DANIELOU, Jean

Dieu et nous

Bernard Grasset, Paris.

(Traducción castellana: Dios y nosotros, Taurus, Madrid 1966, 3ª edición, 277 pp.)

 

CONTENIDO DE LA OBRA

En el prólogo Daniélou expone la finalidad del libro: “Quisiera situar las religiones y las filosofías, el Antiguo y el Nuevo Testamento, la Teología y la Mística, en su lugar correspondiente desde el punto de vista de su aportación al conocimiento de Dios” (p. 10).

El Dios de las Religiones. En este primer capítulo (pp. 13-58), trata el autor de poner de manifiesto los elementos válidos que, sobre el conocimiento de Dios, se contienen en las religiones paganas, así como sus desviaciones. Esas religiones son expresión, en parte de la revelación cósmica (revelación natural), y en algún modo también de la revelación sobrenatural primitiva hecha a la humanidad en sus orígenes.

Con ocasión de esta temática, Daniélou analiza el contenido e importancia de la posibilidad de un conocimiento cierto natural de la existencia de Dios. Habla también de la revelación a través de la conciencia moral (Decálogo escrito en los corazones).

Las religiones paganas son, principalmente, expresión de la revelación natural recibida por una humanidad herida por el pecado de origen. Así, va considerando el autor los datos que sobre Dios nos pueden proporcionar esas religiones. Repasa, siguiendo el estudio de Mircea Eliade, diversas hierofanías paganas, ritos, mitos y simbolismos, y su relación con la forma externa del ritual judío y sacramental cristiano.

Analiza después las desviaciones de la religión cósmica: politeísmo, panteísmo y dualismo, principalmente.

El Dios de los filósofos. A lo largo de cincuenta páginas (59-108), Daniélou sitúa el papel de la razón para profundizar en el dato revelado, analizando —en contra de algunas tendencias más o menos modernas— la validez y necesidad del pensamiento metafísico para el conocimiento de Dios. Señala con detalle los extremos (fideismo y racionalismo) que deben evitarse, para pasar después a una exposición breve pero clara de lo que es y supone la noción de analogía. Sigue en esto a Santo Tomás, al que dedica un amplio espacio y abundantes —aunque moderados— elogios.

Sigue el estudio de los principales temas sobre Dios en los que debe profundizar la razón. Entre ellos dedica especial atención a la trascendencia de Dios y su inmanencia al mundo; la personalidad de Dios y la creación como comunicación no necesaria.

El Dios de la fe. Después de unas primeras consideraciones sobre la naturaleza de la Revelación sobrenatural y sobre la respuesta humana por medio del acto de fe, estas páginas (109-162) están dedicadas al estudio de lo que Dios nos revela de Sí mismo en el Antiguo Testamento. Sin hacer propiamente exégesis, sino más bien teología bíblica, Daniélou analiza los principales atributos divinos que nos son revelados en la misma intervención divina en la historia de Israel.

El Dios de Jesucristo. Este cuarto capítulo (pp. 163-202) está dedicado al estudio de la Revelación de Dios realizada en Cristo. El objeto principal de esa revelación es la Trinidad de Personas, que es puesto por el autor en todo su relieve: “Este misterio inaccesible es la totalidad del cristianismo. No constituye únicamente un aspecto; es su misma esencia; porque el cristianismo es el llamamiento dirigido al hombre por el Padre para participar en la vida del Hijo por el don del Espíritu Santo. Esto es lo constitutivo de la existencia cristiana” (p. 164).

Este misterio se nos presenta primeramente expresado por las misiones de las divinas Personas (Hijo y Espíritu); y a partir de ahí, la razón estudia el misterio de las Relaciones intratrinitarias: ése es el camino que sigue el autor.

Dedica también Daniélou abundante espacio a la relación entre lo que ha venido a llamarse “Trinidad inmanente” y “Trinidad económica”; es decir, cómo se relaciona la Trinidad con el mundo, en las operaciones ad extra.

Estudia después cómo la Revelación del N.T. completa el V.T. y cómo a su luz se descubre todo el sentido de éste.

El Dios de la Iglesia. Aquí se plantea (pp. 203-246) por qué camino podremos llegar nosotros al conocimiento del Dios Trinidad tal como se manifiesta en los acontecimientos del N.T.: “Como estos acontecimientos no pueden ser objeto de una aprehensión inmediata, la certidumbre que nosotros tengamos sólo puede reposar sobre un testimonio... Y la autoridad de este testimonio, que nos dé una certeza absoluta, tiene que ser una autoridad divina” (p. 203).

Se estudian después las relaciones entre Escritura, Tradición, Magisterio y Teología. Gran parte de la exposición que hace Daniélou consiste en el comentario de la postura de Oscar Cullmann, que es considerado como intermedio entre el catolicismo y el protestantismo.

El Dios de los Místicos. Termina el libro con este capítulo (pp. 247-277), en el que el autor intenta explicar y analizar el testimonio de los místicos en orden a nuestro conocimiento de Dios.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

En general, el intento del libro es más expositivo que demostrativo. Sin embargo, no es una simple divulgación, y, en la mayoría de los casos, los temas son tratados con profundidad.

El valor principal de esta obra es, probablemente, el lograr dar una visión de conjunto clara y profunda sobre las cuestiones abordadas, yendo siempre a las líneas fundamentales sin especial preocupación por lo marginal.

El autor demuestra ser profundo conocedor de la temática que trata; la utilización de textos bíblicos y patrísticos es abundante y bien hecha; el estilo es claro y directo (la traducción castellana es deficiente), con brillantez en la exposición.

Entre los puntos especialmente bien tratados, con rigor y cierta originalidad, pueden señalarse los siguientes:

1. La simbología de lo divino en las religiones naturales, y las relaciones entre los mitos paganos y los misterios cristianos. Es de notar, a este respecto, la crítica que Daniélou hace a R. Bultmann, que sin ser científicamente profunda —la hace como de pasada—, sirve para poner de relieve cuestiones de fondo.

2. La función de la razón en la profundización del contenido de la fe. Especialmente interesante es la crítica que hace el autor al racionalismo teológico.

3. Los atributos divinos: verdad (emet), justicia (tsedeq), y santidad o trascendencia (qodesh) en el Antiguo Testamento.

4. Las relaciones entre S. Escritura y Tradición, y la necesidad y características del Magisterio en la Iglesia. Este punto, que es tratado en base a una crítica a Oscar Cullmann, es quizá lo más valioso del libro. Es de una gran claridad y cierta originalidad en la exposición.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Nada puede objetarse a la rectitud doctrinal de este libro; por el contrario, hay que decir que expone con fidelidad la doctrina de fe. Demuestra un gran aprecio a la Tradición y —aunque lo cita poco— al Magisterio. Esa escasez de citas es comprensible por los mismos temas tratados. En los puntos concretos en que el Magisterio ha definido algo, el autor lo recoge, dándole el valor definitivo que le corresponde.

El libro, para ser aprovechado en toda su extensión, exige un cierto conocimiento previo de los temas. Sin embargo, puede también ser útil a personas con formación cultural suficiente que —sin tener una formación doctrinal especial— deseen profundizar en estos temas.

La mayor utilidad de esta obra estará para quienes tengan que explicar o estudiar el tratado de Deo Uno; teniendo en cuenta que no es propiamente un libro de estudio, sino de lectura complementaria.

M.G.R. y F.O.B.

 

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