BOCCACCIO, Giovanni

Il Decamerone

 

A) INTRODUCCIÓN

Giovanni (Juan) Boccaccio nació en 1313, hijo de Boccaccio de Chelino, comerciante. Hacia 1328 fue enviado a Nápoles para que practicara el comercio en la sucursal de los Bardi, con quienes trabajaba su padre. Como no se adaptara a esta actividad, emprendió después de seis años el estudio del Derecho Canónico, que interrumpió luego de otros seis. Mientras tanto, siguiendo su inclinación, comenzó los estudios literarios, con fervor de autodidacta y viva curiosidad abierta a todas las corrientes culturales, desde los clásicos hasta los poetas romanceros o las canciones populares. Comenzó a componer versos y prosa, y a frecuentar a doctos y letrados de la corte de los Angiou y de la alta sociedad de Nápoles. Fueron años intensos y alegres, que encuentran expresión en sus primeras obras.

En 1340 abandona Nápoles por la quiebra de los Bardi; regresa a Florencia y conoce a Petrarca. En 1348 es testigo presencial de la peste y comienza a escribir, en lengua vulgar, el Decamerón.

En los años siguientes inicia una lenta transfor­mación espiritual. Recibe en 1360 las órdenes meno­res, con un beneficio eclesiástico y facultad de cura de almas en la catedral de Florencia. El monje Ciani le visita en 1362 y le amonesta en nombre del cartujo Pietro Pietroni, recientemente muerto en olor de san­tidad; esto le hace decidirse a quemar el Decamerón, pero es disuadido por Petrarca. La autoridad munici­pal de Florencia le encarga comentar la Comedia de Dante en la iglesia de San Esteban de Badia en 1373. Acepta con entusiasmo a pesar de su débil salud, pero debe interrumpir el comentario y muere en Certaldo el 21 de diciembre de 1375.

El Decamerón (del griego, libro de los diez días) es un conjunto de cien relatos encuadrados en un mar­co que entrelaza las narraciones: durante la peste de Florencia diez jóvenes se refugian en una quinta y pasan el tiempo relatando historias: diez cada día durante diez días. Este marco, aunque no sea elemento esencial de la obra, responde a algunas exigencias: proporcionar a las narraciones una estructura unita­ria y orgánica; subrayar el carácter excepcional de un acontecimiento que produce la necesidad instintiva de evasión y que pretende de alguna manera justificar la libertad desaprensiva de algunos relatos; crear un ambiente y una atmósfera sugestiva y serena que envuelva al lector y le disponga a escuchar; y pre­sentar a los protagonistas del relato.

La reacción de Boccaccio ante el espectáculo deso­lador de la peste, que impulsa a muchos a infringir las leyes humanas y divinas por miedo a la muerte, es la de volver las espaldas al flagelo y buscar un lu­gar aislado donde vivir en espera de mejores tiempos. Los diez protagonistas de la evasión de Florencia re­flejan de algún modo la figura del autor. Los tres jóvenes constituyen símbolos diversos del único Boc­caccio lascivo, satisfecho en los placeres, o atormentado, mientras que las siete jóvenes repre­sentan, desde diversos ángulos de caracteres y tempe­ramentos, a las mujeres que conoció.

Todas las actividades de aquella alegre estadía tenían como única finalidad agradar; en particular el relato de novelas cortas tiende a ese objetivo. Los hechos y los personajes se presentan como una crítica de la corrupción social contemporánea; pero, como se proponen ante todo divertir al lector, no quedan li­bres de desenfreno y vulgaridad inoportunos en forma y contenido.

También Dante había mirado esa realidad poco edi­ficante, pero lo había hecho con rigor doctrinal y con sólidos principios morales, proponiéndose siempre corregir el mal, al describirlo. Boccaccio se dio cuenta y por eso calificó de "Divina" la Comedia de Dante; pero no asumió en el Decamerón ningún propósi­to moralizador sino que siguió un camino de ambigua y nociva superficialidad.

B) EL CONTENIDO DEL DECAMERÓN

INTRODUCCIÓN

La obra comienza con la descripción de la peste que desde marzo a julio de l348 siembra la muerte en Florencia, difundiéndose rápidamente y haciendo inútil todo tentativo de impedir la propagación.

Después de la detenida descripción de los síntomas del morbo, Boccaccio hace un análisis de las reac­ciones de los individuos ante tales situaciones: al­gunos se aíslan de la ciudad, conviviendo alegremente en espera de mejores tiempos; otros se abandonan a todo género de desenfrenos; otros, permaneciendo en la ciudad, pretenden evitar el contagio de los modos más diversos.

Un martes por la mañana, siete jovencitas, vincu­ladas por el parentesco o la amistad, se encuentran en la iglesia de Santa María la Nueva, durante un fu­neral. Al terminar, una de ellas propone irse a vivir unos días juntas en una quinta cercana a Florencia, para huir del contagio y no ver el triste espectáculo de la muerte y el mal ejemplo de muchos que se han abandonado a los vicios. Se les unen tres jóvenes, y al día siguiente parten, acompañados de sus servido­res.

Todos los nombres de los personajes son simbóli­cos: Pánfilo, amante afortunado; Filostrato, desven­turado en amores; Dioneo, lascivo; Pampinea, amante feliz y opulenta; Filomena, ardiente; Elisa, joven amante no correspondida; Neifile, jovencita alegre y sensible; Emilia, preocupada de sí misma; Laurita, celosa; Fiammetta, que goza de su amor.

Deciden elegir un rey o una reina cada jornada, para proporcionar a los demás una alegre convivencia y decidir sobre los asuntos que deban tratarse en los relatos del día siguiente.

PRIMER DÍA

En la primera jornada "bajo el reinado de Pampinea se discurre sobre lo que más agrada a cada uno".

Primer relato: "Ser Ciappelleto", contado por Pánfi­lo.

Ser Ciappelleto es un comerciante muy inmoral e irreligioso. Durante un viaje, huésped de dos herma­nos florentinos, enferma gravemente y está a punto de morir. Los dos hermanos temen que si muere así dañe el buen nombre de su familia, por la mala reputación del comerciante. Ser Ciappelleto capta la situación y pide un confesor, pero miente descaradamente hacién­dose pasar por un santo, hasta el punto de ser sepul­tado con todos los honores de tal.

El relato resulta moralmente inaceptable por su argumento.

Segundo relato: "Abram, judío que va a Roma y se ha­ce cristiano", contado por Neifile.

Abram es un riquísimo comerciante parisiense, rec­to y leal, de religión hebrea. Gracias a las insis­tencias de un amigo y por la acción del Espíritu San­to, decide convertirse; pero antes va a Roma para convencerse de la superioridad de la Iglesia católica. Al regresar se bautiza, explicando que se ha con­vencido de la acción del Espíritu Santo en la Igle­sia, viendo que sobrevive no obstante la corrupción de la Curia romana.

La tesis sostenida puede ser correcta y el relato no presenta graves inconvenientes, aunque el autor exagera en el juicio sobre el ambiente moral de la Curia.

Tercer relato: "Saladino y Melquisedec", referida por Filomena.

Melquisedec rico judío se salva de una trampa que le tiende Saladino sultán de Babilonia, que quie­re que le haga un préstamo, respondiendo de modo agu­do a la pregunta sobre cual de las tres religiones (judía, cristiana e islámica) es la verdadera. El las compara a tres anillos idénticos dejados por un rey a sus tres hijos, no queriendo legar a uno solo la he­rencia del original.

El argumento presenta a las tres religiones en el mismo plano. El relato no tiene otros inconvenientes de forma.

Cuarto relato: "Un monje, caído en pecado grave, se libra del castigo reprochando a su abad", contado por Dioneo.

La narración resulta moralmente inaceptable por el argumento tratado y por algunas descripciones esca­brosas.

Quinto relato: "La marquesa de Monferrato reprime el amor alocado del rey de Francia", contado por Fiam­metta.

Felipe, rey de Francia, habiendo oído hablar de la belleza de la marquesa de Monferrato, aprovecha la ausencia de su marido para visitarla. La noble e in­teligente mujer acoge al rey y le ofrece un banquete, durante el cual, para darle una lección, hace prepa­rar todos los platos a base de gallinas, cocinadas de modo diverso. El rey pregunta irónicamente si en aquella ciudad sólo hay gallinas, y la noble dama responde entre otras cosas que las mujeres, como las gallinas, aunque se presenten de modo diverso, son las mismas en todas partes.

No presenta inconvenientes.

Sexto relato: "Un valiente confunde a algunos reli­giosos con un dicho acertado", contado por Emilia.

Un fraile inquisidor amenaza a un hombre rico, por una expresión irreverente. Luego, por dinero, sola­mente le impone una penitencia; el rico responde con una dura ironía.

El relato resulta negativo por el modo de tratar el argumento.

Séptimo relato: "Bergamino", contado por Filostrato.

Bergamino es invitado por Cangrande de la Scala a una fiesta en Verona; pero se suspende en el último momento y los invitados son compensados por la moles­tia. Bergamino no recibe ningún regalo, pero logra más tarde obtenerlo contando a Cangrande un cuento alegórico que le hace comprender la injusticia pade­cida.

Octavo relato: "Guillermo Borsiere", contado por Laurita.

Herminio de Grimaldi, rico genovés, es llamado "Herminio Avaricia" por sus conciudadanos, a causa de su tacañería. Guillermo Borsiere, valiente hombre de la corte, llega a Génova y es agasajado por todos. También Herminio le invita a comer a su casa, y des­pués de enseñársela, le pregunta qué podría pintar en la sala principal. Prontamente Guillermo, que conoce su fama de avaro y tacaño, le responde: "Haced que os pinten la cortesía". Herminio reacciona y cambia de modo de ser.

Noveno relato: "La mujer de Gascoña y el rey de Chi­pre", contado por Elisa.

Una mujer, regresando de su peregrinación a Tierra Santa, sufre un gravísimo ultraje en Chipre y logra que el rey le haga justicia, haciéndole cambiar su actitud débil y demasiado indulgente, con palabras oportunas.

Décimo relato: "Maestro Alberto de Boloña", contado por Papinea.

Estos últimos cuatro relatos no presentan inconve­nientes.

SEGUNDO DÍA

En la segunda jornada, "bajo el reinado de Filome­na, se razona sobre los que, amenazados por diversas cosas, logran un buen final que sobrepasa sus espe­ranzas".

Primer relato: "Martellino", contado por Neifile.

Martellino, con sus amigos, se hace pasar por pa­ralítico curado milagrosamente al tocar la tumba de un santo. Descubierto el embuste, a duras penas se salva de la muchedumbre irritada.

El relato es inconveniente por el modo de tratar el argumento.

Segundo relato: "Reinaldo d'Este", contado por Fi­lostrato.

Reinaldo d'Este, comerciante, robado y desnudado por asaltantes, recibe hospedaje de una viuda; consi­gue posteriormente recuperar el dinero y hace ahorcar a los culpables.

El relato contiene algunas descripciones inconve­nientes.

Tercer relato: "La hija del rey de Inglaterra se casa con Alejandro", contado por Papinea.

Alejandro se ocupa en Londres de los negocios de sus tres tíos; constreñido por una guerra al partir para Italia, conoce en el viaje a unos monjes. Uno de ellos es en realidad la hija del rey de Inglaterra que se enamora de Alejandro y se casa con él en se­creto. Las nupcias son después bendecidas por el Pa­pa.

El relato es inaceptable por algunas descripcio­nes.

Cuarto relato: "Landolfo Rudolfo, se hace pirata y regresa rico", contado por Laurita.

Un comerciante, después de fracasar en una empresa económica, se hace corsario y acumula riquezas. Al regresar a su patria le roban los asaltantes pero es socorrido por una mujer.

El relato no presenta inconvenientes.

Quinto relato: "Andreuccio de Perugia" (Andresito de Perusa), contado por Fiammetta.

Andrés, comerciante, va a Nápoles para comprar ca­ballos; le enreda una mujer que le roba y le arroja a una alcantarilla. Para rehacerse, se une a dos bando­leros para robar en la tumba del arzobispo apenas se­pultado. Pero los dos compañeros, después del robo, se libran de él, dejándole encerrado en la tumba. Fi­nalmente consigue escapar gracias a la intervención de otros ladrones que habían ido al mismo sitio a ro­bar, quedándose con el precioso anillo del arzobispo.

El relato es censurable por el modo de tratar el argumento.

Sexto relato: "Madonna Beritola", contado por Emi­lia.

Madonna Beritola, ignorando el paradero de su ma­rido, prisionero de los franceses, abandona Sicilia con sus dos hijos. Los piratas secuestran a sus hi­jos. Después de varios sucesos la familia se recons­truye y recobra los primitivos honores.

El relato contiene descripciones inmorales.

Séptimo relato: "La hija del Sultán de Babilonia", contado por Pánfilo.

Alatiel, hija del Sultán, naufraga cuando se diri­ge a África para casarse con el rey. Después de cua­tro años de dolorosos incidentes regresa a su patria y se casa con el rey.

El relato es moralmente inaceptable por algunas descripciones.

Octavo relato: "El conde de Amberes, caído en des­gracia, es rehabilitado", contado por Elisa.

Gualtiero, conde de Amberes, víctima de intrigas de corte, se ve obligado a dejar sus hijos, bajo fal­so nombre, al cuidado de familias nobles inglesas, y se mantiene enrolándose como soldado. Viejo y enfer­mo, finalmente es recogido por su hija, sin saberlo; luego es reconocido y restablecido a su antigua dig­nidad.

El relato contiene descripciones inmorales.

Noveno relato: "Bernabé de Génova y el tramposo Am­brosio", contado por Filomena.

Con fraude, Ambrosio convence a Bernabé —rico co­merciante genovés— que su mujer Zinebra (Zinebria), no le es fiel. Éste quiere matarla, pero Zinebria lo­gra salvarse y se enrola con el Sultán de Palestina, fingiéndose marinero. Llega también a ese país Ambro­sio. Zinebria le desenmascara ante Bernabé y se vuel­ve a unir a su marido.

El relato es rechazable por algunas descripciones inconvenientes.

Décimo relato: "Paganino de Mónaco roba la mujer de Messer R.", contado por Dioneo.

Bartolomea, joven esposa de Ricardo de Quinzica anciano notario cae en manos de los piratas y se niega a regresar con su marido que trataba de resca­tarla.

La narración es moralmente inaceptable por el ar­gumento y por algunas descripciones.

Al terminar la segunda jornada, Neifile, elegida reina, propone que se suspendan los relatos en los días siguientes, por ser el viernes día de la Pasión del Señor, y el sábado, dedicado a la Madre de Dios, consagrándolos por esto al ayuno y a la oración.

TERCER DÍA

La tercera jornada, domingo, "bajo el reinado de Neifile se discurre sobre quien alcanza una cosa muy deseada o recupera la que perdió".

Los relatos son todos moralmente inaceptables por los argumentos tratados y por las descripciones esca­brosas. Generalmente se refieren a situaciones de amoríos y de traiciones ocultas. Entre los protago­nistas se encuentra Masetto, que se finge mudo y tra­baja como hortelano en un monasterio de monjas venci­das por la lujuria, con los consiguientes resultados; el astuto palafrenero que se atreve a engañar al rey Agilulfo, con Teodolinda, mujer de éste, y consigue que el rey no le reconozca; el monje Felice que se da modos para pasar el tiempo con la mujer del devoto Puccio; Gilletta, rechazada por Beltrán de Rosillón, a quien fue dada en nupcias por el rey de Francia y que logra después, de incógnito, que el marido se enamore de ella. Estos relatos se enumeran en el or­den siguiente:

"Masetto de Lamporecchio se hace el mudo", contado por Filostrato.

"El palafrenero del rey Agilulfo", contado por Pa­pinea.

"Una mujer se burla del confesor para lograr su fin", por Filomena.

"Don Felice y fray Puccio", contado por Pánfilo.

"Messer Francisco de Vergellesi y Zima", contado por Elisa.

"Ricardo Minutolo y Felipillo Sighinolfo", relata­da por Fiammetta.

"Tedaldo", contado por Emilia.

"Ferondo", contado por Laurita.

"Giletta de Narbona", contado por Neifile.

"Alibec y el monje Rustico", contado por Dioneo.

CUARTO DÍA

En la cuarta jornada "bajo el reinado de Filostra­to, se discurre sobre aquellos cuyo amor tuvo un fin infeliz". Boccaccio inserta en la introducción una defensa personal de las acusaciones que le han hecho. Para demostrar el atractivo de la mujer y la fuerza natural del instinto, cuenta una historia. Cierto in­dividuo queda viudo después de años de feliz matrimo­nio, decide consagrarse a Dios y retirarse para hacer vida eremítica, llevando consigo al hijito de dos años. Cuando a la edad de dieciocho años el hijo deja por primera vez la soledad de la ermita y va con el viejo padre a comprar cosas en Florencia, se turba al ver unas jóvenes.

A los que le hacen notar que las mujeres le atraen demasiado, Boccaccio responde que no le preocupan ta­les acusaciones, ya que provienen de personas que no experimentan la natural inclinación al amor. A quie­nes le recuerdan que no está bien que un viejo corte­je a las jóvenes, responde que los hombres aún en la ancianidad sienten los impulsos amorosos. A los que le aconsejan que se dedique a la poesía en lugar de la prosa de novelas licenciosas, contesta que, entre otras cosas, las Musas algunas veces vienen en su ayuda, mientras compone novelas. A los que le invitan a trabajar para ganarse el pan, responde que aún no se ha visto obligado a pedir limosna y que, si se en­contrase en dificultades, sabría comportarse con dig­nidad y valentía. A quienes niegan que el mundo sea tan corrompido como lo representa, declara que perma­necerá en su convicción hasta que le demuestren lo contrario.

Todos los relatos de este día son moralmente rechazables por los argumentos y escabrosas descripcio­nes.

Se narra entre otros asuntos, el de Tancredo que envía a su hija el corazón de su amante; Alberto que para conquistar a una mujer finge ser el ángel Ga­briel y es desenmascarado; Isabel que pone en un vaso de ungüento la cabeza del amante asesinado por sus hermanos y muere de dolor cuando ellos le quitan el vaso; el cruel Guillermo que le da a la mujer, que lo ignora, el corazón de su valiente amante, Guillermo Guardostagno, matado por él.

Éstos son las relatos en su orden:

"Tancredo, príncipe de Salerno, mata al amante de su hija", contado por Fiammetta.

"Fray Alberto engaña a una mujer y termina en la cárcel", contado por Papinea.

"Tres jóvenes aman a tres hermanas y terminan mi­serablemente", contado por Laurita.

"Gerbino combate contra una nave del rey de Tú­nez", contado por Elisa.

"Isabel muere de dolor por haber perdido a su amante", contado por Filomena.

"Andreola ama a Gabriel", contado por Pánfilo.

"Simona ama a Pasquino", contado por Emilia.

"Jerónimo ama a Salvestra", contado por Neifile.

"Guillermo Rosillón mata a Guillermo Guardostag­no", contado por Filostrato.

"La mujer de un médico", contado por Dioneo.

QUINTO DÍA

En la quinta jornada "bajo el reinado de Fiammetta se discurre de lo que a algún amante, después de su­cesos desventurados, felizmente sobreviene".

—Primer relato: "Simón e Ifigenia; Lisímaco y Casan­dra", contado por Pánfilo.

El relato es moralmente inaceptable por el argu­mento y por las descripciones.

—Segundo relato: "Constanza es pedida como esposa por Martuccio Gomito", contado por Emilia.

Martuccio, rechazado por pobre, por el padre de la bellísima Constanza, se dedica a la piratería. Acaba en Túnez, protegido por el rey, se reúne con Constan­za, huida de casa, y contrae matrimonio con ella.

Este relato es particularmente poético y no ofrece inconvenientes de relieve.

—Tercer relato: "Pedro Boccamazza ama a Agnolella", contado por Elisa.

Pedro —noble romano— y Agnolella —de condición humilde— huyen de casa para contraer matrimonio se­cretamente contra la voluntad de sus padres. Pedro es capturado por unos bandidos, pero logra liberarse y encuentra a Agnolella en un castillo, donde celebran la boda.

Tampoco este relato presenta inconvenientes.

—Cuarto relato: "Ricardo Manardi sorprendido con la hija de Messer Lizio", contado por Filostrato.

—Quinto relato: "Guidollo de Cremona", contado por Neifile.

—Sexto relato: "Gianni de Procida ama a Restituta Bolgaro de Ischia y se casa con ella", contado por Papinea.

—Séptimo relato: "Teodoro hace madre a Violante, hija de Messer Amerigo y se casa con ella", contado por Laurita.

Estos últimos cuatro relatos son moralmente ina­ceptables.

—Octavo relato: "Nastagio de los Onesti", contado por Filomena.

Nastagio (Anastasio) hombre riquísimo, ama a la hija de Pablo Traversaro, pero es rechazado de manera desdeñosa. Se retira a Chiassi, cerca de Rávena, pre­senciando en la selva una fantasmagórica escena: un caballero y dos mastines persiguen, alcanzan y final­mente destrozan a una joven. El caballero le dice que el castigo de aquella mujer, culpable de haber provo­cado el suicidio del que la persigue, se repite cada viernes. Nastagio convence a la familia Traversaro para que presencien esta escena el siguiente viernes, y así logra conseguir a la hija de Messer Paolo por esposa.

Emerge en este relato la tesis de Boccaccio según la cual es preciso seguir el impulso natural del amor, siendo incluso ilícito resistirse. El relato es inconveniente por la tesis que sostiene y por algunas escenas escabrosas.

—Noveno relato: "Federico de los Alberighi y su hal­cón", contado por Fiammetta. 

Federico, noble joven florentino, gasta casi toda su fortuna para llamar la atención de una mujer a quien ama, Monna Giovanna. El hijo de ésta, que ha quedado viuda, admira el precioso halcón de Federico, y por el deseo de tenerlo, no atreviéndose a pedirlo, enferma. La madre decide pedir el halcón a Federico y va a visitarle. Federico, no teniendo otra cosa que ofrecerle, —por haber gastado toda su fortuna— e ig­norando el motivo de la visita, hace cocinar el hal­cón. El hijo muere, pero Monna Giovanna, admirada por el gesto de Federico, se casa con él.

La novela es particularmente poética; los protago­nistas encarnan las virtudes del mundo caballeresco: cortesía, nobleza de ánimo, etc. No presenta inconve­nientes.

—Décimo relato: "Pedro de Vinciolo", contado por Dio­neo.

El relato es moralmente inaceptable.

SEXTO DÍA

En el sexto día, "bajo el reinado de Elisa, se discurre sobre aquellos que, provocados, se han domi­nado a sí mismos, con algún dicho acertado; o sobre aquellos que lograron evitar un daño, peligro o ver­güenza, gracias a una rápida respuesta o por su per­spicacia".

—Primer relato: "Madonna Oretta", contado por Filome­na.

A la señora Oretta, durante un viaje a pie con otras mujeres y caballeros, se le acerca uno de és­tos, que se ofrece a narrarle algunas novelas tan agradables e interesantes que el camino se le hará rápido, como si lo recorriese a caballo. Sin embargo el caballero resulta aburrido y pesado, tanto que Oretta, después de haber ejercitado la paciencia, le interrumpe: "Señor, vuestro caballo lleva un trote demasiado fuerte, por lo que preferiría continuar a pie".

—Segundo relato: "El panadero Cisti", contado por Pa­pinea.

Cisti de nobilísimo carácter, llega a enriquecerse con su oficio de panadero. También posee en su bodega los mejores vinos del condado de Florencia. Todos los días ve pasar a Messer Geri Spina con algunos embaja­dores del Papa, y, con elegancia, consigue que se de­tengan en su casa para ofrecerles alguno de sus vi­nos. Un día, queriendo Messer Geri honrar con un ban­quete a los embajadores, manda a un siervo con un gran recipiente a pedir a Cisti que lo llene de buen vino. Cisti responde al siervo: "Hijo mío, Messer Ge­ri no te ha enviado a mí... (sino) ¡al Arno!". En­tonces el siervo vuelve con un recipiente menor, ade­cuado a la calidad del vino, y Cisti lo llena.

Boccaccio quiere manifestar en esta novela que la nobleza de ánimo no es virtud exclusiva de la aristo­cracia de la sangre, sino que se puede encontrar en personas de modesta condición social.

—Tercer relato: "Monna Nonna de los Pulci", contado por Laurita.

—Cuarto relato: "Chichibio y la grulla", contado por Neifile.

Chichibio cocina una grulla pero sustrae una pata. Conrado Gianfigliazzi, su patrón, se da cuenta y exi­ge una explicación. Chichibio afirma que las grullas tienen una sola pata y le lleva al río para demos­trárselo. Efectivamente las grullas muestran una sola pata, pero al grito de "¡hoho!" de Conrado, bajan la otra y alzan el vuelo. Para justificarse Chichibio afirma: "Messer, ciertamente tú no gritaste "hoho" a la de anoche".

—Quinto relato: "Giotto y Forese de Rabatta", contado por Pánfilo.

Giotto y Forese quedan empapados por una imprevis­ta lluvia que les alcanza en el camino; intercambian con este motivo frases ingeniosas.

—Sexto relato: "Miguel Scalza", contado por Fiammet­ta.

Miguel Scalza, siempre humorista, demuestra con ingenio que los hombres más guapos del mundo son los Baronci, famosos en Florencia por su fealdad.

—Séptimo relato: "Madonna Filippa", contado por Fi­lostrato.

—Octavo relato: "Fresco y Cesca", contado por Emilia.

Francisco de Celatico tiene una bella sobrina —Cesca—, vanidosa que desprecia a todos, comportándo­se de modo presuntuoso. Un día viéndola regresar a casa después de haber ofendido a otros con sus desai­res, le dice "Hija, si te desagradan tanto los desa­gradables, como tú dices, si quieres vivir feliz, no te mires al espejo". La frase no es muy aguda, pero podría haber sido eficaz si Cesca hubiera sido inte­ligente. Sin embargo, ésta responde que desea conti­nuar mirándose al espejo, mostrándose un tanto obtu­sa.

La figura de Cesca es descrita tan eficazmente, en los menores particulares, que ha quedado como proto­tipo de la estúpida vanidad.

—Noveno relato: "Guido Cavalcanti", contado por Eli­sa.

El poeta Guido Cavalcanti demuestra su ingenio y su habilidad librándose con un salto y un dicho agudo de una compañía intrigante que habría querido impli­carlo en sus baladronadas.

—Décimo relato: "Fray Cebolla" contado por Dioneo.

Las narraciones de este día, pueden leerse sin in­convenientes, excepto la tercera, la séptima y la úl­tima, que son moralmente inaceptables.

SÉPTIMO DÍA

En la séptima jornada, "bajo el reinado de Dioneo, se habla sobre las burlas que, por amor o para li­brarse, han hecho las mujeres a sus maridos, siendo advertidas o no advertidas". El día transcurre en el valle de las mujeres, lugar encantador por sus belle­zas naturales.

Todas los relatos son moralmente censurables por sus argumentos y por las descripciones escabrosas. Es célebre la burla de la mujer de Gianni Lotteringhi que le hace creer que el amante al que busca es un fantasma.

Éstos son los relatos:

"Gianni Lotteringhi oye de noche golpear a la puerta", contado por Emilia.

"Peronella", contado por Filostrato.

"Fray Rinaldo y la comadre", contado por Elisa.

"Tofano deja fuera de casa a su mujer", contado por Laurita.

"Un marido vestido de sacerdote confiesa a su mu­jer", contado por Fiammetta.

"Monna Isabel —Leonetto— Messer Lambertuccio", contado por Papinea.

"Ludovico (Luis) y Monna Beatrice", contado por Filomena.

"Monna Sismonda" (Segismunda), contado por Neifi­le.

"Lidia, mujer de Nicostrato, ama a Pirro", contado por Pánfilo.

"Dos sienenses, Tingoccio Mini y Menuccio de Tu­ra", contado por Dioneo.

OCTAVO DÍA

Es domingo, y por la mañana los diez jóvenes van a una vieja iglesita. Al caer la tarde, "bajo el rei­nado de Laurita, se razona sobre las burlas que con­tinuamente se hacen los hombres a las mujeres o las mujeres a los hombres".

—Primer relato: "Gulfardo recibe dinero prestado por Guasparulo", contado por Neifile.

—Segundo relato: "El cura de Varlungo", contado por Pánfilo.

Estos dos relatos son inconvenientes por el modo de tratar los argumentos y por las descripciones es­cabrosas.

—Tercer relato: "Calandrino Bruno y Buffalmacco", contado por Elisa.

Maso del Saggio hace creer a Calandrino —hombre simple e ingenuo— que en la orilla del río hay una piedra, la elitropia, que vuelve invisible a quien la posee. Bruno y Buffalmacco consiguen después conven­cer a Calandrino que se ha vuelto invisible, y con la complicidad de otros le hacen varias bromas. Contento de la extraordinaria cualidad adquirida, Calandrino, es desengañado por su mujer, a la que por eso golpea violentamente.

Este relato no ofrece inconvenientes.

—Cuarto relato: "El arcipreste de Fiésole", contado por Emilia.

La narración es moralmente inaceptable por el ar­gumento y las descripciones.

—Quinto relato: "Un juez marquesano en Florencia", contado por Filostrato.

—Sexto relato: "Bruno y Buffalmacco roban un cerdo a Calandrino", contado por Filomena.

Bruno y Buffalmacco roban a Calandrino un cerdo recién matado y le acusan de haber simulado el hurto. Haciendo comer a los presuntos culpables unas supues­tas pastillas mágicas, consiguen demostrar que Calan­drino es el ladrón. Para no contar el suceso a su mu­jer, le exigen dos gallos.

Los dos últimos relatos no presentan inconvenien­tes.

—Séptimo relato: "La viuda Elena y un estudiante", contado por Papinea.

—Octavo relato: "Dos jóvenes de Siena: Spinellaccio y Zeppa", contado por Fiammetta.

—Noveno relato: "Bruno y Buffalmacco perjudican al maestro Simón", contado por Laurita.

—Décimo relato: "La siciliana que se burla y es bur­lada", contado por Dioneo.

Los cuatro últimos relatos son moralmente rechaza­bles.

NOVENO DÍA

En el noveno día "bajo el reinado de Emilia cada uno habla de lo que quiere y de lo que más le agra­da".

—Primer relato: "Madonna Francisca se libra de dos inoportunos amantes", contado por Filomena.

—Segundo relato: "La abadesa que denuncia y es denun­ciada", contado por Elisa.

—Tercer relato: "Maestro Simón y Calandrino", contado por Filostrato.

Las tres historias anteriores presentan serios in­convenientes en los argumentos tratados o en las des­cripciones .

—Cuarto relato: "Cecco (Paco) de Angiolieri y Cecco de Fortarrigo", contado por Neifile.

Francisco de Angiolieri recibe a Cecco Fortarrigo como servidor, pero es robado por éste, que consigue también hacerle pasar por ladrón y que lo atrapen los campesinos enfurecidos.

—Quinto relato: "Calandrino se enamora de una joven", contado por Fiammetta.

—Sexto relato: "Dos jóvenes en el hotel", contado por Pánfilo.

Estos tres últimos relatos son moralmente inacep­tables.

—Séptimo relato: "Talano de Imola sueña con un lobo", contado por Papinea.

No ofrece inconvenientes de relieve.

—Octavo relato: "Biondello se burla de Ciacco", con­tado por Laurita.

Ciacco, aficionado a la buena comida, almuerza frecuentemente en casa de nobles florentinos, aun sin invitación. Biondello organiza una burla a costa de Ciacco, pero éste se desquita con otra más dura ha­ciéndolo golpear salvajemente por Felipe Argenti.

El relato puede leerse sin inconvenientes.

—Noveno relato: "Dos jóvenes piden consejo a Salo­món", contado por Emilia.

El rey Salomón, aconseja a dos jóvenes que acuden a él. El primero —Melisso, noble y rico— pregunta có­mo debe hacer para ser amado por sus conciudadanos, en favor de los cuales ha gastado buena parte de sus bienes, sin fruto. Salomón le responde: "¡Ama!".

El segundo, Josefo, pregunta cómo debe comportarse con su mujer, arisca y perversa. Salomón le responde: "Vete al Puente de la Oca".

Los dos jóvenes parten de Jerusalén. Josefo va al puente y ve un campesino que golpea a su mulo para obligarlo a avanzar con la carga. Josefo comprende, y a su regreso, apalea a su mujer que se vuelve dócil.

Meliso al llegar a su ciudad comprende también que, para ganarse el ánimo de sus ciudadanos, debe hacer por amor lo que antes hacía por vanidad o inte­rés.

Los cuentos octavo y noveno no presentan inconve­nientes.

—Décimo relato: "Gianni y compadre Pedro", contado por Dioneo.

El relato es moralmente inaceptable.

DÉCIMO DÍA

En la décima jornada, "bajo el reinado de Pánfilo, se razona sobre quien con generosidad y magnificencia haya realizado algo por amor u otro motivo".

—Primer relato: "Un caballero sirve a Alfonso, rey de España".

Ruggieri di Figiovanni, valiente caballero de Flo­rencia, decide buscar gloria sirviendo a Alfonso, rey de España. Después de alcanzar grandes méritos, vien­do que el rey no le recompensa con ciudades y casti­llos como a otros, resuelve regresar a su tierra. Al despedirse del rey, éste le regala, como premio, una buena mula. En secreto el rey encarga a un siervo que acompañe a Ruggieri, sin darse a conocer como siervo del rey, para escuchar sus comentarios e invitarle a regresar después de un día de camino. Así sucede, y el siervo cuenta al rey que solamente ha oído una le­ve exclamación de enojo por la falta de reconocimien­to de sus méritos. Entonces el rey, después de haber escuchado la sincera justificación del caballero, le da a conocer sus intenciones: no había querido recom­pensarle con ciudades y castillos, para no ligarle a España, donde sabe que no desea permanecer; ahora, en cambio, le ofrece regalos y dones preciosos, con los que podrá obtener honores y prestigio cuando regrese a su patria.

—Segundo relato: "Ghino de Tacco y el abad de Cluny", contado por Elisa.

Ghino de Tacco, noble sienés, expulsado de la ciu­dad, se hace bandolero; hace prisionero al abad de Cluny, le cura de una enfermedad de estómago y no le roba nada. El abad, agradecido, le hace perdonar y recompensar por el Papa Bonifacio VIII.

—Tercer relato: "Natán vence en generosidad y magni­ficencia a Mitridanes", contado por Filostrato.

Mitridanes, un rico joven, celoso de la liberali­dad de Natán, noble señor de China septentrional, quiere matarlo. Pero encuentra en su camino a un vie­jo que se hace pasar por pariente de Natán, y que le colma de atenciones. Entonces Mitridanes le expone su propósito, y el viejo —que es el mismo Natán— le dice que podrá encontrarlo solo e indefenso cada mañana, en un bosque. Al día siguiente Mitridanes se dirige a aquel lugar, donde encuentra al viejo, que se da a conocer como Natán; ante tanta nobleza, se arroja a sus pies pidiéndole perdón y nace entre los dos una profunda amistad.

—Cuarto relato: "Messer Gantile y Nicoluccio Cac­ciamenico", contado por Laurita.

Gantile, caballero de Bolonia, ama sin ser corres­pondido a la mujer de su conciudadano Nicoluccio. Sa­biendo que ella ha muerto, en ausencia de su marido, antes de poder dar a luz un hijo, va con la intención de verla por última vez; la encuentra ya amortajada en el nicho, pero se da cuenta de que aún late el co­razón y, llevándola a su propia casa la confía a los cuidados de su madre, y da a luz un hijo. Después la entrega noblemente a su marido.

Los cuatro primeros relatos del décimo día no ofrecen inconvenientes.

—Quinto relato: "Madonna Dianora pide a Messer Ansal­do un jardín", contado por Emilia.

Ansaldo, noble de Udine, trata de conquistar a Dianora, mujer de Gilberto. Importunada por la insis­tencia de Ansaldo, piensa librarse, prometiendo ir con él si llega a mostrarle un jardín en enero tan bello como en mayo. Ansaldo con la ayuda de un nigro­mante consigue obtener un jardín maravilloso. Enton­ces Dianora, desconsolada, revela a su marido Gilber­to, la promesa; éste, aunque censura la imprudencia de su esposa, por temor al nigromante, le ordena ir a Ansaldo. La pobre mujer obedece y, llorando, mani­fiesta a Ansaldo que su visita no se debe a su amor por él, sino al mandato de su marido que tiene en tan poca consideración el honor de su esposa. Ansaldo, conmovido, muestra su magnanimidad, respetando a la dama y devolviéndola a su casa.

El relato presenta inconvenientes.

—Sexto relato: "El viejo rey Carlos se avergüenza de su loco amor", contado por Fiammetta.

Carlos de Angiou, ya viejo, se apasiona por dos gemelas de quince años. Después, amonestado por su consejero Guido de Monforte, vuelve en sí y hace que las jóvenes se casen con gran solemnidad con los ma­ridos que les había dado.

—Séptimo relato: "El rey Pedro y Lisa enferma", con­tado por Papinea.

Lisa, hija de un rico boticario de Palermo, se enamora del rey Pedro de Aragón y enferma porque sabe que no realizará nunca su sueño. El rey Pedro llega a saber el hecho, la va a buscar y la cura haciéndole nobles consideraciones. Después le da por marido a un buen joven y se declara su caballero.

Estos dos últimos relatos pueden ser leídos.

—Octavo relato: "Tito y Gisippo" (Egesipo), contado por Filomena.

Tito, noble romano, se enamora de Sofronia, novia de Gisippo, amigo suyo, que consiente que se case con ella. Después de varios sucesos, corresponde al favor cediéndole la mitad de sus riquezas y dándole su her­mana por esposa.

La lectura de esta narración es inconveniente.

—Noveno relato: "Messer Torello y el sultán Saladi­no", contado por Pánfilo.

En tiempos de Federico Barbarroja, los cristianos se preparan a la cruzada, para conquistar Jerusalén, ocupada por Saladino. Éste, para tener información sobre los preparativos de la cruzada, entra de incóg­nito en Italia, donde encuentra —cerca de Pavía— a Messer Torello que, tomándole por un comerciante ex­tranjero, lo hospeda en su casa, rodeándole de aten­ciones. Poco después, Saladino regresa a su tierra, y Messer Torello toma parte en la cruzada, durante la cual es hecho prisionero. Antes de partir, había he­cho prometer a su esposa que, en caso de que no vol­viera, esperaría un año, un mes y un día antes de contraer nuevo matrimonio. Al difundirse en Pavía la falsa noticia de la muerte de Messer Torello, los pa­rientes de su mujer obligan a ésta a casarse el mismo día en que termina el plazo. Mientras tanto, por for­tuna, el cruzado ha sido reconocido por Saladino, el cual, en agradecimiento, le devuelve la libertad y, con la ayuda de un nigromante, le hace llegar a Pavía en una sola noche, en el momento en que se está cele­brando el banquete de bodas, siendo recibido con ale­gría por todos.

—Décimo relato: "Griselda", contado por Dioneo.

Gualtiero, marqués de Saluzzo, somete a su humilde mujer a múltiples pruebas crueles para certificarse de su virtud. Al final de las pruebas largas y dolo­rosas, le restituye su digna posición.

Los dos últimos relatos no presentan inconvenien­tes.

Al terminar la jornada, el rey Pánfilo, recordando al grupo que es el décimo quinto día de alejamiento de Florencia, comenta que la finalidad de la convi­vencia se ha alcanzado de manera honesta, ya que, aunque han contado novelas escabrosas, no han hecho nada reprobable. Propone regresar a Florencia para evitar peligros morales y no suscitar críticas de otros.

De esta manera, los diez jóvenes se separan al día siguiente en la iglesia de Santa María la Nueva.

CONCLUSIÓN DEL AUTOR

Boccaccio, contestando a posibles observaciones, afirma en la conclusión que a) ninguna cosa es tan deshonesta que no pueda contarse con palabras lim­pias; b) si ha usado alguna expresión liberal no me­rece reproche mayor que aquellos hombres y mujeres que diariamente repiten frases equívocas; c) el hecho de que sus novelas puedan hacer bien o mal depende no de las novelas en sí mismas, sino de quien las escu­cha: ya que en el campo mejor cultivado nacen orti­gas y espinas, se puede hacer una selección de las novelas; d) si ha empleado una lengua venenosa y dura al hablar de los frailes, lo ha hecho porque ellos eluden el trabajo con la excusa de dedicarse a la oración y porque aman poco la limpieza.

C) VALORACIÓN CRÍTICA

EL AMOR

Vale la pena precisar ante todo el concepto de amor según Boccaccio.

No es el concepto de Dante y de los trovadores; no es el amor cortés, de estilo romántico que, junto con la muerte, es uno de los medios para superar lo ordi­nario y rutinario y alcanzar lo permanente y eterno. Por el contrario, en Boccaccio el concepto de amor es con frecuencia el característico de una visión eróti­ca grosera; no la de la noble ética caballeresca, si­no la de la picaresca, en la que el egoísmo está aga­zapado tras los impulsos, dispuesto a sacar ventaja de los sucesos.

Dante y los trovadores tienen un concepto alto y noble del amor, que se demuestra en la fidelidad, en el sacrificio, en la generosidad, etc., ya que saben que el eros abandonado a sí solo se envilece y resul­ta destructor de uno mismo y de los demás, que vienen a ser simples objetos de placer, al servicio del pro­pio egoísmo, como se desprende de muchas novelas de Boccaccio.

El mundo del autor es, la mayor parte de las ve­ces, un mundo naturalista; es el mundo optimista en el que no hay culpas graves; es el frívolo mundo bur­gués que pretende minimizar la importancia de las normas morales y sustraerse a la guía de una autori­dad espiritual (de ahí el sarcasmo frecuente contra la Iglesia jerárquica).

Boccaccio, sin saberlo, es el precursor de esa mentalidad hedonista‑erótica, de la banalización del amor, de la exaltación de las aventuras furtivas y desoladoras, de las ocasiones de gallismo, que, pre­sentando exageradamente ante los ojos, no el amor si­no el sexo en el sentido más instintivo y brutal, lo degradan irremediablemente.

Pero el amor, tal como Dios lo ha puesto en el co­razón del hombre, como reflejo de su Amor, es cosa bien diferente. Tiene la fuerza de provocar la salida de sí mismo, de los estrechos egoísmos personales, de las propias vilezas, para comenzar a darse buscando el bien de la persona amada. Y cuando se trata del amor humano, del matrimonio cristiano, la auténtica concepción del amor hace que el instinto, redimido de su ceguera, se vuelva fecundo, no sólo en hijos, sino en transmisión de afectos, imposibles para el egoísmo de las pasiones.

LA IGLESIA

No es fortuito que el escritor describa la Iglesia jerárquica en términos a menudo irreverentes, morda­ces, burlescos (por ejemplo, en los días IV y VI, los relatos de Fray Alberto y de Fray Cebolla). Ahora bien, en el tiempo de Boccaccio y en Toscana no fal­taban ejemplos de santidad (baste pensar en Santa Ca­talina de Siena). ¿Cómo explicar, pues, esta actitud?

Se puede intentar una interpretación partiendo de la defensa que hace el autor de sí mismo, en la introducción a la IV jornada, donde afirma que, para resistir "a las leyes de la naturaleza, se requieren grandes fuerzas, y que muchas veces resultan inútiles y traen gran daño al que se fatiga en emplearlas"; y concluye: "tales fuerzas confieso que no las tengo y si las tuviese las prestaría a otro para que las usa­se. Que callen los maldicientes, y si no pueden dis­frutar, que vivan deseando deleites, que se estén en sus apetitos corrompidos; en cuanto a mí, que me de­jen gozar de esta breve vida que pasa".

Se pueden notar aquí dos cosas. La primera consis­te en el desinterés por controlarse aunque tuviera energías para ello; la segunda, la insinuación sobre los presuntos vicios de sus adversarios, probablemen­te eclesiásticos, a quienes considera que si le acu­san de ceder a los sentidos, es porque, o no sienten la fuerza de los instintos o son ocultamente corrom­pidos.

Es la típica apología de una burguesía hedonista y permisiva que quiere justificar el deseo de liberti­naje, a costa de difamar o despreciar a la autoridad espiritual: quien sostiene que es necesario y posible —con la ayuda de la gracia— dominar los instintos, es, según Boccaccio, o un hipócrita o un perverso.

La ironía ante la Iglesia jerárquica tiene, por consiguiente, una motivación precisa: constituye un método para justificar los actos propios, a través de la difamación de los que piensan de modo diverso ("si no son como yo, quiere decir que hay en ellos algo anómalo", vendría a decir el autor). Ni por un momen­to se planteaba Boccaccio por aquel tiempo una res­puesta diferente (sabemos que será muy distinto en sus últimos años).

OTROS MOTIVOS DE INSPIRACIÓN

Además del amor entendido casi siempre como ins­tinto sexual, irreprimible, contra el cual no se pue­de luchar y ante el que hay que doblegarse, aparece también en el Decamerón —aunque mucho menos frecuen­temente— el amor como sentimiento noble que conduce al heroísmo y a la abnegación.

Otro motivo de inspiración es el ingenio en sus múltiples manifestaciones, diverso según las circuns­tancias de condición social y de ambiente en que vi­ven los personajes de las novelas cortas. Se encuen­tran en el Decamerón las formas de ingenio más vulga­res y groseras, propias de los pícaros, de los char­latanes, y de los viciosos, junto a aquellas otras más refinadas de los espíritus cultivados y nobles. Frecuentemente, en un mismo relato, las manifestacio­nes de ingenio van acompañadas por la descripción de la idiotez humana, y de este contraste brota una sin­gular vena cómica, a veces impetuosa. La exaltación del ingenio equivale a la celebración de la virtud, entendida como capacidad de actuar con inteligencia, para alcanzar lo que se pretende. Virtud, por tanto, en el nuevo sentido humanista y no la virtud de valor ético.

No faltan, por último, el elogio de las virtudes caballerescas como la nobleza, la cortesía, la libe­ralidad, etc.; virtudes propias del ambiente aristo­crático de las cortes que Boccaccio conoció e inter­pretó con finura, y que se encarnan en personajes co­mo Messer Torello, Saladino, el rey Pedro, Federico de Alberighi, Guido Cavalcanti y otros. Estos casos dan lugar en el Decamerón a las páginas más poéticas y ricas de nobles sentimientos.

LA AUTOCRÍTICA

El juicio negativo sobre la moralidad del Decame­rón, formulado desde la aparición del libro, se ha renovado a lo largo de los siglos. Por lo demás, Boc­caccio fue consciente del daño moral que podían pro­ducir sus novelas y por esto, en varios pasajes del Decamerón, intentó una autodefensa; pero se trata siempre de argumentos propios de quien se coloca fue­ra de toda concepción moral de la vida. Por el con­trario resulta más útil para confirmar la autocríti­ca, conocer los acontecimientos de la vida del autor en los años siguientes a la redacción de la obra.

Ya en el Corbaccio (El Cuervo), su última obra en lengua vulgar compuesta entre 1354 y 1355, a la edad de cuarenta y dos años, se notan los primeros signos de una crisis que le llevará a dedicarse a los estu­dios sagrados. Desde ese momento, escribe solamente en latín, con la esperanza, tal vez, de paliar con sus nuevos trabajos la fama de novelista. Éstos son algunos aspectos de una existencia que fue cambiando y que encuentran confirmación en el propósito del mismo Boccaccio de entregar a las llamas el Decame­rón, poco antes de su muerte.

D) VALORACIÓN LITERARIA

La importancia de Boccaccio en la literatura está vinculada sobre todo a la contraposición que se ha hecho entre él y Dante: el primero, cantor de la comedia humana; el segundo, de la divina; el primero, representante del antimedioevo y precursor de nuevos tiempos; el segundo, representante de un mundo gran­dioso, pero ya superado. Este esquema ha llevada a algunos a condenar in toto la obra de Boccaccio, sin hacer muchas distinciones; y ha conducido a otros a una exaltación total, precisamente porque el autor se presenta como un hombre nuevo, despreocupado y sin prejuicios.

La cultura de cuño idealista, ha querido abatir la acusación de inmoralidad, sosteniendo que el arte, cuando es verdadero, es siempre moral. Sin embargo, aunque es evidente la validez artística de una parte del Decamerón, es muy superior el fuerte influjo ne­gativo ejercido por la antropología equivocada de Boccaccio.

M.F.‑E.S.L.

 

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