andrés se suicida porque quiere. El aislamiento en el que vive el protagonista, se traduce en el momento de su muerte en cobardía, como afirma Iturrioz.

En el ámbito de lo social Baroja se centra, fundamentalmente, en dos aspectos:

        —injusticia perpetrada en las clases más pobres;

        —anquilosamiento intelectual.

En el primer caso, el autor nos pasea por las situaciones más variopintas que puedan presentarse, pero que son anecdóticas porque lo que importa es la idea de fondo que parece transmitir y que pone en boca de Iturrioz:

Respecto de la justicia, yo creo que lo justo en el fondo es lo que nos conviene. Supón en el ejemplo de antes que la hiena, en vez de ser muerta por el hombre, mata al hombre... pues nada de eso nos parece justo, porque no nos conviene... ¿Vamos a quitarle al hombre esos instintos fieros que te repugnan? ¿Vamos a borrar esa sentencia del poeta latino Homo hominis lupus, El hombre es lobo para el hombre?

De este fragmento se deducen dos ideas fundamentales: la negación de la ley natural y la concepción negativa de la persona humana que derivará en todo el nihilismo posterior.

El anquilosamiento intelectual afecta a todos los órdenes sociales, ya sea en el estamento de profesores universitarios (caso Letamendi) o en el caciquismo, que es una de las múltiples formas de control social. Pero lo que realmente interesa en la novela y que prefigura uno de los aspectos básicos de la crítica social en la novela de postguerra, es el intento de desmitificación de todos los valores culturales y religiosos que han determinado una forma de ver el mundo y un modo de actuar, es decir, una idiosincrasia tan peculiar como la hispánica. La religión queda reducida a la categoría de superstición. Así lo expone Iturrioz en su conversación con Andrés:

Contra ese bloque científico, del determinismo... ¿cuántas olas no han roto? Religiones, morales, utopías; hay todas esas pequeñas supercherías de pragmatismo.

La moral es otro de los mitos o terrores que han reprimido la libertad o que han afectado, fundamentalmente, a la mujer:

Muchas veces a Hurtado le parecía Alcolea una ciudad en estado de sitio. El sitiador era la moral, la moral católica. Allí no había nada que no estuviera almacenado y recogido: las mujeres, en sus casa; el dinero, en las carpetas; el vino, en las tinajas. (cap. V, La experiencia en el pueblo)

Y por lo que se refiere a los valores culturales, Baroja lanza su ataque contra el tema del honor y de la honra:

Lo único grande, fuerte, terrible, es que a todas estas mujeres les queda una idea de la honra como algo formidable suspendido sobre sus cabezas. una mujer ligera de otro país, al pensar en su juventud, seguramente dirá: "entonces yo era joven, bonita, sana". Aquí dicen: "entonces yo no estaba deshonrada". Somos una raza de fanáticos, y el fanatismo de la honra es los más fuertes. Hemos fabricado ídolos que ahora nos mortifican. (cap. VI, La experiencia en Madrid)

Otras ideas que quedan esbozadas en estas conversaciones proceden de las lecturas de Kant, Schopenhauer, Nieztsche y enumeraré las siguientes:

a) Kant:

Subjetivismo, relativismo. Negación de una verdad objetiva. Negación de la existencia de las categorías de espacio y tiempo. El hombre es la medida de todas las cosas: nuestro cerebro produce las ideas de tiempo, espacio y de causalidad. Acabado nuestro cerebro, se acabó el mundo (Inquisiciones).

Empirismo y racionalismo: La ciencia se basa en la razón y la experiencia.

b) Nieztsche:

Voluntarismo, antisemitismo, anticristianismo: Esta compañía tendría la misión de enseñar el valor, la serenidad, el reposo; de arrancar toda tendencia a la humildad, a la renunciación, a la tristeza, al engaño, a la rapacidad, al sentimentalismo.

c) Hobbes:

Nihilismo. Concepción del hombre como un ser naturalmente malo: Que la vida es una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando los unos a los otros (La crueldad universal).

d) Schopenhauer:

Existencialismo y determinismo: Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz adonde dirigirse (Inquisiciones).


 

                                                                                                                          Anexo

BAROJA, Pío

El Árbol de la Ciencia

Esta obra es considerada, tanto por los críticos como por el propio Baroja, como una novela filosófica. Es, según la opinión generalizada, la novela más representativa del espíritu barojiano y uno de los máximos exponentes de la novela del 98.

La novela nos cuenta la vida de Andrés Hurtado, desde sus comienzos de estudiante en la Facultad de Medicina hasta su fatal suicidio. Al hilo de ese relato central, Baroja hace desfilar por la novela todo tipo de personajes y circunstancias que afectarán de un modo u otro, a la existencia del protagonista, y que harán converger toda la acción hacia el culmen de la novela: el suicidio.

Serán frecuentísimas las conversaciones de Andrés con su tío Iturrioz acerca del sentido de la vida, conversaciones que son aprovechadas por Baroja para verter toda su concepción filosófica, en la que Schopenhauer y Kant brillan por su presencia.

El mundo es concebido como un absurdo total, un torbellino al que los personajes que lo pueblan parecen arrojados, y que ellos no entienden ni comprenden.

Toda la realidad es grotesca: las clases en la universidad, las diversiones con los amigos, el ejercicio de la profesión, etc.; todo, absolutamente todo se nos presenta de color gris, triste, feo, desagradable. Hasta las cosas que en cualquier persona, por muy atrofiado que tenga el sentido de lo "humano", causan agrado y placer, como pueden ser un paseo con un amigo o el haber aprobado unos exámenes, provocan en Andrés Hurtado monólogos interiores en los que concibe todo como grosero y carente de sentido.

Sólo el casamiento con Lulú hace que Andrés encuentre la paz por unos meses, hasta la muerte de ella y el primer hijo de ambos, a consecuencia del parto. Andrés entonces se desespera, se envenena y muere.

Andrés no cree. La ley natural inscrita en el corazón del hombre y la semilla de la recta conciencia acerca del bien y el mal que, como todo el mundo, él posee, son considerados por él como ese hombre viejo y supersticioso que corre por nuestras venas y que no podemos eliminar del todo; queda así suprimido el sentido del pecado.

El problema religioso lo zanja el protagonista diciendo que los postulados metafísicos de la existencia de Dios y del alma son indemostrables, apoyándose en la Crítica de la razón  pura de Kant.

La crítica doctrinal del libro sería interminable, dada la gran cantidad de sentencias filosóficas que en él se encuentran; pero una cosa es evidente: la vida no se reduce a la caricatura que Baroja nos presenta. Cuando muere Andrés, Iturrioz comenta: "Este muchacho no tenía fuerza para vivir", y evidentemente no la tenía, como prueba su suicidio, con el que Baroja nos quiere dar a entender que no existe posibilidad alguna de auténtica comprensión de la vida, que el mundo está mal hecho, que somos seres venidos de la nada y que estamos para la nada.

En el libro se encuentran una serie de características que son propias de todo el 98: autodidactismo, egocentrismo y la que en esta novela parece sobresalir más: la importancia del caso singular. Cuando Baroja escribe El Árbol de la Ciencia, no escribe la historia de un personaje poco afortunado e infeliz, sino que escribe la infelicidad misma. Jamás una persona con un mínimo de sentido crítico asociará el tema del libro con la realidad ordinaria; la realidad narrada en el Árbol de la Ciencia se asemeja a una idea platónica, ya que abstrae —bien del mundo, bien de la propia vida de Baroja— todo aquello que supone fatalismo, pesimismo, etc., para plasmarlo como única realidad humana.

Volviendo atrás, efectivamente Hurtado tiene razón cuando afirma que los postulados de la metafísica (Dios, alma) no pueden ser demostrados según Kant, pero Kant no es el criterio último al que recurrir en estos casos. La filosofía de Kant no sirve para demostrarlos, del mismo modo que un martillo no sirve para fisionar un átomo. Mas no por ello hay que concluir que es imposible la fisión del átomo, ya que de hecho se logra empleando los instrumentos adecuados. ¿Por qué Kant y no Santo Tomás? De esto no encontramos razón en el libro.

A pesar del aparente criticismo sabihondo y abarcador de Baroja, no es posible decir que éste es portador de un cuerpo de doctrina coherente y propio. Baroja, en su aparente profundidad —como casi todo el 98— es sólo un contestador a ultranza de todo. El posible dominio del lenguaje y del estilo narrativo ya es otro asunto.

 

                                                                                                              P.G.G. (1990)

 

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[1] Se puede hablar de novela existencial en la medida en que los problemas y los conflictos que se plantean afectan al sentido y al valor que se la da a la vida. El existencialismo le da prioridad a la existencia en detrimento de la esencia: el hombre es en la medida en que existe. La vida tiene valor tanto en cuanto la existencia consigue unos determinados objetivos que lo conducen a la felicidad. Felicidad puramente existencial y material que niega la trascendencia de la persona, de ahí que el individuo, al chocar con la dureza y el rigor de la experiencia, ésta le conduzca fatalmente al nihilismo y a la destrucción de todo, incluso de la vida misma.

[2] Fuerzas irracionales: se niega la existencia de Dios como el principio ordenador y regulador del universo y de las criaturas, por lo que se ve sustituido por fatum o un destino fatal, determinismo que niega la libertad de la persona y que no explica racionalmente la causa y el fin de la existencia humana.

[3] Demiurgo: el novelista adopta la actitud de un semidiós que maneja a sus criaturas en función de unos objetivos y que no explica racionalmente la causa y el fin de la existencia humana.

[4] Alienante: es un término marxista que atribuye a la sociedad y a la cultura un papel destructivo. El hombre no se "realiza", ya que hay una serie de obstáculos que se lo impiden. Las estructuras sociales pueden alienar al hombre puesto que no le dejan cumplir su cometido. Niega la libertad de actuación de la persona y la importancia de la faceta espiritual que le lleva a distanciarse de la experiencia, a objetivarla y a darle la importancia que realmente tiene.

[5] Realismo social: es un tipo de novela que se dio en la España de la postguerra, de clara influencia marxista. Tiene una concepción materialista de la persona y busca la denuncia social a través de la oposición simplista: pobre-rico; opresor-oprimido; etc.

[6] Punto de vista: el enfoque que le da Baroja a su novela pretende ser, aparentemente imparcial, pero se observa clarísimamente cuál es su concepción de la vida y de la persona.

[7] Desmitificadora: término utilizado por los marxistas para descalificar el conjunto de valores que ha configurado la cultura cristiano-occidental, reduciéndola a la categoría de "mito", como estableciendo una oposición irreductible entre ese valor cultural religioso, etc., que se ha ido transmitiendo a través de las generaciones y una verdadera actitud intelectual.

[8] Kafkiano: en la medida en que Kafka sentía un miedo traumático, que se le presenta siempre como una figura mítica e inalcanzable.