MOORE, Robert Ian

La formación de una sociedad represora. Poder y disidencia en la Europa Occidental, 950-1250.

Crítica, Barcelona 1989.

I. RESUMEN-CRITICA

1. PERSECUCION

Una de las razones para emprender el Concilio de Letrán (1215)[1] fue la defensa de la fe católica contra sus enemigos conocidos. Pero Letrán es distinto de los otros concilios. En él se dictan una serie de normas refiriéndose a los judíos: exige de ellos que se distingan de los cristianos en el vestido; les prohíbe ocupar cargos públicos; prohíbe a los que se convierten seguir observando cualquiera de sus ritos anteriores. Los decretos lateranenses comienzan con una declaración de fe, con el fin de repudiar los dogmas de la herejía cátara, muy extendida especialmente en Languedoc, Provenza y Lombardía. También se toman una serie de severas medidas contra los herejes: serían excomulgados, aunque no sólo ellos, sino también los sospechosos de herejía, los que den refugio o defiendan a sus partidarios y los magistrados que no actúen contra ellos. Todo ello acompañado de privación de su cargo, del derecho al voto, de hacer testamento, recibir herencias... De los que ocupan cargos públicos y, bajo juramento, no luchen contra la herejía, se libertará a sus hombres y el Papa otorgara el territorio de aquel señor a buenos cristianos A los clérigos se les prohíbe bajo pena de suspensión, dar los sacramentos a esta gente. El obispo deberá visitar, al menos una vez al año, los lugares de su diócesis, en donde tuviera informes de que hay herejes. Por otro lado, quienes luchen militarmente contra la herejía, tendrán las mismas indulgencias y privilegios que los cruzados. Toda esta causa lateranense se modela según la bula ad abolendam de Lucio III (Verona,1184)[2] que constituye la primera medida a escala europea contra los herejes.

También relativo los herejes se llevan a cabo unas disposiciones seculares importantes no sólo por las sanciones legales que introducen contra la herejía, sino por la legitimidad que dan a la actuación contra ella, "el Cuarto Concilio de Letrán estableció una maquinaria de persecución para la cristiandad occidental, y especialmente una serie de sanciones contra los condenados, que se iba a demostrar adaptable a una variedad de víctimas mucho más amplia que la de los herejes para los que fue ideada"[3].

HEREJES

El legado de la Antigüedad[4]

"En el Imperio oriental la pena de muerte por herejía se prescribió sólo para unas pocas sectas muy apartadas, y se aplicó en ocasiones contadas. En Occidente, en el 383, Prisciliano de Ávila[5], sospechoso de maniqueísmo, fue entregado al prefecto local para su castigo a pesar de las protestas del Obispo Martín de Tours, y ejecutado bajo la acusación de brujería. Los acusadores de Prisciliano fueron excomulgados por Ambrosio de Milán y el Papa Siricio, y quedó no sólo como el primer europeo occidental en ser ajusticiado como hereje (aunque, ha de subrayarse, sin ser acusado de tal) sino como el único antes de que 'Catorce miembros del más alto clero y de los laicos más respetados de la ciudad' de Orleans fueran quemados por orden del rey Roberto I de Francia en 1022. En esencia, la herejía misma murió en Occidente en la fe arriana de los colonizadores germanos del s.V"[6].

El siglo XI[7]

Según Moore existen dos corrientes de herejía que se manifiestan en la primera década del siglo XI. Una referente al renacimiento del interés por la literatura clásica (aunque no dice que tiene como consecuencia la interpretación neoplatónica —alegórica— de la Sagrada Escritura) y otra referente al seguimiento literal del Evangelio (sin indicar que niega la Tradición, la validez de los sacramentos y de algunos dogmas básicos de la fe cristiana). Y afirma que "éstos son los episodios que constituyen el discutidísimo renacimiento de la herejía en Occidente en el siglo XI[8]. Todo ello demuestra, continúa, la necesidad de reforma en la Iglesia y concluye, que la herejía se convirtió en la línea política de la Iglesia[9].

El crecimiento de la herejía popular

Mantiene la tesis de la aparición de una herejía generalizada en la Iglesia Occidental. " Cuando la reforma gregoriana perdió su vigor y empezó a acomodarse se nuevo al mundo, la herejía reapareció con mayor vigor y de nuevo con dos aspectos, aunque muy diferentes de los anteriores. Por un lado, como después de cualquier revolución, estaban quienes pensaban que la reforma había sido traicionada y había fracasado en mantenerse la fe con el ideal sin compromisos de pobreza apostólica y separación de la corrupción del poder secular que León IX, el cardenal Humberto y Gregorio VII y sus legados habían llevado a tantos puntos de Europa. Por otro lado, con menos frecuencia al principio pero con importancia creciente a medida que el siglo XII avanzaba, estaban quienes rechazaban no sólo los logros sino el objetivo que la reforma gregoriana, el ideal de una Iglesia jerárquicamente organizada que reivindicaba el derecho a intervenir en todo área de la vida y el pensamiento"[10]. Tras esto afirma que hubo muchos a los que pudo enmarcarse en un cuadro herético, pero que "en razón de su posición o su conducta nunca fueron acusados de herejía"[11].

Pone de manifiesto en varios ejemplos los mensajes citados en el párrafo anterior como señal de una ebullición popular anticlerical. También afirma que "no menos expresivos son los crecientes indicios de que grupos de laicos empezaban a reunirse en busca de consuelo espiritual y apoyo social mediante el culto y el estudio del Evangelio privados"[12]. Se vislumbra así, "un trasfondo de piedad laica extendida, discreta, pero con frecuencia claramente orientada, cuya misma existencia constituía en cierta medida una crítica a la Iglesia y a su actuación, en un contexto esencial para el crecimiento atractivo de los movimientos heréticos"[13].

En este ambiente surge una herejía fundamental: los cátaros, quienes adquieren un poder y extensión destacables. También los valdenses, que fueron en sus postulados aún más implacables frente a la autoridad y las pretensiones del clero romano. De este modo, es entre el Tercer y Cuarto Concilio de Letrán, cuando la difusión de la herejía popular en Europa alcanza su mayor expansión.

La respuesta de la Iglesia[14]

En esta época hay un cambio en el tratamiento de la herejía. Como los poderes y penas establecidos en el derecho romano a la herejía popular eran insignificantes, la Iglesia adoptó una nueva postura. La ejecución de Arnaldo de Brescia[15] marca el cambio de actitud. El cambio se relaciona con la tendencia a un tratamiento más controlado del problema. La responsabilidad de enfrentarse a la herejía recaía en los obispos. Pero su principal remedio, la expulsión de la diócesis, lejos de ser adecuado a frenar la difusión de la doctrina herética, contribuía realmente a ella.

Posteriormente se ataca ya no sólo al hereje, sino también a sus simpatizantes. Más tarde en un concilio en Reims, se decretó excomulgar a los que persistieran en herejía siendo, también, sus bienes confiscados. Por último se pide la colaboración general a facilitar nombres de supuestos sospechosos que habían sido herejes o podían serlo en un futuro. Con todo ello se resume la progresiva concienciación eclesiástica ante las herejías (que a juicio de Moore se muestran relativamente abusivas e irónicas)[16]. En esta época la Iglesia pasa a la ofensiva. Como las herejías estaban tan extendidas, las medidas, lógicamente, no debían ser menos contundentes. En los concilios se dilucidan los pasos a seguir, encaminándose éstos fundamentalmente al aislamiento del hereje —no muerte, a no ser en caso de extrema necesidad—, y confiscación de sus tierras y bienes.

JUDIOS[17]

El legado de la Antigüedad

El derecho romano colocaba a los judíos en la misma situación de incapacidad que a lo herejes cristianos. Dispersos por el mundo vivían de acuerdo a su propia ley. Pero al situarnos aparte se otorgaba una medida de protección a su identidad religiosa y cultural, al precio de exponernos a un privilegio especial y a una dependencia de sus protectores, que la hacían vulnerable a la tiranía y a que con frecuencia se les identificara como instrumentos.

La ascensión del cristianismo en los siglos IV y V llevó al aumento en una serie de medidas contra los judíos: no casarse con cristianos, no construir más sinagogas, se les impedía hacer proselitismo a favor de su religión... Pero la puesta en marcha de estas disposiciones fue mucho más relajada y menos exigente. Por lo que hubo voces de obispos que reclamaban al poder civil la vuelta a las prohibiciones.

La aparición del antisemitismo

No hay duda de que el salvajismo y la crueldad de los asesinatos con que se pagó en esta época a los pueblos judíos, y que perturbaron a muchos comentaristas cristianos, dejaron a los judíos de Alemania y Renania no sólo conmocionados y desesperados, sino también expuestos a la crueldad, los insultos y la explotación.

La predicación y la preparación de las Cruzadas, el fervor religioso y la inquietud social siguieron representando un peligro para los judíos. Por tanto desde el comienzo, las Cruzadas estimulan la hostilidad hacia los judíos. La expulsión de judíos de algunas poblaciones, lleva a que estos tengan un comportamiento poco reverente hacia el cristiano y como consecuencia el rechazo y persecución de aquél.

De todas formas, un balance sobre la situación general de los judíos europeos en el siglo XII es difícil. En muchos aspectos gozan de la prosperidad general. Su extensión por Europa es clara. Sus miembros suelen ocupar posiciones de influencia, y muchos acumularon riqueza. Por ello en el siglo XII hay como un renacimiento del pensamiento y cultura judío aunque la vulnerabilidad a los abusos y ataques 'casuales' del fiel, van en aumento. En un apéndice del Tercer Concilio de Letrán, el Papa comenta que no deben ser privados de tierra, dinero o bienes y no debe atacárseles durante sus fiestas.

Los judíos como enemigos de Cristo

La identificación de los judíos como enemigos de Cristo, y por lo tanto de los cristianos, ha sido el rasgo central y más cruel del antisemitismo europeo. Se ha estimado que las acusaciones de asesinato de niños fueron la base de unos 115 procesos comenzados durante la Alta Edad Media. También son atribuidos a los judíos varios sacrilegios y profanaciones y numerosas blasfemias. Todo ello contribuye a la idea de asociar al judío con la suciedad, y en especial con la defecación.

Los judíos, siervos reales

El judío, legalmente, era siervo de la corona y por tanto adquiría no para sí, sino para su dueño. "En principio, la propiedad del judío era propiedad del rey para tomar a voluntad, y en la dura realidad las deudas con el judío eran del rey y revertían a la muerte del acreedor"[18]. La servidumbre de los judíos fue una innovación de los siglos XI y XII. Comienza a adoptarse en los documentos esta enunciación, "los judíos son siervos de la Corona y pertenecen en exclusiva al tesoro real"[19]. En todos los estados europeos se les concede privilegios reales y sometimiento sólo a la autoridad real, además se protegen sus propiedades de manera más clara. En algunos reinos, incluso, se les pone al frente de las actividades económicas del mismo.

De la explotación a la expulsión[20]

Pero el malestar nace en Francia con la subida al trono de Felipe Augusto en 1179. Comienzan a ser arrestados, requisadas sus casas y bienes como fianza... Se les acusa de asesinato a cristianos, de usura, de profanaciones... y por ello se procede a la expulsión en 1182. Se les readmite en 1198, pero bajo un clima de explotación como fuente de ingresos de los reyes franceses. Al fin, en 1392 se les expulsa definitivamente.

Algo parecido pasa en Inglaterra donde tras un periodo favorable, a la muerte del monarca Juan, no se acepta las resoluciones antisemitistas de Letrán y su situación se deteriora hasta su expulsión. En esta época, además, aparecen decretos por los que en aquellos lugares en que los cristianos, sarracenos y judíos no se diferencien en el vestir, se obliga a los judíos a adoptar otra ropa que los diferencie.

LEPROSOS[21]

El legado de la antigüedad

La lepra era una enfermedad conocida en la Antigüedad. Para combatirla, lo único que se podía hacer era expulsar de la comunidad al leproso y aislarlo.

El ataque a la lepra en la Edad Media

Se producen fundaciones de hospitales y casas para leprosos en amplia escala por toda Europa occidental. Este movimiento comenzó a finales del siglo XI y comienzos del XII, alcanzando su apogeo unos cien años más tarde. Decayó rápidamente a fines del XIII. En 1179, el Tercer Concilio de Letrán reiteró que debía segregarse a los leprosos, y se les prohíbe acudir a la iglesia o compartir iglesias y cementerios con personas sanas. También dice que a los que viven en comunidades se les debía proporcionar capillas, sacerdotes y cementerios.

Hacia la segregación[22]

Esta fundación de hospitales ha de verse como un importante paso de apertura a la atención institucional. Pero aun así, queda el problema de que estas fundaciones tuvieron lugar en un contexto de creciente hostilidad a los leprosos y en medio de una creciente convicción de que debían estar segregados de la comunidad. Pero hay que tener en cuenta que la ansiedad del leproso por ser admitido en el lazareto, o por no ser expulsado de allí, y el grado en que su fundación y mantenimiento representaban un logro caritativo, deben considerarse una medida de rigor con la que se aplicaba la segregación y los horrores que la acompañaban.

Aparece, en los documentos, una generalización de la segregación de estos enfermos. Y también aparece un miedo evidente y creciente al contagio de la lepra y a la rapidez con que podía extenderse (desde comienzos del siglo XII). Poco antes del 1120, se construye una iglesia dedicada a a san Lázaro para uso de los leprosos en Angers, por una hermandad de ciudadanos, lo cual lleva a un avance en el rigor de la segregación[23]. Luego parece haber una evolución de una actitud compasiva a otra totalmente rigurosa.

El muerto en vida

Una serie de prohibiciones expresas a la hora de la expulsión del leproso de la ciudad, hacían de éste una especie de muerto. Estas prohibiciones, en el siglo XIII se traducen en ordenanzas. Pero lo más terrible para el leproso era la pérdida de la protección y de la propiedad. No hemos de negar que hubo abusos, los cuales provocaron muchos asesinatos sin causa justificada.

El enemigo común

"Para los cristianos, la muerte en vida de la lepra era objeto tanto de admiración e incluso envidia, como de terror. Al leproso se le había concedido la gracia especial de recibir el pago a sus pecados en esta vida, y podía esperar por tanto una más pronta redención en la próxima"[24].

La idea de la lepra como castigo del pecado no es en absoluto exclusivamente cristiana[25]. Los hindúes del Himalaya o los musulmanes también lo creían castigo de Dios. Estos sentimientos de repulsa surgen del aspecto grotesco y del repugnante hedor de las heridas putrescentes que afligen al que la padece. Pero muchas veces se identifica la lepra con un pecado. Y esto no es simple alegoría: "el tratado 'Sobre la medicina' de Rhabano Mauro (muerto en 856), por ejemplo, explica que la enfermedad era producida por un desequilibrio de los humores, resultado del pecado"[26].

La analogía entre lepra y herejía es utilizada con gran regularidad y detalle por los escritores del siglo XII. "La herejía se extiende como la lepra, avanzando progresivamente, infectando los miembros de Cristo a medida que avanza"[27]. Cuando el leproso muere, se quema la cabaña en que vivió y sus pertenencias. Al igual se hizo con los herejes en Inglaterra. Luego herejía y lepra eran la misma enfermedad, y sus portadores eran semejantes. Los judíos eran asimilados a los herejes y a los leprosos por la suciedad... "Por tanto herejes, judíos y leprosos eran intercambiables. Tenían las mismas cualidades, procedían de la misma fuente y representaban la misma amenaza, a través de ellos el diablo trabajaba para subvertir el orden cristiano y llevar el mundo al caos"[28].

2. CLASIFICACIÓN

COINCIDENCIA Y CONTINUIDAD

Según Moore, con el Cuarto Concilio de Letrán se erige un vasto aparato de persecución a judíos herejes y leprosos. Las formas de persecución son similares. Estas derivan del supuesto de que la presencia de cada grupo se hizo más patente durante el siglo XII.

"Que tres grupos de personas completamente distintos, caracterizados respectivamente por las creencias religiosas, los trastornos físicos y la raza y la cultura, empezaran en la misma época y en los mismos escenarios a plantear las mismas amenazas a las que debieran aplicarse los mismos métodos, es una proposición demasiado absurda para tomarse en serio. La alternativa es que la explicación no se encuentra en las víctimas, sino en los perseguidores. Lo que herejes, leprosos y judíos tienen en común es que todos fueron víctimas de un celo perseguidor que embargó a la sociedad europea en esta época"[29]. Plantea además si estos grupos fueron tan numerosos como se les creía o esto era una simple conjetura de los perseguidores. Con estos dos aspectos se resucita el problema de la actitud social ante ellos. Propone el autor otra cuestión, y es que si en los siglos VII-IX no se les persiguió o es que hay falta de documentación[30].

HEREJIA: EL PROBLEMA DEL RECONOCIMIENTO[31]

Moore, partiendo de la definición canónica de hereje: "alguien, cuyas opiniones eran adoptadas según la humana comprensión, contraria a la Sagrada Escritura, confesadas públicamente y defendidas con obstinación[32], afirma que "ha de tenerse presente que la herejía sólo existe cuando al autoridad decide afirmar su existencia. Los herejes son los que se niegan a reconocer la disciplina que la Iglesia exige: sin requerimiento no hay herejía"[33]. Así dice que es una cuestión política, pues depende de las autoridades a las que el hereje se resiste. Dice que: "la diversidad de opiniones religiosas existe en muchas épocas y lugares y se convierte en herejía cuando la autoridad la declara intolerable"[34].

Hace una exégesis sobre la herejía en la Alta Edad Media para concluir: "La misma estructura de la Iglesia occidental en la Alta Edad Media fue tal que permitía, y estaba obligada a permitir, una diversidad mucho mayor de la que posteriormente se consideraría compatible con el mantenimiento de la unidad católica"[35]. "Sin embargo, cualquier comparación entre la frecuencia de la herejía en la Edad Media Central con su ausencia en el periodo anterior debe tener en cuenta como cuestión crucial la mayor susceptibilidad de una estructura más centralizada en la aparición de la disidencia"[36]. Y hace el comentario: "No es necesario extenderse sobre el papel que la propia iglesia desempeñó en convertir la disidencia en herejía"[37]:

1— El grado de tolerancia hacia los críticos o supuestos reformadores varió considerablemente según las circunstancias y las actitudes de los poseedores de autoridad.

2— Aunque al hereje se le acusara siempre de innovación, en este periodo la principal fuente de novedades fue la misma Iglesia o por ser preciso, la Iglesia reformadora.

3— El mismo proceso de identificación y rechazo de la herejía le dio una mayor coherencia y, de esta forma, un aspecto más amenazador del que realmente poseía.

LA LEPRA: EL PROBLEMA, EL DIAGNOSTICO

En todo el parágrafo quiere dar a entender la dificultad de diagnosticar la enfermedad, las causas que la provocan: lo cual hacía que en numerosas ocasiones no existiese la enfermedad. Hace una analogía de lo que hoy en día sería el SlDA, pero confunde realidad con ficción.

LOS JUDIOS: ASIMILACION Y RECHAZO

En la Alta Edad Media los judíos establecían relaciones con sus comunidades de la diáspora. Están plenamente integrados en la sociedad en que viven. Por ello, estos judíos se dedican especialmente a oficios que tienen relación con el comercio internacional. Pero poco a poco surgen una serie de medidas que insisten en la segregación social, comercial y religiosa respecto a los cristianos, lo cual lleva a un aumento de las medidas antisemitistas en aquéllos. Se erosiona la integración social del judío y así la restricción derivará en la persecución a los mismos.

Hasta después de la Primera Cruzada no se identifica judío con usurero y es porque poco a poco se van haciendo con oficios de prestamistas por su especial eficacia en ellos (más que los cristianos). "Pero la exclusión de los judíos de los gremios comerciales y artesanales y por tanto de esos negocios, era algo axiomático a fines del siglo XII"[38]. Les queda como único oficio posible el préstamo. Esta reducción de los trabajos llevó a la concentración de la población judía en barrios judíos. Este período de clasificación acaba incluso en separación en los cementerios.

RETORICA Y REALIDAD

Lo que era ficción y realidad relativo a estos tres grupos, según Moore, estaba claramente influenciado. Así, quiere probar que el movimiento generalizado contra la herejía, provenía del texto de san Pablo de que en los últimos tiempos aparecerían herejes que prohibirían casarse y comer carne. Como en esta época lindante con el año 1000 se creía que estaba al llegar el fin del mundo, aparece el mito del hereje y como no se tenía experiencia de herejes, se busca en textos de san Agustín y de otros padres, cómo eran éstos, y se obtiene de este modo la descripción de los maniqueos. Pero el hereje medieval era una realidad; el maniqueo medieval era un mito. La herejía era diversa en su origen, incoherente en sus convicciones, inarticulada en sus formas; el mito que los obispos hicieron de ella era claro, simple y universal.

Así quiere afirmar que existen prototipos de 'el hereje', 'el judío', 'el leproso' en los que se fusionan causas reales e imaginarias. Y como el prototipo estaba construido sobre una base real, tiene una existencia real y poderosa en sí misma. Pretende que se vean herejes judíos y leprosos por todas partes, y de ahí la persecución más dura cada vez.

EL ENEMIGO DEFINIDO

Ahora parte de unas palabras de Edmund Leach: "Tenemos gran libertad para dividir el mundo externo en categorías nominales y organizar después las categorías para adaptarlas a nuestra conveniencia social".

Véase el siguiente resumen hecho por el autor:

"En estos primeros dos capítulos hemos visto cómo durante los siglos XI, XII y XIII, judíos, herejes, leprosos, homosexuales masculinos y otros grupos fueron víctimas en grados diferentes de una reacomodación de la 'versión internalizada del entorno', que los definió con más exactitud que antes y los clasificó como enemigos de la sociedad. Pero no fue sólo una cuestión de definición. En cada caso se construyó un mito, apoyado sobre cualquier realidad que pudiera fundamentarlo, mediante un acto de imaginación colectiva. Se creó una categoría determinada —maniqueo, judío, leproso, sodomita, etc.— que pudo identificarse como fuente de contaminación social y cuyos miembros podían ser excluidos de la sociedad cristiana y, como enemigos suyos, ser sometidos a persecución, denuncias e interrogatorios, hasta la exclusión de la comunidad, la privación de derechos civiles y la pérdida de la propiedad, de la libertad y, en ocasiones, de la misma vida"[39].

3. PUREZA Y PELIGRO

EL TEMOR A LA CONTAMINACION

"El miedo a la contaminación es el temor que el privilegiado siente frente a aquéllos a expensas de los cuales disfruta de sus privilegios"[40].

POBRES Y PODEROSOS

La configuración de la sociedad de esta época, según el autor, es el mayor cambio y más profundo, producido en Europa Occidental entre la invención de la agricultura y la revolución industrial. La gran división entre quienes trabajan la tierra y sus señores, que se configuran en nobleza hereditaria, el crecimiento de las ciudades que proporciona un sistema de mercados que intercambiaban los productos del campo por los del comercio a larga distancia y de la manufactura urbana, y provoca el nacimiento del sistema monetario, la configuración de estructuras oficiales permanentes para hacer justicia, recaudar impuestos y hacer cumplir la voluntad del rey o papa... configuran la nueva sociedad. Origina ello la gran división entre pauperes y potentes .

Pero a su vez los trastornos asociados al rápido cambio económico, y en particular al crecimiento de las ciudades, son bastante comunes. El dinero se convierte en la medida de todas las cosas... Todo ello provoca un mundo de avaricia que es objeto de repudio de predicadores y moralistas.

DESVIACION Y AUTORIDAD

Trata el punto bajo dos puntos de vista, el de Durkheim[41] y el de Weber[42]. Según el primero dice que todo lo anterior parece indicar la aparición de la persecución como ilustración de la teoría clásica de la desviación por la que es necesario excluir a unos por reforzar la unidad del resto. El desarrollo de los procesos y las instituciones legales para la persecución de herejes, judíos y otros fue obra de reyes, papas y obispos. Según Weber, estamos en una sociedad de cambio hacia el Estado. Las comunidades reconocen y consideran delictivas sólo formas específicas de daños a individuos o grupos. Pero en este momento en que aparece el Estado, se crean los crímenes sin víctimas: delitos contra abstracciones como 'el gobernante', 'el Estado', 'la sociedad'. El castigo a estos delitos lo llevan a cabo los gobernantes y las instituciones de orden. Este panel aparece en la segunda mitad del XII, relativo a la herejía, judíos...

LA PERSECUCION Y EL PUEBLO

"Pueblo", se refiere a "los no privilegiados e iletrados, cuyos intereses y perspectivas eran enteramente distintos de los privilegiados, en el mundo y en la Iglesia, y con mucha frecuencia totalmente antagónicos respecto a ellos[43]. Respecto a los herejes, defiende que la persecución a ellos reside en el temor a que socavaran la fe de los simplices y, con ella, el orden social. Por lo que concierne a los judíos, dice que debido a su función de agentes o administradores financieros de los señores, eran impopulares. Cuanto más se les excluía de otras ocupaciones y se les forzaba a depender de los príncipes, contra los que se había generado un movimiento, tanto más se les atacaba. Pero en general, lo que quiere señalar Moore, es que estas persecuciones contra leprosos, herejes y judíos, no provenían del pueblo, sino incitados por particulares.

UN ENEMIGO DESCUBIERTO

Concluye: "En suma, a pesar de la piedad sencilla que se nos pide imaginar en el núcleo de la vida diaria en la Europa de las catedrales, y a pesar de la envidiada posición que los judíos ocuparon en sus estructuras políticas y financieras parece necesario concluir que herejes y judíos no debieron su persecución en primer lugar al odio del pueblo, sino a las decisiones de príncipes y prelados. En ninguno de los dos casos hemos encontrado razones que justifiquen una visión de los perseguidores como meros agentes de la sociedad en su conjunto, al menos si nuestra concepción de la sociedad incluye a la mayoría de sus miembros[44].

4. PODER Y RAZON

JUICIO POR ORDALIAS[45]

El juicio mediante ordalías fue una práctica desarrollada muy especialmente en la época medieval. La forma que tomaron las ordalías fue colectiva y el juicio, expresado por la comunidad. "Era más probable que se recurriera a ellas donde había escasas pruebas o testigos, donde los acusados eran extranjeros sin posición o apoyo en la comunidad, circunstancias que con frecuencia se daban cuando se trataba de herejía"[46].

AUTORIDAD Y COMUNIDAD

Se intenta demostrar cómo la autoridad pasa del pueblo a los individuos y muchas veces es en apariencia el pueblo o la comunidad quien decide, aunque siendo en realidad el príncipe o el obispo. (En el caso de las ordalías, el obispo las presentaba como quería para que la comunidad decidiese algo previsto, o no las consentía si no iban a provocar los resultados esperados. "Cuando el consenso en el que se basaban sus procedimientos comunales coincidían con los objetivos de las autoridades, las ordalías proporcionaban un arma poderosa. La dificultad surgía (...) cuando las opiniones de la comunidad no eran las que el gobernante quería oír"[47].

"De la misma forma que el juicio por ordalías expresaba la autoridad de la comunidad en su papel judicial, la herejía popular representaba, no exclusivamente pero más que cualquier otra fuerza individual, la afirmación de los valores colectivos y la independencia comunitaria frente a la subordinación de la religión, primero al orden señorial y mas tarde al burocrático"[48]. "El principal mensaje religioso de los líderes heréticos era el rechazo de las innovaciones en las normas cotidianas de vida y culto y su mensaje político, mucho más destructivo, su propia independencia de las estructuras del poder establecido. Buscaban su autoridad en quienes los escuchaban. El reconocimiento ó la aclamación de su liderato suponían, en el mejor de los casos, la autonomía comunal, en el peor, la rebelión"[49].

"Otro proceso que de hecho aplicó el mismo principio a los muertos que la licencia a los predicadores suponía para los vivos, fue la transferencia gradual del proceso de canonización del control popular al clerical y, finalmente, al control papal durante el siglo XII"[50]. En lo que toca a los leprosos, el tribunal que diagnostica su enfermedad no reside en médicos profesionales, sino en unos elegidos.

EL TRIUNFO DE LA RAZON

El nuevo orden no sólo se afirmó en numerosos estados nacionales ascendentes y en la naciente monarquía papal, sino también en el gobierno municipal e incluso en los patrimonios de los nobles laicos y eclesiásticos. El fundamento de este único régimen, fue la sustitución del pago en servicio y especie por el pago en dinero y del procedimiento oral por el escrito. También se sustituyen los guerreros por funcionarios instruidos como agentes del gobierno y consejeros de los príncipes. Esta aparición de funcionarios demuestra un nuevo estadio en la división del trabajo.

"La sustitución de las ordalías por la pesquisa judicial, la centralización y sistematización del proceso de canonización y del reconocimiento de los milagros y del poder de realizarlos, junto con la reforma de la Iglesia, el desarrollo del derecho canónico y del derecho civil en le teoría y en la práctica, representa el triunfo de la razón sobre la superstición"[51]. También triunfan los expertos sobre los iletrados, y en todo este sistema, la persecución sirve para impulsar los derechos y las técnicas de gobierno de la Iglesia y el Estado.

DE LA INTRIGA A LA REPRESION

La aparición del régimen burocrático o la profesionalización del poder tenía otra cara. Tengamos en cuenta que todos los episodios de acusación de herejía, de brujería..., tenían como escenario principal la corte y no la calle, el claustro o la asamblea popular. De este modo se afirma un régimen de represión hacia los disidentes del sistema.

EL ENEMIGO DESTRUIDO[52]

Para controlar la sociedad naciente, es necesario un aparato de vencimiento a los opositores. Este es el porqué de la persecución. "En la Alta Edad Media, al igual que después, la persecución empezó como un arma en la disputa por la influencia política y fue transformada por los vencedores en instrumento para consolidar su poder sobre el conjunto de la sociedad"[53]. Así las acusaciones más antiguas de lepra se hicieron contra individuos importantes mucho antes de que el miedo a la generalización de la enfermedad se manifestara de forma regular.

La creencia en la brujería y en la magia fue resucitada, vivificada y adoptada por la alta cultura y sus formas contribuyeron decisivamente a la educación de los principios y procedimientos legales y al crecimiento de la creencia en la intervención diabólica en los asuntos humanos que coadyuvaron a preparar el camino para la manía a las brujas. Pero hay también indicaciones de que contribuyeron de manera decisiva y directa a la persecución en la Edad Media Central[54].

Basándose en esto, Moore quiere explicar que la persecución a los judíos se fundamentaba en que como era una cultura superior en una sociedad cristiana y sus cargos eran más importantes, había que echarles del poder, y para ello, primero había que colocarles por debajo en la humanidad. Se callan los abusos que los cristianos cometieron contra ellos y se comienza a difundir una visión de endemoniados, satánicos... que facilita la persecución. No se puede recurrir al hecho empleado contra los herejes que consistía en que como estos eran iletrados, se difunde un mito de sofisticación intelectual y coherencia doctrinal muy exagerado, y se les convierte en una vasta y bien coordinada organización internacional con una cultura, una teología y un papa propios. La difusión de estos mitos justifica la persecución. En el caso judío, por su educación mayor, más cultura y mayor habilidad, se difunde su inmundicia que amenaza a la sociedad cristiana.

Para concluir: "La más general y la más indispensable característica de los innumerables cambios que constituyeron esa transformación (de la sociedad), fue quizá que implicaron una muchísimo más honda e incisiva penetración en la sociedad por la cultura y las instituciones de la minoría letrada"[55].

CONCLUSION CRITICA

Moore afirma: "La tesis de este libro es que, como quiera que se describe esa extraordinaria ampliación del poder e influencia de los instruidos, el desarrollo de la persecución en todas sus manifestaciones formó parte de ellas y, por tanto, fue inseparable de los logros positivos e importantes a los que está asociada"[56].

1— De este razonamiento deducimos que la persecución nunca formó parte de un aparato eclesiástico, sino del aparato político medieval (aunque en muchas ocasiones ambos recayesen en la misma persona).

2— La mentalidad materialista y anticlerical del autor, le impide comprender el problema herético, y confunde herejía con aquello que no lo es. La ausencia de planteamientos religiosos para tratar este tema, conduce necesariamente a la visión desencajada de la realidad, viendo únicamente intereses particularistas de poderío en la lucha contra la herejía y en otros problemas de la Iglesia medieval.

3— Como consecuencia del punto anterior, en ocasiones no emplea las fuentes bibliográficas con corrección científica, y afloran subjetivismos en su explicación. Parte de algunas premisas falsas y, por tanto, su razonamiento no es válido.

4— El liberalismo que preside su pensamiento le hace usar la idea de libertad en campos incompatibles con ella. No entiende la libertad en su verdadero sentido de búsqueda de la verdad, sino como posibilidad de elección. Por tanto no es de extrañar que confunda términos como herejía y opinión religiosa.

5— Su postura afirmando el colectivismo psicológico monodireccional en el comportamiento de la sociedad medieval, fuera de toda demostración, le lleva a una negación de la dignidad personal de todo ser humano, y considera a cada individuo como mera pieza de un complejo mecano social.

6— El postulado que rige toda su obra de la triple división social en nobleza, clero y campesinado, con los dos primeros en la clase dirigente y poderosa, y el último en la servil, no es aceptable en el estudio histórico actual de la Edad Media por su incoherencia.

7— Por último, el valor histórico de esta obra es casi inexistente, por la falta de base histórica con que debería apoyar sus postulados teóricos. Los ejemplos que emplea son sospechosos de manipulación al existir ausencia casi total de citas de fuentes. Su punto de partida histórico-científico es considerar que sólo poseemos una visión parcial de la realidad, la cual está cargada de subjetividad al proceder únicamente de la Iglesia. Este gran atentado contra la historiografía medieval le lleva a un nuevo replanteamiento de esta época de la Historia, según una tesis preconcebida. Así, al partir de la idea contraria a la testificada por los documentos, excusa su justificación 'rusoniana" al adecuar los medios al fin que desea demostrar. Consideramos que esta obra no es objetiva en su estudio, y su aporte al intento de desentrañar la etapa medieval de Occidente, carece de todo interés científico.

 

                                                                                                               F.S.C. (1991)

 

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[1] IV Concilio de Letrán: Moore señala como uno de los objetivos prioritarios de este Concilio la lucha de la Iglesia, a nivel de Jerarquía, contra el fenómeno judío. Pero veamos el porqué del Lateranense IV "El Concilio de Letrán es un Concilio Ecuménico celebrado en Roma, en la archibasílica del Salvador y de San Juan de Letrán (...)Convocado por Inocencio III, quien quería arreglar definitivamente el problema de la liberación de Tierra Santa y la reforma de la Iglesia Universal (...) En tres sesiones, los días 11, 20 y 30 de noviembre de 1215, los padres estudiaron los diversos problemas. De su trabajo nos quedan 70 cánones disciplinares y dogmáticos y un decreto sobre la cruzada. La lucha contra la herejía de los cátaros fue la primera preocupación de todo este Concilio (...) El canon tercero organizaba la represión material de la herejía y dogmáticos los tribunales y procesos que un poco más tarde recibirían el nombre de Inquisición. Los herejes debían ser entregados a los poderes públicos y sus bienes confiscados. Los encubridores de los herejes serían excomulgados y desposeídos de sus funciones públicas, cuando desempeñaran alguna. Los obispos en cuyas diócesis existieran herejes debían hacer lo posible para descubrirles y sancionarles canónicamente, como se había previsto. El obispo que fuera negligente seria depuesto. Estaba prohibido predicar sin autorización del Papa o del obispo ordinario. La cruzada contra los herejes recibía los mismos privilegios que la promovida contra los musulmanes en Tierra Santa (...). El Decreto sobre la Cruzada sirvió de conclusión a los trabajos del Concilio (...). Se extendió el beneficio de la indulgencia plenaria a los que contribuían con su dinero a la construcción de navíos para la cruzada, bajo las mismas condiciones que regían hasta entonces, para aquellos que iban a combatir a Tierra Santa (...). Era una manera de asociar a los combatientes a toda la gran masa de los cristianos que no partía para la cruzada. Bastaba que ayudaran financieramente a la organización de la cruzada, que se arrepintieran de sus faltas, y se confesaran, para beneficiarse de las indulgencias previstas para los cruzados". (De Gran Enciclopedia Rialp, XIV, Rialp, Madrid, 1981, pp.209-212).

[2] Lucio III: "Fue elevado a la dignidad pontificia el 1º de septiembre de 1181, después de la muerte de Alejandro III. Su pontificado fue turbado por sus disensiones con el emperador Federico Barbarroja y por los tumultos del partido revolucionario de Roma (...). Un asunto en el que estuvieron de acuerdo el Papa y el emperador, fue el relativo a la represión de las herejías. En el Concilio de Verona celebrado en 1184, al cual asistieron Lucio III y Federico I, se resolvió que los herejes obstinados (principalmente los cátaros o albigenses, los valdenses o pobres de Lyón, los patarinos y otros de carácter netamente revolucionario fueron entregados al brazo seglar para que se les aplicaran las penas que el Código civil señalaba. Los eclesiásticos herejes, debían ser degradados antes de ser relajados al brazo seglar. Además se prescribió que los obispos instituyeran serias investigaciones en las parroquias donde la herejía se hubiese introducido, y que para llegar al pleno conocimiento de la verdad se ayudaran, donde fuera menester, de comisarios especiales, con tal que fueran personas de toda confianza".( De Enciclopedia Universal Ilustrada, XXXI, Espasa-Calpe, Madrid, 1928, p.497).

[3] MOORE, R.I., la formación de una sociedad represora, Crítica, Barcelona, 1989, p.19. Las víctimas a las que se refiere Moore son, además de los herejes, y en su opinión, los judíos y leprosos principalmente, y las prostitutas, homosexuales masculinos...

[4] Moore intenta defender y demostrar una voluntariedad plena y obsesa en la herejía en Occidente. Pero a nuestro juicio, no hace sino ofrecer una serie de datos que, tras una visión personal, debida a su intento de explicación bajo una perspectiva puramente materialista y calculadora, quiere ver la generalización del fenómeno herético.

[5] Prisciliano: "Obispo de Ávila (nombrado y elegido por sus secuaces Instancio y Salviano), acusado por la facción de Itacio e Idacio, fue degollado en Tréveris por el tirano Máximo, dio luz a muchos opúsculos, de los cuales algunos han llegado hasta nosotros. Ha sido acusado, y aún hoy lo es, de herejía gnóstica" (De San Jerónimo, De viris Illustribus, 121).

[6] Idem, pp.22-23. Las protestas de san Martín a las que se refiere el texto seleccionado, no se deben al castigo en general, sino al castigo de pena de muerte al que querían someter a Prisciliano y, parece ser que en ningún momento fue condenado por brujería, como aquí se afirma. (cfr. Enciclopedia Universal Ilustrada, XLVII, p.494) "...el mortal enemigo de los priscilianistas, Itacio, obispo de la diócesis Ossonobense en Lusitania, acudió a Máximo (el emperador) acusando a los herejes (...) Máximo remitió la causa al obispo, intervino san Martín de Tours que exhortó a Itacio a que desistiese de la acusación por temor, según parece, a la intervención en esta causa del brazo secular; pero ausente san Martín, los obispos Magno y Rufo condenaron a los priscilianistas en el sínodo de Burdeos (384). Allí aparecen los nombres de Prisciliano..." (Enciclopedia Universal Ilustrada, XLVII, p.494)

[7] Moore señala una serie de hechos que a su juicio no son para ser considerados herejía, sino que tras ello se debatía una crasa intencionalidad de intereses. Normalmente quienes sostenían esas "herejías" eran iletrados a su juicio. De todas formas es altamente significativo que no considera como herejía, una ideología que niega aspectos esenciales de la fe cristiana: bautismo como medio necesario para la salvación, interpretación alegórica del Nuevo Testamento...

[8] MOORE, op.cit., p.29. Estos hechos se explican como antesala y base de las futuras herejías del siglo XII, en especial cátara y valdense.

[9] Moore confunde herejía con denuncia pública de los abusos del clero. Por tanto su razonamiento puede ser considerado como válido. La herejía niega una serie de verdades de la fe cristiana. Por tanto, y salvando las distancias del ejemplo, al igual que en una empresa mercantil, la negación de algún artículo de su estatuto definitorio, modifica la esencia de la misma, en la Iglesia, sucede lo mismo. Si el hereje persiste en su postura, es decir, se niega a aceptar todas las verdades de la Iglesia fundada por Jesucristo, es como si no quisiese pertenecer a una empresa tal y como la concibió su fundador. Por este motivo no queda otra alternativa a la Iglesia que expulsar o excomulgar a ese individuo; del mismo modo se comportaría el director de la empresa con su traidor empleado. Tal vez Moore intentase indicar con su razonamiento el deseo de cambio que a su vez llevan consigo muchas herejías en aspectos jerárquicos. Sin entrar en valoraciones sobre la ortodoxia o heterodoxia de este procedimiento, sí podemos señalar, que la Iglesia medieval si parecía estar necesitada de una serie de reformas formales, y en la mayoría de los casos, a ello fueron encaminados los concilios medievales, aunque hasta Trento no se eliminó la raíz del malestar. Por eso parece más lógico aplicar el vocablo político a un concilio que no a una herejía.

[10] Moore, op. cit., p.30.

[11] Idem p.30. No es correcta la afirmación de que a muchos que preconizaban cambios en el seno de la Iglesia no se les consideró como herejes mientras a otros sí. Tal vez dos individuos distintos se diesen cuenta de la depravada situación moral de un mismo papa. Tal vez, incluso, ambos denunciasen públicamente la cuestión. Pero el que a uno se le considere hereje y a otro no, radica en la postura que asuma cada uno. Mientras uno expone el hecho sin negar ninguna verdad de fe, como la autoridad del Papa, y sigue obediente a él, en cuestión doctrinal, el otro niega su autoridad amparándose en su libertinaje, y de este modo confunde la figura del Papa, con la miseria del hombre que desempeña esa misión. Citemos por ejemplo, a San Roberto de Molesmes, a quien también cita Moore, aunque como antítesis de Arnaldo de Brescia. Este fue declarado hereje, mientras que él lo era santo. Los dos denunciaron y lucharon contra la falta de disciplina y pobreza en el seno de la Iglesia. La diferencia estribó en que mientras uno, siguiendo el Evangelio, proponía un modo radical de vivir la pobreza, y de este modo fundaba la Regla Cisterciense a pesar de algunas fuertes contradicciones por parte del cierto sector jerárquico, como el Obispo de Langres, pero siempre en comunión con el Papa, el otro predicaba extrañas doctrinas que, partiendo de negar la salvación de los clérigos y religiosos que poseyesen riquezas, llegaba a declarar la imposibilidad de administrar los sacramentos por parte de los clérigos indignos. (cfr. Gran Enciclopedia Rialp, XX, p.349 y Enciclopedia Universal Ilustrada, VI p.303).

[12] MOORE,op.cit., p.32.

[13] Idem, p.33. No debemos confundir, como aquí hace Moore, deseo de reforma, con modificación de las verdades cristianas.

[14] La ironía con que Moore habla de la lucha de la Iglesia contra la herejía, quiere conferir un tono irrelevante al problema. De este modo prepara psicológicamente el lector para convencerle de las absurdas y desmesuradas medidas ante tan inofensivo enemigo. Pero hemos de darnos cuenta que si, como él dice, el terreno está abonado para el "crecimiento de movimientos heréticos", la postura de la Iglesia no podía ser otra que extremar las medidas para que tal evento no se produjese. Moore es incapaz de ver la ortodoxia y lógica de esta postura, pues interpreta la libertad de pensamiento dentro de la Iglesia como libertad en las creencias; además su materialismo le impide comprender el capítulo de la salvaguardia de la Fe.

[15] Hereje italiano ejecutado en Roma, cuya fecha de nacimiento se ignora. Sus doctrinas encontraron numerosos adeptos, y se formó un partido contra el obispo Manfredo. Dijo que no pueden salvarse los eclesiásticos y religiosos que posean bienes temporales; combatió teórica y prácticamente el poder temporal de los papas y controvertió la autoridad eclesiástica que no aprobara su doctrina. Tuvo por corrompida y falsa a la Iglesia, debido, en su decir, a las simonías y codicia de los sacerdotes, obispos y cardenales; decía que un clérigo indigno pierde el derecho a administrar los sacramentos. ( De Enciclopedia Universal Ilustrada, VI, p.303)

[16] cfr.MOORE, op.cit. pp.36-38.

[17] Con esta exposición, parece claro que la Iglesia se oponía a los judíos, cuando la realidad es que busca cuidar de sus fieles. Como los judíos suponían un peligro para las creencias de algunas comunidades de cristianos, el evitar que aquéllos pudiesen confundir a éstos es una postura muy tradicional. Además, como el mismo Moore señala, la Iglesia nunca había puesto en práctica estas disposiciones de manera exigente hasta que el peligro fue evidente. Por otra parte, las posturas que se tomaron para los judíos de no casarse con cristianos, diferenciarse en el vestido, no hacer proselitismo de su religión entre los cristianos... iban encaminadas a hacer entender a los propios fieles cristianos que aquéllos no debían ser atacados por su religión. Así, con una separación formal que en nuestra mentalidad nos repugna, se evitaron numerosos crímenes por el antisemitismo con que el pueblo miraba a sus vecinos judíos. La Iglesia se preocupa por este pueblo semita y busca soluciones para el antisemitismo (nacido por razones políticas y derivado después a puntuales aspectos religiosos), extendido entre la población cristiana. (Cfr. conclusiones del Tercer Concilio de Letrán.) Por otra parte, el análisis psicológico de la población medieval a nivel de campesinado, demuestra que esa fobia hacia los judíos nace casi instintivamente, como consecuencia de la convivencia con este sector cultural y racionalmente distinto. Es absurdo ver en ello una voluntariedad perseguidora, fundada en problemas religiosos. Sirva como ejemplo el caso actual de muchos países llamados democráticos y teóricamente tolerantes, en los que la persecución a personas de otra raza es fruto de un antirracismo instintivo propio de esa sociedad.

[18] MOORE, op.cit., p.53.

[19] Idem, p.53.

[20] Este hecho de explotación y posterior expulsión de los judíos de diversos reinos europeos, va intrínsecamente ligado a la política adoptada por los monarcas. En el caso de Felipe Augusto de Francia, su objetivo único de reforzar, en el interior y en el exterior, la autoridad de la monarquía francesa, le condujo a una política de reunión de tierras, empleando en algunos casos la confiscación o la expulsión (no sólo de judíos, aunque como éstos poseían mayor número de tierras fue más importante). Pero el hecho de readmitir a la comunidad judía, fue debido, de nuevo, a oportunismos políticos: para liberarse del círculo feudal en el que hasta entonces estaba encerrada la monarquía francesa, se alía con las comunidades urbanas (siendo los judíos una pieza importante para la administración y florecimiento) y en general en las clases populares. Rompe con la política de sus predecesores, protege el movimiento comunal, multiplica las cartas de franquicia y respeta escrupulosamente las libertades urbanas. (Cfr. Gran Enciclopedia Rialp, IX, pp.822-823).

[21] El tema de la segregación del leproso lo explica como un asunto político, y por tanto radicalizado por las autoridades. ¿Acaso en nuestra sociedad actual del siglo XX, democrática, tolerante, conciliadora... se han promovido campañas organizadas a favor de la segregación de los enfermos de SIDA; o por el contrario, se lucha en su inserción social?. Sin embargo no es menos cierto el rechazo por parte de una gran mayoría de la sociedad hacia ellos.

[22] La segregación tiene su explicación porque es el único medio profiláctico para evitar el contagio de la enfermedad: La horrenda segregación que describe, no la constata con ningún texto.

[23] No creemos que sea un avance en el rigor de la segregación, sino más bien un medio para que los leprosos cristianos practiquen su religión con todos sus cultos a pesar de su enfermedad.

[24] MOORE, op.cit.,p.76. No nos parece exacta la apreciación de Moore. El sentido cristianos del dolor y de la enfermedad en cualquier época histórica lleva a ver en el dolor una forma de unión en la acción salvadora de Cristo. El dolor, además, sirve como penitencia, si así se quiere, y por tanto es uno de los medios con que se paga la pena de los pecados perdonados. Esta teología del dolor, fuera de una mentalidad cristiana, es de muy difícil comprensión, y por ello Moore ha mezclado los términos.

[25] La idea de lepra, o de cualquier enfermedad, como castigo por el pecado, es falsa a lo largo de la historia en la religión católica. Aunque si bien no podemos dejar de apuntar la posibilidad de que en alguna etapa histórica, una importante facción del pueblo cristiano lo interpretase como tal. Este hecho pudo haber sucedido, y su razón, además de en la ignorancia, residía en el continuo contacto con grupos religiosos que así lo creían, como es el caso de los judíos, pero nunca formó parte de cuestiones teológicas.

[26] MOORE, OP.CIT.,p.79. Rhabano Mauro, según este fragmento, no identifica lepra y pecado, sino que dice que la lepra es consecuencia del pecado. Es comprensible esta explicación, que en ningún momento pudo tener un afán científico por el momento histórico en que fue pronunciada, en el siglo IX, en que no se sabía nada acerca de la lepra y, en busca de una explicación, las supersticiones de los pueblos que acababan de ser cristianizados seguían latentes. A pesar de todo, no deja de ser curioso el hecho de que algunas enfermedades, principalmente psicológicas y cuyos agravantes pueden darle una manifestación corporal, tengan su origen en el pecado. (Pongamos como ejemplo las consecuencias de un aborto).

[27] MOORE, op.cit.,p.79

[28] Idem.,p.81.

[29] Idem, p.83

[30] Esta pregunta carece absolutamente de sentido con sólo contemplar los puntos esenciales que se debatían en los numerosos concilios de la época.

[31] Moore, en este punto, quiere demostrar que la Iglesia convierte la disidencia en herejía. Discrepamos plenamente de la semántica de esta afirmación, ya que si la disidencia (que es la "separación de la común creencia, doctrina o conducta" R.A.E. Diccionario de la Lengua Española. Espasa-Calpe, Madrid, 1970), afecta a una verdad de fe del cristianismo, esa disidencia pasa automáticamente a denominarse herejía. Luego disidencia y herejía son vocablos sinónimos aplicados a verdades de fe. Si lo que quiso decir Moore es que una simple discrepancia relativa a la moral de la jerarquía, a las costumbres... o a cualquier otro aspecto no esencial a la fe cristiana se intentó convertir en herejía, la cuestión no está, ni mucho menos, demostrada. Sus errores en este parágrafo, demuestran la absoluta y sorprendente ignorancia de la religión católica. De este modo es imposible hacer un estudio más o menos fundado y cierto de una sociedad estructuralmente religiosa. Un error así es algo incomprensible en alguien que se denomina historiador. Partamos de su definición de hereje. El mismo nos dice que es una definición canónica. Veamos lo que decía el Código de Derecho Canónico de 1.917: "Si alguien, después de haber recibido el Bautismo, conservando el nombre de cristiano, niega pertinazmente alguna de las verdades que han de ser creídas con fe divina y católica, o la pone en duda, es hereje." Código de Derecho Canónico  BAC, Madrid, 1965, canon 1325. Considerar que una herejía sólo existe cuando así lo declare la autoridad eclesiástica, es falso. Existe herejía desde el preciso momento en que se atente voluntariamente contra el contenido de este canon. Todos los apóstatas de la fe cristiana y todos y cada uno de los herejes o cismáticos, incurren ipso facto en excomunión. Canon 2314, 1-1º. En segundo lugar destacamos el hecho de que analizando unos ejemplos particulares y, en general, poco significativos, emite un juicio universal. Si además los efectos no se corresponden necesariamente con la causa, un razonamiento así debe ser rechazado por atentar contra los principios de la ciencia lógica. Afirmar que la diversidad estructural de la Iglesia en la Alta Edad Media era incompatible con el mantenimiento de la unidad católica, es falso. No pertenece a la diversidad estructural de la Iglesia ninguna herejía por el mero hecho de atacar el depósito de la fe. Las herejías no son diversidad, sino ruptura. Sí son diversidad ciertas formas externas que llevan a aunar, o no, poder temporal y espiritual, a la variedad de comportamientos humanos, e incluso a la manera personal de alcanzar la santidad en comunión con la Iglesia. Y esto ha sido así en la Edad Media, en el Renacimiento o en el siglo XX. La unidad radica en la fe, y la centralización en un poder temporal o la continua pugna con él, no añaden ni quitan un ápice a la unidad de la Iglesia. Tercero. La afirmación de que la centralización del poder (entendamos unión Iglesia-Estado) conduce necesariamente a la disidencia es cierta, pero sólo aplicada a la materia del poder temporal que no obliga a la herejía. Por último señalaremos que el descontento en ciertos sectores ante la riqueza, el poder temporal... el alejamiento, en una palabra, del modelo de pobreza y la corrupción moral de algunos clérigos, sí debe llevar a un intento de reforma de esas situaciones, pero sin confundir en ningún momento los términos temporal y espiritual, moral cristiana con inmoralidad o verdad de fe con opinión religiosa. En estos términos un obispo podía ser un hombre avaro, deshonesto, y cruel, lo cual no impide en absoluto su dignidad en cuanto miembro del colegio apostólico. La cuestión reside en que para algunos individuos es muy fácil confundir al indignidad humana y concluir la indignidad como clérigo. No está demostrado que sea la Iglesia quien hace de fenómenos aislados un monstruo. Este error que Moore cometió unas líneas más arriba de paso de lo particular a lo universal quiere achacárselo a la Iglesia. LLegados a este punto tenemos la obligación de considerar que es posible, sin embargo, que la Iglesia pudiese divulgar con mayor fuerza el tema de la maldad de la herejía, y pudiese convertirlo en una especie de monstruo con el fin de que el analfabeto campesino, noble o clérigo, no se dejase confundir en sus creencias por los aparentemente bondadosos herejes.

[32] MOORE, op.cit., p.84.

[33] Idem, pp.84-85.

[34] Idem, p.85.

[35] Idem, p.85.

[36] Idem, p.86.

[37] Idem, p.87.

[38] MOORE, op.cit., p.105.

[39] Idem, p.129. Sí, como afirmara en el apartado "Desviación y autoridad", estamos en una sociedad de cambio hacia el Estado, según la teoría de Weber, y éste concebido de forma autoritaria como continuación del poder feudal, era necesario afirmar una política unitaria y centralista por parte de los príncipes. Así, la idea de una nación, un rey, una religión, es intrínseca a la concepción del Estado. Por tanto, las medidas políticas que aquí se indican, referidas a este mantenimiento de la unidad, son comprensibles con una mentalidad medieval.

[40] MOORE, op.cit.,p.122.

[41] Sociólogo francés de origen judío. Afirma que los hechos sociales no pueden reducirse a los individuos, puesto que hay modos de pensar, actuar, de sentir, externos al individuo. Lo definitorio es, pues, la presión o coacción social de los fenómenos sociales colectivos cuyas raíces son las creencias y las prácticas del grupo social. Postula que los problemas sobre la naturaleza, el objeto y el método de la ciencia han de someterse siempre a revisión crítica. (Cfr. Gran Enciclopedia Rialp, VIII,pp.171-172).

[42] Sociólogo alemán, una de las figuras más influyentes en la ciencia sociológica del siglo XX. Su sociología coloca al hombre, como sujeto racional, ideal-típico, en el centro de la vida social, y el conocimiento que éste tiene de esa sociedad, así como sus actitudes, valoraciones y acciones, constituyen parte de la misma. Sostiene que depurada la comprensión de los elementos racionales y empíricos, es posible constituir un método racional y riguroso sobre el que basar el conocimiento científico de la sociedad y del hombre. (Cfr.Gran Enciclopedia Rialp, XXIII, p.731).

[43] MOORE, op.cit.,p.147.

[44] Idem, p.147.

[45] Las ordalías son unas pruebas que se hacen en la Edad Media a los acusados, llamadas comúnmente juicios de Dios. Estas ordalías demuestran: una rudeza militar primitiva muy natural en pueblos recién salidos de la barbarie, y una fe exagerada en la providencia Divina. Desde el Papa Esteban V (885) hasta el Concilio IV de Letrán (1215), tenemos una época en la que la Iglesia restringe progresivamente su uso hasta su total prohibición. También es de destacar que en el Estado Romano nunca se permitieron estos juicios de Dios. (Cfr.  Enciclopedia Universal Ilustrada, XL, pp.112-117). La Iglesia nunca estuvo a favor de este sistema. La invención no le corresponde, sino que han existido siempre en culturas como la Hebrea, Roma, Grecia, China... Por tanto es una forma de juicio primitivo, que la Iglesia conseguirá superar por actos más racionales, antes que cualquier sistema civil. La visión de Moore como juicios viciados de antemano, pues la sentencia estaba prefijada por la autoridad eclesiástica antes de someter al reo a la prueba, es una idea fuera de todo rigor científico, pues pertenece al campo de la opinión mientras no aporte pruebas que le concedan validez histórica.

[46] MOORE, op.cit., p.154.

[47] Idem, pp.155.

[48] Idem, p.158. Juicio personal, erróneo y profundamente viciado que demuestra palpablemente el anticlericalismo de Moore. Afirmar de la herejía, que es una liberación de la subordinación religiosa y política, es no comprender, en absoluto, qué es una herejía. En lo que concierne a la popular, para el inculto campesino lo más que supone, es un cambio en sus creencias y un nuevo señor feudal al que servir.

[49] MOORE, op.cit.,p.158.

[50] Idem, p.159. Este fenómeno, nace como un proceso de racionalización. Es más normal un estudio exhaustivo y detallado del presentado a canonización, en el que el pueblo es quien opina el porqué y el cómo del canonizable. De este modo sigue siendo el pueblo quien lo aclama como tal aunque tras un proceso burocrático que no hace sino conferir mayor seguridad. Se evitan circunstancias producto de la pasión favoreciendo la objetividad.

[51] MOORE, op.cit., p.164.

[52] El hecho de que se introduzca la brujería como arma de ataque a los judíos, que se confeccione un sistema ideológico complejo (mito) para atacar la herejía y que se potencie el terror a la lepra para deshacerse de ciertos individuos molestos, y que todo ello se extienda por toda la sociedad europea medieval llegando a una conciencia psicológica general parece demasiado complejo para que así sucediese. Con ello no sólo se afirma un utilitarismo de la religión católica por parte de la gran mayoría de su jerarquía, sino la completa ausencia de pensamiento, o lo que es lo mismo, la pasividad e inmadurez mental en toda una sociedad y cultura a nivel universal.

[53] MOORE, op.cit.p.173

[54] Cfr. idem,p.174.

[55] Idem,p.180.

[56] Idem, p.180.