LAWRENCE, David Herbert

The virgin and the gipsy

(cast.: "La virgen y el gitano"), en "D.H. Lawrence: Siete novelas", W. Heinemann-Octopus Books Ltd., London., London 1976.

 

 

1. RESUMEN

Capítulo 1

La novela comienza con un golpe de efecto:

«Cuando la mujer del vicario se escapó con un joven pelón, el escándalo fue de órdago. Las dos hijitas de ella tenían siete y nueve años respectivamente. Y el vicario era tan buen marido. Es verdad que su cabello era gris. Pero su bigote era oscuro, era de buena pinta...» (p. 705).

Una parroquia rural anglicana en Inglaterra, poco después de la primera guerra mundial. Arthur Saywell es el vicario, de 47 años, y Cynthia es su mujer infiel. El es un tipo introvertido, ensayista y polemista en el mundo literario. El incidente le afecta hasta el punto de considerar el suicidio. Los beatos del pueblo condenan a la mujer, mientras que "algunas de las buenas mujeres" mantienen silencio. Las dos hijitas, Lucille e Yvette, reaccionan contra la madre, pero en el fondo mantienen un entrañable apego hacia "la que fue Cynthia", como ahora la llaman los Saywell.

Es entonces cuando Arthur Saywell recibe un rectorado en Papplewick, en el norte, lo cual es un buen ascenso. Se traslada a la rectoría con sus hijas, y se lleva allí a su madre, anciana y ciega, a una hermana menor y a un hermano menor, los dos solteros y cuarentones.

La madre, a quien llaman "la Mater", es retratada como una tirana astutamente dominadora. Su hija (Tita Cissie, para las dos pequeñas) la odia, pues le echa la culpa por haberse quedado soltera. Y el otro hijo (Tito Fred, para las pequeñas) no le hace caso ni a ella ni a nadie más. Una incómoda relación se va formando entre la abuelita y las dos nietas.

Capítulo 2

Las dos muchachas, ya de 21 y 19 años respectivamente, regresan a Inglaterra después de un año de finishing school en Suiza. En el barco que las lleva a Dover sostienen una frívola conversación sobre "chicos" y la aburrida perspectiva de Papplewick:

«El barco se acercaba a los grises acantilados. Era verano, pero un día gris. Las dos muchachas llevaban la chaqueta con el cuello de pieles levantado, y un pequeño sombrero chic ajustado sobre las orejas. Altas, espigadas, sonrosadas, ingenuas, pero seguras, demasiado seguras, en su arrogancia de colegialas, tan tremendamente inglesas. Parecían tan libres, y estaban en realidad tan enredadas y atadas dentro de si mismas. Parecían tan briosas y libres de trabas, y eran realmente tan convencionales, tan, por así decir, encerradas en sí mismas. Se asemejaban a unos nuevos balandros, atrevidos y al-tos, recién botados del puerto al amplío mar de la vida. Y eran, en realidad, dos vidas pobres, jóvenes, sin timón, vagando de cadena anclada a cadena anclada» (p.7O9).

Un truculento ataque al establishment ya desde el principio. El resto del capítulo se dedica a hacer un repelente retrato de la Abuelita (símbolo del establishment). La ocasión es una visita de los Framley (Lottie, Ella y Bob) y Leo Wetherell:

«Fue un respiro cuando se fueron los amigos. Pero para entonces las dos muchachas tenían los ojos marchitos. Fue en aquel momento cuando Yvette, dejando vagar la mirada, vio de repente la pétrea, implacable voluntad de poder en la anciana y aparentemente maternal Abuelita. Estaba allí sentada, bombeada hacia adelante en la silla, impasible, la cara rojiza, pendulante y vieja, algo moteada, casi inconsciente, pero implacable, una cara como una máscara que ocultaba algo pétreo, imparable. Era la inercia estática de su insípido poder. Pero en un santiamén abría la vieja boca para enterarse con todo detalle de quién era Leo Wetherell. Parecía que hibernaba en su vejez, en su ancianidad. Pero en un santiamén, su boca se abría, su mente se despertaba con una chispa, y con su insaciable codicia hacia la vida, la vida de otros, se lanzaba a enterarse de todos los detalles. Era como el viejo sapo que Yvette había estado mirando, fascinada, sentado al borde del panal, justo en frente de la pequeña entrada por la que salían las abejas, y que, con una diabólica sacudida relámpago de sus abombadas mandíbulas, apresaba cada abeja que salía para lanzarse al aire, se las tragaba una tras otra, como si pudiera consumir todo el panal, en su envejecida, hinchada, abolsillada rugosidad...» (p. 713).

Capítulo 3

Los seis jóvenes (Lucílle e Yvette, los Framley y Leo Wetherell) se van en coche a dar una vuelta por el campo, y se encuentran con un campamento de gitanos. Yvette se enamora de un gitano de unos treinta años, mientras la mujer de éste convence a las cuatro muchachas a leerles la fortuna. Les lee la palma delante de todos, excepto a Yvette, que lo hace dentro de uno de los carromatos. Los dos muchachos pagan los honorarios, pero Yvette da una propina extra.

Capítulo 4

Yvette provoca una explosión de santurrona indignación en Tita Císsie y en el rector cuando se enteran de que ha gastado dinero de unos fondos públicos a ella encomendados.

Se hace una meticulosa descripción de los caracteres del rector (un hombre secretamente incrédulo —cfr. Capítulo 8—, amargado y endurecido por una inerte y superficial moral de mera decencia externa: el establishment una vez más); de Yvette (una veleidosa y casquivana jovencita, con pasiones ciegas y sin usar, buscando alguien que la pueda domar); de Lucille (más concienzuda y razonable, pero igualmentc resentida dc la altanera actitud de la Abuelita y de Tita Cissie hacia "la que fue Cynthia"); y de la Abuelita y de Tita Cissíe en su enjuta perversidad puritana.

El rector «necesitaba la apariencia de amor y creencia y vida luminosa, y nunca se atrevería a hacer frente al grueso gusano de su propia incredulidad, que se agitaba en su corazón...» (p. 721). Yvette se está probando un vestido que le hace Lucille: «Fue a colocarse entonces entre los espejos para mirarse una vez

«Al hacer esto, empujó el segundo espejo, que ella misma había puesto descuidadamente sobre el piano, de tal manera que se cayó al suelo resbalando ruidosamente. Por suerte no se rompió. Pero a todos les dio un susto.

«'¡Ha roto el espejo!' exclamó Títa Cissíe.

«'¡Roto un espejo! ¿Qué espejo? ¿Quién lo ha roto?' chírrió la Abuelita.

«'No he roto nada', dijo Yvette con calma. 'No pasa nada'.

«'Mejor será que no lo pongas ahí otra vez', dijo Lucille.

«Yvette, encogiéndose de hombros con impaciencia por la alharaca, trató de poner el espejo de pie en otro sitio. No lo consiguió.

«'Si una tuviera un incendio en su cuarto', dijo de mal humor, no tendría que soportar tanta gente armando jaleo cuando una quiere coser'

«'¿Qué espejo estás cambiando de sitio?' preguntó la Abuelita.

«'Uno de los nuestros que vino de la vicaría', dijo Yvette rudamente.

«'No lo rompas en esta casa, venga de donde venga' dijo la Abuelita.

«Había una especie de desagrado familiar hacia el mobiliario que había peflenecido a "La que fue Cynthia". Casi todas las piezas acababan en la cocina y en los cuartos de la servidumbre.

«'Oh, yo no soy supersticiosa', dijo Yvette, 'ni con espejos ni con ninguna cosa por el estilo'.

«'Quizá no lo eres', dijo la Abuelita. 'La gente que nunca asume la responsabilidad de sus propias acciones no suele enterarse de lo que pasa'.

«'Después de todo', dijo Yvette, 'puedo decir que es mí propio espejo, aunque lo hubiera roto'

«'Y yo digo', dijo la Abuelita, 'que no se romperá ningún espejo en esta casa, silo podemos evitar; pertenezca a quien pertenezca, o haya pertenecido. Cissie, ¿tengo la cofia en su sitio?'

«Tita Cissie se acercó a arreglar a la vieja. Yvette se puso a gorjear una tonada sin melodía, de modo ruidoso e irritante.

«'Yvette, haz el favor de irte', dijo Tita Cissie.

«'¡Qué pesadez!' exclamó Yvette enfadada. 'Es simplemente es-pan toso vivir con un montón de gente que está siempre gruñendo y armando jaleo por tonterias'.

«'¿Qué gente, puedo preguntar?' dijo Tita Cissie ominosamente.

«Otra bronca era inmimente. Lucille levantó los ojos con un aire extraño en la mirada. En las dos muchachas se excitó la sangre de "La que fue Cynthia"

«'¡Claro que puedes preguntar! Sabes muy bien que me refiero a la gente de esta casa de asco', dijo la ultrajosa Yvette.

«'Al menos', dijo la Abuelita, 'nosotros no procedemos de una estirpe medio depravada'.

«Hubo una pausa eléctrica de un segundo. Entonces saltó Lucille de su asiento bajo, echando chispas.

«'¡ Cállate tú!' gritó con un cañonazo directo a la moteada majestad de la anciana.

«'El pecho de la anciana comenzó a palpitar con Dios sabe qué emociones. La pausa esta vez, como después del trueno, fue gélida.

«'Entonces Tita Cissie, lívida, se lanzó sobre Lucille, empujándola como una furia.

«'¡Vete a tu cuarto!' exclamó ronca. '¡Vete a tu cuarto!'

«'Y siguió echando a empujones del cuarto a la blanca pero fogosa Lucille. Lucille se dejó empujar, mientras Tita Cissie vociferaba:

«'¡Quédate en tu cuarto hasta que hayas pedido perdón por esto! —¡hasta que hayas pedido perdón a la Mater por esto!'

«'¡No pediré perdón!' dijo Lucille con voz clara desde el pasillo, mientras Tita Cissie la llevaba a empellones.

«Tita Cissie la condujo más salvajemente escaleras arriba.

«Yvette permaneció erguida y meditabunda en el cuarto de estar con el aire de ofendida dignidad, al mismo tiempo meditabunda, cosa tan fuera de lugar en ella. Estaba todavía con los brazos al aire, con el vestido azul medio hecho. E incluso ella estaba medio horrorizada por el ataque de Lucille a la majestad de la edad. Pero también estaba friamente indignada por la aspersión de la Abuelita contra la sangre materna en las venas de las dos.

«'Desde luego no pretendí ofender', dijo la Abuelita.

«'¿Ah, no?' dijo Yvette friamente.

« Desde luego que no. Sólo dije que no somos depravados, precisamente porque sucede que somos supersticiosos en lo de romper espejos'

«Yvette apenas pudo creer a sus oídos. ¿Había oído bien? ¡Era posible! ¿O estaba la Abuelita diciendo, a su edad, una descarada mentira?

«Yvette sabía que la vieja estaba diciendo una mentira fría y descarada. Pero ya, tan rápidamente, la Abuelita se creyó su propia frase» (pp. 725-726).

Capítulo 5

Yvette sigue en el centro de la escena: primero, su segundo encuentro con el gitano, que ha venido a la rectoría a vender sus mercancías; y segundo, su rechazo de la propuesta de noviazgo de Leo en un baile. Se siente hondamente removida por la hombría del gitano, que le ha pedido que vaya a verles al campamento los viernes. En cambio, desprecia a Leo, que sin embargo no se conformará con la negativa.

Capítulo 6

Yvette se marcha en bicicleta el viernes siguiente al campamento gitano, y cuando el gitano está a punto de seducirla, llega un automóvil con un hombre y una mujer. Se acercan los dos al fuego (es febrero y amenaza nieve), y preguntan si se pueden calentar (su coche es descapotado). La mujer dice que están en su "luna de miel", mientras esperan la sentencia de divorcio de Mr. Fawcett, un conocido ingeniero de la localidad. Ella es hebrea, y madre de dos hijitos, cuya custodia se le concederá en cuanto "se case" con el hombre. Este es el comandante Charles Eastwood, rubio, atlético, y cinco o seis años más joven que ella, que tiene 37 años. Charlando con el gitano, Eastwood se entera que los dos sirvieron en el mismo regimiento en Flandes durante la guerra.

Se ofrecen a llevar a Yvette a su casa. Esta se ha olvidado ya del hechizo del gitano, y está intrigada por la decisión de la hebrea de abandonar un marido rico y echar su suerte con un joven comandante retirado de servicio y sin dinero.

Capítulo 7

Se relata la animada y detallada descripción de los Eastwood hecha por Yvette a su hermana, seguida de varios diálogos procaces entre las dos hermanas.

Yvette vuelve al cottage de los Eastwood, donde viven juntos y hacen todas las faenas de la casa sin servidumbre. Les participa sus sentimientos hacia el gitano. La hebrea se escandaliza de que Yvette se sienta atraída por un gitano, y de manera tan grosera. En cambio, el comandante, que empieza también a sentirse atraído por Yvette, muestra más comprensión hacia las pasiones agitadas de la chica.

Capítulo 8

Otro retrato, más explícito, del rector, después de enterarse de los encuentros de Yvette con los Eastwood:

«Como él mismo decía, era un anarquista conservador; lo cual quería decir que era como mucha otra gente, un mero incrédulo. La anarquía se extendía a su conversación jocosa, y a sus pensamientos secretos. El conservadurismo, basado en un miedo mestizo a la anarquía, controlaba todas sus acciones. Sus pensamientos, secretamente, eran horripilantes. Por consiguiente, en su vida tenía un miedo fanático a todo lo que no fuera convencional.

«Cuando le dominaba el conservadurismo y el miedo servil, siempre levantaba los labios y enseñaba un poco los dientes, con una especie de mofa canina.

«'He oído que tus últimos amigos son la medio divorciada Mrs. Fawcett y el maquereau Eastwood', le dijo a Yvette.

«Ella no sabia qué era un maquereau, pero advirtió el veneno en los colmillos del rector

«'Simplemente los conozco', dijo. 'Son realmente muy agradables. Y se casarán dentro de un mes, más o menos

«El rector miró con odio a la cara despreocupada de su hija. En algún lugar dentro de sí mismo estaba amedrentado, había nacido amedrentado. Y los que nacen amedrentados son esclavos naturales, y un instinto profundo les hace temer con miedo venenoso a los que pudieran de repente echarles el collar de esclavo al cuello.

«Esto es lo que había llevado al rector a encogerse tan servilmente, a encogerse aún tan servilmente delante de "La que fue Cynthia": por su miedo de esclavo a ser despreciado por ella, al desprecio de una naturaleza nacida libre hacia una naturaleza nacida infame.

«Yvette también tenía una cualidad de nacida libre. Ella también le conocería un día y le echaría el collar de su desprecio a su cuello de esclavo.

«Pero ¿había de ser así? Antes él iba a luchar hasta la muerte. El esclavo en él estaba acorralado esta vez, como una rata acorralada, y con la valentía de una rata acorralada.

«'¡Supongo que son tu tipo!' dijo son sorna.

« Pues silo son, verdaderamente', dijo ella con aquella despreocupada vaguedad. 'Me gustan mucho. Parecen tan estables, sabes, tan honestos'

«'¡Menuda noción de honestidad tienes tú!' dijo mofándose. '¡Un joven gorrón escapándose con una mujer mayor que él, para vivir de su dinero! ¡La mujer abandonando su hogar y sus hijos! No sé de donde sacas tu la idea de honestidad. No de mí, espero. —Y parece que estás muy al corriente de ellos, teniendo en cuenta que dices que simplemente los conoces. ¿Dónde te encontraste con ellos?

« Dando una vuelta en bicicleta. Llegaron en su coche, y nos pusimos a charlar. Ella me dijo enseguida quién era, para que yo no cometiera una equivocación. Es de verdad sincera'

«La pobre Yvette luchaba por resistir.

«'¿Y cuántas veces les has visto desde entonces?'

«'Oh, sólo un par de veces'

«'¿Dónde?'

«'En su cottage en Scoresby'

«La miró con odio, como si quisiera matarla. Y retrocedió, alejándose de ella hacia las cortinas de las ventanas de su despacho, como una rata acorralada. En alguna parte de su mente estaba pensando inexpresables corrupciones de su hija, como las había pensado de "La que fue Cynthia". Era impotente contra las más bajas insinuaciones de su propia mente. Y esas corrupciones que él atribuía a la todavía sin amedrentar pero aterrorizada muchacha enfrente de él, le hicieron retroceder, mostrando todos sus colmillos en su hermosa faz» (Pp .744-745).

El tormentoso enfrentamiento termina con Yvette prometiendo enviar una nota a los Eastwood, diciéndoles que su padre no da su aprobación para seguir viéndoles en adelante. Después de esto, Yvette decide conformarse:

«Se acopló, sin embargo, bastante pronto a su nueva concepción de la gente. Tenía que vivir. Es inútil querellarse con el pan de cada día. Y es pueril esperar demasiado de la vida. Y así, con la rápida adaptabilidad de la generación de la posguerra, se ajustó a los nuevos hechos. Su padre era lo que era. Se iba a someter siempre a meras apariencias. Ella haría lo mismo. Ella también se sometería a meras apariencias» (p. 747).

Pero interiormente decide continuar dándole vueltas a su relación de amor-odio con su padre, y a su relación de puro odio con la Abuelita: otro repelente retrato de ésta se incluye en este capítulo.

Continúa también fantaseando sobre el gitano, sintiendo la atracción de aquel mundo fuera del establishment. Se encuentra con él dos veces más, la primera desde la ventana de su cuarto. La segunda, al comienzo de la primavera en marzo, en un encuentro fortuito en la carretera. El le cuenta que su vieja ha hecho un vaticinio sobre Yvette: «Sé más valiente en tu cuerpo, o tu suerte se irá», y «Escucha la voz del agua»:

«'Tengo que ser más valiente en mi cuerpo, y tengo que escuchar la voz del agua. Muy bien' dijo ella. 'No lo entiendo, pero quizá lo haré'.

«Ella le miró con ojos claros. Hombre o mujer están hechos de muchos yo. Con un yo, ella quería a este gitano. Con muchos yo, no le hacía caso o no le gustaba» (p.75O).

Capítulos 9 y 10

Este es el clímax y desenlace de la novela: el cumplimiento del "vaticinio". El cercano embalse revienta accidentalmente, haciendo que el río Papple se salga de madre e inunde la rectoría de modo espectacular. Ocurre en un atardecer de marzo, todavía muy frío, cuando están todos fuera excepto la Abuelita e Yvette. La primera muere ahogada. Y el gitano llega justo a tiempo de salvar a Yvette, refugiándose en su cuarto, mientras el resto de la casa se derrumba. El autor se detiene aquí en describir de modo obsceno las relaciones entre Yvette y el gitano. Cuando ella se despierta, la están rescatando, pero el gitano ha desaparecido. El rector y su hermana hacen una exhibición de sentimiento por la madre, y de gozo por tener a Yvette..

Algún tiempo después, Yvette recibe una nota del gitano, diciéndole que quizá se vean de nuevo en el futuro, y firmado: Joe Boswell:

«Y fue sólo entonces cuando ella se dio cuenta de que el gitano tenía nombre» (p. 758).

Así termina la novela.

 

2. PERSONAJES

Yvette Saywell, "la virgen", hija menor del rector, despreocupada y aventurosa, que trata de acomodarse poco a poco a su ambiente, según su propia comodidad y placer. Está en el centro de la escena en toda la novela.

El gitano, cuyo nombre aparece sólo al final. Sigue el mismo patrón de adaptación que Yvette, pero en el "mundo de fuera".

El rector, Arthur Saywell, un repugnante y podrido carácter; un típico producto, al parecer, de la influencia corruptora del establishment. Se le describe sobre todo en los capítulos 4 y 8.

La Abuelita, madre del rector, símbolo del establishment descrito en los capítulos 1, 2, 4, y 9.

Lucille, hermana mayor de Yvette, un carácter anodino, con un barniz de racionalidad, pero en definitiva también sujeta a sus pasiones. Aparece principalmente en los capítulos 2, 4 y 7

Los llamados Eastwood, viviendo juntos ya antes de haber obtenido el divorcio de la mujer: una extraña unión de establishment (la hebrea) y anarquía (el comandante), hecha para la comodidad de ambos.

Tita Cissie, hermana menor del rector, una infeliz "víctima" del establishment. Aparece principalmente en los capítulos 1 y 4.

 

3. VALORACIÓN D0CTRINAL

Pueden señalarse, entre otros, los siguientes errores o inconvenientes:

1. Un implícito agnosticismo religioso: el autor presenta la religión como mera "apariencia" y decencia social, contra la que se rebelan los tipos menos "estropeados" por la sociedad o más anárquicos. Esta concepción se explica, en parte, por el modelo de religión que considera el autor: la protestante.

2. Una visión sombría de la naturaleza humana, emparentada también con el protestantismo: los hombres están sujetos a sus pasiones subconscientes, y tratan de "racionalizarlas" cuando éstas emergen; pero, en definitiva, no las pueden dominar. Este es el tipo de determinismo psicológico según el cual los sentimientos determinan las "razones", como si la voluntad no fuese libre, sino esclava de los instintos y de las pasiones, que serían irresistibles.

3. Una especie de determinismo biológico para el bien o para el mal. Como si unos hombres nacieran buenos y otros malos. Véase, por ejemplo, la semblanza del rector y de su hija Yvette en el capítulo 8: "naturaleza nacida libre" y "naturaleza nacida infame"

4. Una interpretación dualista del bien y el mal, aplicada al contexto social: la oposición entre el establishment (= el mal), con sus "víctimas": el rector, la Abuelita, Tita Cissie, y el "mundo de fuera" (= el bien): "La que fue Cynthia", el gitano, el comandante Eastwood... El autor se pone evidentemente de parte del "mundo de fuera" anárquico y no-conformista, como la desdeñada pero nunca conquistada víctima, que es el "verdadero" mundo humano de necesidades biológicas e impulsos subconscientes.

5. Una visión meramente animal del sexo, manifestada en la descripción de los varios encuentros de Yvette ("la virgen") con el gitano; el diálogo de Yvette y Lucille en el capítulo 7; la actitud del comandante Eastwood en el mismo capítulo; y sobre todo en la última línea de la novela: la completa indiferencia por los nombres de las personas, ya que la atracción es puramente física y transitoria, como el celo animal.

6. La consiguiente aceptación del divorcio como "hecho social": un arreglo hipócrita del establishment para guardar las apariencias. Es "decente" tener una familia estable, y por tanto se le debe permitir a la gente "casarse otra vez", lo cual quiere decir que el vínculo matrimonial ha de ser "disoluble". La actitud de los gitanos es mas "sincera" uniones "libres" que duren mientras sean cómodas y agradables, sin intromisiones de "leyes" — Pero en ambos casos, se rechaza la indisolubilidad del matrimonio.

7. La creencia en supersticiones (véase el incidente del espejo en el capítulo 4) y en vaticinios. El climax de la novela es efectivamente el "cumplimiento" del vaticinio de la gitana. El repudio de Dios y de lo sobrenatural lleva al autor a estas creencias no razonables, que no tienen otro fundamento que la fantasía y la propia conveniencia.

 

4. VALORACIÓN TÉCNICO-LITERARIA

Como novela corta, tiene calidad y mantiene el interés del lector de principio a fin. El estilo es destelleante a veces, pero completamente vacío de humor. El clima es particularmente expresivo, así como las escenas citadas de los capítulos 4 y 8.

El efecto de conjunto es deprimente, debido a la tenebrosa visión de la naturaleza humana, indefensa e incierta, como se ha descrito en la valoración doctrinal.

J.M.T.

 

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