GOLDMANN, Lucien

Marxismo y ciencias humanas.

Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1975, Biblioteca de Filosofía, Antropología y Religión, 288 pp.

(t.or.: Marxisme et sciences humaines, Editions Gallimard, 1970)

 

COMPOSICIÓN DEL LIBRO

Se trata de una recopilación de artículos, publicados en revistas, extractos de libros de ensayo escritos en colaboración, o que tienen su origen en conferencias de Congresos pronunciadas por el autor. De estos artículos, pocos tienen un contenido original, la mayor parte son una aplicación de tesis ya expuestas en diversos ámbitos de las ciencias humanas. En este sentido, el título del libro corresponde a su conjunto. Los artículos son los siguientes:

1) Génesis y estructura. Genèse et structure, en «Entretiens sur les notions de Genèse et Structure» (1959), Paris-La Haya, Mouton, 1965; pp. 17-27 en el libro que estudiamos.

2) Crítica y dogmatismo en la creación literaria. Critique et dogmatisme dans la création littéraire, en «The dialectics of liberation» (1967), Londres, Penguin Books, 1968; pp. 28-45.

3) La Sociología de la literatura. Definición y problemas de método. La Sociologie de la littérature: statut et problemes de méthode, Revue International des Sciences Sociales, UNESCO, vol. 19, núm. 4, 1967; pp. 46-75.

4) El sujeto de la creación cultural. Le sujet de la création culturelle, en «Critique sociologique et critique psychanalitique» (1965), Bruselas, Editions de l’Institut de Sociologie de Bruxelles, 1970; pp. 76-95.

5) Conciencia real y conciencia posible, conciencia adecuada y conciencia falsa. Conscience réelle et conscience possible, conscience adéquate et fausse conscience, en «Actes du IV° Congres Mondial de Sociologie», 1959; pp. 96-102.

6) Filosofía y sociología en la obra del joven Marx. Contribución al estudio del problema. Philosophie et Sociologie dans l'œuvre de jeune Marx, en «Annali dell’Instituto Giangiacomo Feltrinelli», Milán, Feltrinelli, 1964-65; pp. 103-118.

7) La ideología alemana y las tesis sobre Feuerbach. L’idéologie allemande et les thèses sur Feuerbach, L’Homme et la Société, núm. 7, 1968. Prefacio a la edición inglesa de «La ideología alemana» (The German Ideology, Londres, Penguin Books); pp. 119-153.

8) Economía y sociología: acerca del Tratado de economía política de Oskar Lange. Economie et sociologie: a propos du Traité d’economie politique d’Oskar Lange (1966), L’Homme et la Société, núm. 14, 1969; pp. 154-171.

9) Hacia un enfoque marxista de los estudios sobre el marxismo. Pour une approche marxiste des études sur le marxisme, Annales, núm. 3, 1960; pp. 172-176.

10) La estética del joven Lukács. L’esthetique du jeune Lukács, Médiations, núm. 1, 1961; pp. 177-188.

11) Jean Paul Sartre: Cuestión de método. Jean Paul Sartre: Question de méthode, Année Sociologique, 1961; pp. 189-201.

12) Reflexiones sobre el pensamiento de Herbert Marcuse. Réflexions sur la pensée d’Herbert Marcuse, La Nef, núm. 36, enero-marzo de 1969; pp. 202-223.

13) Socialismo y humanismo. Socialisme et humanisme, Diogene, núm. 46, 1964; pp. 224-242.

14) Rigor e imaginación en el pensamiento socialista. De la rigueur et de l’imagination dans la pensée socialiste (1964), Zagreb, Praxis, núms. 2-3, 1965; pp. 243-252.

15) Poder y humanismo. Pouvoir et humanisme (1969) Praxis, 1970; pp. 253-278.

Bibliografía en castellano.

 

ORIGEN Y FINALIDAD DEL LIBRO

Los artículos anteriores constituyen observaciones un tanto marginales a propósito de ciertos aspectos de la metodología marxista, o bien referentes a libros o conferencias de otros autores que Goldmann contrasta con el marxismo. Consciente de que este sistema y su metodología de trabajo no se han mostrado de acuerdo con los hechos sociológicos contemporáneos, intenta rescatar los elementos dialécticos del marxismo, despojándolos de cierta cobertura histórica con que nacieron, pero que no les sería esencial. El autor cree que la revolución estudiantil de París en mayo del 68 es índice de una nueva época, a la que quiere aplicar las coordenadas que, para el materialismo dialéctico, son la medida de la historia, a saber, las relaciones dialécticas entre fuerzas de producción y relaciones de producción.

La finalidad del libro es aplicar a distintos campos de estudio, suministrados por las ciencias humanas, el método dialéctico marxista. En el prólogo denomina a este método estructuralismo genético. Con ello se lo quiere diferenciar, por un lado, de aquellas corrientes estructurales (de origen marxista o no) estáticas, carentes del movimiento dialéctico, tales como la fenomenología, la psicología de la forma (Gestaltpsychologie) y el estructuralismo sin sujeto de Lévi-Strauss —en el cual a veces se ha querido ver el desenlace último del marxismo, contrariamente a los autores humanistas de la Escuela de Frankfort, otra de las vertientes del marxismo—; por otro lado, el estructuralismo genético se contrapone a los sistemas trascendentalistas, en los que la génesis dialéctica se sustituye por el análisis deductivo de las condiciones de posibilidad de ciertos datos de la experiencia. Tal método tiene su fuente de inspiración en Kant y es seguido por el idealismo de Fichte.

OTROS ESCRITOS DEL MISMO AUTOR

La producción de Goldmann se inscribe en la sociología de la literatura, y se ha publicado durante las dos últimas décadas preferentemente, los últimos escritos con carácter póstumo. Ofrecemos un breve comentario de su itinerario intelectual.

Mensch, Gemeinschaft und Welt in der Philosophie Immanuel Kants, Europa Verlag, 1945. Traducción castellana: Introducción a la filosofía de Kant, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1974.

Se trata de un análisis genético de la filosofía kantiana desde la idea de totalidad. El autor pretende ver un antecedente del marxismo a través de la oposición entre forma universal y contenido particular, vinculándola a los términos «democracia formal-estratificación real»; la noción de sujeto trascendental le permite contraponer el kantismo al estructuralismo formalista contemporáneo, que niega la validez del sujeto y acepta la autonomía de la acción, desarraigándola de todo principio teórico directivo.

Las nociones de estructura y génesis, publicado en colaboración con Jean Piaget, Ernst Bloch, J. Derrida, L. Kolakowski y otros. Ed. Proteo, Buenos aires, 1959. Original en francés, editado por Mouton & Co. y L’Ecole Pratique des hautes études, La Haya-Paris, 1966.

El escrito de Goldmann contiene unas reflexiones estructuralistas sobre el pintor Chagall, que habían sido publicadas anteriormente en Annales, julio-agosto de 1960.

Pour une sociologie du roman, Gallimard, Paris, 1965, Col. Idées.

Es un estudio estructural de las novelas de Malraux, así como una aplicación general, a modo de tesis, del método estructuralista genético al área de la historia de la literatura. Se defiende la tesis de la homología entre la estructura de la novela clásica y las condiciones económicas de cambio propias de la economía liberal.

Le Dieu caché. Etudes sur la vision tragique dans les Pensées de Pascal et dans le théatre de Racine, Gallimard, Paris, 1971.

Según el método seguido en este estudio, los hechos humanos constituyen estructuras significativas globales que sólo pueden ser explicadas desde la aceptación de un conjunto de valores. Los autores de los que toma la noción de estructura son, una vez más, Hegel, Marx y Lukács. La traducción castellana lleva por título El hombre y lo absoluto. «Le Dieu caché», Ed. Península, Barcelona, 1968.

Trabajos de juventud acerca de las relaciones entre el primer Heidegger y el joven Lukács fueron elaborados posteriormente con el título Lukács et Heidegger. Pour une nouvelle philosophie, Ed. Denoël, 1973. Existe traducción española: Lukács y Heidegger, Hacia una filosofía nueva, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1975.

Se examinan, de entre los escritos de Lukács, «El alma y las formas» (1913) —conjunto de ensayos, que incluyen la «Metafísica de la tragedia»—, la «Teoría de la novela», en que se pretende superar el dualismo kantiano entre leyes de la Naturaleza y leyes del obrar humano, e «Historia y conciencia de clase» (1921), escrita con anterioridad a su adhesión al stalinismo. El eje de referencia heideggeriano lo constituye «Ser y tiempo» (1927), estableciendo el paralelo, en especial con la «Metafísica de la tragedia» lukacsiana.

Esta obra incluye una serie de cursos impartidos por el autor durante los años 1967 y 68. Sigue los esquemas sociológicos del estructuralismo genético. Destaca las tesis de Lukács sobre la identidad entre sujeto y objeto, el vínculo entre ciencias humanas y filosofía frente al positivismo, así como la inspiración en Rosa Luxemburgo de la obra lukacsiana. La compilación de estos fragmentos póstumos fue realizada por Youssef Ishaghpour.

Otras obras y escritos son:

Recherches dialectiques (1959), colección de ensayos entre 1942 y 1959.

Structures mentales et création culturelle (1970), colección de trabajos entre 1961 y 1970.

La création culturelle dans la société moderne (1971), escritos redactados durante los años 1965 a 1970.

Situation de la critique racinienne (1971).

Prefacio al libro de Fernad Dumont, Dialéctica del objeto económico, Ed. Península, Barcelona, 1972.

Breve nota biográfica:

Lucien Goldmann nació en Bucarest en el año 1913. Se trasladó a Francia en 1934, doctorándose con la obra Sobre el «Dios escondido», bajo la dirección de Henri Gouhier. Desde 1958 hasta su muerte, acaecida en 1970, fue director de estudios en una de las secciones de l’Ecole Pratique des Hautes Etudes, de París.

EXPOSICIÓN DEL CONTENIDO

En el prólogo, que constituye el telón de fondo de cada uno de los estudios posteriores, el autor indica el nuevo giro que ha tomado en nuestra época la lucha por la implantación del socialismo: es una lucha orientada a que la clase obrera recobre su conciencia —que en términos marxistas quiere decir la conciencia de su papel en el proceso de producción y de su protagonismo en la historia—, la cual se ha perdido una vez que el proletariado, contrariamente a lo que había previsto Marx, se ha integrado en el orden social existente, haciendo propias las necesidades de la sociedad de consumo y elevando significativamente, tras el incremento experimentado en la producción, su nivel de vida. La nueva conciencia obrera equivale al rechazo de la cuantificación en todos los órdenes de la vida, la cual se hace presente en la transformación de los hombres y de los bienes en mercancías definidas por un precio. En oposición al pesimismo de otros autores marxistas, como Adorno, Habermas, Horkheimer..., Goldmann encuentra algunos indicios de cambio, en relación con la integración total, en la contracultura obrera, que pugna por hallar modos propios de expresión, y sobre todo en la revolución estudiantil. La clase tecnócrata dirigente precisa del apoyo de una amplia capa social; si empieza a resquebrajarse la cultura uniforme del estrato social dirigido, puede iniciarse alguna vía, acaso con cierta lentitud, hacia la sociedad socialista en los países de Occidente.

GÈnesis y estructura

Se define la posición estructuralista en el terreno del comportamiento, según la cual los elementos parciales de la conducta se hacen comprensibles —en su significado y en el grado de su importancia— sólo en el interior de una determinada estructura, explicándose ésta a su vez a partir de otra estructura más vasta en la cual está inserta. El estructuralismo es genético cuando considera las estructuras en proceso de transformación constante según ciertas leyes. «Según esta perspectiva, las estructuras constitutivas del comportamiento humano no son en realidad datos universales, sino hechos específicos, nacidos de una génesis anterior y que están sufriendo transformaciones que esbozan una evolución futura. Sin embargo, en cada nivel de la delimitación del objeto, el dinamismo interno de la estructura no sólo resulta de sus propias contradicciones internas, sino también del dinamismo —estrechamente ligado a ellas— de una estructura más vasta que lo engloba y que tiende a su vez a un equilibramiento. Y cabe agregar que todo equilibramiento, cualquiera que sea su nivel, no podría ser sino provisional, en la medida misma en que está constituido por un conjunto de comportamientos humanos que transforman el medio ambiente y crean, por ese solo hecho, nuevas condiciones gracias a las cuales el antiguo equilibrio se vuelve contradictorio e insuficiente» (p. 20).

De este modo, se nos acaba remitiendo a la estructura a que integra el hombre en su relación con el medio que transforma, como englobante de todas las demás y a la vez como sometida a un cambio continuo, del que dependen, en último término, las variaciones estructurales que se suceden a los otros niveles.

Como ejemplos más significativos de estructuralismo genético, se consideran los propuestos por Hegel y Marx. Para el segundo, el capitalismo es un todo estructural, relativamente autónomo, que cuenta con una génesis y que asimismo está sujeto a unas condiciones de transformación. Otra estructura genética es la elaborada por el psicoanálisis freudiano, cuya limitación estaría en que el equilibrio entre el pasado y las fuerzas operacionales orientadas hacia el futuro es desplazado hacia el pasado: el presente no se transforma por propia dinámica en futuro nuevo, sino que viene explicado causalmente desde un pasado inconsciente, bloqueándose en él toda posibilidad de un futuro. Por otro lado, las estructuras psicoanalíticas terminan en el individuo humano, no dando cuenta de los hechos sociales y culturales, los cuales —desde la posición de Goldmann— se insertan en un cierto número de estructuras a niveles diferentes.

CrÌtica y dogmatismo en la creaciÛn literaria

El artículo se inicia con la indicación de que la creación literaria va a ser abordada como un cierto producto o eco de unas condiciones sociales determinadas, renunciando a todo intento de concederle un valor intrínseco. «En la perspectiva dentro de la cual examino la creación literaria, ésta no es considerada como un fenómeno irracional y misterioso, resultante de la inspiración extraordinaria de un genio alejado de los demás hombres y de la vida cotidiana, sino, por el contrario, como una expresión particularmente precisa y coherente de los problemas que se plantean a los hombres comunes en su cotidianidad, y de la manera en que éstos se ven llevados a resolverlos. De esta manera, al abordar la función del espíritu crítico y del dogmatismo en la creación literaria, me refiero en definitiva a problemas afines a los que se plantean a cada uno de nosotros en los diferentes sectores de la vida social, económica y política» (p. 28).

Las relaciones entre los hombres han perdido, bajo el efecto del capitalismo de organización, su índole cualitativa y humana para transformarse en simples relaciones cuantitativas. Esto se refleja en las obras literarias del presente, en tanto que tienen —como cualesquiera otras— por sujeto creador no al individuo, sino al grupo social, en este caso afectado por tal condición. La conciencia individual de quien escribe es una estructura parcial, que como tal puede ser comprendida, pero su génesis y sentido total sólo pueden ser explicados a partir de la colectividad. «En la vida de los hombres es el sujeto colectivo lo que permite dar cuenta del sentido y la génesis de lo histórico, e implícitamente de ese sector de la vida histórica constituido por la cultura y la creación cultural» (p. 34).

Las épocas históricas se organizan a partir de una unidad y una multiplicidad. La unidad es el orden establecido por los grupos sociales dominantes, en tanto que la multiplicidad resultaría de los hechos protagonizados por el individuo o por ciertos grupos minoritarios que son prohibitivos desde el punto de vista del mantenimiento del orden social existente. Cuando las invariantes unitarias se perpetúan más allá de la época determinada para la que son válidas como criterios de acción se recae en el dogmatismo. «Las estructuraciones globales de las categorías mentales poseen un valor sólo temporal y en general son válidas para determinados grupos sociales particulares en una situación concreta. En la medida en que el universo se transforma y las situaciones cambian mediante la propia acción de los hombres, que actúan a partir de dichas categorías mentales, o bien mediante influencias externas, aquéllas cesan de ser eficaces, pierden su racionalidad y deben transformarse a su vez» (p. 37). Por su parte, los elementos múltiples muestran las posibilidades de crítica en una situación concreta; toda crítica, en efecto, debe ser formulada desde las posibilidades vigentes en una determinada situación. Cuando no cuenta con tales condiciones, se transforma en un criticismo inoperante, que es el polo opuesto del dogmatismo. La crítica eficaz partirá del examen de aquellos hechos que se detectan en un marco social como no encajando en el orden general y abriendo nuevas formas de cambio.

El resto del artículo pretende mostrar que en toda obra de arte se dan, correlativamente, ambos elementos: unidad —visión coherente de un todo— y multiplicidad —aspectos que no pueden ser integrados en la unidad y que han de ser, sacrificados en beneficio de ella—. «Toda gran obra literaria conlleva una visión unitaria del mundo, que organiza su universo. Para que esta obra sea verdaderamente grande, sin embargo, también es necesario que pueda ofrecer una toma de conciencia de los otros valores rechazados e incluso reprimidos por la visión que constituye la propia unidad de la obra, así como de los sacrificios humanos que implica el rechazo y represión de dichos valores» (p. 42).

La SociologÌa de la literatura. DefiniciÛn y problemas de mÈtodo

Tras exponer de nuevo la concepción estructuralista que hemos resumido en los apartados anteriores, el autor extrae algunas de las consecuencias en orden al análisis y explicación de las obras literarias. Este artículo, por tanto, enlaza inmediatamente con el anterior.

a) Lo común a la vida social y a la creación del escritor no está en los contenidos imaginarios como tales, sino en un modo de categorización o estructuración mental empleado en ambos sectores.

b) Estas estructuras, colectivas o propias de una época, son procesos no conscientes, análogos a los que rigen el funcionamiento de las fibras musculares o nerviosas.

c) No son en sí significativas las intenciones conscientes expresadas por el autor de una obra, ni tampoco la génesis psicológica de la misma en su biografía personal. La estructura desde la cual hay que comprender la creación pertenece a una situación histórico-social dada.

d) Si las estructuras son genéticas, en formación constante, todo proceso de estructuración aparece como tal desde la estructura todavía no integrada; por el contrario, considerado en relación con el todo que le precede, es a la vez un proceso de desestructuración. La realidad social se presenta en un momento dado como un conjunto de procesos de estructuración y desestructuración. «Sería más exacto decir que la realidad social e histórica se presenta siempre, en un momento dado, como una mezcla sumamente intrincada, no de estructuras, sino de procesos de estructuración y desestructuración, cuyo estudio tendrá un carácter científico sólo cuando los principales de ellos queden esclarecidos con suficiente rigor» (p. 69).

e) Comprender una obra literaria es acusar la tensión entre la unidad, que da coherencia al conjunto, y la multiplicidad, representada por lo que allí se cuestiona o rechaza.

El sujeto de la creaciÛn cultural

Como otras veces, Goldmann empieza haciendo referencia al estructuralismo genético de Freud para indicar a continuación que no comparte el carácter individual del sujeto freudiano de la estructura cuando se trata de explicar un comportamiento de orden social y cultural. Inspirándose en los análisis sociológicos de Marx, forja su noción de sujeto colectivo como sujeto de la historia y de la creación cultural. Es un sujeto transindividual, que no existe fuera de las conciencias individuales (a diferencia de la conciencia colectiva de Durkheim), pero que no pertenece a un individuo en particular. Tal sujeto aparece en las relaciones intrasubjetivas —según un término acuñado por él—, en las cuales cada individuo constituye un elemento parcial del verdadero sujeto de la acción. El artista es un elemento más de aquel todo subjetivo que logra presentar con un grado mayor de coherencia los esquemas y categorías propios del sujeto colectivo. «El individuo logra dar una forma particularmente intensa y organizada, en todos los demás miembros del grupo» (p. 87).

La obra de arte es comprendida por su organización interna o universo propio. A un primer nivel se la puede explicar desde la psicología peculiar del artista, sin que Goldmann acuda a otros recursos que los freudianos: la obra estética resulta de la frustración de ciertos deseos inconscientes. Sin embargo, a un nivel últimamente explicativo las categorías son sociológicas, representan la aspiración a la coherencia estructural total del grupo social del que forma parte el compositor literario.

«A mí nunca se me ocurrió utilizar categorías sociológicas para comprender la obra, cuyo valor estético depende ante todo de su riqueza, de su coherencia significativa y de la coherencia entre su universo y la forma en el sentido estricto del término. Sólo que para dilucidar esa significación y esa coherencia internas debo utilizar procedimientos explicativos que implican la inserción de esa obra en una estructura más vasta, es decir: en una estructura social» (p. 89).

Conciencia real y posible, conciencia adecuada y falsa

En los artículos anteriores ha aparecido la noción de conciencia individual como una estructura particular, con autonomía parcial y explicable por la estructura social englobante. Ahora se va a emplear el concepto de conciencia en un sentido que no concierne ni al individuo singular ni a un grupo determinado, sino a una estructura variable, implicada en la división del trabajo. La conciencia es sólo un elemento parcial dentro de la organización en clases de la sociedad; en la medida en que puede reflejar con mayor o menor justeza los factores sociológicos estructurales que la explican, cabe hablar de una conciencia inverosímil o falsa. Lo cual no significa que la conciencia, por su parte, como elemento operativo de la sociedad, no tenga su papel en el carácter reformista, o bien revolucionario de una sociedad. «Así, por ejemplo, el carácter reformista del pensamiento obrero anglosajón aumenta las posibilidades del reformismo y disminuye las de la revolución en los países anglosajones; a la inversa, el carácter virtualmente revolucionario del campesinado en cualquier otro país acrecienta estas últimas y disminuye las primeras» (p. 99).

La conciencia posible está determinada por el nivel que alcanza el desarrollo de las fuerzas de producción. No sería «posible», por ejemplo, que los pequeños propietarios defendieran la nacionalización de los medios de producción; de aquí que Lenin distribuyera la tierra entre los campesinos, como medida necesaria para ganarlos para la revolución. Es el máximo de adecuación que puede alcanzar cada grupo. La conciencia posible representa, asimismo, el marco dentro del cual pueden darse modificaciones en la conciencia real de un grupo social; todo cambio que exceda los límites de la conciencia posible se explicaría por un cambio previo en las condiciones reales de los individuos de aquel grupo. Por ejemplo, el éxodo rural de los campesinos franceses hacia la ciudad entre 1848 y 1851 determinó los cambios en la conciencia posible, al convertirse aquellos en obreros, funcionarios, comerciantes, etc. «Es dentro del marco de la conciencia posible de los grupos particulares, y del máximo de adecuación a la realidad de que su conciencia es capaz, donde es preciso plantear el problema de su conciencia real y de las razones por las cuales ésta queda retrasada respecto de la primera» (p. 101).

Filosofía y Sociología en la obra del joven Marx.

Contribución al estudio del problema

Algunos autores han defendido que se dan dos niveles de enunciados en la obra del joven Marx: los unos enunciativos, objeto de la ciencia sociológica positiva, y los otros de carácter ético o valorativo, que gozarían de una cierta autonomía respecto de los primeros. Así opinan Vorlander, Max Adler, Werner Sombart y sociólogos contemporáneos como Rubel. En cambio, Lukács y Karl Korsh han sostenido la tesis opuesta de la inseparabilidad entre el aspecto positivo y el humanista en el pensamiento marxista, es decir, su carácter filosófico, que implica una visión valorativa, ya desde el comienzo. Goldmann propone una tercera hipótesis, intermedia. El planteamiento de las relaciones entre sociología y juicios de valor depende de un conjunto de relaciones estructuradas: según se presenten éstas, predominará en una época histórica la orientación objetivista o, por el contrario, la posición valorativa. «Esta concepción sostiene que resulta sin duda imposible separar los juicios de valor, la investigación positiva de la visión del mundo, la ciencia de la filosofía, la teoría de la praxis, pero también que ambos polos de la investigación y de la acción no se dan dentro de una relación constante y duradera, sino dentro de un conjunto de relaciones estructuradas y mediatizadas, las cuales, pese a existir siempre, cambian de naturaleza según el objeto y la época estudiados» (p. 104).

Hasta llegar a una postura de este tipo, eminentemente dialéctica, el pensamiento de Marx pasó por las etapas siguientes:

1) Los artículos de la Reinische Zeitung (Gaceta Renana) de 1842 presentan un carácter dualista: por un lado, análisis sociológicos descriptivos; por otro lado, exposiciones normativas políticas o morales. Junto a una sociología del conocimiento diferencial de cada grupo social, en que se ponen en relación los discursos de diferentes oradores con el respectivo grupo social que representan, aparece la denuncia de la colisión entre el Estado y los intereses particulares de grupos privilegiados. Teoría y praxis son dos niveles de consideración; aún no ha tomado cuerpo el carácter dialéctico de las relaciones entre ambos. En consecuencia, la postura primera de Marx es un determinismo sociológico causal, que da cuenta de las categorías mentales a partir de los grupos sociales.

2) En la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel de 1843 por primera vez Marx no formula su crítica desde una moral o un derecho natural, sino que es una crítica inmanente del sistema hegeliano: el sujeto de la acción histórica no es la categoría abstracta del espíritu objetivo, sino los hombres reales y las instituciones sociales, entes concretos y sujetos a dinamismo.

3) En los textos escritos a finales de 1843 y principios de 1844, publicados en los Anales franco-alemanes y en la Introducción a la Crítica de 1a filosofía del Derecho de Hegel, se sitúa la presentación del proletariado como fuerza revolucionaria, que sustituye al espíritu hegeliano. Es una síntesis de las dos épocas anteriores. Todavía aparece el dualismo, ahora entre un pensamiento racional que es ineficaz en tanto que no se encarna en una realidad material y una realidad material pasiva que puede ser penetrada por ese pensamiento. He aquí uno entre tantos textos: «Es verdad que el arma de la crítica no puede reemplazar a la crítica de las armas, y la fuerza material debe ser vencida por una fuerza material; pero también la teoría se convierte en una fuerza material cuando se apodera de las masas»[1].

La formulación definitiva del pensamiento marxista corresponde a la etapa siguiente, objeto de estudio en el artículo próximo.

La ideologÌa alemana y las Tesis sobre Feuerbach

El poco aprecio que muestran tanto Marx como Engels por el voluminoso texto de La ideología alemana contrasta con la importancia que conceden a las Once Tesis sobre Feuerbach, apenas dos folios. La primera obra es la formulación del materialismo histórico y la polémica con la izquierda hegeliana, especialmente frente al individualismo anarquista de Max Stirner. La segunda publicación constituye la primera formulación del materialismo dialéctico.

En una carta escrita en 1844 Marx cifra las aportaciones de Feuerbach en la necesidad de retrotraer la crítica de la religión y de la especulación filosófica al hombre concreto, con su sensibilidad y sus necesidades, por un lado, y, por otra parte, en la definición de éste como alguien en relación con un tú, que Marx, modificando el sentido feuerbachiano, reemplaza por el haz o conjunto de relaciones sociales. «La unidad del hombre con el hombre, basada en la diferencia real entre los hombres; el concepto de género humano, ¿no es acaso simplemente el concepto de sociedad?».

En la carta escrita a Ruge el 13 de marzo de 1843 expone su diferencia fundamental frente al naturalismo de Feuerbach: «En un solo punto no me convencen los aforismos de Feuerbach: en el hecho de que se orienta demasiado hacia la naturaleza y muy poco hacia la política, cuando ésta es la verdadera alianza que permitiría a la filosofía contemporánea convertirse en verdad».

Goldmann encuentra en las Tesis dos contenidos básicos: a) la unión dialéctica entre teoría y práctica; b) el reconocimiento de un sujeto colectivo o transindividual. Lo primero significa que todo conocimiento, tanto la percepción sensible como el saber conceptual, son englobados en la dialéctica, explicativa de la praxis concreta. «La única manera de volver a lo concreto exigiría concebir la misma intuición sensorial, junto con los datos que ella aporta, como aspectos parciales de estructuras significativas que engloban, entre otras cosas y ante todo, la actividad práctica concreta del sujeto» (p. 144). Asimismo, el hecho de que los hombres sean producto de las relaciones de producción y que éstas constituyan el objeto de su pensamiento y de su acción implica la identidad —total o parcial— entre sujeto y objeto del conocimiento y de la acción. El segundo contenido, explícito en la 6.ª Tesis, equivale a entender la esencia humana como un conjunto de relaciones sociales en proceso histórico[2].

EconomÌa y sociologÌa: acerca del Tratado de economÌa polÌtica de Oskar Lange

El problema que ahora se aborda es si las leyes que rigen el comportamiento humano fuera de la sociedad capitalista son de índole económica, o bien sociológica. Marx había acentuado la reificación de las leyes económicas del capitalismo. Stalin en Problemas económicos del socialismo la extiende a toda forma de sociedad: las leyes económicas existen bajo el socialismo con el mismo carácter compulsivo que en el capitalismo. La posición de Lange guarda cierta analogía con la de Stalin, al incurrir en el dilema «leyes objetivas e independientes de la voluntad de los hombres, o bien leyes subjetivamente arbitrarias». Así planteado, identifica el primer miembro de la disyuntiva con las leyes económicas, ya sea que actúen espontáneamente, por su propia dinámica, ya sean asumidas conscientemente por el hombre, que no las puede variar.

Si este dilema fuera ficticio, no sería preciso entender como meramente económicas, ajenas a los sujetos sociales, las leyes de la actividad humana. Lukács deshizo el pretendido dilema, al insertar la acción del individuo en grupos en evolución que no llegan a captar la estructura de la totalidad en el seno de la cual actúan. La identidad sólo parcial entre el sujeto y el objeto de la historia explicaría que la praxis encuentre un residuo de «objetividad», «económico»; sin embargo, también esta objetividad es resultado de anteriores condiciones sociológicas. «La posición dialéctica es esencialmente monista. Sabe que las acciones de los hombres son el resultado de las condiciones sociales, pero que tampoco se debe olvidar que las condiciones sociales son, a su vez, el resultado de la acción de los hombres. En nuestra opinión, la crítica hecha por Marx al determinismo sociológico es válida también para las tesis de Stalin y Lange, quienes reemplazan el término determinismo por el de objetividad, independiente de la voluntad de los hombres» (pp. 164-165).

Otro punto de discrepancia con Lange viene de que éste centra el paso a la economía socialista en los aspectos cuantitativos de una mayor racionalidad económica en la producción de toda la sociedad. Sin embargo, la sociedad socialista debe integrar el nuevo modo de producción con los valores de libertad, igualdad y tolerancia que el capitalismo realizó sólo de modo formal, si se quiere que represente un progreso histórico. De hecho, la presencia de la planificación centralizada y la ausencia del mercado han traído consigo el debilitamiento de tales valores en el mundo socialista actual. «Se trata de saber en qué medida la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, unida a una descentralización muy acentuada, a una fuerte reducción de la planificación central, así como al mantenimiento del mercado permitiría crear una sociedad socialista que suprimiese los elementos negativos de la reificación, salvaguardando y reforzando al mismo tiempo los valores tradicionales vinculados con la existencia del mercado, en especial la libertad individual, igualdad y tolerancia» (p. 170).

Hacia un enfoque marxista de los estudios sobre el marxismo

Se plantea un estudio de la evolución histórica del marxismo que sea a su vez marxista, es decir, que la sitúe en el marco de una estructura en continua transformación hacia nuevos equilibrios. Para ello se ha de atender, por una parte, la coherencia de la estructura estudiada, en su aspecto interno, y, de otro lado, a la explicación o inserción de la misma en otras de mayor amplitud.

La estÈtica del joven Luk·cs

Un análisis de los valores artísticos, según el estructuralismo genético, conduce a ver en ellos formas de alto grado de coherencia, determinadas por las categorías mentales propias del grupo social a que pertenece el artista. A esta conclusión llega Lukács en Historia y conciencia de clase, tras sus escritos primeros de inspiración fenomenológica El alma y las formas y Teoría de la novela. El hombre tiende a crear estructuras coherentes, cada vez más vastas; son los conjuntos estéticos los que llevan a su máximo punto esta actividad específica de los grupos en la historia: el artista, el escritor, el filósofo avanzan un poco más en una línea de acción que, sin embargo, viene prefijada por el grupo social. «La obra de arte, lejos de reflejar pura y simplemente la conciencia colectiva y de ser reductible a ésta (es esquema habitual del marxismo vulgar: “la superestructura no es más que...”), representa un grado de coherencia único hacia el cual tienden, con mayor o menor eficacia, las conciencias de los individuos que integran el grupo (...). Así, lejos de traducir lo que dicen y piensan realmente, la obra revela a los miembros del grupo lo que éstos “pensaban sin saberlo”; es el punto más avanzado de una coherencia hacia la que tienden las conciencias reales de los individuos y que naturalmente es, como tal, única e irreemplazable» (p. 186)[3].

Jean Paul Sartre: CuestiÛn de mÈtodo

Desde los postulados dialécticos se examina la obra de Sartre: Cuestión de método. Goldmann coincide con Sartre en la crítica del positivismo y de aquellos autores marxistas que introducen tesis no mediadas dialécticamente. Mientras el positivismo explica el presente por el pasado, la dialéctica ve en el futuro la clave de explicación del pasado y del presente. Ya en páginas anteriores había expresado este aspecto de la dialéctica, que ahora aparece confirmado en Sartre. «El pensamiento dialéctico, aunque no desconoce la importancia del pasado y del presente, considera el futuro como un factor importante de la explicación positiva; para ello se apoya en la hipótesis de un estructuralismo genético universal, que ve en toda circunstancia pasada o presente un conjunto de virtualidades que sólo adquirirán su verdadera significación a través de su posterior evolución e inserción en las estructuraciones en curso y en las estructuras dinámicas y relativamente equilibradas que éstas habrán de engendrar» (p. 181).

Sartre, sin embargo, acepta los datos de las ciencias humanas positivas como parte de la antropología, sin interpretarlos dialécticamente dentro de una estructura definida por un proyecto. Este proyecto no es el del sujeto individual sartriano, sujeto de necesidades, sino que tiene por base al grupo histórico, agente del proceso de creación colectiva. Pero, ¿queda, con estos presupuestos, suficientemente garantizada la irreductibilidad de la explicación del comportamiento individual, al reducir los hechos humanos a «un conjunto estructurado de relaciones entre los comportamientos individuales»?[4].

Reflexiones sobre el pensamiento de Herbert Marcuse

Discípulo de Heidegger en su primera época, empezó por descubrir el origen hegeliano de éste en Hegel Ontologie und die Grundlegung einer Theorie der Geschichtlichkeit. Su postura es afín a la de Lukács y Karl Korsch, reinterpretando a Marx desde Hegel. Pero mientras Lukács, frente a Heidegger, negaba la separación entre lo ontológico y lo óntico, Marcuse, bajo la influencia de Heidegger, escribía en un nivel conceptual, al margen de los análisis históricos concretos. A partir de 1933 se produce la integración de Marcuse en la Escuela de Francfort, hasta 1941; a la vez que critica el racionalismo burgués, advierte los caracteres positivos de racionalidad y utopía que recogerá el pensamiento revolucionario. De este modo, se acerca a Ernst Bloch, quien defendía el valor humano y la función histórica de la utopía. En 1937, en Filosofía y teoría crítica propone una teoría crítica, no invalidada prácticamente, que parte del examen de las tendencias reales del proceso social. Se opone a la categoría central de la dialéctica, que era la identidad entre sujeto y objeto del pensamiento (fuerza social en desarrollo o proletariado, para el marxismo).

La obra de 1941 Reason and Revolution regresa a una posición predialéctica, de corte kantiano. La razón no se identifica con las tendencias reales del proceso social, sino que aparece como una exigencia normativa. El concepto de «posibilidad real de la liberación» no se confunde con la liberación misma, sino que se trata meramente de su condicionamiento o supuesto económico-social. «La idea de Marx sobre el proletariado como negación absoluta de la sociedad capitalista reúne en un solo concepto la relación histórica entre la realización de la libertad y sus condiciones previas» (Epílogo escrito en 1954). Marcuse admite —con carácter provisional— un dualismo heideggeriano entre lo que es y lo que debe ser la opresión y la libertad.

Tras la segunda guerra mundial —que significó la llegada del capitalismo de organización y la sociedad de consumo— Marcuse escribe Eros y civilización y El hombre unidimensional. En la primera, partiendo de los conceptos freudianos, se mantiene la oposición entre las aspiraciones instintivas y la organización en la sociedad contemporánea. En la segunda obra se señala el peligro que representa la sociedad actual para la cultura y el desarrollo de la personalidad. El hombre unidimensional, al haber perdido la exigencia de superación en virtud de la planificación de la vida social y la manipulación que se ejerce sobre sus decisiones, está en dependencia de las decisiones que otros toman y del consumo.

La conclusión es que la fuerza transformadora sólo podrá venir del exterior de la sociedad de consumo. Goldmann, en cambio, tratará de mostrar en los artículos sucesivos, basándose en hechos recientes, que ya en el interior de las sociedades integradas han nacido las fuerzas nuevamente transformadoras.

Socialismo y humanismo

El conflicto entre capitalismo y socialismo se convierte hoy en la pugna por conquistar la conciencia de la clase obrera, pues la toma de conciencia no ocurre ya de modo inexorable, como creyeron los primeros marxistas. «En esta situación se plantea ante los socialistas el problema de un programa apto para llevar adelante en el plano de las superestructuras, es decir, del pensamiento político, social y cultural, la lucha por la conciencia de los individuos» (p. 231). Se aboga por la autogestión obrera, frente a la centralización por parte de los órganos directivos en que ha incurrido la URSS. La estructura social atrasada, la debilidad militar en los comienzos de la Revolución y la falta de tradición democrática han sido los factores coyunturales que han contribuido a la ausencia de valores humanistas en el socialismo soviético. Es preciso hacer compatibles la socialización de los medios de producción y la producción para el mercado, como base de los valores humanistas de libertad y dignidad individual, siguiendo a mayor escala el ejemplo de la experiencia yugoslava.

Rigor e imaginaciÛn en el pensamiento socialista

Este artículo continúa el anterior, en lo que se refiere a la temática. La estrategia para implantar el socialismo no se desarrollará en el nivel económico, sino en el plano de la cultura, ya que el capitalismo de organización está compuesto por una minoría dirigente y una masa pasiva administrada, integrada en un mundo cada vez más inhumano y reificado. Se propone un esquema de cambio semejante al que operó la burguesía respecto de la sociedad feudal: en vez de anteceder a la revolución económica y social la toma del poder político, el proceso sería el inverso, la promoción de la acción sindical para la autogestión obrera. El pensamiento teórico y la creación cultural son «fuerzas de apoyo de primerísimo plano en la lucha que libran los militantes sindicales y políticos» (p. 252).

La tesis del artículo se deslinda entre el dogmatismo y el revisionismo extremo: al primero le falta imaginación en el análisis sociológico, el segundo está falto de rigor. Mientras el dogmatismo pretende perpetuar unas pautas de cambio que hoy ya no son válidas, el puro revisionismo propugna el cambio sin contar con las condiciones sociales efectivas. Las nuevas condiciones dadas por el desarrollo de la técnica crean un planteamiento diferente de las posibilidades de transformación.

La carencia de imaginación se acusa también en la Escuela de Francfort. «Así como el teórico dogmático se deja impresionar por la autoridad de las ideas establecidas y no concibe la posibilidad de modificarlas y reemplazarlas por otras ideas y otras teorías más adaptadas a la realidad, de igual modo los teóricos de la Escuela de Francfort se dejan impresionar, a nuestro juicio, demasiado fácilmente por los éxitos y la solidez de la sociedad capitalista occidental —sin duda real, pero no absoluta— y no ponen suficiente empeño en dilucidar sus posibilidades de transformación» (p. 244).

Poder y humanismo

Ambos conceptos no se dilucidan por separado, sino en relación dialéctica determinada por las condiciones técnico-productivas. El capitalismo evolucionó desde su forma liberal al capitalismo imperialista (desde principios de siglo), como efecto del desarrollo del capital financiero, los monopolios y los trusts; después de los años 50 se ha llegado al capitalismo de organización o tecnocrático, cuyas características son el aumento del bienestar, con la consiguiente reducción de las crisis de superproducción, la cualificación de los obreros, como consecuencia de los nuevos descubrimientos técnicos en los campos de la energía atómica, la industria del plástico, la automatización, la navegación espacial..., y la sustitución de las capas medias independientes (los «notables») por las capas medias asalariadas. Se ha llegado al hombre unidimensional, simple ejecutor, y a la reglamentación en todos los órdenes de la vida social. Sin embargo, la figura del especialista y el universitario «analfabetos» (sin participación en las decisiones) contiene una contradicción aún no resuelta: en efecto, la estructura burocrática universitaria entra en conflicto con las generaciones jóvenes, todavía no integradas, en las que predomina la crítica y la espontaneidad —como resultado de las nuevas condiciones técnicas—, que han reemplazado la autoridad por la cooperación. «La disciplina y la organización nunca pueden ser iguales, en efecto, en un regimiento de infantería y en un avión o en otro cuerpo técnicamente avanzado» (p. 276). Cuanto mayor es la espontaneidad tanto menos necesaria se hace la disciplina de la organización. Por tanto, la conquista de posiciones de control en la producción por parte de la clase obrera aumentará su espontaneidad revolucionaria y los valores humanistas de la democracia, haciendo innecesaria la organización extrema que hoy impera en los países socialistas, vinculada a la falta del mercado libre y que ha puesto en peligro los valores humanistas, hasta el punto de que algunos teóricos han creído en su desaparición del horizonte de nuestra época. Falta, no obstante, por encontrar los métodos adecuados para plantear la lucha reivindicadora, tal que no dé lugar a un simple reformismo en el interior de la estructura capitalista. «Sigue planteado, en las sociedades capitalistas avanzadas, el problema de las nuevas formas de organización capaces de unir la democracia y la libertad internas con la eficacia en la lucha contra las clases dominantes» (p. 277).

 

VALORACIÓN CIENTÍFICA

Goldmann emprende una revisión del marxismo desde la propia perspectiva dialéctica presente en Marx, asumiendo las condiciones sociológicas del capitalismo actual. Al entrar en contradicción el progresivo bienestar con el dirigismo tecnocrático y el principio de la eficacia, se facilitaría un cambio dialéctico análogo a los que se han producido en otras épocas de la historia. El materialismo dialéctico es aceptado desde el comienzo como método o hipótesis de trabajo, sin cuestionarse sus principios. Tal cuestionamiento sería sin embargo, necesario, en la medida en que implica un conjunto de tesis de orden antropológico y ontológico de no fácil aceptación, cuando no en sí mismas inconciliables. Tal es, por ejemplo, la propia conjunción del materialismo y la dialéctica. El materialismo está representado por las condiciones técnico-productivas como factor determinante de la historia y de las relaciones sociales. Pero la dialéctica trae consigo «la circularidad entre las condiciones sociales y todo lo que éstas condicionan» (p. 106). ¿No es incompatible la relación dialéctica con el primado de un orden de condiciones? La base materialista destruye la dialéctica. Dado el carácter más restringido del presente libro, renunciaremos a una valoración general del materialismo dialéctico, para la que ya existe abundante bibliografía, como El materialismo dialéctico (G. Wetter), El marxismo: teoría y práctica de una revolución (F. Ocáriz), El marxismo: visión crítica (J. M. Ibáñez Langlois) o El marxismo (G. Yurre). Nos limitaremos a plantear algunas objeciones al hilo de la exposición de Goldmann.

Respecto de la crítica que preconiza el marxismo, son legítimas las preguntas: ¿en qué se basa?, ¿hacia dónde se dirige? Ambas preguntas son complementarias, y sin una respuesta adecuada se desvanece toda posibilidad de crítica racional, quedando ésta abocada al puro esfuerzo negador. Es necesario diferenciar los conceptos de verdad estable (condición de posibilidad de la crítica) y verdad dogmática (en el sentido peyorativo en que el marxismo la emplea de enunciado no científico).

Proponer una explicación en términos de estructura social para las obras literarias y la propia historia como explicación última es no agotar la explicación, cuando no falsear los propios contenidos que se quieren explicar. ¿En qué estructura encuadrar la literatura de Unamuno, los sonetos de Lope de Vega, o decisiones personales como la de Tomás Moro frente a Enrique VIII, por poner sólo ejemplos demasiado notorios? La propia historia, aun condicionada en su transcurso por factores económicos y sociales, tiene por protagonista al hombre singular, único sujeto capaz de decisiones. Sólo a este sujeto se puede otorgar responsabilidad por sus decisiones. Ni el querer común o general, ni las condiciones económicas y culturales del grupo a que pertenece cada persona son suficientes para responsabilizarse como sujeto de las decisiones y acciones con que se teje la trama de la historia. En el planteamiento marxista que sigue Goldmann, la opción libre de la persona queda esfumada entre el sujeto freudiano que actúa por mecanismos inconscientes y la denominada personalidad intrasubjetiva o sujeto colectivo. Conciencia y libertad individual quedan falseadas si se entienden como estructuras parciales dentro de la estructura del todo social. No queda espacio, desde estos supuestos, para el sí mismo originario de la persona si todo su dinamismo se resuelve en las tensiones y equilibrios estructurales.

Por otra parte, la ciencia histórica no aborda necesariamente el estudio de los hechos como insertos en una cadena de estructuras, únicas que gozarían de sustantividad. «Los historiadores marxistas pueden estar justificados al recalcar el papel que desempeñan los factores económicos en la historia. Y, en una situación particular, puede ser correcto decir que los factores económicos fueron “decisivos”, cuando se hace claro qué quiere decir esto precisamente. De tal suerte, quizá podamos decir que los factores económicos fueron responsables de la llegada de Napoleón al poder, si con esto queremos decir que, si la situación económica de Francia no hubiese sido la que era a finales del siglo XVIII, un hombre de los tamaños y de las habilidades de Napoleón no habría podido aprovechar su oportunidad. Pero afirmar esto no equivale en modo alguno a afirmar que, de no haber existido Napoleón, habría habido necesariamente otro hombre dispuesto a aprovechar la oportunidad que las circunstancias ofrecían. Las condiciones económicas no crean Napoleones; simplemente les brindan su oportunidad. Las circunstancias son una condición necesaria para el ascenso de un gran hombre, pero no son una condición suficiente» (Gardiner, La naturaleza de la explicación histórica, Centro de Estudios Filosóficos, México, 1961).

Asimismo, la importancia que se concede a la superestructura como factor de cambio social no parece compatible con el materialismo histórico. ¿En qué se funda la afirmación de que la moral sólo es una cobertura ideológica? Es sabido que la interacción de la superestructura sobre la infraestructura fue introducido contra las intenciones primeras de Marx y Engels, como amenaza para el materialismo.

Por último, la dialéctica como presunto factor omniexplicativo no da razón de ninguno de los términos entre los que media, sino que se limita a relativizarlos entre sí en tanto que elementos de una estructura global.

 

VALORACIÓN DOCTRINAL

La Iglesia ha emitido su juicio, tanto sobre el pensamiento marxista, como sobre algunos de los aspectos determinados que en la obra se tratan. El marxismo es un sistema inaceptable para un cristiano, no pudiendo desvincularse entre sí sus diversas concepciones parciales. «Si bien en la doctrina del marxismo, tal como es concretamente vivido, pueden distinguirse estos diversos aspectos, que se plantean como interrogantes a los cristianos para la reflexión y para la acción, es, sin duda, ilusorio y peligroso olvidar el lazo íntimo que los une radicalmente, aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, o entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista, omitiendo percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce este progreso» (Pablo VI, Octagesima adveniens, núm. 34). En otro lugar del mismo documento se alude al insuficiente modo de presentar la libertad individual dentro de la colectividad que postula el marxismo. «No le es lícito al cristiano, por tanto, favorecer a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de la violencia y a la manera como entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo al hombre y a su historia personal y colectiva toda trascendencia» (núm. 26).

La Iglesia ha insistido con frecuencia en el peligro de deshumanización en el trabajo, siempre que las relaciones entre los hombres se limitan a ser relaciones de producción. Pero el cambio preconizado no es fundamentalmente un cambio de estructura ni un cambio de poder. «Hoy los hombres desean sobremanera liberarse de la necesidad y del poder ajeno. Pero esta liberación comienza por la libertad interior, que ellos deben recuperar de cara a sus bienes y a sus poderes. No llegarán a ella si no es por medio de un amor que trascienda al hombre y, en consecuencia, cultive en ellos hábitos de servicio. De otro modo, como es evidente, aun las ideologías más revolucionarias no desembocarán más que en un simple cambio de amos (...)» (o. c., núm. 45).

La Iglesia también ha reconocido el derecho de los trabajadores a la participación en la empresa. «No dudamos en afirmar que a los trabajadores hay que darles una participación activa en los asuntos de la empresa donde trabajan, tanto en las privadas como en las públicas: participación que en todo caso debe tender a que la empresa sea una auténtica comunidad humana, cuya influencia bienhechora se deje sentir en las relaciones de todos sus miembros y en la variada gama de sus funciones y obligaciones» (Juan XXIII, Mater et Magistra, núm. 91). «Sin embargo, no es posible fijar con normas ciertas y definidas las características de la gestión obrera y ha de dejarse a salvo siempre la unidad en la dirección» (núm. 92).

La persona es el sujeto propio de la vida social; las diversas instituciones sociales tienen por misión facilitarle el cumplimiento de su fin personal. «El orden social y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden social debe someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado» (Gaudium et Spes, núm. 26). Los derechos y deberes de la persona son, como tales, inviolables, y están por encima de cualquier otra consideración de la vida social. «En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto» (Juan XXIII, Pacem in terris, núm. 9).

Tampoco la cultura se sustrae a las exigencias personales del hombre. No es la sociedad como tal el sujeto de la cultura, ni estriba el ser de ésta en un medio estratégico para el cambio social, sino que es a través de la cultura como el hombre se perfecciona en la línea de su ser hombre.

U.F.

 

Volver al Índice de las Recensiones del Opus Dei

Ver Índice de las notas bibliográficas del Opus Dei

Ir al INDEX del Opus Dei

Ir a Libros silenciados y Documentos internos (del Opus Dei)

Ir a la página principal

 

 



[1] Para un estudio crítico de esta primera etapa, cfr. la obra: Karl Marx: Escritos Juveniles, de J. A. Riestra y A. del Noce; Col. Crítica Filosófica, núm. 2; EMESA, Madrid, 1975.

[2] Un estudio crítico de estas dos obras puede encontrarse en Marx-Engels: La Sagrada Familia y La ideología alemana, de M. A. Tabet y Arthur Maier; Col. Crítica Filosófica, núm. 5; EMESA, Madrid, 1976. Para las Tesis sobre Feuerbach, cfr. la obra reseñada en la nota 1.

[3] Para una crítica de estas tesis, cfr. György Lukács: Historia y conciencia de clase y Estética, de Luis Clavell y J. L. S. de Alva; Col. Crítica Filosófica, núm. 4; EMESA, Madrid, 1975.

[4] Véase un estudio crítico de estas tesis en Jean-Paul Sartre: Crítica de la razón dialéctica y Cuestión de método, de J. J. Sanguineti; Col. Crítica Filosófica, núm. 3; EMESA, Madrid, 1975.