KING, Martin Luther

La fuerza de amar

Ed. Aymá, 3a edición, Barcelona 1968.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Es difícil encontrar una línea de pensamiento que dé coherencia a todos los temas tratados en este libro.

La cuestión racial americana es motivo para tratar de todo: los primeros cristianos, el comunismo, la historia, la civilización, el desarrollo de la ciencia, el pensamiento filosófico y teológico, etc.

En el fondo, todo el libro es una defensa de la igualdad racial, con un matiz religioso. Se cita mucho la Sagrada Escritura, para avalar el pensamiento del autor.

El capítulo XV facilita la comprensión de todo el libro, pues ahí el autor expone sus ideas teológicas de un modo más explícito y ordenado , aunque sin claridad conceptual. El tema de fondo no es otro que el problema de la presencia del mal en el mundo; mal que viene considerado principalmente como injusticia social, de la que la segregación racial es parte principal.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

La tesis que propugna la igualdad de todas las razas humanas, que para un católico no requiere especiales defensas, está expuesta en esta obra mediante una argumentación en la que abundan los equívocos conceptuales y las tergiversaciones históricas. Estos argumentos, además, por la índole de la obra (sermones de un pastor protestante), están presentados emotivamente. No demuestra nada, sino que da por supuesto todo lo que afirma, y tiende a convencer al lector más por el entusiasmo que por el contenido intelectual.

El planteamiento, que por aproximación podríamos llamar teológico, del problema del mal en el mundo, está hecho de modo superficial y casi pueril.

Falta por completo rigor histórico y la “exégesis” de los abundantes pasajes bíblicos, que King comenta, es de notable parcialidad y superficialidad, e incluso en ocasiones se puede encontrar una tergiversación de los textos.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Las conclusiones a las que el autor quiere llegar son, en general, válidas. Sin embargo, las argumentaciones están llenas de imprecisiones e incluso de errores doctrinales.

Se adivina un error teológico aquí, otro allá, pero no se puede decir que incurra claramente en ellos. Este tipo de errores, difíciles de apreciar a simple vista, son los que más fácilmente pueden confundir a un lector sin la adecuada formación doctrinal. Por otra parte, el mismo autor se contradice en ocasiones, pues a la vez que sostiene unos errores en un capítulo, esos mismos errores los refuta en otro.

En conjunto la obra es muy confusa doctrinalmente, y sin hondura de pensamiento.

Para dar una idea, citemos algunas de las muchas imprecisiones y errores de fondo que se pueden encontrar en una lectura detenida:

1) El ideal político-social de la integración racial es planteado como un valor propio de las realidades sobrenaturales, afirmando que no se puede ser buen cristiano sin colaborar directamente en los movimientos que luchan contra esos males colectivos. La predicación de una vida de piedad que no incluya directamente estos temas es —para el autor— ilusoria y farisaica.

2) En relación con lo anterior, hay una continua confusión entre el plano individual y el social, y entre el natural y el sobrenatural.

3) Alaba la Reforma Protestante porque “promovió el interés por la libertad moral y sirvió de correctivo necesario para una Iglesia corrompida, estancada y medieval”, pero se queja de que “la doctrina reformista sobre la naturaleza humana afirmaba excesivamente la corrupción del hombre”. Pretende apartarse del radical pesimismo protestante sobre las consecuencias del pecado. Considera que Dios no puede impedir el mal sin la colaboración del hombre, porque no hará nada por nosotros si no hacemos lo que podemos (esta idea, que matizándola podría ser aceptable, está expuesta de un modo muy confuso).

Según el autor, la Iglesia es culpable de muchos defectos sociales, porque ella ha fomentado, justificado o encubierto los males que urge vencer. No distingue entre diversas confesiones cristianas, pero sin duda muchas de sus invectivas se dirigen a la Iglesia Católica.

Da la impresión de que no ha habido buenos cristianos desde los primeros tiempos de la Iglesia. De forma arbitraria, King presenta a los primeros cristianos empeñados declaradamente en derribar el Estado Romano. Presenta a los mártires dando su vida por oponerse a la legalidad de la esclavitud, del aborto y de otras inmoralidades, y no por evitar la idolatría. Jesucristo y los Apóstoles son presentados casi como unos líderes político-sociales.

4) El autor incurre en varios sofismas, como el de que permanecer impasible ante el mal es lo mismo que consentirlo, sin distinguir las diversas posibilidades que existen para impedirlo.

5) Todos los males están colocados en el mismo orden: tanto los males físicos como el pecado.

6) La interpretación de muchos pasajes bíblicos es pintoresca. Como queda dicho, falta todo rigor científico. Como ejemplo, pueden verse los comentarios bíblicos que el autor hace en las páginas 18, 97 y 111.

Lo dicho hasta aquí pone de manifiesto, por una parte, que el libro carece de verdadero interés; y por otra, que es doctrinalmente inaceptable por su planteamiento, aunque la motivación principal y algunas conclusiones sean válidas.

J.J.G.

 

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