CARPENTIER, Alejo

El acoso

Bruguera, Barcelona 1985.

INTRODUCCIÓN

Novelista cubano, nacido en La Habana, en 1904. Hijo de un arquitecto francés; abandonó los estudio de Arquitectura para dedicarse a la redacción de artículos periodísticos y a la música.

Miembro fundador del llamado "Grupo Minorista". A partir de 1924 organizó varios concierto de Música Nueva. En 1928 fue encarcelado por motivos políticos. Poco después se trasladó a París en donde dirigió la revista Imán y desempeñó el cargo de agregado Cultural del gobierno cubano en Francia. Participó en un Congreso de Escritores celebrado en Madrid, en donde publicó su primera novela: Euce-Yamba-O. De regreso a La Habana trabajó en la radio y realizó diversas investigaciones musicológicas. En el 1945 se trasladó a Caracas, en donde permaneció hasta 1959 año en que, con el triunfo de la revolución, regresó a su país. Colaboró entonces con el régimen marxista de Fidel Castro, tomando parte activa en los programas culturales de la revolución castrista. Posteriormente vivió en París, donde formó parte de la representación diplomática de Cuba, hasta su muerte acaecida en abril de 1980.

Otras obras:

        El reino de este mundo

        Guerra del tiempo

        Los pasos perdidos

        El siglo de las luces

        El recurso del método

        Concierto Barroco

        El arpa y la sombra

        La Consagración de la primavera

CONTENIDO

Novela cubana de trazos autobiográficos fechada en Caracas en 1955.

Argumento: Delinea el estado interior de un revolucionario cubano, ante el propio destino.

El protagonista es un estudiante de pueblo que había llegado a La Habana para estudiar Arquitectura. Alojado en el Mirador de una vieja casa perteneciente a una negra anciana que lo acogiera como inquilino se ve echado de tal sitio por la que tiempo atrás había sido su nodriza, ésta no podía permitir que su casa fuera convertida en lugar de prostitución.

El personaje, abandonando su primer año de estudio, pasa a entregarse a una vida disipada y revolucionaria, pletórica de sexo, bebida y todo tipo de desórdenes, hasta llegar al asesinato.

El mismo Mirador que lo acogiera en su inicio será su lugar de ocultamiento en momentos de fuga, junto al cuarto contiguo de su ex-nodriza, yacente en la habitación en estado de agonía.

El autor delinea la doble persecución del acosado que luego de haber delatado a sus compañeros en momentos de tortura, al haber sido capturado, huye no sólo de sus perseguidores sino, sobre todo, de sí mismo. Es su propia desgarrada conciencia la que lo asedia sin tregua —lo acosa— hasta el momento en que logran darle muerte.

La trama novelística no sigue un hilo cronológico sino que es necesario ir tejiéndola, por encima de una continua transposición temporal.

La obra se desarrolla de acuerdo con una pauta externa —la ejecución de la 3ª Sinfonía de Beethoven, "La Heroica"—, cuya "Marcha Fúnebre" es el momento culminante.

La composición musical remite a una sinfonía interna —la del personaje acosado— que no termina de cumplirse, sino que se halla en proceso, es decir, como para ser escrita ejecutada o leída.

La obra se halla estructurada en tres partes, no tituladas, que a su vez se subdividen en escenas, sin denominación ni numeración alguna.

La I PARTE se abre con el texto de "La Heroica" sinfonía que encarna vívamente el personaje acosado en todos sus sentidos, externos e internos.

Asisten al Concierto entre la muchedumbre y el acosado otros dos personajes que, bajados de una ambulancia, después de un brusco frenazo y a todo correr se introducen en el teatro perdiéndose entre los espectadores. Son los mismos que reaparecerán en la III PARTE, al final de la obra, para dar fin a la vida del acosado que, al cierre del teatro finalizado el Concierto, había logrado ocultarse debajo de una alfombra cuando ya el público se había retirado.

La II PARTE recoge el anterior tiempo de encierro —cuatro días— en el antiguo Mirador así como la fuga del mismo, con ocasión del velorio de la negra anciana. Se ve deambular luego al acosado por las calles, por la casa de Estrella —una prostituta—, por una iglesia y finalmente por un bar, hasta el momento en que, asediado por la citada ambulancia, se introduce corriendo en la Sala de Conciertos.

VALORACIÓN LITERARIA

La novela, no obstante su estilo barroco con frases a veces demasiado largas y erudición excesiva, es fuertemente expresiva. Logra captar vivamente el interés y la lectura se hace ágil desde el primer momento.

El narrador-autor intercala el uso de la 3ª persona (omnisciente) con el relato en 1ª persona. Conoce y refleja no sólo los datos externos del personaje y de todo cuanto lo rodea, sino que penetra hasta lo mas íntimo del mismo. Podría decirse que la novela esta escrita "desde dentro del personaje". Sus sentidos externos e internos, los que se hallan en total sintonía con su ambiente y situación exterior e interior remueven a su vez la sensibilidad del lector hasta llegar a sus fibras más íntimas.

Las descripciones son ricas en imágenes y mezcla de sensaciones, las que cobran particular fuerza debido a la riqueza de vocabulario y a la abundancia de adjetivación. Por ejemplo, al inicio de la novela, refiriéndose a una multitud de espectadores que huyen de la lluvia, entre los que se halla apretujado el acosado, el autor escribe:

"...permanecían todos allí, enracimados, para respirar el olor a mojado, que refrescaba los rostros sudorosos, mezclándose con alientos de tierra y de cortezas cuyas resquebrajaduras se cerraban al cabo de la larga sequía". (p. 8).

Describiendo la situación agobiante del acosado, dice en 1ª persona, identificándose el narrador con el protagonista:

"Ese latido que me abre a codazos; ese vientre en borbollones; ese corazón que se me suspende, arriba, traspasándome con una aguja fría; golpes sordos que me suben del centro y descargan en las sienes, en los brazos, en los muslos; aspiro a espasmos; no basta la boca, no basta la nariz; el aire me viene a sorbos cortos, me llena, se queda, me ahoga, para irse luego a bocanadas secas, dejándome apretado, plegado, vacío..." (p. 19).

Hay elementos de extremada sensualidad refinada, con escenas crudas, a veces inmorales.

El elemento religioso se muestra a contrastes, con pinceladas desesperadas, por momentos, que claman auxilio y misericordia, intercaladas con otras de tono más bien pueril e ingenuo.

El leiv-motiv, que sorprende de continuo, da particular fuerza expresiva y vivacidad al relato: se refiere a la obsesiva imagen del "cuello que tiene marcas de acné" (p. 20), que le haría "jurar (al acosado) que jamás repetiría el gesto que le hiciera mirar tan fijamente un cuello marcado de acné —ese cuello que lo obsesionaba más que la cara aullante, vista en el estruendo del terrible segundo" (p. 58) (el disparo del gatillo).

El hábil manejo del ESPACIO y del TIEMPO es quizá, entre los recursos literarios de que se vale el autor, el que se manifiesta de mayor valor.

La CLAVE MUSICAL en que está escrita la obra podría decirse que es el elemento que hace posible el que la ficción sea una transposición de lo real que va más allá de la realidad para explicarla. En un vaivén orquestado de presente, pasado, e imaginario futuro —el destino final—, Carpentier logra hacer del móvil tiempo materia perdurable.

En cuanto al ESPACIO, éste no es circunscriptivo sino interior, en el que el mundo exterior encarna la ubicación y la sensibilidad del personaje.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Desde el punto de vista antropológico, la novela ofrece, tras una perfilada intencionalidad política, una concepción del hombre de alta carga negativa. La imagen del "acosado" —hombre de Revolución que huye de su destino y de sí mismo— sirve al autor para tejer una trama que pueda reproducirse en cada hombre. En ella engarzan todas las experiencias de la vida humana, entre las que sobresalen la angustia, el sexo y el sentimiento religioso.

La imagen del acosado se muestra desgarradora desde la primera hasta la última página. El erotismo sexual, inmerso en un marco de sensualidad exacerbada, es presentado como única vía de escape y de respiro del personaje; éste se halla descrito por imágenes a veces crudas, irreverentes e inmorales. El sexo es considerado como el elemento de mayor valor que el acosado posee, del que por nada querría verse privado. Es lo único de lo que éste se siente poseedor. La mujer, en este contexto, es considerada casi exclusivamente bajo el aspecto de sólo hembra.

El elemento religioso aflora continuamente con imágenes feminiles y pueriles, de una parte, en contraste siempre con el elemento erótico. Con ridiculez vemos, por ejemplo, cubrir con un velo una imagen de la Virgen en un lugar de prostitución.

Con refinada ironía hay asimismo referencias religiosas, relacionadas con devociones populares o evocaciones sentimentales.

Por otra parte, es profundo y desgarrador el grito desesperado del acosado que clama a Dios en su asfixia. Sin solución de continuidad en el relato, se entremezclan los actos de fe, por ejemplo, con todo tipo de imágenes sensoriales:

"...todo se desploma, se resuelve, hierve, en espumarajos que me recorren, me caen por los flancos, se me atraviesan, de cadera a cadera; borborigmos que oirán los otros, volviéndose, cuando la orquesta toque más quedo; creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra; creo, creo, creo. Algo se aplaca, de pronto. Estoy mejor; estoy mejor; estoy mejor; dicen que repitiéndolo mucho, hasta convencerse..." (p. 21).

Luego los cuatro días de encierro y de hambre, en el Mirador, al examinar, el acosado, su "tránsito infernal" (p. 58), lo hace con estas reflexiones:

"al admitir que casi todo en él había sido abominable" (...), "bajo la Cruz de Calatrava que adornaba el pequeño libro de Instrucción Cristiana para uso de párvulos que la vieja le había dado, se escuchaba ese patético gemido, en las oraciones para la confesión, en las letanías a la Virgen, en las plegarias de los Bienaventurados" (p. 58).

"...aceptaba los más duros oficios, los sueldos peores, el sol en el lomo, el aceite en la cara, el camastro y la escudilla, como fases de  una expiación necesaria. Creo en Dios Padre Todopoderoso" (...) "No recordaba todavía sino el comienzo del Credo" (p. 60).

Por momentos, la autoreflexión sobre la propia culpa, aunque más bien desesperada, toca elementos doctrinales de valor, esto es, rectamente trazados, como cuando el acosado se entretiene con la lectura del piadoso librito de Instrucción con la Cruz de Calatrava en la tapa. Lee y comprende, por ejemplo, la explicación litúrgica de la Misa y el significado de la Pasión de Cristo (Cfr. pp. 70-72). El protagonista se sorprende de "haber llevado en sí tales poderes de entendimiento, ser capaz de percibir tales verdades, y haberlo ignorado, en despilfarros abominables, para hacer caso de dicursos que tanto habían servido para justificar lo heróico como lo ¡abyecto! ¡Ah! ¡Creo! (p. 72)

"...¡Señor, ten misericordia de nosotros! ¡Cristo, ten misericordia de nosotros...!" (p. 79).

Este sería el aspecto destacable de la novela, desde el punto de vista doctrinal aunque, de todas formas, el arrepentimiento queda más bien en la superficie, sin llegar ni siquiera a esbozar un proceso de conversión.

La lectura de esta obra de Carpentier es de todos modos desaconsejable, sobre todo desde el punto de vista moral.

La validez de los riquísimos elementos literarios no justifica, sin embargo, su lectura.

 

                                                                                                             A.M.S. (1993)

 

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