BENITEZ, Juan José.

Caballo de Troya I

Planeta, Barcelona 1992, 512 pp.

 

LA OBRA

Se trata de una abultada novela de ciencia ficción, cuyo tema central es la pasión y muerte de Jesucristo.

El nombre “Caballo de Troya”, hace referencia a un imaginario proyecto de la NASA, gracias al cual se han inventado vehículos para viajar a través del tiempo en una forma regresiva. El autor habla de un viajero que se ha trasladado al tiempo de la pasión y muerte de Cristo, dotado de los más sofisticados aparatos para registrar en vídeo y audio todos los acontecimientos. Este viaje da lugar a unas memorias, que según Benítez, se publican en el presente libro.

La obra se reviste de un lenguaje pretendidamente científico, con expresiones de Física, Química y Biología. Los acontecimientos, situaciones, personajes y sus actuaciones los trata de explicar según una metodología "rigurosamente científica", según las aportaciones de la ciencia actual.

 

CONTENIDO

I. Juicio general.

El autor intenta impresionar con su pretendido aparato científico y dejar como implícito en todo el libro que está narrando lo científicamente verificable, y que fuera de lo que él dice, no hay otra verdad, de manera que la novela se transforma en el único documento científico sobre la pasión y muerte del Señor. Desde esta premisa, ataca varios puntos de la fe católica.

II. Juicio de puntos particulares.

1. Los Evangelios.

A lo largo de todo el libro aparecen frases de los Evangelios, o ideas más o menos tomadas fielmente –con frecuencia manipuladas-, para componer discursos que, Cristo dijo en los ambientes que el autor se imagina. Para dar credibilidad a su relato, se afirma que los Evangelios están llenos de errores e imprecisiones. Veamos algunos ejemplos:

En la página 176, a propósito de Judas Iscariote dice: "Y puedo adelantar ya que las motivaciones que le empujaron a traicionar a Jesús no fueron -como se insinúa en los Evangelios- las del dinero. Para un hombre como él, la consideración de los demás y la vanagloria personal estaban muy por encima de la avaricia...".

En la página 198 quiere apoyar su tesis de la poca fiabilidad de los Evangelios con la ridícula razón de que los apóstoles no tomaban nota cuando Cristo hablaba: "Ninguno de los apóstoles o seguidores de Jesús tomaba jamás una sola nota de cuanto hacía y sobre todo de cuanto decía su Maestro. Dadas las múltiples enseñanzas del rabí de Galilea y su considerable extensión -como el discurso que pronunciaba en aquellos momentos-, iba a resultar poco menos que imposible que sus palabras pudieran ser recogidas en el futuro con integridad y toda fidelidad".

Con relación a las predicciones sobre la destrucción de Jerusalén y del fin del mundo dice en la página 203: "De todas las enseñanzas del Nazareno, ninguna, en mi opinión, resultó tan confusa como aquélla, para las mentes de sus apóstoles y simpatizantes... Al menos en esta parte, los evangelios canónicos fueron pésimamente construidos. Pero desgraciadamente, no iba a ser éste el único pasaje ignorado o mal interpretado por los evangelistas...".

Hablando de uno de los discursos de despedida que según el autor tuvo lugar en el huerto de los olivos, dice en la página 256: "Pues bien, tal y como se refleja en el Nuevo Testamento, ninguno de los evangelistas llegó a recogerlo (el discurso) con un mínimo de rigor y amplitud. A lo sumo, en los textos evangélicos aparecen algunas frases o sentencias, perdidas aquí y allá y desvinculadas de lo que era en realidad todo un contexto uniforme y perfectamente estructurado. Para mí, estas graves deficiencias -repetidas, como digo en otros capítulos-, no son la consecuencia de una acción negligente por parte de los escritores sagrados. La única razón por la que los Evangelios canónicos no se hacen eco de estas enseñanzas está en una realidad mucho más sencilla pero, no por ello, menos lamentable: desde mi personal punto de vista, cuando los evangelistas trataron de poner por escrito la vida, obras y discursos de Jesús, había pasado el tiempo suficiente como para que la inmensa mayoría de sus enseñanzas no pudieran ser recordadas textualmente. De no ser por mi sistema de filmación-grabación, yo tampoco hubiera sido capaz de memorizar todo lo que llevaba oído".

Al hablar de la pasión de Cristo, en el proceso de Anás, dice en la página 339: "Es posible que por ignorancia, o por un respeto muy humano, los evangelistas no nos digan prácticamente nada de lo que padeció el Maestro en aquellos momentos y en aquel lugar. Personalmente me inclino por la primera razón: la falta de información... Los escritores sagrados hacen algunas alusiones siempre muy superficiales y como no queriendo entrar en detalles: una bofetada, algunos salivazos y golpes propinados por los siervos del Sanedrín...".

2. Afirmaciones contra la Iglesia Católica.

En la novela se nota una enemistad especial contra la Iglesia Católica. Trata, siempre que puede, de atacarla explícita o implícitamente. Ha puesto como premisa que él tiene exclusivamente la verdad de los hechos y dichos del Señor, y con esta pretendida fundamentación, será verdad lo que él diga y nada más; si quiere desmentir a la Iglesia Católica, basta que imagine hechos o dichos del Señor que según él la desautorizan, para así dejar asentada su falsedad. Recojo algunos pasajes al respecto:

Contra el primado de Pedro, dice en la página 149: "... el discípulo fue a consultar al apóstol que, hasta después de la resurrección del Galileo, ostentaría la autoridad moral del grupo: Andrés, el hermano de Pedro". Después vuelve a hablar de Andrés en la página 175 afirmando que Cristo le dice: "Y empezó por Andrés, el verdadero responsable y jefe del grupo de los apóstoles... No te desanimes por los acontecimientos que están a punto de suceder. Mantén tu mano fuerte entre tus hermanos y cuida de que no te vean caer en el desánimo. Después, dirigiéndose a Pedro exclamó: No pongas tu confianza en el brazo de la carne ni en las armas de metal. Fundamenta tu persona en los cimientos espirituales de las rocas eternas". Cita después el texto de Mt. 16,18-20, y trata de desvirtuarlo diciendo que es recogido sólo por un evangelista y por ello expresa una serie de dudas, que dejan en la mente del lector que el texto es falso; dice: "Éste era el caso del citado párrafo de San Mateo que sostiene la creencia entre los católicos de que Jesús quiso fundar una Iglesia tal y como hoy la entendemos. Y desde el primer momento nació en mí una duda: ¿cómo era posible que una afirmación tan decisiva por parte de Jesús no fuera igualmente registrada por Marcos, Lucas y Juan? ¿Es que el Maestro de Galilea no pronunció jamás aquellas palabras sobre Pedro y la Iglesia? ¿Pudo ser esta parte de la llamada confesión de Pedro una deficiente información por parte del evangelista? ¿O me encontraba ante una manipulación muy posterior a la muerte de Cristo, cuando las enseñanzas del rabí habían empezado a analizarse dentro de unas estructuras colegiales burocráticas que exigían la justificación -al más alto nivel- de su propia existencia?".

Niega la voluntad de Cristo de fundar una Iglesia, utilizando para ello un pretendido diálogo de su protagonista con Cristo, donde el mismo Cristo, paulatinamente va desautorizando todo lo que signifique Iglesia. Veamos: en la página 158 y 159 pregunta el protagonista a Cristo: "¿no crees que tu Iglesia esté de más?"; "¿Mi Iglesia? -preguntó a su vez Jesús que, en mi opinión había comprendido perfectamente-. Yo no he tenido ni tengo la menor intención de fundar una iglesia, tal como tú pareces entenderla". "Mi mensaje sólo necesita de corazones sinceros que lo transmitan: no de palacios o falsas dignidades y púrpuras que lo cobijen".

Pregunta ahora el protagonista: "¿podríamos llegar a Dios sin pasar por la Iglesia?"; responde Cristo: "¿Es que tú necesitas de esa Iglesia para asomarte a tu corazón?..."¿quién es antes, por tanto, Dios o esa iglesia?"; dice el protagonista: "Muchos sacerdotes de mi mundo -le repliqué- consideran a esa iglesia como santa"; le responde Cristo: "Santo es mi Padre. Santos seréis vosotros el día en que me améis”.

“Entonces (dice el protagonista) -y te ruego que me perdones por lo que voy a decirte- esta iglesia está de sobra...”; responde Cristo: “El Amor no necesita de templos o legiones... Ay de aquellos que se arroguen el papel de salvadores respondiendo al error con el error y a la maldad con la maldad; Ay de aquellos que monopolicen a Dios”.

Dice luego el autor en la página 266: "¿Hubiera aprobado el Hijo del Hombre la intrincada maraña de leyes, normas y códigos que han regido y siguen rigiendo los destinos de las iglesias y que en el fondo, no son otra cosa que una asfixiante burocracia secular, agazapada bajo pretextos espirituales y sagrados más o menos claros?".

3. Virginidad de María; Infierno; Arrepentimiento y perdón; Oración.

No admite la virginidad de María, habla de hermanos carnales de Jesucristo que los entiende además en los diversos contextos como hijos de María. En la página 354, al hablar del prendimiento en el huerto, dice que llegó "Judas, uno de los hermanos carnales del maestro..."; en la página 449, en la escena del Calvario habla de que María se acercó a la cruz "apoyándose en los antebrazos de Juan y del segundo hombre (que resultó llamarse Jude o Judas y que, según pude averiguar al día siguiente, era hermano carnal de Jesús)". En la página 493 le pone además otra hermana a Jesucristo: "La joven Ruth, hermana del Nazareno".

Niega el infierno, poniendo en boca de Cristo las siguientes afirmaciones (p.157): "Los hombres son hábiles manipuladores de la Verdad. Un padre puede sentirse afligido ante las locuras de un hijo, pero nunca condenaría a los suyos a un mal permanente. El infierno -tal y como creen en tu mundo-, significaría que una parte de la Creación se le ha ido de las manos al Padre... Y puedo asegurarte que creer eso es no conocer al Padre".

Toca ahora el tema del pecado, del arrepentimiento y de la confesión, los que niega en el siguiente diálogo: "Maestro (dice Pedro), Santiago y yo no estamos de acuerdo respecto a tus enseñanzas sobre la redención del pecado. Santiago afirma que tú enseñas que el Padre nos perdona, incluso, antes de que se lo pidamos. Yo mantengo que el arrepentimiento y la confesión deben ir por delante del perdón. ¿Quién de los dos está en lo cierto?". Cristo responde: "Erráis en vuestras opiniones... Es verdaderamente dudoso que un padre inteligente y amante se oponga alguna vez a perdonar a un hijo normal... el perdón divino, por tanto, es inevitable... El pecado es la experiencia de la conciencia de la criatura: no es parte de la conciencia de Dios".

Con relación a la oración, hace decir a Cristo lo siguiente: "... el hombre se equivoca cuando intenta canalizar su oración y sus peticiones hacia el beneficio material propio o ajeno" (p.251). Para responder al problema de que no siempre alcanzamos lo que pedimos, recurre a una forma rara según la cual habrá "una evolución" y cuando ésta acontezca se realizará lo que pedimos en la oración: "Si el hombre no ha alcanzado el grado, espiritual necesario y aconsejable para asimilar ese conocimiento emanado del reino, deberá esperar -en este mundo o en otros-, hasta que esa evolución le permita reconocer y comprender las respuestas que, aparentemente, no recibió en el momento de la petición... cuando una súplica queda temporalmente en blanco, es frecuente presagio de una contestación que llenará, en su día a un espíritu enriquecido por la evolución".

Al preguntar el protagonista si todas las religiones o creencias pueden llevarnos a la verdad (p. 253), la pretendida respuesta de Cristo es ambigua: "La verdad es una y nuestro Padre la reparte gratuitamente. Es posible que el gusto y la belleza puedan ser tan caros como la vulgaridad y la fealdad, pero no sucede lo mismo con la verdad: ésta sí es un don gratuito que duerme en casi todos los humanos, sean o no gentiles, sean o no poderosos, sean o no instruidos, sean o no malvados...".

 

VALORACIÓN DOCTRINAL

En el libro, salvo algunas páginas irreverentes, 256-260, en donde hace una descripción del cuerpo de Jesús, se nota un aprecio por Jesucristo. Pero este aprecio me parece que es contraproducente, pues pudiera servir como un justificante de las posiciones hasta ahora recogidas: “Cristo sí, Iglesia no”.

Es un libro contrario a la fe católica:

1. Ataca duramente a los Evangelios, los considera erróneos. Niega la inspiración y la inerrancia bíblicas. Pone en boca de Cristo un conjunto de afirmaciones y discursos que él inventa, pero que según los presenta serían los únicos verdaderos. Los puntos más errados se han citado; los demás son sólo pensamientos del autor a los que quiere dar valor decisivo diciendo que Cristo los pronunció.

2. Niega la Tradición. Para el autor todo debe desprenderse de un testimonio científico, en el que de ninguna manera cabe concebir los Evangelios como Palabra de Dios que se transmite sin error por la asistencia divina.

3. Sus negaciones son totalmente gratuitas, pues de una novela de ciencia-ficción pretende hacer la base crítica pseudocientífica, -pero según el autor real- de la verdad de Jesucristo y la falsedad de la Iglesia.

4. Se opone y niega a la Iglesia Católica, así como su fundación por Jesucristo, la entiende como una manipulación inventada por ciertos hombres para dominar a los demás. No pierde ocasión para desprestigiarla. Excluye prácticamente el Primado.

5. Niega la virginidad de María Santísima, con la misma gratuidad con la que ha procedido en los puntos anteriores.

6. Está fuera de su alcance lo básico y esencial de Cristo: su obra salvífica y redentora por su muerte: lo coloca como un genio religioso, atractivo, pero nada más.

7. Niega la realidad del pecado y la posibilidad siquiera de que Dios lo perdone.

J.L.B.-D.E. (1999)

 

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