MACHADO, Antonio

Juan de Mairena

Ed. Castalia, 1972. Edición de José María Valverde

I. ANTONIO MACHADO Y EL PERIODISMO.

Desde que en 1983, muy joven aún, inicia su labor literaria con los artículos aparecidos en el semanario  La Caricatura, de Madrid, bajo el pseudónimo de  (A.) Cabellera, Antonio Machado no dejó de escribir habitualmente en la prensa periódica. Antes de las que luego constituirán su libro  Juan de Mairena, habían sido ya muy numerosas las colaboraciones de variada naturaleza (artículos, crónicas, notas reseñas, etc.; también, como se sabe, parte de su obra en verso) que Antonio Machado firmó en diversos diarios y revistas de distintas ciudades. Incluso cooperó con algunos amigos en la fundación, en Soria, de un  periodiquillo, según sus propias declaraciones.

La prensa sirvió pues a Antonio Machado de modo ordinario, a lo largo de toda su vida, como principal cauce para la expresión de su ideario religioso, social, patriótico, político, estético, etc. Esta actividad descubre una clara preocupación pedagógica, que Machado sintió y realizó como los demás escritores del noventa y ocho.

II. ANTONIO MACHADO Y LA FILOSOFIA

Por su educación juvenil en la Institución Libre de Enseñanza, recibió unas directrices filosóficas y éticas de raíz krausista, que orientan toda su obra, especialmente, como resulta natural, los escritos en prosa de carácter ideológico. Rasgos patentes, reveladores de tal influjo, son su vago sentimiento religioso, oscilante entre el racionalismo y el misticismo laico; su afán por la verdad, siempre amenazada por la duda; la fraternidad universal por medio de la tolerancia y la justicia; el liberalismo político, etc.

Su dedicación y lecturas literarias corren parejas con el interés por la filosofía. Ya profesor de francés de Instituto, desde 1907, sin título universitario y con escaso gusto por la labor profesional, recibe en 1911 una beca de la Junta para ampliación de estudios que le permite residir en París medio año. Allí asistió a varios cursos del Collège de France, entre ellos el de Bergson, uno de los filósofos que más influirá en su ideario con la doctrina de la temporalidad del ser.

Años más tarde, viudo, en su soledad de Baeza, durante una época de sequedad poética, se dedicará con más atención a lecturas filosóficas y se matriculará en 1915 como alumno libre en la Sección de Filosofía de la Universidad de Madrid, donde se graduará en 1918. "La necesidad de un título académico fue, en verdad, el pretexto para consagrar unos cuantos años a una afición de toda mi vida", manifestará años después en carta a un amigo. Estas palabras quedan aclaradas por otras escritas antes, desde Baeza (1914) en carta a Unamuno: "En los concursos saltan por encima de mí aun aquellos que son más jóvenes en el profesorado y no precisamente a causa de su juventud, sino por ser doctores, licenciados."

Si bien la actitud de Antonio Machado hacia Nietzsche resulta oscilante a lo largo de su vida y acaba en abierta repulsa, es innegable la huella del filósofo germano, en especial sobre la manera expositiva del Machado pensador. Concretamente, el "Nietzsche de las anotaciones sueltas, a veces de brevedad apriorística, a veces de una página o una página y media con acento coloquial y sin levantar la voz, y frecuentemente de sarcástico humorismo" (Valverde, p. 23) constituye el modelo, combinado con el folklore literario español, de algunas formas expresivas de Antonio Machado. Este recomienda explícitamente la lectura de Nietzsche "porque fue también un maestro del aforismo y del epigrama."

Es Heidegger el filósofo al que Antonio Machado presta más atención, al que más deben sus escritos en prosa y también algunos de sus versos. Precisamente entre las explicaciones de Mairena a sus discípulos está una exposición —parcial, por supuesto, y dispersa en varios capítulos— de su doctrina. La cálida aceptación por Antonio Machado de la filosofía existencialista de Heidegger queda bien patente en estas palabras de Mairena:

"Yo no sé qué trascendencia puede alcanzar en el futuro del mundo filosófico (...) la filosofía de Heidegger; pero no puedo menos de pensar en Sócrates y en la sentencia délfica (...) ante esta nueva —¿nueva?— filosofía, que a la pregunta esencial de la metafísica: ¿qué es el ser?, responde: investigadlo en la existencia humana; que ella sea vuestro punto de partida (...) Tal es la nota profundamente lírica, que llevará a los poetas a la filosofía de Heidegger como las mariposas a la luz."

 

En 1937, Antonio Machado dedicó un largo estudio a una presentación más sistemática de la filosofía heideggeriana. En él advierte, con sorpresa, algunas coincidencias de su propio pensamiento con el del filósofo alemán. Aunque la lectura de éste hubo de influir en la concepción poética y filosófica de Antonio Machado, también es cierto que en algunos de sus escritos vierte ideas coincidentes antes de tal lectura.

III. PRECEDENTES DEL LIBRO "JUAN DE MAIRENA"

En manuscritos inéditos hasta después de su muerte (publica dos bajo el título de Los complementarios), Antonio Machado había diseñado las figuras de varios Poetas que pudieron existir. De ellos traza una ligerísima semblanza y ofrece algunas manifestaciones de su labor poética. Otros dos, igualmente apócrifos, salieron antes a la —luz, en vida de su creador: Abel Martín aparece en dos colaboraciones de la Revista de Occidente (1926), con una advertencia final sobre su discípulo Juan de Mairena.

De este último, junto con lo ya publicado de su maestro, Antonio Machado dio a conocer un poema, dos largos ensayos (uno sobre poética y otro sobre metafísica) y un diálogo sobre el porvenir de la lírica, sostenido con un tercer apócrifo, Jorge Meneses. Todos estos textos aparecieron por primera vez en la 2ª ed. de las Poesías Completas (Madrid 1929) de Antonio Machado, en una sección titulada De un cancionero apócrifo, que fue aumentada en ediciones posteriores, sin haber llegado nunca a formar un volumen independiente.

Como entrada a tales textos Antonio Machado inserta la siguiente nota biográfica:

"Juan de Mairena, poeta, filósofo, retórico e inventor de una Máquina de Cantar. Nació en Sevilla (1865). Murió en Casariego de Tapia (1909). Es autor de una Vida de Abel Martín, de un Arte poética, de una colección de poesías: Coplas mecánicas y de un tratado de metafísica: Los siete reversos."

 

La "personalidad" de Mairena queda realzada por el hecho de que algunas poesías de la citada sección De un cancionero apócrifo llevan como epígrafe la indicación: A la manera de Juan de Mairena.

IV. CONSTITUCION DEL LIBRO "JUAN DE MAIRENA"

Para la creación periodística de Juan de Mairena se ha señalado una influencia precisa: la del Nuevo Glosario, de Eugenio D'Ors, escritor muy admirado por Antonio Machado, que le dedica un ditirámbico soneto en Nuevas canciones. Pese a sus diferencias ideológicas, Antonio Machado debió de sentirse atraído por el modelo dorsiano, en el que encuentra el gran mérito de "haber sustituido en sus hábitos mentales el afán polémico, que se acerca a las cosas con una previa antipatía, por el diálogo platónico y la mayéutica socrática." Con Juan de Mairena, tras algún intento anterior, logró crear su propio glosario, un cauce de reflexión pública sobre las cuestiones que, en cada momento, atraían su atención o sobre las que trataba de suscitarla en la sociedad española, si bien la comunicación buscada por Antonio Machado resultó de muy corta duración temporal.

El 4 de noviembre de 1934 publica en el Diario de Madrid (cuya andadura se había iniciado días antes) un artículo titulado Apuntes y recuerdos de Juan de Mairena. A éste siguieron otros con el mismo titulo, a veces ligeramente modificado o ampliado, a veces diverso. Estas colaboraciones, que suman el número de 35, terminaron en el periódico mencionado el 24 de octubre de 1935. Pero se continuaron pronto, en El Sol del día 17 de noviembre de 1935, donde prosiguieron hasta el 28 de junio de 1936.

El cambio de periódico no supuso ninguna alteración en la modalidad o naturaleza de la serie, que alcanzó un total de 49 artículos.

Con ellos se formó el libro Juan de Mairena. Sentencias donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, que publica la editorial Espasa-Calpe, en Madrid, 1936. Las entregas originarias vienen a coincidir con los capítulos del libro, el cual no aporta nuevo material, aunque consta de 50 capítulos, debido a algunos, escasos, cambios de distribución. Tampoco hay, apenas, variaciones en el interior de cada capitulo respecto de su versión inicial. La más notable, obligada, consiste en la supresión de 108 epígrafes utilizados en las apariciones periodísticas. Los capítulos del libro se marcan solo por un numeral romano.

Tras la publicación del libro, a partir de 1937, Antonio Machado siguió utilizando su apócrifo en colaboraciones aparecidas en las revistas culturales Hora de España y Madrid y en el diario La Vanguardia. Algunas de ellas llevan la indicación de Mairena póstumo.

V. EL PERSONAJE "JUAN DE MAIRENA"

En 1928 proporcionaba Antonio Machado los datos biográficos de su heterónimo (cfr. supra). Diez años después, en unas declaraciones a La Voz de Madrid, reconoce en Mairena su otro yo, el doble filosófico del poeta, con el que dialoga día a día —refiere Machado— "sobre todas las cosas." Tales conversaciones "constituían un breviario íntimo, no destinado en absoluto a la publicidad, hasta que un día..., un día saltaron del cuarto a las columnas de un diario." Esta relación tan estrecha y prolongada la permite trazar la etopeya de su otro yo:

"Mairena es un filósofo cortés, un poco poeta y un poco escéptico, que tiene para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de indulgencia (...). Mira las cosas con su criterio de librepensador, en la más alta acepción de la palabra, un poco influido por su época, la de fines del siglo pasado."

 

La ficción creativa de los apócrifos machadianos responde al deseo —como ya quedó apuntado antes— de exponer unas ideas que el autor no quería o no podía expresar como propias. En parte, al menos, por no sentirlas, en efecto, como tales o por creer que no cabía sostenerlas con seriedad académica y rigor doctrinal; pero que estimaba dignas de ser presentadas en público por contener algún vislumbre de ingenio.

"Juan de Mairena decía a sus alumnos de cuando en cuando frases impresionantes de cuya inexactitud era él el primer convencido; pero que a su juicio, encerraban una cierta verdad. n (p. 135)

 

De todos los apócrifos, es Mairena el que más se identifica —y no sólo por la extensión concedida a su pensamiento— con la verdadera personalidad de Antonio Machado. De ahí que éste continúe usando su doble aun después de publicar el libro. Además de los considerados póstumos, como antes se dijo, otros escritos machadianos llevan la indicación: A la manera de Juan de Mairena, también aplicada (cfr. supra a algunas poesías).

Desde el primer capitulo, el autor sitúa a Mairena en su clase; sus primeras palabras consisten en pedir a un alumno que salga a la pizarra. Mairena es profesor de Gimnasia pero imparte enseñanzas en la cátedra de Retórica y Poética (el la llama, a veces, de Sofistica), cátedra libre, voluntaria y gratuita del Instituto en que prestaba sus servicios. Probablemente Antonio Machado traza cínicamente su propia caricatura de profesor de francés —actividad por la que no sentía demasiado entusiasmo ni ponía mucho empeño, según recuerdan quienes lo conocieron—, que en algún momento acumuló la cátedra de Literatura española, materia por la cual tenía mayor interés.

VI. FORMA EXTERNA Y FORMA INTERNA

Resulta válido para describir la configuración externa de Juan de Mairena afirmar que el libro presenta forma dramatizada, bien entendido que tal forma no alcanza unitariamente a toda la obra, puesto que cada capítulo o incluso parte de capítulo se presenta como una pieza independiente de los demás. Pero todos tienen en común, si no íntegramente, el desarrollo dialogado entre el profesor Juan de Mairena y alguno o algunos de sus oyentes. También, el realizarse en un determinado espacio, constante, el aula de Mairena. Las anteriores afirmaciones no están influidas en absoluto, por el hecho de que uno de los capítulos sea un boceto de comedia.

Claro está que si Mairena puede considerarse, bajo algunos aspectos, personaje dramático, las otras figuras están absolutamente sin dibujar, sirven de mero soporte para el intercambio dialéctico. Nada tiene de extraño que la materia expuesta se reparta de un modo muy desigual a favor de Mairena. Sus intervenciones alcanzan con frecuencia caracteres de monólogo e incluso llegan a ser a veces ensayos o artículos periodísticos (valga recordar que así, en efecto nacieron), de muy variada extensión dentro de su naturaleza. El aire dramático antes señalado viene dado por presentarse con entradas marginales que identifican a los interlocutores: Mairena:... La clase: ... Una voz: ... El orador: ... Mairena:..., etc. O con acotaciones parentéticas preliminares: (Mairena en su clase). A estas señales acompañan otras indicaciones iniciales o interiores que marcan la condición de fragmento de lección o conferencia: Cada día, señores, la literatura... Señores, la verdad del hombre... —Continúe usted, señor Rodríguez... —Por muchas vueltas que le doy —decía Mairena— no hallo...

Con independencia de la formalización exterior (diálogo real o ficticio, monólogo, aforismo, narración anecdótica, etc.), Juan de Mairena debe adscribirse al género ensayístico. Antonio Machado engarza los temas más dispares, sin pretensiones de agotar ninguno, pero siempre con intención doctrinaria y, pese a la extensión de algunas intervenciones, de modo voluntariamente fragmentario y con apariencia de fugacidad, muy en consonancia con el humorismo e ironía de que se reviste en su interior. Antonio Machado busca provocar la sorpresa intelectual, el escándalo lógico, el choque con el absurdo, el encuentro con la contradicción. Esta actitud está presente desde el arranque del libro:

"La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Agamenón.— Conforme. El porquero.— No me convence. Un Dios existente —decía mi maestro— sería algo terrible. ¡Que Dios nos libre de él! (p. 46)

"(Fragmento de clase) Mairena.— Señor Martínez, salga usted a la pizarra, y escriba:

Las viejas espadas de tiempos gloriosos... Martínez obedece. Mairena.— ¿A qué tiempos cree usted que alude el poeta? Martínez.— A aquellos tiempos en que esas espadas no eran viejas" (p. 50)

"Pensad que no siempre estoy seguro de lo que os digo, y que, aunque pretenda educaros, no creo que mi educación esté mucho más avanzada que la vuestra. No es fácil que pueda yo enseñaros a hablar, ni a escribir, ni a pensar correctamente, porque yo soy la incorrección misma, un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos (...). De mi sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos." (p. 67)

"Conviene, además, no distinguir demasiado entre la Retórica y la Sofística, entre la Sofística y la Filosofía, entre la Filosofía y el pensar reflexivo, a propósito de lo humano y de lo divino." (p. 82)

"Es evidente, decía mi maestro —cuando mi maestro decía es evidente, o no estaba seguro de lo que decía, o sospechaba que alguien pudiera estarlo de la tesis contraria a la que él proponía." (p. 173)

 

Al servicio de un talante como el expuesto, Antonio Machado se recrea de manera muy intencionada en el uso de expresiones coloquiales, pintorescas y aun vulgares o rutinarias;

 

"Ya estoy hasta los pelos del pesimismo de nuestros sabios. Sin optimismo no vamos a ninguna parte." (p. 53)

"Y ahora, agarraos, hijos, adonde bien podáis, para escuchar lo que voy a deciros." (p. 73)

"Posición defensiva, digo yo, de gatos panza arriba." (p. 87)

"Esto no se le ocurre ni al que asó la manteca." (p.101)

"De este modo nadáis y guardáis la ropa." (p. 111)

"Dejémonos de monsergas —replicó Mairena—" (p. 127)

 

Especialmente si le permiten juegos verbales ingeniosos, donaires inesperados, etc.:

 

"¿Se pueden comer judías con tomate? (El maestro mira atentamente a su reloj).

—¡Claro que si!

—¿Y tomate con judías?

—También.

—¿Y judíos con tomate?

—Eso, ...no estaría bien.

—¡Claro! Sería un caso de antropofagia. Pero siempre se podrá comer tomate con judíos. ¿No es cierto?

—Eso...

—Reflexione un momento.

—Eso, no. El chico no ha comprendido la pregunta.

—Que me traigan una cabeza de burro para este niño." (p. 47)

"Echegaray, poeta ingeniero, no exento de ingenio."(p.81)

"Dispongo de la mar para castigar a los peces." (p. 81)

"De cada diez novedades que se intentan, más o menos flamantes, nueve suelen ser tonterías; la décima y última, que no es tontería, resulta, a última hora, de muy escasa novedad." (p. 129)

"Nunca toméis el rábano por las hojas, si es que, como parece deducirse del dicho popular, no está en las hojas el natural asidero del rábano." (p. 142)

 

Con estos recursos y otros similares, Antonio Machado colorea el razonamiento abstracto y lo dota de una expresión movida y chispeante.

El mismo efecto alcanza mediante el recurso de no exponer directamente sus ideas, sino de atribuirlas a determinadas personas, históricas o inventadas, de cuyas circunstancias vitales informa a veces Mairena para encuadrarlas:

 

"Recuerdo que un erudito amigo mío llegó a tomar en serio el más atrevido de nuestros ejercicios de clase (...) Claro es que a mi amigo no le convencían del todo nuestros argumentos (...). Pero le agradaba nuestro propósito de matar dos pájaros, es decir, dos águilas de un tiro. Y hasta llegó a insinuar la hipótesis" (p. 63)

"Dice Echegaray, por boca del Conde de Argelez, en su leyenda trágica..." (p. 81)

"¡Qué padre tan cariñoso pierde el mundo! Esto exclamaba Jack el destripador, momentos antes de ser ahorcado" (p. 119)

"Uno de los discípulos de Mairena hizo esta observación" (p. 122)

"Ten censure wrong for one who writes amiss, decía Pope, un inglés que no se chupaba el dedo." (p. 150)

 

Entre estas atribuciones destacan por su notable frecuencia las que Mairena pone en boca de Abel Martín, generalmente introducidas con la fórmula decía mi maestro u otra análoga.

También Mairena toma en consideración hechos de la vida cotidiana, incluso de la propia clase (ya han quedado consignados algunos), como punto de partida o de llegada de sus disquisiciones:

 

"Juan de Mairena lamentaba la falta de un buen manual de literatura española. Según él, no lo había en su tiempo.

Alguien le dijo: ¿También usted necesita un librito?" (p. 85)

"Era Mairena —no obstante su apariencia seráfica— hombre, en el fondo, de malísimas pulgas (...).

¿Le basta a usted ver a un niño para suspenderlo? —decía el visitante, abriendo los brazos con ademán irónico de asombro admirativo.

Mairena contestaba, rojo de cólera y golpeando el suelo con el bastón:—

¡Me basta ver a su padre!"(p. 113)

"Es inútil —habla Mairena, encarándose con un tradicionalista amigo suyo, en una tertulia de café provinciano— que busque usted..." (p. 181)

 

Lo expuesto sobre el estilo de Juan de Mairena está en abierta pugna con lo que este personaje opina, en numerosísimos capítulos, sobre tal cuestión y otras próximas a ella (lengua literaria, poesía, etc.). A través de anécdotas de la actividad docente o con un desarrollo más o menos estructurado, Antonio Machado se muestra partidario —aunque tampoco falte alguna contradicción— decidido de la sencillez, la claridad, la congruencia entre pensamiento y palabra, etc., a la vez que de dar cabida al sentimiento.

He aquí unas pocas muestras de ese ideario estilístico:

 

"(Mairena, en su clase de Retórica y Poética)

—Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: 'Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.'

El alumno escribe lo que se le dicta.

—Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: 'Lo que pasa en la calle.'

Mairena.— No está mal" (p. 41)

"Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad. Pensad que escribís en una lengua madura, repleta de folklore, de saber popular, y que ése fue el barro santo de donde sacó Cervantes la creación literaria más original de todos los tiempos. No olvidéis sin embargo, que el preciosismo, que persigue una originalidad frívola y de pura costra, pudiera tener razón contra vosotros, cuando no cumplís el deber primordial de poner en la materia que labráis el doble cuño de vuestra inteligencia y de vuestro corazón." (p. 84)

"Cuando se ponga de moda el hablar claro, ¡veremos!, como dicen en Aragón. Veremos lo que pasa cuando lo distinguido, lo aristocrático y lo verdaderamente hazañoso sea hacerse comprender de todo el mundo, sin decir demasiadas tonterías. Acaso veamos entonces que son muy pocos en el mundo los que pueden hablar, y menos todavía los que logran hacerse oír." (p. 144)

 

VII. LOS TEMAS DE "JUAN DE MAIRENA"

Diversas consideraciones de apartados anteriores ya habrán permitido deducir que, en modo alguno, puede estimarse Juan de Mairena como obra sistemática no ya en su conjunto, sino ni siquiera en cada uno de sus capítulos. Los múltiples temas (Religión, Filosofía, Política, Sociología, Literatura, etc.) abordados a lo largo de la obra, aparecen y reaparecen una y otra vez, escindidos en reflexiones parciales. En ocasiones, algunos siguen un desarrollo bastante extenso y ordenado, pero lo común, incluso en casos como los anteriores, es que su pensamiento se interrumpa por cuestiones ajenas, se revuelva sobre sí mismo, o que apele a los alumnos y la respuesta de éstos desvíe la exposición en una anécdota, un consejo, etc., según las circunstancias del momento o el humor del profesor.

Mairena busca con frecuencia la provocación intelectual de sus discípulos y fuerza sus contestaciones para poner al descubierto cómo piensan o cómo sienten y que su pensar y sentir a veces se contradicen. Tal modo de actuar supone un verdadero proceso de mayéutica socrática.

VIII. VALORACION DOCTRINAL

A pesar del modo fragmentario y asistemático de exponer sus ideas, de la lectura de Juan de Mairena se pueden entresacar algunos puntos fundamentales del pensamiento de Antonio Machado.

Escepticismo: le lleva a decir: "Yo os aconsejo, más bien, una posición escéptica frente al escepticismo"; o "no toméis demasiado en serio nada de cuanto oís de mis labios, porque yo no me creo en posesión de ninguna verdad que pueda revelaros"; "Aprende a dudar, hijo, y acabarás dudando de tu propia duda."

Ese escepticismo explica el carácter paradójico, irónico, os curo, sofístico de Juan de Mairena, y es una constante que subyace al considerar otros temas.

Dios: en Machado, hay una búsqueda de Dios, pero puede más el escepticismo de partida. Antonio Machado dudaba de la razón y reducía el tema de Dios a creer o no creer, como si la razón no pudiera demostrar la existencia de un Ser Supremo, Creador y Remunerador. Juan de Mairena, después de explicar a sus alumnos el argumento ontológico de San Anselmo, dice:

 

"El célebre argumento no es una prueba; pretende ser —como se ve claramente en Descartes— una evidencia. A ella oponéis vosotros una fe agnóstica, una desconfianza de la razón, una creencia más o menos firme en su ceguera para lo absoluto. En toda cuestión metafísica, aunque se plantee en el estadio de la lógica, hay siempre un conflicto de creencias encontradas. Porque todo es creer, amigos, y tan creencia es el como el no. Nada importante se refuta ni se demuestra, aunque se pase de creer lo uno a creer lo otro. n (p. 101)

 

Machado se rebelaba a menudo contra su escepticismo, pero nunca consiguió superarlo. Tenía un ansia de trascendencia que diera sentido a su afán de Dios y de fraternidad e incluso reconocía que, en el cristianismo, se hallaba la solución. Mairena dice que la enseñanza fundamental de Jesucristo es "Sólo hay un padre, padre de todos, que está en los cielos", y, en otro momento:

 

"Pero no basta la razón, el intento socrático para crear la convivencia humana; ésta precisa también la comunión cordial, una convergencia de corazones en un mismo objeto. Tal fue la hazaña del Cristo." (p. 105)

 

Luego, en esta misma página, aparece una vez más la paradoja, porque Mairena da una interpretación errónea de Jesucristo, de difícil comprensión. Le parecen opuestos el sentido patriarcal del Antiguo Testamento y la pureza y caridad de Jesucristo, que se habría hecho Dios para rebelarse contra el Padre. Olvida que el Antiguo Testamento sólo alcanza su pleno sentido en el Nuevo: en la Redención. Una vez más, parece que Machado se dejó llevar por el efectismo, un afán de originalidad y sorpresa, y no por una búsqueda rigurosa de la verdad.

Pero Antonio Machado no cree en Dios, lo deseaba en su corazón —como se advierte en algunos poemas—, pero su razón no captaba las pruebas de la existencia divina y el acercamiento a la fe, que no tenia, era casi imposible. Su duda sobre Dios termina en negación. Sus ideas parten de la afirmación de la nada, a la que le llevó su escepticismo.

La negación de Dios le conduce a una actitud de tristeza, de desesperación contenida, que chocaba con sus ideales —su corazón— de fraternidad universal. Machado era consciente de que, quitado Dios, el hombre no tiene sentido, y todo se reduce a soledad, a temporalidad sin objeto. Quiso salir de este estado, seguir los impulsos del corazón, pero volvió a chocar con el inmanentismo en que se formó, y se quedó en la duda, una duda melancólica y negativa.

El tiempo: como, a través de la razón, no consigue vencer la barrera que lo separa de la trascendencia, Antonio Machado intentó conseguirlo con la poesía. Juan de Mairena afirma:

 

"nadie duda de lo que ve, sino de lo que piensa"

"para el poeta sólo hay que ver"

(la poesía) es "un acto vidente y de afirmación de una realidad absoluta, porque el poeta cree siempre en lo que ve"

(el ser poético) "se revela o se vela; pero allí donde aparece es"

 

Es decir, al poeta le da igual que su visión sea real o aparente; al filosofo, no. El problema entre el ser y el pensar, entre la realidad y la idea, que Machado, con su inmanencia, no puede armonizar, le lleva a detenerse en la temporalidad. Juan de Mairena, que se llama a si mismo poeta del tiempo, considera:

 

"Sin el tiempo (...) el mundo perdería la angustia de la espera y el consuelo de la esperanza. Y el diablo ya no tendría nada que hacer. Y los poetas tampoco".

 

Como, al negar a Dios, todo se sostiene sobre la nada, lo único cierto sería el asombro, la emoción y melancolía ante la temporalidad sin sentido: "es el tiempo (el tiempo vital del poeta con su propia vibración) lo que el poeta pretende intemporalizar, digámoslo con toda pompa: eternizar".  De este modo, el idealismo de Antonio Machado se acercó al pensamiento de Heidegger.

En resumen, se puede decir que, si Antonio Machado hubiera conocido a fondo la filosofía realista, tal vez habría salido de su escepticismo de partida, al que retorna siempre, en la pugna entre su razón inmanentista y su corazón trascendente. Se queda a mitad de camino: melancolía, vana temporalidad, nihilismo, filantropía.

 

                                                                                                                 N.N. (1984)

 

Volver al Índice de las Recensiones del Opus Dei

Ver Índice de las notas bibliográficas del Opus Dei

Ir al INDEX del Opus Dei

Ir a Libros silenciados y Documentos internos (del Opus Dei)

Ir a la página principal