LENIN

Materialismo y Empiriocriticismo (Notas críticas sobre una filosofía reaccionaria)

Ed. Estudio, Buenos Aires, 1973, 399 pp. *

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Un breve prólogo de la editorial dice: «El presente volumen contiene la principal obra filosófica de Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, escrita en 1908 y publicada en 1909, y que constituye la preparación teórica del partido bolchevique». A continuación se transcriben Las Diez Preguntas al Disertante, que escribió Lenin en mayo de 1908 y que sirvieron de fundamento para que el sector bolchevique se diferenciara públicamente de las concepciones filosóficas de Bogdánov, discípulo de Mach, y de sus partidarios que se habían adherido en 1905 a los bolcheviques.

A manera de ejemplo se cita la primera de las diez preguntas de Lenin. «¿Admite el disertante que la filosofía del marxismo es el materialismo dialéctico? En caso de no admitirlo, ¿por qué no analizó siquiera una sola vez las aclaraciones de Engels al respecto? En caso de admitirlo, ¿por qué los machistas denominan a su revisión del materialismo dialéctico, filosoía del marxismo?».

El mismo Lenin escribió los prólogos a la primera y a la segunda edición. En el primero dice: «En estos apuntes me he propuesto como tarea indagar qué es lo que ha hecho desvariar a esas personas que predican, bajo el nombre del marxismo, algo increíblemente caótico, confuso y reaccionario». En el prólogo a la segunda edición de 1920, dice Lenin: «La presente edición, salvo algunas correcciones del texto, no se diferencia de la anterior. Confío en que no carecerá de utilidad, independientemente de la polémica con los 'machistas' rusos, como manual que ayude a conocer la filosofía del marxismo, el materialismo dialéctico, así como las conclusiones filosóficas que se deducen de los recientes descubrimientos de las ciencias naturales».

En realidad, Lenin convierte esta obra en una exposición polémica de la teoría del conocimiento del marxismo, contra las desviaciones de algunos marxistas que en su opinión se estaban emparentando más con el idealismo que con el materialismo. De ahí que constantemente sus aclaraciones se establezcan sobre la base de lo que dijeron Marx y Engels y de lo que tratan de aclarar o de revisar pseudomarxistas rusos contemporáneos a Lenin.

La introducción, de veinte páginas, lleva por título «Cómo refutaban el materialismo ciertos 'marxistas' en 1908 y cómo lo refutaban ciertos idealistas en 1710». Toma como base el pensamiento de Berkeley y de Hume, sobre todo en lo que se refiere a la negación de la realidad independiente de la conciencia. Puesto que Berkeley y Hume, sobre diferentes aunque en cierto modo homogéneas bases filosóficas, consideran que no podemos afirmar la realidad de un mundo exterior, ya sea porque no podamos conocerlo o porque no exista, de cualquier manera, ambos pensadores coinciden en que lo único que hay de cierto son nuestras propias experiencias: las sensaciones que nosotros tenemos. Lenin encuentra que la formulación del pensamiento de Berkeley y Hume es muy semejante a la de los marxistas materialistas rusos contemporáneos y que intentan hacer una revisión de los fundamentos del materialismo en base a las ciencias naturales, haciendo ver que están cayendo en el mismo error de aquéllos, es decir, que están cayendo en un auténtico idealismo al negar la realidad del mundo exterior.

Les contrapone el pensamiento de Diderot, en el que ve un anticipo del «materialismo científico» que varios años más tarde desarrollaría Marx. Para ello transcribe en tres páginas (pp. 37 a 39) el texto de una conversación entre D'Alambert y Diderot, donde este último convence al primero de que lo único que hay es materia, materia organizada, y que, entre un objeto inanimado y un objeto con vida, sólo hay una diferencia de composición de materia. Cualquier otra explicación, dice Diderot, son «galimatías metafisico‑teológicas».

CAPITULO I

En este capítulo, Lenin, haciendo un acopio bastante exhaustivo de autores europeos, tanto filosóficos como científicos, afirma que el concepto de realidad como un conjunto de sensaciones, expresado por Mach y Avenarius, se reduce en definitiva a un idealismo subjetivo. Para ello empieza Lenin con el análisis del concepto de sensación, ya que Mach y Avenarius dicen que la realidad es un conjunto de sensaciones. Lo contrapone a la afirmación de Engels (p. 55) de que la sensación es el vínculo de la conciencia con el mundo exterior. «Para todo naturalista no desorientado por la filosofía profesoral, así como para todo materialista, la sensación es en realidad, el vínculo directo de la conciencia con el mundo exterior, es la transformación de la energía de la excitación exterior en un hecho de conciencia.»

En los artículos 2, 3, 4 y 5 analiza, para llegar al mismo objetivo de demostrar que es puro idealismo subjetivista la filosofía de Mach y Avenarius, algunos conceptos de estos filósofos, como son el de «elementos del mundo» y el «principio de coordinación», a través de los cuales Lenin demuestra que estos conceptos son simplemente invenciones con las cuales se intenta superar el idealismo y el materialismo.

En los artículos 4 y 5 analiza dos aspectos concretos: ¿existió la naturaleza antes que el hombre? Y ¿piensa el hombre con ayuda del cerebro? Es de observar que toda la argumentación que utiliza Lenin para rebatir estas explicaciones del conocimiento están basadas en el principio de Engels de que la materia es anterior a la conciencia, y a este argumento reduce la contradicción que encierran las supuestas explicaciones intentadas por Mach y Avenarius y las que dan algunos filósofos rusos, en los que se ha introducido la idea de superar el materialismo de Marx sin caer en el idealismo. Lenin, analizando los comentarios de R. Willy sobre Avenarius transcribe de aquél: «En calidad de dogma, el realismo ingenuo no sería otra cosa que la fe en las cosas en sí, existentes fuera del hombre, bajo sus formas de sensibilidad tangible» (pp. 78‑79). De la crítica de Willy a Avenarius concluye Lenin en los siguientes términos: «... la única teoría del conocimiento creada en verdad, de acuerdo realmente, y no ficticiamente con el 'realismo ingenuo' es, según R. Willy, el materialismo! Y Willy, naturalmente, rechaza el materialismo».

Dedica Lenin el artículo 4 de este capítulo al tema de si existía la naturaleza antes que el hombre. Analizar la posición que hace Avenarius del yo al principio del mundo: bajo la tesis idealista de que no existe objeto sin sujeto, Avenarius imaginariamente se coloca en la situación de decir: ¿qué sucedió al inicio del mundo cuando no existía sujeto cognoscente? Recoge una serie de datos de las ciencias biológicas utilizadas tanto por Avenarius como por algunos de sus discípulos para hacer la crítica, más que filosófica infantil, de cómo es posible colocarse con la imaginación en una situación en la que no se puede estar más que con la imaginación y no con la realidad del conocimiento.

En el artículo 6 se ve más claramente la técnica que utiliza Lenin para criticar el empiriocriticismo: oponer la teoría de científicos no materialistas que descubren un error, una fisura o una incongruencia en las teorías de Mach y Avenarius, para terminar diciendo a los rusos seguidores de Mach que ni siquiera los mismos pensadores no materialistas aceptan a estos autores.

CAPITULO II

Podemos considerar este capítulo como uno de los más interesantes desde el punto de vista gnoseológico. La estructura es bastante confusa y está marcada por el carácter polémico, de refutación, de aclaración del auténtico y ortodoxo materialismo marxista frente a las desviaciones que bajo la influencia de Mach se han producido entre los filósofos rusos. En el artículo 1 trata de la cosa en sí. La tesis importante que aparece en todo el capítulo y especialmente en este artículo, es que las dos líneas fundamentales del pensamiento filosófico son el idealismo y el materialismo, todo lo demás es un confusionismo, porque «el problema fundamental de toda filosofía es la relación entre el pensar y el ser, lo cual equivale a la relación entre el espíritu y la naturaleza y, por tanto, la pregunta filosófica fundamental será: ¿Podemos formarnos una imagen exacta de la realidad?».

Lenin empieza exponiendo cómo los machistas atacan la cosa en sí de Plejanov a costa de caer en Kant y de separarse de Engels. La refutación la hace fundamentalmente con un texto de Engels donde para demostrar qué es la cosa en sí, menciona el ejemplo de la alizarina, un producto que existía en la naturaleza, pero que no existía para nosotros hasta que fue descubierto. De cualquier manera es cosa en sí, existe en sí misma, independiente de nuestra consideración. Con ocasión de este párrafo de Engels, Lenin saca tres conclusiones gnoseológicas:

Primero: existen cosas independientemente de nuestra conciencia; segundo: no existe ni puede existir absolutamente ninguna diferencia de principio entre el fenómeno y la cosa en sí; y tercero: «En la teoría del conocimiento, como en todos los otros dominios de la ciencia, hay que razonar dialécticamente, o sea, no suponer jamás a nuestro conocimiento acabado e invariable, sino analizar cómo el conocimiento nace de la ignorancia o cómo el conocimiento incompleto e inexacto llega a ser más completo y más exacto» (p. 108).

Al final de este artículo se refiere Lenin a una aparente contradicción que hay entre Marx y Engels a propósito de la segunda Tesis sobre Feuerbach, de Marx. La glosa y el análisis que hace de esta segunda tesis peca de esa deficiencia que, en general, encontramos en Lenin como comentarista o glosador: se dedica, por una parte, al análisis de la significación de los términos sin más criterio que el de reducirlos a una prioridad de la naturaleza sobre el espíritu, o a la inversa, una prioridad del espíritu sobre la naturaleza; o bien cae en el análisis que podríamos llamar semántico o lingüístico de la correcta interpretación del original alemán al ruso de algunos términos filosóficos y su significación.

El artículo 2, que tiene como título «Del Transcensus», es de escasa importancia. En él señala Lenin que para Bazárov, Engels establece una relación entre sensación y cosa, a lo que simplemente responde Lenin: ¿por qué Bazárov sigue a Plejanov y no a Engels?; es decir, ¿por que no se va directamente al análisis de un materialista auténtico? Lenin pretende ironizar cuando afirma (cfr. p. 124) que la distinción entre fenómeno y cosa es una creación de los curas. En realidad no hace más que poner una vez más su tosco desprecio por la religión.

En el artículo 3 vuelve nuevamente al tema de la cosa en sí, pero tratándolo en relación con Feuerbach y Dietzgen, ya que este último autor es considerado por Lenin un auténtico marxista materialista aunque, por su poca formación, en ocasiones puede ser impreciso en sus expresiones, pero el conjunto de su obra respeta el principio de que la materia es anterior al espíritu. De ese artículo es interesante la relación que establece Feuerbach en un párrafo que transcribe Lenin entre la cualidad objetiva y la cualidad subjetiva. «Mi nervio gustativo (dice Feuerbach, p. 125) es una creación de la naturaleza, lo mismo que la sal, pero ello no quiere decir que el gusto de la sal sea directamente, como tal gusto, una propiedad objetiva de la sal; ni que la sal, tal como es en su sola cualidad de objeto de la sensación, sea también la sal de por sí... Lo salobre, como sabor, es una expresión subjetiva de la propiedad objetiva de la sal.» Esta distinción es de algún modo aceptable dentro del contexto de cualquier filosofía realista; sin embargo, refleja claramente el problema radical de la filosofía materialista, al colocarse dentro de una actitud monista, en la que la pluralidad, la distinción pluralística esencial no existe. Este tipo de distinciones no pasan de ser meras palabras, ya que filosóficamente no se les da ninguna aclaración. ¿Qué es lo que distingue la propiedad de la sal y el gusto salobre que yo adquiero? Indudablemente que este gusto salobre es consecuencia de una propiedad que existe en el objeto; pero, sin embargo, tal como dice el mismo Feuerbach, no es la misma realidad de la sal, es decir, hay una distinción. No es suficiente la teoría del reflejo o imagen en el conocimiento, puesto que nos encontramos con otros muchos casos en que podríamos hablar de una distinta reflexión; no es lo mismo la reflexión de la propiedad salobre de la sal que el reflejo que en nuestro intelecto se hace de la causalidad, tema que más adelante el mismo Lenin tocará.

El artículo 4 de este capítulo tiene por título «¿Existe la Verdad Objetiva?». Empieza exponiendo la opinión de Bogdánov: «la verdad es una forma organizadora de la experiencia humana». Después Lenin distingue entre verdad objetiva y verdad absoluta; a aquélla la define como «el contenido independiente de la conciencia»; a ésta, como «la expresión completa, total de la verdad objetiva». El contenido propiamente filosófico del pensamiento de Lenin en esta obra es pobre: se reduce prácticamente a estas distinciones y a algunas otras definiciones que más tarde expondremos. Por ejemplo, si la verdad objetiva la define como el contenido independiente de la conciencia no está claro cómo se relaciona con el conocimiento concebido como imagen o reflejo; y, por otra parte, vuelve nuevamente a frases expeditivas al rechazar la postura relativista. Dice (pp. 130‑132): «aceptarlo significa abrir las puertas al fideísmo», y concluye que sólo el materialismo es congruente con las ciencias naturales. Hay frases lapidarias en las que sintetiza lo que es el marxismo, pero que carecen de toda fundamentación. Poseer imágenes del mundo, conocer la verdad objetiva, sustentar la teoría del conocimiento materialista, todo es lo mismo, dice Lenin.

El artículo 5, que lleva por título «La Verdad Absoluta y la Verdad Relativa», no es propiamente una continuación, del anterior sobre el tema de la verdad objetiva, aunque se apoya sobre algunas definiciones dadas ahí. Siguiendo a Engels define la verdad eterna como verdad objetiva que no puede refutarse más tarde. Engels afirma que el pensamiento humano es soberano, no en el individuo, sino en la meta histórica. Es curiosa una afirmación de este tipo en quien rechaza todo tipo de generalización o de abstracción. Para Lenin, como para Engels, la verdad absoluta se constituye de verdades relativas, la verdad sólo se da dentro de unos límites.

El artículo 6 lleva como título «El Criterio de la Práctica». A grandes rasgos, Lenin pretende en este artículo recoger, repetir y hacer notar que no existe entre los machistas rusos este criterio fundamental para toda teoría del conocimiento materialista. La práctica es lo que confirma la verdad de un conocimiento [1]. Es un artículo muy confuso y lo consideramos un buen ejemplo de la metodología de esta obra, por lo que en la segunda parte de esta recensión, al hacer la valoración técnica y metodológica, analizaremos detalladamente la estructura de este capítulo, ya que en él se ve claramente la dificultad sistemática y científica que presenta Materialismo y Empiriocriticismo, que no puede ser absolutamente justificada por el carácter polémico, ya que dentro de esa polémica se puede desarrollar o seguir un esquema de pensamiento. Lenin, sin embargo, salta de un tema a otro, al pensar en unas u otras personas, en unas u otras teorías, en unas u otras desviaciones del pensamiento ortodoxo marxista.

CAPITULO III

Este capítulo posee un mayor contenido filosófico que el anterior. En el artículo 1 que lleva por título «¿Qué es la Materia? ¿Qué es la Experiencia»?, Lenin contrapone estos dos conceptos, ya que para los empiriocriticistas no está claro qué es la materia y para los materialistas no está claro qué es la experiencia. «En el fondo no es posible dar otra definición de los dos últimos conceptos de la gnoseología, más que indicando cuál de ellos es considerado como primario» (p. 155). Y a continuación añade: «Los conceptos más amplios son ser y pensar, materia y sensación, lo físico y lo psíquico y ninguno de ellos se puede definir, sino sólo se puede decir cuál es primario y cuál es secundario». Esto es todo lo que afirma con respecto a la materia. Pasando al tema de la experiencia señala que los empiristas no han dado ninguna definición de la misma.

El artículo 2 lleva por título «El Concepto de Experiencia». A partir de la afirmación de Plejánov de que «la experiencia para los empiristas es sólo un medio de investigación y de conocimiento..., la oposición entre materialismo e idealismo carece de importancia»; Lenin, dentro de ese apasionamiento que frecuentemente domina su obra, simplemente exclama aduciendo otros textos: «No es posible que un materialista se olvide que siempre existirá la oposición entre el idealismo y el materialismo, es decir, la oposición entre la prioridad de la materia o del espíritu».

El artículo 3, «De la Causalidad y de la Necesidad en la Naturaleza», empieza diciendo que «la causalidad es de singular importancia para la determinación de las líneas filosóficas» (p. 163). Continúa, citando a Feuerbach: «El orden, la finalidad, la ley no son más que palabras con ayuda de las cuales traduce el hombre a su lengua, para comprender más las obras de la naturaleza... Esas palabras no se hallan desprovistas de sentido, no se hallan desprovistas de contenido objetivo; pero, sin embargo, es preciso distinguir el original de la traducción, el orden, la finalidad, la ley, expresan en el sentido humano algo arbitrario». El comentario que hace Lenin a este texto de Feuerbach es el siguiente: «De modo que Feuerbach reconoce en la naturaleza las leyes objetivas, la causalidad objetiva que sólo con aproximada exactitud es reflejada por las representaciones humanas sobre el orden, la ley, etc.... Al reconocimiento de las leyes objetivas en la naturaleza, está para Feuerbach, indisolublemente ligado el reconocimiento de la realidad objetiva del mundo exterior, de los objetos, de los cuerpos de las cosas reflejadas por nuestra conciencia. Las concepciones de Feuerbach son consecuentemente materialistas» (ibíd.). En seguida, expone cuál es la posición de Engels. Según Lenin, Engels «no tuvo la necesidad de hacer una aclaración con respecto a la causalidad, ya que lo daba como una cuestión superada» (ibíd.). Simplemente, aplica ese mismo postulado, señalado a grandes rasgos por Engels, para lo cual transcribe este texto: «La causa y el efecto son representaciones que sólo rigen como tales en su aplicación al caso aislado, pero que, examinando el caso aislado en su concatenación general con la imagen total del universo, convergen y se diluyen en la idea de una trama universal de acciones y reacciones, en que las causas y los efectos cambian constantemente de sitio, y en lo que ahora y aquí es efecto, adquiere luego y allí carácter de causa, y viceversa» (p. 165).

Después expone el pensamiento de Dietzgen haciendo la aclaración nuevamente de que a este autor a veces se le critica porque usa expresiones imprecisas, pero que el fondo de su pensamiento es claramente marxista. «Las causas son productos de la facultad de pensar. Pero no son sus productos puros; son engendrados por esta facultad en unión con el material suministrado por los sentidos. El material suministrado por los sentidos da a la causa así engendrada su existencia objetiva. Lo mismo que exigimos de la verdad que sea la de un fenómeno objetivo, así exigimos de la causa que sea real, que sea la causa de un efecto objetivamente dado. La causa de una cosa está en su concatenación» (p. 167). Una vez se señalada cuál es la teoría de los materialistas con respecto a la causalidad, pasa a señalar la de los idealistas, empiristas, etcétera. Avenarius, Mach y otros que niegan que la causalidad sea algo real, siguiendo a grandes rasgos o el asociacionismo de Hume o el apriorismo de Kant. En resumen, es un artículo en el que los principios fundamentales del materialismo sobre este tema se aplica a la crítica de autores posteriores a los clásicos del materialismo, y, por lo tanto, sus glosas siguen siendo pobres; es decir, no añade una profundidad especial, sino simplemente descompone los elementos que implícitamente se encuentran, en el mejor de los casos, dentro de esos textos. En resumen, Lenin no explica el concepto de causalidad que tienen los materialistas, sino que expone simplemente las diferentes opiniones de algunos de ellos (Feuerbach, Engels, Dietzgen).

El artículo 4 de este capítulo III es de una pobreza inusitada. Tiene por título «El Principio de la Economía del Pensamiento' y la Cuestión de la 'Unidad del Mundo'». No son dos temas que se que se relacionen entre sí, al menos Lenin no los relaciona, sino que, a diferencia de todos los demás artículos que tienen una cierta unidad temática, en este caso, Lenin trata un tema, el del principio de la economía del pensamiento, que es una tesis de Mach y después pasa a tocar el de la unidad del mundo.

El artículo 5, «El Espacio y el Tiempo», simplemente afirma la realidad objetiva del espacio y el tiempo, aunque con argumentos más de sentido común que de elaboración especulativa.

En el artículo 6, «Libertad y Necesidad», Lenin cita a Engels, que a su vez, sigue a Hegel en el concepto de libertad: «No es otra cosa que el conocimiento de la necesidad» (p. 199). Otra característica de la libertad es que permite «el dominio de las leyes de la naturaleza, consecuencia de ese conocimiento de la necesidad» (ibíd.). Para Engels, «El libre albedrío no es, por tanto, según esto, otra cosa que la capacidad de decidir con conocimiento de causa. Así, pues, cuanto más libre sea el juicio de una persona con respecto a un determinado problema, tanto más señalado será el carácter de necesidad que determine el contenido de ese juicio... La libertad consiste, pues, en el dominio de nosotros mismos y de la naturaleza exterior basado en el conocimiento de la necesidad natural» (ibíd.). Los comentarios de Lenin son los siguientes: «En primer lugar, Engels reconoce desde el comienzo de su razonamiento, las leyes de la naturaleza, las leyes de la naturaleza exterior, la necesidad de la naturaleza, es decir, todo lo que los empiriocriticistas califican de metafísica» (ibíd.). En segundo lugar, «Engels no se rompe la cabeza para formular las «definiciones» de la libertad y de la necesidad, esas definiciones escolásticas que interesan sobremanera a los profesores reaccionarios y a sus discípulos» (p. 200). En tercer lugar, «Engels no pone en duda la existencia de la 'ciega necesidad'. Reconoce la existencia de la necesidad no conocida por el hombre. Esto se ve con claridad meridiana en el pasaje citado. Pero, desde el punto de vista de los machistas, ¿cómo puede el hombre conocer la existencia de lo que no conoce?» (ibíd.). En cuarto lugar, «en el razonamiento citado aplica Engels manifiestamente a la filosofía el método del 'salto vital', es decir, da un salto de la teoría a la práctica». (p. 201).

Es una lástima que Lenin no explicita esas citas con respecto al juicio. Diríamos que simplemente ordena una serie de conclusiones preconcebidas que no se encuentran propiamente en el texto citado, sino que obedecen a las bases generales del materialismo dialéctico.

Por último, dice: «¿A qué resultados llegamos? Cada paso en el razonamiento de Engels, casi literalmente cada frase, cada tesis, están completa y exclusivamente fundadas en la gnoseología del materialismo dialéctico, en premisas que son la refutación contundente de todos los embustes machistas sobre los cuerpos como complejos de sensaciones ...» A continuación, Lenin recoge y comenta algunos pensamientos de Marx: «Durante la investigación, todo pensador es necesariamente determinista en teoría». A lo cual comenta Lenin «... es oscurantismo separar teoría y prácticas». «... Nuestra voluntad no difiere tanto como se creería de la presión ejercida por la piedra sobre la superficie en que reposa ...» A lo cual, Lenin comenta exclamando: «¡el mundo como voluntad!»

CAPITULO IV

El título de este capítulo entraña una cierta contradicción formal, ya que al denominarlo Lenin «Los Filósofos Idealistas como Compañeros de Armas y Sucesores del Empiriocriticismo» va en contra de todo el planteamiento general que aplica a lo largo de toda su obra: según el cual, sólo hay dos corrientes fundamentales del pensamiento: el materialismo y el idealismo y el empiriocriticismo se reduce al idealismo. «Hemos examinado hasta ahora el empiriocriticismo considerado aisladamente. Ahora procederé a observarlo en su desarrollo histórico, en su conexión y correlación con las demás corrientes filosóficas». (p. 207). Este compromiso no lo lleva a cabo Lenin en su obra, ya que no relaciona el empiriocriticismo ni el idealismo con las otras corrientes filosóficas contemporáneas. Concretamente, podemos preguntarnos por qué no hace ninguna mención a una serie de pensadores contemporáneos a él, que indudablemente tenían ya una cierta trascendencia dentro del pensamiento filosófico. Se limita a la misma línea de su pensamiento, el ataque de la filosofía de Mach, su reducción al idealismo y la reducción de todas las otras filosofías que no sean el materialismo, al idealismo o al agnosticismo.

En el artículo 1, expone dos críticas que se pueden hacer a Kant: la crítica desde la derecha y la crítica desde la izquierda. La crítica desde la derecha llevada a cabo por Avenarius a través de su obra crítica de la experiencia pura. Para Lenin lo único que llega a hacer Avenarius es purificar el concepto de experiencia y de cosa en sí; por lo que, en definitiva, sólo es un agnóstico más depurado. Para Lenin, Avenarius sigue siendo un kantiano por una parte y, por otra, no es el primero que criticó a Kant, ya que antes lo habían hecho Schultze y Fichte. «El rasgo fundamental de la filosofía de Kant es que concilia el materialismo con el idealismo, sella un compromiso entre éste y aquél, compagina en un sistema único corrientes filosóficas heterogéneas, opuestas» (pp. 210­-211). «Los machistas critican a Kant porque es demasiado materialista y nosotros lo criticamos porque no es bastante materialista. Los machistas critican a Kant desde la derecha y nosotros desde la izquierda» (p. 212). La crítica desde la izquierda fundamentalmente la lleva a cabo Feuerbach y consiste en negar que la cosa en sí sea incognoscible. Es muy dudoso el valor de la crítica que hace Feuerbach a la filosofía de Kant, y siguiendo sus huellas el mismo Lenin, que no hace más que reducirlo al idealismo, entendido como oposición al materialismo.

En el artículo 2, Lenin se refiere a un filósofo ruso que sustenta la corriente que le da el nombre de «empiriosimbolismo» y a otro que representa una corriente llamada «empiriocriticismo». El resumen de este capítulo es el frecuente en Lenin: la reducción de todas las afirmaciones a la primacía de la materia sobre el pensamiento, de tal manera que una referencia que hace a Huxley, en la página 222, dice: «La filosofía de Huxley también es, como la filosofía de Mach, una mezcla de Hume y de Berkeley. Pero los ataques a la manera de Berkeley son casuales en Huxley, y su agnosticismo es el púdico velo con que encubre su materialismo. El 'matiz' de la mezcla es diferente en Mach, y el espiritualista Ward, que con tan fiera saña combate a Huxley, muestra hacia Mach y Avenarius un estremecedor afecto». Es decir, Huxley es un materialista vergonzante y por lo tanto, en cierta forma, también se reduce su pensamiento al idealismo.

El curioso título del artículo 3 («Los Inmanentistas como Compañeros de Armas de Mach y Avenarius») refleja, por una parte, el desconocimiento de Lenin sobre el concepto mismo de inmanentismo, ya que él lo reduce a un simple solipsismo, por una parte, y, por otra, lo rechaza porque no parece avenirse con la tesis materialista de que el pensamiento es posterior a la materia. Hace notar las coincidencias que en algunos de estos autores (Mach y Avenarius) se da con respecto al materialismo que mencionábamos anteriormente; de tal manera que para Lenin podíamos, en resumidas cuentas, decir que todos los no materialistas son idealistas. «La cuestión es que los inmanentistas son los más acérrimos reaccionarios, apóstoles declarados del fideísmo, consecuentes en su oscurantismo. No se encuentra ni uno sólo de entre ellos que no haya orientado abiertamente sus más acabados trabajos teóricos sobre gnoseología en defensa de la religión, y justificación de tal o cual reminiscencia de la Edad Media» (p. 226). La ignorancia que aquí demuestra Lenin es sorprendente.

El artículo 4, que se titula «El Desarrollo del Empiriocriticismo», intenta exponer Lenin qué ha sido del empiriocriticismo después de Mach y Avenarius. Menciona a una serie de filósofos alemanes reconocidos por Mach en sus escritos y también otros filósofos americanos e ingleses. Lenin se hace la pregunta, ¿hacia dónde va el empiriocriticismo?, a lo cual no da una respuesta filosófica, ya que no analiza las consecuencias de la postura empiriocriticista, sólo hace notar que sigue siendo idealista y fideísta.

El artículo 5 se refiere concretamente al empiriomonismo de Bogdánov. Llama a la posición de éste «subterfugio idealista», que aparenta ser materialista, y lo mismo en la página 243, dice que aparenta ser ateo, pero que en realidad no lo es. Para que Bogdánov sea materialista, según Lenin, debe descartar la «sustitución» que está haciendo con otros conceptos de la realidad y tomar simplemente la naturaleza como primario.

El artículo 6 analiza otro movimiento filosófico: la teoría de los símbolos representada por el filósofo Helmholtz. Para Helmholtz las sensaciones son sensaciones del mundo real, pero esas sensaciones son signos convencionales, de ahí su nombre de simbolismo o teoría de los jeroglíficos. Discrepa esa posición del materialismo, para quien las sensaciones son una imagen, una copia, un reflejo de la realidad. Vuelve nuevamente Lenin a hacer la crítica de esta filosofía aplicando las mismas teorías; la materia es lo primario, la conciencia lo secundario y el conocimiento es imagen y reflejo de la realidad. Puesto que Helmholtz reconoce que existe la realidad y que tenemos un conocimiento de ella, aún cuando sea a través de signos convencionales, Lenin lo llama también materialista vergonzante. En este artículo nuevamente Lenin utiliza uno de sus habituales sistemas de crítica. Toma algunos autores como el idealista Leclair y Kleinpeter, quienes critican a Helmholtz. No son materialistas, pero es una técnica frecuente de Lenin el utilizar la crítica «entre idealistas» para hacer notar la invalidez del idealismo.

El artículo 7 expone dos clases de críticas a Dühring. Recordemos que una de las principales obras de Engels tiene por título abreviado Anti‑Dühring. Dühring fue un materialista a quien Engels criticó porque no aplicó la dialéctica al materialismo. «Señalemos otro pequeño rasgo más que caracteriza la increíble deformación del materialismo por los machistas» (p. 253). Lenin se refiere a que Engels critica a Feuerbach y a los materialistas del siglo XVIII; el no haber dado un paso más adelante: se quedaron en el materialismo mecanicista, no superaron el materialismo metafísico (es decir, el materialismo antidialéctico) y no comprendieron el materialismo histórico. Marx y Engels, según Lenin, criticaron a los materialistas que no aplicaron la dialéctica.

En el artículo 8 se pregunta Lenin cómo pudo Dietzgen agradar a los reaccionarios. Dietzgen es, como ya en ocasiones anteriores ha dicho Lenin, un auténtico materialista dialéctico, pero por su poca formación filosófica es inexacto en sus expresiones. De manera que la base del error de los escritos de Dietzgen es que no distingue claramente entre el materialismo dialéctico y el materialismo metafísico. Lenin entiende por materialismo metafísico, fundamentalmente, el que no es materialismo dialéctico; y si intentamos interpretarlo, podríamos decir que el materialismo metafísico, según Lenin, es aquel que reconoce una realidad material independiente de la conciencia, pero que no es la única realidad, sino que existe una diferencia esencial entre las cosas, de tal manera que no es la dialéctica la que explica la diferencia entre las cosas materiales.

CAPITULO V

«... estamos lejos de la idea de tocar las teorías especiales de la física. Nos interesan exclusivamente las conclusiones gnoseológicas sacadas de cierta tesis ...» (p. 267). El tema que Lenin trata en este capítulo es un tema clásico dentro de la filosofía moderna y contemporánea: el de la relación entre las ciencias experimentales y la filosofía. Lo aborda Lenin fundamentalmente alrededor de las conclusiones gnoseológicas que los descubrimientos de su época en la ciencia física llevó a algunos científicos y filósofos a poner en crisis la filosofía mecanicista.

En el artículo 1 («La Crisis en la Física Contemporánea») resumen Lenin su pensamiento, diciendo: «La esencia de la crisis de la física contemporánea consiste en el desquiciamiento de las viejas leyes y de los principios fundamentales, en el repudio de la realidad objetiva existente fuera de la conciencia, es decir, en la sustitución del materialismo por el idealismo y el agnosticismo» (p. 273) [2]. En esta cita se ve claramente la simplificación y consecuentemente la falsificación de los problemas científicos, filosóficos y gnoseológicos en los que frecuentemente incurre Lenin. Sin hacer propiamente un desarrollo en este capítulo, otra de las tesis que utiliza Lenin para llevar a cabo su crítica es que estos científicos y filósofos «no conocen la distinción entre verdad relativa y verdad absoluta», en el sentido de que, como habíamos señalado en capítulos anteriores, para el materialismo dialéctico de Lenin, la verdad absoluta existe entendida como la suma de verdades relativas, de tal manera que estas verdades, entendidas como a su vez el simple reflejo de la realidad «son jalones que se van dando a lo largo de la historia» y que en su conjunto y en el futuro constituirán la verdad absoluta.

Es evidente que Lenin desconoce la esencia de la filosofía mecanicista que tuvo su origen, fundamentalmente, en Descartes y Newton y que impregnó tanto el pensamiento filosófico como el pensamiento científico en la explicación de la realidad y concretamente en el desarrollo de las ciencias experimentales. Para Lenin no hay más crisis del mecanicismo en la física moderna que aquella que pone en duda la realidad de la materia. De ahí el título del artículo 2: «La Materia ha desaparecido». Lenin maneja un hábil sofisma al decir que «La única propiedad de la materia es que es una realidad objetiva»; por lo tanto, si para la ciencia la materia tiene como propiedades la de la impenetrabilidad y después la misma ciencia descubre que la materia es penetrable, «esto no afecta al materialismo», que no es más que pasar de una verdad relativa a otra verdad relativa, sino que en ambos casos, mientras se reconozca la prioridad de la naturaleza de la materia sobre el espíritu, se sigue siendo materialista, no hay ninguna contradicción, no se está poniendo en crisis la concepción materialistas dialéctica de la realidad que sostenga el marxismo.

También se puede observar en este artículo que Lenin utiliza de una manera arbitraria las expresiones de los científicos o filósofos que cita. A veces los analiza desde el punto de vista que podríamos llamar de posición; es decir, si su posición coincide o no coincide con la de Marx. En otras ocasiones, esas citas las maneja exclusivamente desde el punto de vista terminológico, y de ahí que en ocasiones de un mismo autor saque frases que son materialistas y otras que son idealistas.

En el artículo 3: «¿Es Concebible el Movimiento sin Materia?», desde el primer párrafo Lenin expresa claramente su posición: «La utilización de la nueva físic a por el idealismo filosófico o las deducciones idealistas sacadas de esta física no se deben al descubrimiento de nuevas variedades de la sustancia y de la fuerza, de la materia y del movimiento, sino a la tentativa de concebir el movimiento sin materia» (p. 281).

Y ―de acuerdo con Descartes― afirmar: «el universo es la materia en movimiento o: el universo es movimiento material, es completamente igual» (p. 285). Por lo demás, en este artículo, Lenin* critica el concepto de energía como sustituto de materia. Nos encontramos con el problema ―que no llega a resolver tampoco Lenin― de la relación entre la materia y el movimiento.

La Filosofía realista de Aristóteles ya hacía la distinción entre el movimiento y el móvil, diciendo que para que se dé el movimiento, hace falta un sujeto de ese movimiento, pero pasar de ahí a reducir la materia al movimiento, es querer identificar el sujeto del movimiento con la materia para después identificar el mismo movimiento con la materia. Estamos una vez más ante el intento típico del sistema de Marx: la recuperación por parte de la materia del devenir de la idea hegeliana.

En la página 286 tenemos un claro ejemplo de los frecuentes sofismas que lleva a cabo Lenin en la crítica de sus adversarios. Dice: «'¡Pero es imprescindible que la energía tenga un vehículo!' ―dicen los partidarios de la materia―. ¿Y por qué? ―pregunta Ostwald con razón―. ¿Acaso la naturaleza ha de estar forzosamente formada de sujeto y predicado?» «Esta respuesta de Ostwald, que en 1899 agradaba tanto a Bogdánov, es un simple sofisma. ¿Es que nuestros juicios ―se podría responder a Ostwald― han de estar forzosamente formados de electrones y de éter? En realidad, eliminar mentalmente a la 'naturaleza', a la materia, como 'sujeto', es admitir implícitamente en filosofía el pensamiento por 'sujeto' (es decir, como algo primario, punto de partida, independiente de la materia)» (p. 286).

En los artículos 4, 5 y 6 analiza Lenin las corrientes de la física contemporánea desde el punto de vista del espiritualismo inglés, el espiritualismo alemán y el fideísmo francés, como él los llama, respectivamente, en cada uno de estos artículos. En resumidas cuentas, no hace otra cosa que lo que hemos mencionado anteriormente: toma estos autores, menciona entre los ingleses a Rücker y a Ward; entre los alemanes a Cohen, Hertz, Boltzmann, Helmholtz; y entre los franceses a Poincaré y a Le Roy. A todos ellos les opone ―con el mismo criterio el materialismo, porque o bien no aceptan la realidad o el conocimiento de la misma o que este conocimiento sea un fiel reflejo, un espejo, de lo que es la realidad.

El artículo 7 no tiene especial trascendencia. Tiene por título «Un Tísico Idealista' Ruso». Se refiere a Lopatin que se dejaba influir, según Lenin, por la interpretación idealista de la física moderna.

En el artículo 8, que se titula «Esencia y Significación del Idealismo Físico'», repite lo que ya había enunciado al principio: «La idea fundamental de la escuela de la nueva física que analizamos es la negación de la realidad objetiva que nos es dada en la sensación y es reflejada por nuestras teorías, o bien la duda sobre la existencia de dicha realidad. Esta escuela se aparta en el punto indicado del materialismo (impropiamente llamado realismo, neomecanicismo, hylocinética, y que los mismos físicos no desarrollan siquiera sea un poco conscientemente) que, según confiesan todos, prevalece entre los físicos y se aparta de él como escuela del idealismo Tísico,» (p. 320). Lenin expone su solución más adelante: «Otra causa que originó el idealismo Tísico' es el principio del relativismo, del carácter relativo de nuestro conocimiento, principio que se impone a los físicos con singular vigor en este período de brusco resquebrajamiento de las viejas teorías y que, unido a la ignorancia de la dialéctica, lleva fatalmente al idealismo» (p. 325).

CAPITULO VI

Tiene por título «El Empiriocriticismo y el Materialismo Histórico». En el artículo 1, Lenin analiza «las incursiones en el campo de las ciencias sociales por parte de los empiriocriticistas alemanes». Fundamentalmente, se limita a la exposición y crítica de algunas ideas sociológicas de F. Blei, un discípulo de Avenarius, donde desarrolla la teoría de «la tendencia a la estabilidad», para lo cual el autor utiliza una serie de ejemplos de cómo el hombre tiende hacia situaciones estables, tanto en el aspecto psicológico, como en el moral, como en el social, etc. Llama la atención cómo Lenin, después de transcribir algunos ejemplos como el de la persona que se tira al agua para salvar la vida de otro arriesgando la suya, y a lo cual Blei llama el «carácter espontáneo de la compasión», termina diciendo: «¡Y de semejantes inefables vulgaridades están llenas decenas y centenares de páginas de filosofía empiriocriticista!» (p. 338). No nos olvidemos que en capítulos anteriores Lenin había subrayado cómo Feuerbach, Engels y él mismo se veían en la necesidad de citar ejemplos de la vida cotidiana, textualmente, decía: «beber y comer, ya que ésta es la realidad, la práctica que confirma la teoría».

Al principio de este artículo hace un análisis de la crítica de Blei a la filosofía de Marx. La crítica de Lenin a esa crítica refleja la superficialidad habitual en la crítica filosófica de Lenín. Dice, por ejemplo: «Primer argumento: Marx es un y metafísico' que no ha comprendido la 'crítica de los conceptos' gnoseológica, que no ha elaborado una teoría general del conocimiento y ha introducido directamente el materialismo ' en su 'teoría especial del conocimiento'» (p. 334). A esta crítica responde Lenin: «En este argumento no hay nada que pertenezca personalmente a Blei y solamente a Blei. Hemos visto ya decenas y centenares de veces cómo todos los fundadores del empiriocriticismo y todos los machistas rusos acusan al materialismo de 'metafísica' ...» y así sucesivamente saca de ese texto seis argumentos en los cuales la defensa de Marx se reduce a hacer notar que Blei utiliza los mismos argumentos de los empiriocriticistas. Son críticas las de Blei que tienen su importancia desde el punto de vista filosófico, y, sin embargo, Lenin no da ninguna respuesta convincente.

En el artículo 2, Lenin hace una dura crítica contra Bogdánov que pretende corregir y desarrollar a Marx, considerándolo «el más grande sociólogo», pero diciendo que su explicación de la sociedad «ya no nos satisface por completo». «El autor quiere por consiguiente ―dice Lenin―, corregir o desarrollar la teoría partiendo de sus mismas bases» (p. 339).   Bogdánov afirma que el ser social y la conciencia social en el sentido exacto de ambos términos son idénticos. La crítica que hace Lenin a esta afirmación de Bogdánov fundamentalmente gira alrededor de la imposibilidad de identificar el ser social y la conciencia social. «El materialismo en general ―dice Lenin― reconoce la existencia real y objetiva del ser (la ma­teria) independiente de la conciencia, de las sensaciones, de la experiencia, etc., de la humanidad. El materialismo histórico reconoce al ser social independiente de la conciencia social de la humanidad. La conciencia, tanto allí como aquí, no es más que un reflejo del ser, en el mejor de los casos, un reflejo aproximadamente exacto (adecuado) ideal en cuanto a precisión. No se puede arrancar ningán postulado fundamental, ninguna parte esencial a esta filosofía del marxismo, forjada en acero, de una sola pieza, sin apartarse de la verdad objetiva, sin caer en brazos de la mentira burguesa reaccionaria» (p. 343).

Bogdánov no puede superar ni corregir a Marx y a Engels porque: «Marx y Engels, habiendo superado a Feuerbach y tras haber adquirido la madurez en la lucha contra los chapuceros, pusieron naturalmente su máxima atención en la terminación del edificio de la filosofía del materialismo, es decir, en la concepción materialista de la historia y no en la gnoseología materialista. Debido a eso, en sus obras Marx y Engels subrayaron más el materialismo dialéctico que el materialismo dialéctico, insistieron más en el materialismo histórico que en el materialismo histórico» (p. 347). Es decir la importancia de Marx y Engels, no es tanto haber desarrollado el materialismo sino lo dialéctico y lo histórico del materialismo. En este artículo Lenin no hace una exposición personal, una aplicación o un desarrollo de la dialéctica y del historicismo del materialismo de Marx y de Engels, simplemente la afirma.

El artículo 3 es una crítica a las bases de la filosofía social  de Suvorov que intenta desarrollar también los principios so­ciológicos de Mam Suvorov ―dice Lenin―, que no tiene nada en común con los filósofos empiriocriticistas o machistas rusos, pero tiene en común con ellos que «está en contra del auténtico materialismo dialéctico» (p. 348). Suvorov expone una teoría que consiste en la ley de la economía de las fuerzas. Esto lo llama Lenin «simplemente elucubración de nuevas palabras que lo único que hacen es falsificar el auténtico pensamiento marxista». Ya que Suvorov dice: «Marx ha elevado la ciencia social al grado de una teoría social ...» (p. 350), a lo cual contesta Lenin: «Será más fuerte si además de la cien­cia (¿pero existía la ciencia social antes de Marx?) distinguimos la teoría. ¿Qué esta distinción no tiene sentido? ¡Qué importa!» La actitud de Lenin en sus críticas polarizándose hacia un aspecto meramente lingüístico, terminológico, se refleja también cuando dice: «Suvorov, en cambio, ha inventado un 'término' nuevo ―por lo demás muy impropio, engendrando la confusión― para designar el concepto analizado por Marx. ¿Qué es, en efecto, la 'economía de las fuerzas'? ¿Cómo medirla? ¿Cómo aplicar este concepto? ¿Qué hechos precisos y definidos comprende? Suvorov no lo explica, y no puede ser explicado, puesto que es un embrollo» (p. 351).

En el artículo 4 Lenin empieza afirmando que «Nos falta examinar la cuestión de la actitud que adopta el machismo ante la religión» (p. 353). Sin embargo, como él mismo hace la aclaración, antes de ver esa cuestión «hay que analizar si existen partidos en filosofía y qué importancia tiene la no pertenencia a un partido determinado en filosofía».

«El genio de Marx y Engels consiste precisamente en que durante un período muy largo, de casi medio siglo, desarrollaron el materialismo, impulsaron una dirección fundamental de la filosofía y no se detuvieron a repetir las cuestiones gnoseológicas ya resueltas, sino que aplicaron consecuentemente y demostraron cómo debe aplicarse este mismo materialismo a las ciencias sociales, barriendo de un modo implacable, como si fueran inmundicias, los absurdos, el galimatías enfático y pretencioso, las innumerables tentativas de 'descubrir' una 'nueva' línea en filosofía, de inventar una 'nueva' dirección, etcétera» (p. 353). A partir de esta postura, nos dirá: «Marx y Engels, que eran en filosofía, desde el principio hasta el fin, hombres de partido, supieron descubrir las desviaciones con respecto al materialismo y las condescendencias con el idealismo y el fideísmo en todas y cada una de las 'novísimas' direcciones» (p. 357).

En una nota a pie de página, dice: «La diferencia entre la doctrina de Mach y el pragmatismo es desde el punto de vista del materialismo, tan mínima, tan insignificante, como la diferencia entre el empiriocriticismo y el empiriomonismo» (p. 360).

Citando a J. Dietzgen, dice: «Así como el antípoda del buen Dios es el diablo, el materialista lo es del profesor clerical. La teoría materialista del conocimiento es un arma universal contra la fe religiosa ...» (p. 358). Establecidas esas premisas, más adelante nos dirá Lenin cuál es el papel que deben desempeñar los auténticos marxistas. «La misión de los marxistas, tanto aquí como allá, es la de saber asimilar y reelaborar las adquisiciones de esos 'recaderos'... y saber rechazar de plano su tendencia reaccionaria, saber seguir una línea propia y luchar contra toda la línea de las fuerzas y clases que nos son enemigas» (p. 360).

En el último artículo, número 5, de capítulo, Lenin compara a Ernst Haeckel con Ernst Mach. Esta comparación, en realidad, no tiene un fundamento puesto que no se trata de dos científicos que trabajen dentro de la misma línea, pero sin embargo, podemos observar una astucia de Lenin utilizando la publicidad y difusión que tuvo Haeckel en su época como una comprobación de que todo el mundo, todas las personas, tienden a aceptar el materialismo, de tal manera que la obra de Ernst Haecke1, constituye «bofetones» a los idealistas, empiriocriticistas, etc. (p. 367). «Este naturalista, que indudablemente expresa las opiniones, disposiciones de ánimo y tendencias más arraigadas, aunque insuficientemente cristalizadas, de la aplastante mayoría de los naturalistas de fines del siglo XIX y principios del XX, demuestra de golpe, con facilidad y sencillez lo que la filosofía profesoral pretendía ocultar al público y a sí misma, a saber: que existe una base, cada vez más amplia y firme, contra la cual vienen a estrellarse todos los esfuerzos y afanes de las mil y una escueluchas del idealismo filosófico, del positivismo, del realismo, del empiriocriticismo y demás confusionismos. Esa base es el materialismo histórico natural» (p. 368). Lenin transcribe después una comparación que hace Haeckel en su obra Las maravillas de la vida entre la teoría monista del conocimiento y la teoría dualista del conocimiento.

En el primer punto dice, por ejemplo, en la primera teoría: «El conocimiento es un fenómeno fisiológico, cuyo órgano anatómico es el cerebro» (p. 369). La segunda teoría, en cambio, dice: «El conocimiento no es un fenómeno fisiológico, sino un proceso puramente espiritual» (ibíd.). Así sucesivamente, va comparando una serie de textos a lo cual comenta Lenin: «Este típico fragmento de las obras de Haeckel demuestra que el autor no entra en el análisis de las cuestiones filosóficas y no sabe oponer una a otra la teoría materialista y la teoría idealista del conocimiento» (p. 370).

Lenin dedica página y media a las conclusiones de su obra. Empieza diciendo: «El marxista debe apreciar el empiriocriticismo desde cuatro puntos de vista... En primer lugar y sobre todo, es necesario comparar las bases teóricas de esta filosofía con las del materialismo dialéctico. Esta comparación, a la cual fueron dedicados los tres primeros capítulos, demuestra en toda la serie de cuestiones referentes a la gnoseología el carácter enteramente reaccionario del empiriocriticismo... En segundo lugar, es necesario situar al empiriocriticismo como minúscula escuelucha de filósofos profesionales entre las otras escuelas filosóficas contemporáneas... En tercer lugar, es preciso tener en cuenta la ligazón indubitable de la doctrina de Mach con una escuela determinada dentro de una de las ramas de las ciencias naturales modernas. La inmensa mayoría de los naturalistas, tanto en general como en particular, los de dicha rama en especial, es decir de la física, se sitúan invariablemente del lado del materialismo... En cuarto lugar, detrás del escolasticismo gnoseológico del empiriocriticismo, no se puede dejar de ver la lucha de los partidos en la filosofía, lucha que expresa en última instancia, las tendencias y la ideología de las clases enemigas dentro de la sociedad moderna» (p. 364).

Después de terminada la obra, añadió Lenin un complemento al párrafo primero del capítulo IV, que tiene por título «¿Desde qué ángulo abordó Chernischevski la crítica de Kantismo?» En una nota de la editorial se transcribe un fragmento de la carta de Lenin «te envío el complemento ―le escribía a su hermana―, pero no es necesario que esto detenga la publicación. No obstante, si llegara a tiempo, inclúyelo al final del libro después de la conclusión en distinto tipo de letra. Considero que es sumamente importante contraponer Chernischevski a los machistas». Por lo tanto, este complemento que tiene una extensión de tres páginas, no hace sino señalar a los machistas que existe un «magnífico razonamiento de carácter materialista». «Para Chernischevski, como para todo materialista, las leyes del pensamiento no tienen un valor únicamente subjetivo, es decir, las leyes del pensamiento reflejan la forma de la existencia real de los objetos. Lejos de diferir, son perfectamente semejantes a dichas formas» (p. 379).

 

VALORACION CRITICA

Materialismo y Empiriocriticismo es una de las obras de carácter directamente filosófico que escribió Lenin. Publicada por primera vez en Moscú en 1909, invirtió nueve meses en su elaboración. La escribió en Suiza e Inglaterra, donde tuvo opor­tunidad de informarse detalladamente de los movimientos filosóficos desviados que pretendía corregir. Para entender esta obra de Lenin es indispensable tener en cuenta que está escrita con un carácter marcadamente polémico: la crítica a los filósofos rusos que, llamándose materialistas, se apartan sin embargo de Feuerbach, Marx y Engels. Este carácter da un tono apasionado a la obra, ya de suyo poco sistemática y profunda en sus planteamientos estrictamente filosóficos.

Lenin plantea abiertamente una dura crítica al materia­lismo no dialéctico propugnado por algunos neokantianos po­sitivistas de la época, como Mach y Avenarius. Para Lenin no tiene sentido ―tras la incondicional asunción del método dialéctico efectuada por Marx y Engels― volver a un mate­rialismo de tipo estático, ajeno a la dialéctica hegeliana.

El materialismo estático de Mach y Avenarius hunde sus raíces en el empirismo inglés del siglo XVIII. El principio empirista de la sensación como fuente única de todo conoci­miento puede fundar tanto un materialismo como un idealis­mo subjetivo. «Procediendo desde las sensaciones, concluye Lenin, se puede seguir la línea del subjetivismo que lleva al solipsismo ('los cuerpos son complejos o síntesis de sensa­ciones'), o seguir también la línea de lo objetivo, que lleva al materialismo ('las sensaciones son imágenes de los cuerpos, del mundo externo'). Para el primer punto de vista (...) no se puede dar ninguna verdad objetiva. Para el segundo punto de vista, es decir para el materialismo, es esencial el recono­cimiento de la verdad objetiva» [3].

Mach y Avenarius ―según Lenin― han elegido el cami­no de lo subjetivo, perdiendo así de algún modo la realidad del mundo exterior, y negando la verdad objetiva en conse­cuencia. La crítica de Lenin a esta posición, que él denomina empiriocriticismo, le obliga a enfrentarse con temas metafí­sicos importantes y en especial con el problema crítico del conocimiento. Materialismo y Empiriocriticismo es una de las obras fundamentales donde queda expuesta la teoría del cono­cimiento marxista.

Lenin, en efecto, pretende en esta obra aplicar y desarro­llar la teoría del conocimiento de Marx y Engels. «Marx y Engels pusieron, pues, muy naturalmente, toda su atención no en la repetición de lo viejo, sino en el desarrollo teórico serio del materialismo, en su aplicación a la historia, es decir, en la terminación hasta la cúspide del edificio de la filosofía materialista. Es muy natural que, en el terreno de la gnoseo­logía, se limitaran a corregir los errores de Feuerbach, a ri­diculizar las banalidades del materialista Dühring, a criticar los errores de Büchner (véase J. Dietzgen), a poner de relie­ve lo que sobre todo les faltaba a esos escritores tan conoci­dos y populares en los círculos de obreros, a saber: la dia­léctica» (p. 257).

1. La ambigüedad del concepto marxista de materia.

Gran parte de los conceptos expuestos por Lenin en esta obra han sido recogidos textualmente por la Gran Enciclope­dia Soviética, pasando a formar parte de la interpretación oficial rusa del materialismo dialéctico. Así ocurre por ejem­plo con el concepto de materia: «La materia es una categoría filosófica que sirve para designar la realidad objetiva, que es dada al hombre en sus sensaciones, que es copiada, fotografiada, reflejada por nuestras sensaciones, existiendo in­dependientemente de ellas» (p. 136).

Entre las más importantes características que Lenin atribuye a la materia, encontramos:

1) La materia es definida en relación al sujeto cognoscen­te (se desprende de la definición).

2) La materia existe independientemente de nuestra con­ciencia: «Si Bazárov realmente no sabe que la premisa funda­mental del materialismo es el conocimiento del mundo exte­rior, de la existencia de las cosas fuera de nuestra conciencia e independientemente de ella, estamos en presencia de un caso de crasa ignorancia verdaderamente excepcional» (p. 88).

3) La materia es anterior a la conciencia. Esta no es más que un elemento secundario derivado de la materia: «Basta plantear claramente la cuestión para comprender en qué enor­me absurdo caen los machistas cuando exigen de los materia­listas una definición de la materia que no se reduzca a repetir que la materia, la naturaleza, el ser, lo físico, es lo primario; el espíritu, la conciencia, la sensación, lo psíquico es lo secun­dario» (p. 156).

4) «La única propiedad de la materia con cuya admisión está ligado el materialismo filosófico es la propiedad de ser realidad objetiva, de existir fuera de la conciencia» (p. 276).

5) El movimiento se da de tal forma en la materia, que es lo mismo hablar de materia que de materia en movimien­to [4]: «Si el mundo es materia en movimiento, se la puede y se la debe estudiar infinitamente en las infinitamente compli­cadas y detalladas manifestaciones y ramificaciones de este movimiento, del movimiento de esta materia, pero nada pue­de haber fuera de tal materia, fuera del mundo físico, del mundo exterior a todos familiar» (p. 362). [5]

Para Lenin, todas estas características constituyen el perno de la distinción entre idealismo y materialismo, única alter­nativa que, en su reducción simplista, reconoce entre los mo­dos de pensamiento filosófico. «En contraste con el idealismo el cual afirma que el mundo material, el ser, la naturaleza son productos de la ciencia, del Espíritu, de la Idea, el mate­rialismo en pleno acuerdo con la ciencia natural y con la pra­xis histórico‑social considera la conciencia como el elemento secundario, derivado de la materia» (p. 362).

La ambigüedad del concepto leninista de materia se con­vierte a veces en verdadera contradicción: la materia es con­cebida como fuera de la conciencia, cuando «nada puede haber fuera de tal materia» (p. 362); la materia como opuesta a la conciencia humana y a la vez como sustancia de la conciencia.

No se ve el modo de salvar la incoherencia: la conciencia parece que deba diferir de la materia; además de las afirmacio­nes explícitas en este sentido, parece evidente que sólo el hom­bre es capaz de ciencia y no cualquier otra materia distinta del hombre. Sin embargo, las exigencias monistas del sistema fuer­zan a Lenin a negar tal distinción, porque la conciencia, en la ortodoxia del inmanentismo marxista, no es más que actividad sensible material.

2. La teoría del conocimiento.

La teoría del conocimiento es quizá uno de los aspectos más débiles de todo el sistema marxista, desde el punto de vis­ta incluso de la coherencia interna del sistema. Esto vale de manera especial para Lenin, que siguiendo en este tema más a Engels que a Marx, mantuvo una posición menos cauta que la observada por Marx en este punto, cayendo en frecuentes contradicciones.

La descripción de la teoría del conocimiento que Lenin hace extensamente en esta obra puede inducir al equívoco. La insistente reivindicación de la realidad objetiva, distinta de la conciencia, da un aparente tinte de realismo a muchos pasajes del libro. Es este un factor común de toda la crítica de los autores marxistas al idealismo. Por eso es necesario poner de relieve ya desde el principio que la «recuperación de la realidad» que opera el marxismo en relación al idealismo, es una recuperación en clave inmanentista. Se trata pura y simplemente de la sustitución de la actividad inteligente espiritual por la de la acción sensible material. En ambos casos el ser no difiere del ser de conciencia, sea ésta espiritual (idealismo) o mera actividad sensible (marxismo).

El conocimiento es para Lenin un reflejo de la realidad. Lenin habla de sensación, representación, conciencia, como sinónimos, distinguiendo sin embargo entre lo reflejado (la realidad objetiva) y lo que refleja (la conciencia). Es continua la repetición de los términos reflejo, imagen, copia, fotografía, etc., para explicar la naturaleza del conocimiento.

El conocimiento se reduce por tanto a una actividad sensorial, a un proceso meramente físico por el que se reciben imágenes de lo objetivo (la materia) a través de los estímulos de los sentidos. Para encontrar en la historia del pensamiento un paralelismo de esta pobre teoría del conocimiento habría que remontarse a la primitiva física democritea y epicurea.

También aquí Lenin hace afirmaciones contradictorias: «Es necesario lógicamente reconocer que toda la materia posee una propiedad que según su esencia es afín a las sensaciones, la propiedad del reflejo», y más adelante añade que «no toda materia es capaz de reaccionar a los estímulos, sino sólo aquella dotada de organización superior a la que llega la materia en sus grados superiores de evolución de los que el más alto es el pensamiento».

Entre los muchos interrogantes que esta explicación del conocimiento suscita, surge como uno de los más aparentes la diferencia que habría entre el conocimiento de un animal y el del hombre, tema que Lenin silencia.

El acto de conocimiento supone la preexistencia ―es una relación entre dos cosas― de un objeto cognoscible y de un sujeto cognoscente. El objeto cognoscible es un ente en acto: para que algo pueda ser conocido por la inteligencia humana tiene que ser en acto. Por su parte, el sujeto cognoscente debe poseer una naturaleza capaz de captar, de hacer suyo intencionalmente, otro ente. Sólo una facultad espiritual, como el intelecto humano, puede recibir otras formas sin corromperse. El advenimiento de nuevas formas a una materia provoca necesariamente la corrupción del compuesto. No es posible, por tanto, que la inteligencia humana sea material. La inteligencia humana aprehende las cosas en su razón de ser, sub ratione entis, por tanto, aprehende las formas en toda su universalidad para simultáneamente ―volviendo sobre el fantasma: conversio ad phantasmata― entender el ente en su singularidad concreta, como lo que efectivamente es. Esta operación de la inteligencia recibe el nombre de simple aprehensión. La operación del intelecto que alcanza explícitamente el actus essendi, como tal acto, al entender al ente como compuesto de esencia y esse, recibe el nombre de juicio.

El conocimiento sensible se distingue netamente del inteligible, porque termina en el singular sensible. También el conocimiento inteligible termina, como hemos dicho, en el singular, pero superando el aspecto sensible, aprehende la cosa sub ratione particulare entis.  

En la postura gnoseológica marxista sólo se admite el «dato»: conozco, pero no se explica su naturaleza. Se habla del conocimiento como reflejo, copia, etc., sin analizar a fondo el contenido de estas nociones. Sin duda, el carácter fuertemente aporético de estas nociones ―tal como las utiliza Lenin― pueden constituir la única justificación de su silenciada explicación.

No es fácil dilucidar qué sentido pueden tener en el marxismo expresiones como «conocer la verdad objetiva», que Lenin utiliza con frecuencia. «Lo objetivo» queda en el marxis­mo como una palabra sin contenido; en el mejor de los casos definida por su oposición dialéctica a la conciencia, a lo sub­jetivo, o como sinónimo de totalidad, definida axiomáticamen­te como la materia en movimiento. Materia a su vez entendi­da como sustancia de los contenidos de conciencia.

«En una concepción donde el conocimiento es reducido a simple reflejo físico no se ve cómo se puede hablar de fuera o dentro de la conciencia y, por tanto, de una oposición; no se ve cómo se da la coagulación de las diversas cualidades sen­soriales en la única materia y después la disyunción en materia y movimiento; no se ve cuál pueda ser la distinción entre ma­teria, que es el contenido recibido, y la conciencia, que es el sujeto recipiente, y que además deviene reflejante, operante... en todos los campos de la actividad teorética y práctica» [6].

Por último, hay que notar, que para Lenin, el contenido de la experiencia sensible a la que se ha reducido el conocimiento humano no es la percepción, sino la sensación. La pers­pectiva de totalidad que el marxismo ―como toda filosofía derivada de Hegel― asume en el terreno metafísico, en donde el concreto no es más que un momento negativo del proceso dialéctico, parece perderse por completo en psicología.

En efecto, el conocimiento sensible no lo constituye una sensación, o la suma de muchas de ellas. Sostener esto es vol­ver a una concepción atomística de tipo asociacionista. La per­cepción sensible no es la síntesis de las distintas sensaciones que el sujeto recibe a través de los sentidos. La percepción constituye un todo, un acto a se, el acto propio del sujeto que conoce sensiblemente. Sólo por análisis de la percepción cono­cemos la sensación. Los sentidos no sienten. Es el sujeto com­pleto quien siente a través de los sentidos. Para la filosofía del ser el sujeto real subsistente, el ente concreto, es un todo, porque no tener un acto de ser participado, es uno (el ser porque confiere la unidad al ente); de aquí la frecuente insistencia de la filosofía realista en recalcar la primacía del concreto en el orden real: el ente es quien es, quien tiene el ser, y por tanto quien actúa, quien conoce, quien siente, etc. Los presupuestos filosóficos de Lenin son bien diversos: la «metafísica» marxista otorga la primacía al género y no al individuo, a la Humanidad y no al hombre. Para el marxismo el concreto no es un todo, no hay más que la totalidad. El Todo no es Dios, sino el Hombre (la humanidad, el hombre genérico e histórico). Consecuentemente, el hombre no es un todo, es simplemente una parte del Todo.

Sólo en base a estos postulados ideológicos pueden enten­derse los errores de la explicación que Lenin da del conoci­miento y que todavía hoy la interpretación oficial rusa sos­tiene.

El monismo materialista del sistema de Marx hace impo­sible, siendo consecuentes, la aceptación de cualquier tipo de dualismo. Sin embargo, para Lenin, lo importante es salva­guardar el sistema, aunque el precio de esto sea a veces caer en inconsecuencias patentes. Así «se afirma en el plano teórico formal, contra el idealismo de Hegel y de la mayor parte del pensamiento occidental, el realismo inmediato de la concien­cia humana sensible, que es a la vez profesión de dualismo óntico entre naturaleza y hombre y de dualismo gnoseológico entre sensación y reflexión, entre percepción y pensamiento y más en general entre conocimiento y praxis. Ahora bien, en estas parejas daría la impresión, en homenaje al proclamado realismo, que fuese el primer miembro el fundamento median­te activo del segundo: que la verdad de la reflexión dependa de la correspondiente sensación, la verdad del pensamiento de la de la percepción y la verdad de la praxis de la verdad de la norma moral; en cambio se afirma exactamente lo con­trario. Por tanto, sensación, percepción, pensamiento... no son el fundamento; pero no lo pueden ser tampoco la reflexión, el pensamiento, la praxis ... : de este modo el marxismo es un dualismo ficticio, vano, vacío, y cae en el monismo materia­lista o en el idealista. Así la alternativa no tiene ya ningún valor.

Se afirma en el plano teórico real que el hombre es el fun­damento de la verdad en el marxismo, pero no se llega nunca a determinar: ¿qué es el hombre? Es decir, se lo determina dos veces y en modo opuesto: en primer lugar como realidad física y natural, y, por tanto, como parte de la naturaleza, y después como transformador de la naturaleza; por consiguien­te, se pone primero la naturaleza como común denominador y fundamento cualificante del hombre, después se pone al hombre como denominador cualificante de la naturaleza... El marxismo tiene razón en condenar el fenomenismo, y Lenin ha criticado ásperamente el fenomenismo de Mach y Avena­rius. Pero el marxismo opera entonces simultáneamente con dos teorías del conocimiento: en la primera el ser se ofrece al hombre sobre la base de la experiencia sensible, en la segun­da el ser es un producto del hombre y la praxis se pone como fundamento de la teoría. Y se trata de dos teorías opuestas, no en forma dialéctica, sino que se excluyen en el plena de la semántica elemental» [7].

3. La reducción marxista de la filosofía a la alternativa materialismo‑idealismo.

El intento de Lenin de hacer un análisis a fondo de los problemas gnoseológicos está viciado por otra simplificación que ―siguiendo a Engels― aplica para analizar todos los pro­blemas. La historia de la filosofía sólo tiene dos expresiones: el idealismo y el materialismo. Aquél considera como prima­ria la conciencia y el mundo material como secundario, y éste a la inversa. Tal simplificación carece de toda fundamenta­ción en un análisis serio de la historia de la filosofía. Cierta­mente cualquier fenómeno de la realidad en su devenir his­tórico podemos encasillarlo en base a dos conceptos, pero cada uno de los movimientos contiene en sí mismo una mayor ri­queza de la que pueden expresar esas dos categorías. «Las dos líneas fundamentales de las concepciones filosóficas quedan aquí consignadas con la franqueza, la claridad y la pre­cisión que distingue a los filósofos clásicos de los inventores de 'nuevos' sistemas en nuestro tiempo. El materialismo: re­conocimiento de los 'objetos en sí' o fuera de la mente; las ideas y las sensaciones son copias o reflejos de estos objetos. La doctrina opuesta: el idealismo: los objetos no existen fue­ra de la mente'; los objetos son 'combinaciones de sensacio­nes'» (p. 27). «Todas las observaciones filosóficas de Marx gravitan en torno a estas dos principales tendencias opuestas, y la 'estrechez' y el 'carácter unilateral' de aquéllas constitu­yen precisamente los defectos que la filosofía profesoral le reprocha. En realidad, semejante desprecio a los híbridos proyectos es el mayor de los méritos de Marx, que marchaba hacia ade­lante, siguiendo una senda filosófica claramente determinada» (p. 355). «Tenía razón Engels cuando decía que lo importante no es saber a cuál de las numerosas escuelas del materialismo o del idealismo se adhiere este o el otro filósofo, sino saber si se toma como lo primario de la naturaleza, el mundo exte­rior, la materia en movimiento, o el espíritu, la razón, la con­ciencia, etc.» (p. 176).

Además estos sistemas deben tomarse íntegramente y no en sus partes: «... oponer el 'punto de partida' de la 'concep­ción aislada' de los mismos sobre la realidad objetiva del tiempo y del espacio, es incurrir en un absurdo tan flagrante como si se pretendiera oponer el 'punto de partida' de la teo­ría económica de Marx a su 'concepción aislada' sobre la plus­valía. Separar la doctrina de Engels sobre la realidad objetiva del tiempo y del espacio de su doctrina de la transforma­ción de las 'cosas en sí' en las 'cosas para nosotros', de su admisión de la verdad objetiva y absoluta, a saber: de la reali­dad objetiva que nos es dada en la sensación ―de su admi­sión de las leyes objetivas, de la causalidad y de la necesidad, en la naturaleza―, es hacer un revoltijo de una filosofía que es íntegra» (p. 196). Esto se resalta de una manera más clara' en el siguiente texto: «Figurémosnos a un idealista consecuen­te que sustenta, por ejemplo, el punto de vista de que todo el universo es mi sensación o mi representación, etc. (si dijéra­mos: sensación o representación 'de nadie', el idealismo filo­sófico cambiaría de variedad, pero no cambiaría su esencia). Este idealista no pensará ni por un instante negar que el universo sea movimiento, a saber: movimiento de mis pensamien­tos, de mis representaciones, de mis sensaciones. El idealista rechazará como absurda la cuestión de qué es lo que se mue­ve: se produce un cambio de mis sensaciones, mis representa­ciones mentales aparecen y desaparecen, y eso es todo. No hay nada fuera de mí. Se mueve' y basta. No cabe pensamiento más 'económico'. Ni hay pruebas, silogismos, definiciones, que puedan refutar al solipsista, si éste mantiene consecuentemen­te su concepción» (p. 282).

Todo el marxismo ―y esta obra de Lenin es un claro ejem­plo― no ve más alternativa filosófica que la de materalismo­-idealismo. «Los marxistas saben muy bien que el verdadero adversario del materialismo es la metafísica del ser, que se opone tanto al materialismo como al idealismo: el ser com­prende y permite distinguir entre materia y espíritu, alma y cuerpo, sensación y pensamiento, instinto y libertad... ; la an­tinomia surge y se hace insoluble cuando se intenta reducir todo lo real a una parte (pensamiento, acción, movimiento). La libertad espiritual que la metafísica creacionista del ser sos­tiene, va contra la necesidad física determinista del materia­lismo y contra la dialéctica, también necesaria, del idealismo. Los marxistas además saben muy bien también, que en el proponer su propio monismo materialista dicen inspirarse en los materialistas de la antigüedad y sobre todo en el materialismo del iluminismo francés del siglo XVIII, pero en realidad de­fienden un materialismo de marca nueva, el materialismo dia­léctico, el cual no es más que la concepción antropológica es­condida en el idealismo (Feuerbach) y desarrollada todavía con recurso al idealismo (dialéctica hegeliana). Y los marxis­tas mismos en fin, saben bien, o pueden fácilmente compren­der, que en su noción se afirma y se niega a la vez el dualis­mo de materia y conciencia, de naturaleza y hombre» [8].

4. La praxis como criterio de verdad: su incompatibilidad con la teoría del conocimiento como reflejo.

Lenin, después de haber establecido una teoría del conoci­miento, en la que éste viene explicado como un reflejo de la realidad objetiva, pasa impertérritamente a afirmar que la praxis humana es el criterio de la verdad. Lenin no podía pres­cindir de un postulado central del marxismo como éste. Sin embargo, la coexistencia de ambas afirmaciones parece impo­sible.

En efecto, siendo el concepto marxista de praxis netamen­te inmanentista, ¿cómo se puede afirmar que la materia pro­duce la conciencia?; y siendo el conocimiento un reflejo de la realidad objetiva, ¿cómo la praxis puede ser criterio de ver­dad? Ninguno de los dos interrogantes tiene solución posible.

La conciencia producida por la materia es una tesis estric­tamente engelsiana a la que Lenin presta su adhesión incon­dicional. No la encontramos, sin embargo, en Marx, que ―como ya se ha dicho― mantuvo siempre en este punto una posición mucho más cauta.

La tesis de Engels carece de toda fundamentación en la filosofía marxista y sólo es explicable por el contexto históri­co en el cual se desarrollan los pensamientos de Marx, Engels y Lenin. Especialmente nos referiremos a la influencia del evolucionismo postulado por Darwin en toda la filosofía de la segunda mitad del siglo XIX, y de una manera específica a la influencia del concepto de dialéctica extraído por Marx y Engels del pensamiento de Hegel.

El análisis gnoseológico sólo nos puede explicar la natura­leza y el alcance del conocimiento, pero no puede fundamentar una tesis metafísica: tal es el vicio fundamental en el que incurre Lenin. La dualidad sujeto cognoscente y cosa conoci­da debe ser punto de partida de la teoría del conocimiento y no conclusión de ella, aun cuando en la historia de los siste­mas filosóficos encontremos con frecuencia la tendencia a plantear en este dualismo una relación de prioridad o de an­terioridad. Si la teoría del conocimiento por el análisis del acto mismo de conocer intenta deducir una relación de esta naturaleza, traspasa sus mismas posibilidades, ya que necesa­riamente conduce a un inmanentismo, puesto que el acto de conocer no puede expresar otra cosa que la identidad entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido, que es lo que expre­sa el concepto mismo de conocimiento. Esto es lo que expli­ca por qué a lo largo de la historia de la filosofía cuando se ha intentado fundar un realismo a partir del análisis del co­nocimiento, o explicar la realidad a partir de la experiencia, con distintos nombres nos encontramos en la misma postura.

El segundo interrogante pone de manifiesto que el marxis­mo opera con dos conceptos de verdad diversos, más aún, con­tradictorios.

«Por una parte el conocimiento es afirmado como pura recepción, por otra su verdad se dice obra de la praxis y, por tanto, de algo distinto, más aún de algo diverso y añadido. El momento del conocimiento es independiente del hombre, es el momento realista de la afirmación de la naturaleza en contra del hombre; el momento de la verdad depende del hom­bre, es el momento dialéctico e inmanentista de la praxis..., de donde se pasa a afirmar el materialismo histórico. Pero, como decía Kierkegaard a Hegel, es fácil hacer los pases dia­lécticos sobre el papel: entre estos dos momentos de la posi­ción marxista no hay sólo distinción, sino una evidente frac­tura y oposición insanable. Esta oposición es afirmada tam­bién por los marxistas, pero para ser negada inmediatamente con increíble desenvoltura: Materia y conciencia se oponen entre sí, pero solamente en los límites de la cuestión funda­mental de la filosofía, es decir, en la cuestión de la relación de la conciencia al ser, puesto que fuera de la materia e inde­pendientemente de ella no se da conciencia alguna, y una exis­tencia de la misma es imposible' (Gran Enciclopedia Soviéti­ca)» [9].

En conclusión se puede decir que, en el marxismo, «se afir­ma en el plano intencional que el conocimiento es un reflejo del mundo en el cerebro del hombre (es el conocimiento como inmediatez sensible): es la primera teoría; pero después se declara que el conocimiento es dialéctico, es decir, mediado por la praxis y por la realidad económica y que la praxis pro­duce la conciencia. Dos teorías por consiguiente simultáneas y opuestas, no en sentido dialéctico, sino que quitan al pro­blema mismo todo sentido» [10].

J.M.C. y T.A.D.

 

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* Esta edición forma parte de la colección «Clásicos del Marxismo». No indica quién llevó a cabo la traducción al castellano. Tiene al final 26 páginas de notas tomadas de la quinta edición de las obras completas, que el Instituto de Marxismo‑Leninismo incluye en el volumen correspondiente, y que fundamentalmente hacen aclaraciones de carácter histórico y filosófico.

[1] Cfr. Recensión a Marx, Tesis sobre Feuerbach, y a Mao Tse‑Tung, Acerca de la práctica.

[2] Aceptar «la realidad objetiva existente fuera de la conciencia» no equivale a profesarse materialista. Este reduccionismo es sólo explicable en pensadores que ―como Lenin― han aceptado el presupuesto del monismo materialista de Marx.

[3] Fabro, C., Introduzione all´ateismo moderno, 2ª ed. Roma, 1969, vol. 1, p. 214.

[4] Vid. página siguiente.

[5] La reivindicación del movimiento como propiedad necesaria inmanente a la materia es una tesis del empirismo inglés del siglo XVIII, en concreto de John Toland, aunque está ya de algún modo en Descartes.

[6] Fabro, C., Introduzione all´ateismo moderno, vol. 11, p. 1080.

[7] Fabro, C., Feuerbach‑Marx‑Engels; Materialismo dialettico e Mate­rialismo storico, Brescia, 1962, pp. CXV‑CXVI.

[8] Fabro, C., Introduzione all'ateismo moderno, vol. II, p. 1081.

[9] Fabro, C., Introduzione all'ateismo moderno, vol. II, p. 1084.

[10] Fabro, C., Feuerbach‑Marx‑Engels; Materialismo..., p. CXVI.