JASPERS, Karl

The Idea of University

Peter Owen, London 1965[1]. (1ª ed. Berlín 1923).

Karl Jaspers es una de las figuras más representativas del existencialismo que, enraizado en la tradición alemana de pensamiento, rompe con el inmediato eslabón idealista. En su pensamiento, influyó Kant pero sobre todo Kierkegaard cuya obra le orientó hacia los problemas de la existencia. También tiene deuda intelectual con la fenomenología de Husserl, de quien admiró la precisión metódica, y de Max Weber, en quien se ilustró sobre los límites del pensamiento científico y el aprecio por una filosofía que capte la concreta realidad histórica.

Su Idea de la Universidad se asimila a la de Newman, tanto por el rechazo de la concepción utilitaria de la Universidad, como por su distanciamiento de la pura racionalidad. Para comprender la idea de Universidad de Jaspers, y las funciones definitorias que le asigna, conviene hacerse cargo en primer lugar de su concepción del conocimiento: de cómo considera que la ciencia positiva y la filosofía nos hacen saber.

Las ciencias reflexionan sobre realidades exteriores a nosotros, observables y universalmente comunicables. La veracidad de sus conclusiones es independiente de su aceptación por mí —por un sujeto— en un momento determinado. Además, el saber científico nos lleva a seguir un desarrollo metódico, mediante el que alcanzamos un conocimiento consistente. Nos ofrece, pues, un recorrido seguro en nuestro acceso al saber.

La ciencia, de todos modos, no es autosuficiente en el logro de sus objetivos. Siempre parte de hipótesis que, mientras no sean comprobadas, deben tenerse como tales; y el método científico nos obliga a mantener las conclusiones a las que podamos llegar, pendientes de la verificación de aquellas hipótesis. Las hipótesis de la investigación científica son con frecuencia intuiciones exteriores al ámbito de la propia ciencia. Además, la ciencia siempre utiliza herramientas previas a ella, por ejemplo las reglas lógicas, que deben ser aceptadas como punto de partida si se quiere arribar a buen término.

En cuanto al fin del saber científico, puede decirse que se busca por sí mismo, en cuanto que sacia parcialmente el afán de verdad. La investigación científica no necesita buscar su justificación en producciones útiles, en la técnica, sino que es valiosa por sí misma. Sin embargo, nunca puede buscarse en la ciencia empírica el sentido completo de la existencia. Jaspers opina que es más peligrosa para el hombre una weltanschauung construida sobre la ciencia que otra construida sobre mitos; esta última, cuanto menos, abre al hombre un camino a la trascendencia, supera la visión meramente materialista del cosmos.

La filosofía es más y menos que la ciencia, para Jaspers. Es menos, puesto que no goza de su estatuto epistemológico, sus conclusiones no son empíricamente verificables, y no son universalmente comunicables. Es más porque lleva al conocimiento al borde del conocimiento mismo, responde a la más profunda ansia del hombre de alcanzar la verdad, y compromete la propia existencia para vivir de acuerdo con la verdad descubierta. De todos modos la verdad de la filosofía se movería en el campo de la parcialidad y provisionalidad, en el campo de la certeza y la aceptación personales, de la creencia. Esta visión podría ser confrontada y discutida, pero nos atendremos a exponer las ideas jasperianas. Jaspers repite con frecuencia expresiones como que nadie puede afirmar poseer toda la verdad. En la misma longitud de onda del conocimiento filosófico, sitúa la teología, pero sobre ello volveremos más tarde.

La, llamémosle así, debilidad no la sitúa Jaspers en la verdad, sino en el conocimiento. Su posición hacia la verdad no es relativista, sino existencial. No da categoría de absoluto al conocimiento porque nunca es conocimiento del Ser, ni siquiera en la teología. Siempre versa sobre concreciones y visiones parciales del mismo. No obstante nuestra ansia de conocimiento responde a una necesidad vital: anudar la multitud de realidades externas con la experiencia de unidad innata al hombre. Es una necesidad que da cuerpo a la idea de Universidad.

La Universidad es para Jaspers una comunidad de sabios y estudiantes dedicados vitalmente a buscar la verdad. En torno a este enunciado formula los objetivos que son propios de la Universidad, anatematiza sus deformaciones, ofrece soluciones a problemas concretos y traza posibles líneas de desarrollo futuro. Llega a situar la existencia de la Universidad —de un lugar donde buscar incondicionalmente la verdad— en el terreno de los derechos humanos. La Universidad tendría en esta visión tres objetivos acomunados e inseparables: investigación, educación y cultura.

La investigación supone un trabajo esforzado, siguiendo metodología rigurosa, e impulsado por una "conciencia intelectual" que lleva a continuar el empeño a pesar de las dificultades que se presenten, o a cambiarlo de orientación cuando no parezca conducir a los resultados deseados. Pero los principios que guían la investigación —ideas, intuiciones— surgen de la visión vital del científico. La investigación en una ciencia no se hace fecunda cuando se desarrolla —excepto para cuestiones muy particularizadas— en institutos especializados, sino cuando se produce en relación con las otras ciencias: este ambiente se encuentra en la Universidad.

Respecto a la educación, considera diversos modelos: La instrucción escolástica, que miraría a transmitir un contenido objetivo de la tradición, como en la educación medieval o en el modelo racionalista; el pupilaje, basado en la confianza personal en un maestro, y en la experiencia de éste; y la educación socrática. Para la Universidad sólo considera deseable el modelo socrático: el maestro y el alumno se plantean conjuntamente el empeño vital por alcanzar la verdad; el maestro debe impulsar al alumno para que fomente su propio desarrollo, que no puede producirse por una mera acción exterior. El maestro ofrecerá aliento y estímulo, pero debe ser cada uno quien realice su propio camino intelectual. En este punto nos parece de interés hacer referencia a un ensayo sobre la educación en Jaspers, escrito por Millán Puelles[2]. Allí, estudiando el conjunto de la producción del filósofo, arguye que, si bien su visión de la educación participa de la valoración de la persona del educando, y rechaza la actuación educativa sobre él al modo de la manipulación de un objeto, sufre de la debilidad que el pensamiento jasperiano atribuye al acceso de la filosofía a la verdad.

La educación socrática que Jaspers postula no es de enfoque igualitarista: la relación franca entre maestro y alumnos ha de tener lugar en un marco de orden, y de responsabilidad y compromiso hacia la verdad. Esta educación no se pone como objetivo primario la mejora de la persona del alumno, pero la consigue como una consecuencia necesaria.

Respecto a la difusión de la cultura, la Universidad no puede ofrecerla como un todo cerrado, sino como algo en movimiento, transmitido de modo vivo, y provocando interrogantes en los alumnos. La información de las distintas ciencias que debe transmitírseles deberá hacerse compatible con otros seminarios y trabajos que les planteen interrogantes y fomenten su creatividad. La preparación de las profesiones intelectuales se confía a la Universidad, pero no es mera competencia en la ciencia propia: se acompañará por un punto de vista filosófico, que es necesario, pues de un modo u otro esas profesiones se refieren al hombre como un todo.

Jaspers nos ofrece una exposición muy viva, aunque quizás poco razonada, de la unidad de las ciencias que ha de realizarse en la Universidad; o mejor dicho, percibe de modo muy claro la intuición de la unidad del saber, que ha de realizarse en relación con la unidad de experiencia del sujeto, aunque no ofrece un modelo acabado de la unificación entre las ciencias. Sólo da algunas indicaciones. Son usuales, dice, algunas clasificaciones de ciencias por opuestos —teóricas y prácticas, empíricas y racionales, naturales y culturales, de leyes universales e históricas, básicas y auxiliares—, pero sólo tienen una validez parcial. Toda clasificación del conocimiento hecha en una situación concreta, siempre está afectada de provisionalidad.

En su indagación hacia una estructuración del saber, Jaspers mira la organización en Facultades que ha durado por siglos en las Universidades. Le parece más próxima a las necesidades del hombre que otros modelos a partir de una pura reflexión teórica. Las tres Facultades tradicionalmente consideradas superiores —teología, derecho y medicina— se ocupan de distintas dimensiones de la existencia que afectan de lleno a cada hombre. Jaspers considera que la construcción de las respectivas ciencias se basa sobre principios dados, externos a ellas mismas: la Revelación, una legislación positiva, la naturaleza de que el hombre está dotado. En los cimientos de esas Facultades, de diversos modos, pero como abrazándolas a todas, se encuentra la tradicional Facultad inferior de filosofía; aunque cuando Jaspers escribía la Facultad de Filosofía se había dividido en dos: Ciencias Naturales y Matemáticas por un lado, y Artes Liberales por otro.

Antes de referirnos al desarrollo futuro que nuestro autor sugiere para la unificación deseable en la Universidad, nos detendremos un momento a ver el estatuto universitario que Jaspers da a la teología. Como se desprende de lo dicho hasta aquí, ve como algo adecuado la existencia de la Facultad de Teología. Considera su campo propio el de la teología basada en la revelación, más que el de la teología natural. La Unidad de las ciencias en la Universidad medieval estaba asegurado por una fe común, que hacía participar a todos los estudiosos de una misma percepción del mundo. En la actualidad, la ciencia teológica tiene mucho menos protagonismo en la vida intelectual, pero para Jaspers —aunque no desarrolla en su libro este pensamiento— conserva un papel en la consecución de la unidad de la ciencia, que comparte con la filosofía. Por otra parte, el mayor "handicap" que Jaspers pone a la teología está precisamente en el campo de la teología natural. Es cierto que ninguna reflexión racional nos da un adecuado conocimiento de Dios, pero sí podemos un conocimiento real de Dios con la ayuda de la analogía. Esto Jaspers no lo acepta: Aún considerando que proporciona un especial conocimiento del Ser, califica su misión como la de «expresar lo inexpresable». Afirma finalmente que el acceso del conocimiento a Dios como su fuente debe moverse sobre parámetros metafóricos.

No es que piense que la razón haya de mantenerse ajena al terreno de la fe. Hace una reflexión interesante sobre la presencia, y al mismo tiempo moderación, de la razón en la ciencia teológica: No es posible la teología sin confiar en la razón, pero tampoco puede pretenderse el dominio de ésta sobre la fe, pues sin la fe la propia teología se arruinaría.

Cuando Jaspers trata cuestiones relativas al ámbito sobrenatural lo hace con respeto, y se manifiesta indirectamente en una posición teísta. Pero es un teísmo personal, no comunicable. Aunque pueda reclamarse a él una weltanschauung, ésta se enraíza sólo en el nexo entre Dios y el individuo. Esta incomunicabilidad de verificación de las premisas de la teología, la dejan en forma de enunciados condicionales: pendientes de la confrontación personal con las premisas puestas.

Pero volvamos a la visión jasperiana de la unidad de la ciencia. Es evidente que, ante nuevos problemas y estudios especializados, la ciencia amplía su campo. La futura forma de la unificación del conocimiento en la Universidad no podrá lograrse intentando mantener el modelo pasado, sino ampliando la capacidad de la Universidad, de modo que pueda albergar orgánicamente todas las nuevas ciencias que verdaderamente lo sean. No se dará estatuto de Facultad a cualquier estudio de una técnica especializada, útil para algunas profesiones: si su enseñanza puede incorporarse a la Universidad, mientras no adquiera mayor desarrollo, se le podrá considerar sólo ciencia secundaria o instrumental de otra. El criterio por el que pueda discernirse la categoría de una nueva ciencia básica se situaría en el carácter de universalidad de su objeto: que no se dirija exclusivamente a un conocimiento específico, sino que sea de interés para el saber general.

Habla en especial de una posible nueva Facultad: la de Tecnología. Puesto que la técnica está transformando el entorno humano y los modos de vida, es una ciencia de interés general, y no puede perder de vista sus relaciones con las otras ciencias que tratan del hombre. Para lograr esto —dice— ayudaría crear una Facultad de Tecnología; ello, además, ayudaría a mantener viva la idea de Universidad, que veía amenazada por la proliferación en torno a ella de institutos técnicos especializados.

Según afirmaba la primera definición de Jaspers que recogíamos sobre la Universidad, la Universidad es una comunidad; y no fundamentalmente una comunidad o acumulación de ciencias, sino de personas. La relación interpersonal en la Universidad debe buscarse y alentarse, pero no puede producirse artificialmente. Quien tenga la responsabilidad de guiar la Universidad, deberá velar para que constituya este ámbito de encuentro, y no se formen en su interior grupos ajenos e incomunicados. Deberá estimular el diálogo científico mediante debates y discusiones que, aún situando a las partes en diversas posiciones intelectuales, las aúnan en el mismo respeto por el método científico y la misma pasión por buscar la verdad. En este ambiente de comunicación universitaria nacen con frecuencia las llamadas Escuelas de pensamiento, que sin embargo no pueden provocarse: sólo es posible preparar las condiciones para que crezcan espontáneamente.

Una de las características de la comunicación universitaria, según Jaspers, es la coexistencia de diversas visiones del mundo. La Universidad no se ocupará en investigar la que tiene uno de sus miembros. Lo que busca, y debe velar que tenga cada uno de ellos, es ciencia. Como consecuencia, afirma también, sería absurda la reivindicación de que todas las cosmovisiones estén presentes en la Universidad, pues sería aplicar para la entrada en ella un criterio distinto al de la ciencia. Al mismo tiempo, le parece que sería equivocado también aplicar ese mismo criterio en sentido inverso: buscar la preponderancia o dominio de determinada weltanschauung en una Universidad. Jaspers opina que lo mejor para un buen desarrollo de la ciencia y la educación es la presencia de distintas y aún contrapuestas perspectivas de la existencia en la Universidad, de modo que no se corra el peligro de encerrarse en una sólo de ellas.

En la medida en que Jaspers no especifica aquí entre cosmovisiones ideológicas, filosóficas o religiosas, incluye todas ellas. Por lo tanto, al no admitir que ninguna de ellas pueda tener validez definitiva —ni la fe, aún dando por descontado que siempre se pueda seguir profundizando en su comprensión—, hace surgir la duda de si su continua insistencia en la primacía de la búsqueda de la verdad esté producida por haberla recluido previamente en el terreno de lo inalcanzable, por haber desactivado antes su núcleo.

Dedica también Jaspers unos capítulos de su libro a hablar de la Universidad como Institución: para que la idea pueda realizarse es precisa una institución que la lleve a la práctica, a pesar de las limitaciones y peligros que pueda conllevar una institución concreta. Además de señalar cuestiones como la posible disgregación interna de la institución, o los criterios más justos para la selección y valoración de alumnos y profesores, trata de otro punto al que atenderemos: la relación de la Universidad con el Estado y la sociedad.

Cuando la sociedad reflexiona sobre la función de la Universidad, observa que ésta le ofrece un servicio desinteresado, pues tiene por único objetivo buscar la verdad. Ello no quiere decir que el universitario, o la Universidad en cuanto tal deba permanecer siempre neutral en los debates sociales: deberá hacerlo cuando esté en juego su propia misión. La Universidad, como un elemento del organismo social vivo, es influida por éste. Las transformaciones sociales repercuten sobre las concretas realizaciones universitarias. Desde el origen, la sociedad le ha confiado la preparación de los que se disponen a desempeñar profesiones intelectuales. En el momento en que Jaspers escribía estaba presente la demanda de un acceso más amplio a la educación superior, la presencia de la mujer, y —como siempre— la influencia de las opiniones políticas preponderantes. Es lógico que el cuerpo social haga nuevas solicitudes a la Universidad; pero a veces pretende aplicarle injustamente la regla de las mayorías. La sociedad, opina Jaspers, tiene dificultad para comprender la condición de la aristocracia intelectual. La vida de la Universidad está impulsada por una pequeña minoría social, que no tiene las características de una aristocracia sociológica, sino de una formada por los mejor dotados intelectualmente, por los comprometidos vitalmente con la verdad. Sería un error de la sociedad que se aplicase en este punto el principio de la esencial igualdad de todos, en que se basa la democracia.

El Estado hace posible la existencia de la Universidad. Como consecuencia, tiene derecho a supervisar su funcionamiento, bien entendido que supervisar no es intervenir. Queremos decir que ante la actuación del Estado hay una barrera infranqueable para que pueda seguir existiendo la Universidad: la libertad académica. No es lícito que la quebrante, ni siquiera en nombre de una mayoritaria convicción social. Debe tutelar también el libre desenvolvimiento de las minorías intelectuales.

Por otra parte Jaspers no es desconfiado respecto al papel del Estado en relación con la institución universitaria: en la administración estatal de la Universidad ve una garantía de independencia y objetividad, frente a la posible parcialidad de centros universitarios de iniciativa privada. Además, el gobierno llevado a cabo por empleados del Estado —opina—, facilita la desvinculación de los profesores de los cargos de gestión, que requieren una preparación diferente. Estos cargos no suponen el ejercicio de un especial trabajo intelectual, pero sí características que contribuyen a hacer posible el ámbito de creativa libertad académica. La presencia supervisora del Estado en la Universidad puede ayudar a ésta en ocasiones a superar actuaciones propias o ajenas que fuesen en contra de su radical misión de buscar la verdad. Es decir, en estos casos Jaspers admitiría una cierta actuación del Estado sobre el funcionamiento de la Universidad, pero siempre dirigida a lograr el respeto de su fin primordial.

¿En qué consiste la libertad académica cuya tutela Jaspers reclama al Estado? La compara a la libertad religiosa, en el sentido de que el Estado no debe constituirse en árbitro, sino simplemente en instancia garantizadora. La libertad académica incluye libertad para investigar, y para enseñar. Sin embargo, distingue netamente la libertad académica de la libertad de expresión; ésta es una libertad política, y afecta a toda la sociedad. Un universitario no puede invocar la libertad académica para hacer pronunciamientos públicos; podrá hacerlos en la mayoría de los casos a título particular, como cualquier otro ciudadano, pero no en nombre de su ciencia. Ciertamente puede darse alguna situación en que una ciencia tenga obligación de intervenir en el debate público para defender la verdad, pero se tratará de casos excepcionales. Jaspers afirma que pueden darse regímenes en los que, estando anulada o limitada la libertad política de expresar las propias ideas, se mantenga la libertad académica. Esta libertad es, en cualquier caso, algo que el Estado debe tutelar si desea que la Universidad siga existiendo.

En otras reflexiones posteriores sobre la institución universitaria[3], el autor sigue manifestando la misma línea de pensamiento. Se congratula de la amplia difusión de la mentalidad científica, que ayuda a adquirir hábitos rigurosos de pensamiento, y posibilita una más fuerte tendencia a conseguir la verdad total. Ante las muestras de atomización que percibía en la Universidad, se esfuerza en no dejarse llevar por el pesimismo y afirmar que la libertad del hombre es más fuerte que cualquier supuesto proceso inevitable. La correcta reforma de la Universidad no la veía en nuevas normas y reglamentos, sino en la revitalización que la idea que impulsó su nacimiento.

 

                                                                                                                J.J.A. (1996)

 

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[1] Según indica el editor de esta versión, no incluyó el último capítulo del original, que trataba de concretas situaciones alemanas.

[2] MILLÁN PUELLES Antonio, Los límites de la educación en K. Jaspers, en La claridad en filosofía y otros estudios, Rialp, Madrid 1958, pp. 200-217.

[3] Cfr. JASPERS Karl, Los dos aspectos de la reforma de la Universidad, en Atlántida, 1 (1963/julio-agosto) 409-421.