MUJICA LAINEZ, Manuel

El unicornio

Seix Barral, 1985, 2a edición.

I. DESCRIPCION.

La historia está narrada en primera persona por Melusina, una hada inmortal que, situada en el siglo XX, recuerda un episodio de su vida, su enamoramiento de Aiol, descendiente suyo. Mujica Lainez, que se confunde con la propia Melusina, nos da su visión particular, parcial y erudita de la época medieval y de las cruzadas en Tierra Santa.

Capítulo I. El hada, el caballero y el doncel.

Melusina es hija del hada Presina y del rey de Escocia Elinas, éste no cumple la promesa que en las bodas hizo a su mujer lo que provoca que sus hijas —Melusina y dos hermanas— le hechicen dejándole encerrado en la montaña de Brumbeloy. Su madre que, a pesar de todo, le sigue queriendo, castiga a sus hijas. El castigo impuesto a Melusina consiste en que cada sábado su cuerpo sufrirá una metamorfosis: le saldrán alas de murciélago y cola de serpiente, además, su marido —si se casaba— no debería verla bajo este aspecto ni siquiera saber de esa transformación semanal pues de lo contrario, sufriría para siempre de la inmortalidad.

Se traslada al Poitou en Escocia. Allí conoce al que sería su marido Raimondín, hijo del rey de los bretones, un día que éste, por accidente, mata durante una cacería a su tío. Melusina le ayuda a lavar sus ropas ensangrentadas. Ambos se enamoran y casan, poniendo Melusina la condición de que los sábados no debe verla. Raimondín es muy hermoso y tiene una cualidad que le diferencia especialmente, sus ojos son de distinto color uno azul y otro rojizo. Melusina usa de su poder para agradar a su marido levantando edificios como la capilla en la que se casan o el castillo de Lusignam que será su orgullo.

Tienen diez hijos que son "modelos de fealdad". El octavo, por ejemplo, nace con tres ojos y Melusina se ve "obligada" a matarlo por ser horrible. Estos nacimientos provocan que en Raimondín nazcan la "Curiosidad y la Sospecha", presiente que hay algo raro en su mujer y, azuzado por su hermano, decide descubrir qué pasa los sábados. Un sábado mientras Melusina, encerrada en su cuarto y metida en un tonel de agua pasa su metamorfosis, Raimondín abre un agujero en la puerta y la ve. Melusina, espantada, sale volando por la ventana dando desgarradores alaridos. Se ve obligada a abandonar a su familia. Se instala en el campanario de la iglesia que ella misma había levantado. Pasa el tiempo, muere Raimondín, desaparecen sus descendientes inmediatos. Aquí termina su historia, pero quiere contar algo que le sucedió en el siglo XII.

Un día, en el verano de 1174, mientras dormitaba en el campanario le llama la atención un personaje que cabalga por la carretera, de noble aspecto aunque pobre y entrado en años, parece ser de esos que van de torneo en torneo para ganarse el sustento, también lleva una defensa de unicornio. Por el mismo camino ve pasar poco después una carreta de comediantes, uno de los cuales le resulta familiar pues tiene los mismos ojos que Raimondín, el muchacho se llama Aiol, tiene quince años y una cruz blanca marcada en su hombro.

Los de la carreta descubren al caballero que se encontraba reposando a la vera del camino. Entablan conversación y se produce el reconocimiento: Aiol es hijo bastardo de Ozil, el caballero, lo reconoce por los ojos de distinto color y por la cruz blanca marcada en su hombro. Ozil cuenta su historia. Cuando contaba 17 años partió hacia Tierra Santa para tomar parte en la segunda Cruzada, participa en diversos combates. A los 30 es apresado junto con Reinaldo de Châtillon y llevado hasta Alepo. Permanece un año y dos meses en la cárcel hasta que se paga su rescate. Va a Jerusalén donde conoce a Berta, una prostituta, madre ya de una hija, con la que tiene relaciones fruto de las cuales nace Aiol. Continúa Ozil en Tierra Santa a las órdenes de Amaury I. Participa en las campañas de Egipto, allí toma parte en una embajada junto con Hugo de Cesarea para obtener la promesa de fidelidad del califa al-Adid Abu Muhammed quien le regala el cuerno de unicornio. Participa en el asedio de Alejandría, pero se firma la paz. De allí decide volver a Francia para buscar a su hijo.

Por su parte Berta había regresado a Francia con sus hijos, instalándose en Poitiers, allí se había casado con un tallista de piedra llamado Pons y regentaba una posada.

Capítulo II. La endemoniada de Poitiers.

Entran todos en Poitiers. Ozil reencuentra a Berta y se hospeda en su posada. Le dice que quiere llevarse a Aiol con él, a Berta le parece bien pues Aiol muestra más vocación para las armas que para la construcción.

En la tercera noche de estancia la hermana de Aiol, Azelaís, que también acompañaba a los comediantes cuando estos se encontraron con Ozil, pide a su hermano que la lleven con ella. Azelaís está enamorada de su hermano e intenta, en una escena equívoca, tener relaciones con él. Aiol sale huyendo y acongojado por los amores que ha despertado en su hermana, se produce un profundo corte en la cara. Azelaís es entonces poseída por el demonio y en ese estado le encuentra su padrastro, Pons, tendida en el suelo, desnuda y rodeada de una atmósfera extraña.

Se produce un gran revuelo en la posada plagada de peregrinos camino de Compostela. En la confusión nadie advierte —Pons lo sospechaba— que Ozil y Berta habían tenido una cita.

La fama de la endemoniada Azalaís se extiende por toda la población. Acuden todo tipo de gentes a probar sus exorcismos sin que ninguno consiga echar al diablo. El obispo determina llevarle a la primera misa de Nuestra Señora la Grande, iglesia que está construyendo Pons.

A la ceremonia acuden, atraídas por la curiosidad del caso, todo tipo de personas. Allí aparece por primera vez Seramunda, una noble dama, de vida más que ajetreada, quien se fija a paso en Ozil atraída por su noble porte y su cuerno de unicornio.

Durante la ceremonia se produce la exorcización de Azelaís, (es de anotar que ésta se produce dándole a comulgar la Sangre del Señor). En ella muere, al caerse de la columna en la que estaba, Pons. Berta se siente culpable de todo lo sucedido. Salen Ozil y Aiol de la ciudad.

Capítulo III. La ermita de Lussac.

Aiol se encuentra bastante enfermo pues el corte que se produjo en la cara fue grave y los remedios aplicados para curarle, peores. Apenas han salido de la ciudad se ponen a descansar junto al camino. Ozil ve pasar a dos caballeros con algunos hombres, son sus parientes Guy y Godofredo de Lusignam. Reta a este último a duelo y lo vence quedándose, como mandan las leyes de caballería, con sus armas y montura. Ozil ha quedado herido en una pierna.

Se internan en el bosque y llegan a la ermita de Brandam, donde se restablecen de sus heridas gracias a los cuidados del ermitaño. En este lugar pasan varios meses durante los cuales Ozil instruye a su hijo en el uso de las armas y Brandam en la historia.

Un día llegan unos emisarios de Seramunda que ha mandado buscarles para acogerlos en su palacio. Hacia allí se dirigen.

Capítulo IV. El devorado corazón.

Seramunda es una mujer ya madura que se distingue por sus continuas aventuras amorosas. Siempre pendiente de nuevas conquistas, ha hecho buscar a Ozil pues se quedó prendada de él cuando lo vio por primera vez en Poitiers.

Aiol también despierta en ella el deseo y un día, mientras éste se está bañando, entra en su cuarto con la excusa de tomarle medidas para un traje y le posee.

La corte de Seramunda se traslada para participar en las fiestas de Beaucaire donde se reúnen los principales nobles. Se hacen alardes de riqueza. Uno de los nobles hace quemar vivos treinta magníficos caballos, el espectáculo es cruel y sobrecogedor.

Aiol también despierta el deseo en Aymé —marido de Seramunda de tendencias invertidas—. Ambos acosan continuamente a Aiol que hace lo posible por evitarles.

Un día en que Aiol paseaba por la feria con uno de los poetas de la corte de Seramunda se encuentra con Ithier —el director de los comediantes con los que trabajaba Aiol— y con su hermana Azelaís. Cuentan sus penalidades desde que Aiol los dejó. Berta se fue a Santiago de Compostela de peregrinación, abandonando el negocio, para hacer penitencia y convertirse definitivamente de su vida pasada. Ithier y Azelaís pasan a formar parte del séquito de Seramunda.

Ithier y Yolanz —ama de llaves y confidente de Seramunda— se asocian, unidos por el odio común hacia Cabestanh —amante platónico y poeta de Seramunda— para ir contra él y perderle. El ambiente de la corte se enrarece y hacen acto de presencia los celos.

Azelaís propone a Aiol marchar los dos juntos, solos, a Jerusalén; Aiol está de acuerdo pero deben acompañarles Ozil e Ithier. Se lo dicen a ambos que están de acuerdo y encargan a Aiol que comunique sus intenciones a Seramunda. Ésta se siente despreciada en su vanidad, pues Aiol no había accedido a sus requerimientos en todo ese tiempo y trama un plan para acabar con él. Concierta una cita nocturna con Aiol y al tiempo manda un anónimo a su esposo —que hacia la vista gorda con las aventuras de su mujer— diciéndole el lugar y la hora de la cita. La encargada de llevar el anónimo es Yolanz que de esta forma se entera de las intenciones de Seramunda. Ella e Ithier deciden que sea Cabestanh y no Aiol quien acuda a esa cita. Al poeta es fácil convencerle pues lleva años junto a Seramunda sin que esta haya accedido en ese tiempo y ve, por fin, la puerta abierta a sus deseos. Entra, amparado en la oscuridad en la alcoba de Seramunda —que nada sabe del cambio operado— y cuando ya se encuentra junto a ella entra Aymé, daga en mano, y lo mata. Huye Seramunda. Aymé abre las cortinas y se da cuenta de su error, enajenado, hurga con la daga en el pecho de Cabestanh y le arranca el corazón. Yoland e Ithier llevan el cadáver a un corredor secreto y limpian la sangre.

Al día siguiente se da un festín como despedida del grupo. Seramunda creía muerto a Aiol y sin embargo lo ve allí. El ambiente está tenso; Seramunda y Aymé apenas comen. En un momento Aymé se levanta y ofrece un trozo de pastel a su mujer, lo come. Aymé entonces pregunta a su mujer si está bueno el corazón de Cabestanh, ésta responde, casi sin perder la compostura: "tan bueno es, monseñor, que jamás ningún manjar me privara de su gusto". Dicho esto se arroja por la ventana, detrás de ella lo hace Yolanz. Aymé, loco, desaparece en los bosques.

Parten. Azelaís e Ithier se han quedado mudos "por un castigo de la Providencia o del azar". Ozil para calmar el corazón de Aiol, abatido por las consecuencias del amor que su presencia despierta, decide buscarle el refugio en la religión y visitan diversos lugares santificados con reliquias.

Durante el viaje se encuentran con Mercator —un miembro de la compañía de comediantes— que había peregrinado a Compostela junto con Berta quien, según les dice, se ha metido en un convento. Mercator se une al grupo.

Una noche, mientras duermen al raso, un lobo se acerca y empieza a lamer a Aiol. Ithier se despierta y, creyendo que le estaba atacando, lo mata. Todos se despiertan, no es un lobo sino Aymé. Entierran su cuerpo.

Visitan el lugar donde han sido enterrados juntos Seramunda y Cabestahn, que se ha convertido en el símbolo de los amores platónicos y muchos enamorados acuden allí. Cuando están frente al túmulo Ithier confiesa su crimen y muere absuelto por un fraile que allí se encontraba.

Capítulo V. Un cuerpo para Melusina.

Se dirigen hacia Lussac. En el camino se encuentran con una extraña comitiva compuesta por ermitaños, duendes, sátiros, leñadores, gacelas e, incluso un centauro y ángeles que van a enterrar a Brandám. El grupo se une al séquito fúnebre.

Una vieja montada en un burro obstaculiza la marcha, le apartan de mala forma y cae al suelo. Airada se levanta y señalando a Ozil le dice: "Ozil de Lusignam, te juro que nunca volverás a Jerusalén..." y luego dirigiéndose a Aiol,"te juro que tu sí irás a Jerusalén y que allí encontrarás la muerte a causa de lo que buscas". Al oír esto Azelaís grita, ha recuperado el habla. Nadie parece preocupado por la premonición de la vieja y continúan tranquilos su camino.

A Melusina le parece familiar el rostro de aquella mujer y sale en su busca, no se ha equivocado, es su madre el hada Presina. Las relaciones entre ambas siguen siendo tirantes, pero Melusina se atreve, llevada de su deseo de poder amar a Aiol, a pedir un cuerpo. Presina le promete que se lo concederá cuando Aiol sea armado caballero.

Se ha convocado un torneo en el valle de Pleurs y hacia allá se dirigen, después de los combates Aiol será armado caballero. En las justas Ozil se vuelve a enfrentar con su primo Godofredo. Ninguno vence. Ozil queda herido pero se restablece para tomar parte en el torneo final en el que dos bandos luchan simultánemente como si de una batalla real se tratara. Aprovechando la confusión de este tipo de combates Godofredo y Guy luchan simultáneamente contra Ozil y lo matan. Melusina da un alarido que se escucha en todo el valle.

El cuerpo del caballero es entregado a Aiol que está profundamente trastornado. Azelaís decide que Aiol sea armado caballero por su padre aunque esté muerto, hay precedentes de hechos semejantes en la historia de la caballería. Se celebra la ceremonia, Azelaís mueve el brazo de Ozil. Después hay una singular fiesta en la que abunda el vino. Aiol y Azalaís yacen juntos.

Melusina ha caído en un profundo sueño, al despertar siente una extraña sensación, ya tiene cuerpo pero su madre se ha burlado de ella, le ha convertido en un hombre. Presina no se olvida de los detalles, junto con el cuerpo le ha dado la ropa de caballero, las armas, el caballo y un nuevo nombre: Melusine de Pleures (Melusín de las Lágrimas).

Azelaís ha desaparecido. Aiol y Perusina —con su apariencia de hombre— se encuentran y presentan mutuamente. Juntos buscan can a Azelaís sin encontrarla. Entierran a Ozil. Los tres, Aiol Melusina y Mercator se unen a la expedición del conde de Flandes que se dirige a Tierra Santa. Al conde le acompañan dos antipáticos hermanos: los Bethune.

Capítulo VI. El rey leproso.

Llegan a Jerusalén. Son presentados a Baudoin IV, el rey leproso. Se cuenta la azarosa vida de Agnès —la madre del rey cuyo tercer marido es Amaury de Lusignan, hermano de Godofredo y Guy. Se encuentran también con Reynaldo de Chatillon que acaba de salir de la cárcel y es ahora un gran señor.

Son presentados a las dos hermanas del rey. Sibila —la mayor— queda deslumbrada por la belleza de Aiol, mientras que la madre se fija en Melusin. El rey les muestra los trofeos reales.

Son hospedados en el castillo de Reynaldo de Sidón, amante de los libros, que desconfía de las intenciones que ha traído el conde de Flandes.

El rey propone al conde de Flandes un ataque conjunto a Saladino en Egipto, este se niega y pide al rey la mano de sus dos hermanas —Sibila e Isabel— para los hermanos Béthune.

El rey ofrece un banquete, Mercator es invitado a contar una historia y relata la de Oberón: Oberón fue un hijo de reyes a quien el hada Presina hechizó para que no midiera más de tres pies de altura, sin embargo se le concede que sea extraordinariamente hermoso. Otra de las madrinas le regaló dos objetos mágicos: un cuerno de marfil y un jarro de oro. Oberón sufría a causa de su estatura que lo excluya de cualquier trato normal. Un día, cansado de esta situación, decide abandonar a sus vasallos y se escapa para situarse en una floresta de Palestina. Pero aquí no terminaron tampoco sus penalidades, un embrujo estableció que los que contestaran al enano, si este les dirigía la palabra, caerían bajo su poder, prisioneros, aunque Oberón no lo quisiera, lo que produjo que los peregrinos eludieran encontrarse con él.

Un día llega hasta su palacio Huon de Burdeos, joven caballero de belleza inaudita, Oberón se dirige a él y le ofrece socorrerlo en cualquier alternativa a cambio de que accediera a contestarle, Huon le contesta lo que le reduce a cautivo de palacio. Ambos pasan unos años de amistad fervorosa e "íntima". Oberón se da cuenta de su egoísmo y decide que Huon parta, antes de marchar le regala el jarro de oro, que en manos de un hombre leal estará siempre colmado de buen vino, y el cuerno de marfil, que cuando le utilizara tendría la virtud de congregar en su auxilio a los campeones amigos de Oberón.(sigue la historia pero no reviste mayor importancia).

Al día siguiente Agnès cita a Melusin en palacio y Sibila a Aiol, cada una por separado. Agnès propone a Melusin un baño, y mientras sale a prepararlo Perusina se vuelve a transformar en hada y, abandonadas sus ropas, sale volando por la ventana. En su vuelo se encuentra con Oberón, el rey enano, a quien cuenta sus cuitas, el no poder amar a Aiol por tener cuerpo de hombre. Compadecido Oberón le regala el cuerno, prometiéndole que cuando lo toque acudirá en su ayuda. Pero sólo podrá utilizarlo en tres ocasiones.

Vuelve a la casa —convertida otra vez en caballero— donde se encuentra con Aiol, se cuentan el motivo de sus respectivas citas. Entre Aiol y Sibila no ha pasado nada. Perusina omite su encuentro con Oberón, y le dice que Agnès estaba interesada por su cuerno de unicornio y que quería comprárselo. En cuanto al cuerno de Oberón le dice que es un regalo de Agnès.

El conde de Flandes no quiere abandonar los Santos Lugares sin hacer algo con las armas y decide asediar la ciudad de Harim. El asedio es largo y mientras tanto los jefes se entregan a una vida disoluta.

Agnès llega un día de incógnito al campamento. Se entrevista con Aiol y Melusin, les informa que están intentando envenenarles, algo habían notado ellos pues sentían ciertos dolores. Se quedan solos Melusin y Agnès y yacen juntos. Vuelven a Jerusalén.

Capítulo VII. Azares de la guerra.

Batalla de Montgisard el 28 de noviembre de 1177, en la que Saladino, confiado en sus fuerzas superiores, ataca Jerusalén, pero es vencido en un ataque por sorpresa del rey Baudoin IV, el leproso. Aiol es herido. Vuelve a buscar refugio en la religión.

Agnès sigue cortejando a Melusín quien intenta evitarla. Aiol hace promesa de permanecer casto hasta que encuentre la Santa Lanza, motivo de su viaje a Jerusalén. Marchan a Antioquía donde Margarita, esposa del rey Boemundo con fama de brujas se ofrece para ayudarles en su búsqueda.

Por influencia de Agnès, el rey designa como condestable del reino a Aimery. El nombramiento siembra el malestar por todo el territorio.

Margarita lleva un día u Aiol y Melusin a un harén y con la ayuda de la magia hace confundir a Aiol a tres viejas que danzan con Sibila, Seramunda y Azelaís, besa a la que cree que es Azelaís, rompiendo de esta manera el voto.

Salen de Antioquía y llegan al castillo de Beaufort, en el extremo meridional del Líbano, que perteneció a Reinaldo de Sidón que además se encontrada allá. Aiol se entrega al desenfreno persiguiendo a las doncellas del castillo. Una noche son despertados por ruidos de guerra, se lanzan al combate; Saladino logra una gran victoria sobre los cristianos en la Llanura de los Manantiales. Los tres logran salir con vida, se refugian en una cueva durante tres días, en el cuarto un pastor les muestra como llegar al castillo de Onfroi IV, un señor con fama de homosexual. Permanecen en el castillo durante una semana y cuando consiguen caballos vuelven a Jerusalén, a ninguno les gusta Onfroi.

Capítulo VIII. La enamorada del leproso.

En Jerusalén reinan las intrigas palaciegas: Heraclio, clérigo y antiguo amante de Agnès, por influencia de ésta, es elevado a la dignidad de Patriarca de Jerusalén. Aumentan de este modo su poder y riquezas, uniéndose de forma pública a su conocida concubina Pascua de Riveri, mujer de un mercader, al tanto de las relaciones, que consiente en ellas a cambio de oro, que el Patriarca saca de las arcas de la Iglesia. Poco después el mercader muere y Pascua se traslada a vivir junto con Heraclio.

En Jerusalén se presentan los primos del rey, el príncipe de Antioquía y el conde de Trípoli para maniobrar la sucesión de Baoduin, cada vez mas enfermo. Pero este les ordena regresar a sus dominios y acelera las bodas de su hermana Sibila con Guy de Lusignan.

Aparece una enigmática mujer que empieza a cuidar al rey y que pregunta por Aiol. La lepra, muy avanzada, obliga al rey a dejar la regencia en manos de Guy, quien después de preparar las tropas para enfrentarse con Saladino rehuye la batalla lo que provoca la cólera del rey molesto además, por la insinuación de que debía trasladarse a Tiro, lo que provoca que nombre sucesor a un niño de cinco años hijo del primer matrimonio de su hermana Sibila. Ésta y Guy huyen a las tierras de Jafa y Ascalón.

Onfroi invita a sus bodas con Isabel —la otra hermana del rey— a Aiol. En el cuarto día de los festejos Saladino ataca el castillo. Luego de una acción heroica Aiol es gravemente herido. El asedio dura un mes hasta que llega el rey leproso con sus huestes que ponen en fuga a Saladino.

Muere el rey. El féretro es conducido hacia la sepultura, un numeroso grupo de leprosos quiere tocarlo pero se lo impiden los soldados. Entre el séquito descubren a la que cuidaba al rey y hacia ella se dirigen como para tocar y besar a una santa. Parece que la van a destrozar y Aiol acude en su ayuda descubriendo que es su hermana Azelaís, que según le dice, ha conseguido de Dios la gracia de amar a otro —el rey— por Dios, logrando borrar el amor incestuoso que sentía por él. Muere al día siguiente a causa de la lepra. Aiol queda desconsolado.

Capítulo IX. El cuerno de Oberón.

Intrigas para suceder a Baudoin IV. Le sucede Baudoin V, el hijo de Sibila, teniendo como tutor a Jocelin de Courtenay y regente Raimundo de Trípoli. Pero poco después muere el nuevo rey también. Sibila y Guy logran ser coronados. Hay división entre los nobles y una facción de ellos corona por su parte a Onfroi, pero éste, acobardado por las posibles consecuencias, renuncia al trono y va a pedir perdón a Sibila y Guy.

Uno de los nobles de Jerusalén, Châtillon, ataca una caravana que se dirigía a Damasco desde El Cairo. Estalla de nuevo la guerra. Es preciso unir las fuerzas cristianas pues Saladino ataca con numerosísimo contingente de hombres. Se produce una unión aparente que se desmoronará en el transcurso de la guerra

Se preparan para la batalla, la situación es desesperada y Melusín confiesa a Aiol su amor, queda desconcertado sin acabar de entender pero no dice nada. Los sarracenos atacan. Aiol va a auxiliar a Guy, éste creyendo que iba a vengarse de la muerte de su padre le derriba de un mandoble de espada. Melusín recibe un tremendo mazazo en la cabeza pero puede, antes de caer, soplar débilmente el cuerno de Oberón.

Han pasado ocho meses. Melusina despierta en una sala del castillo de Onfroi IV, a su lado están Oberón y otras hadas. Le ponen al corriente de lo sucedido. Ha tenido que pleitear en diversos tribunales para dilucidar su caso pues no se sabía si se juzgaba a un caballero difunto o a un hado inmortal, al final Oberón ha convencido y Melusina ha vuelto a su estado anterior.

Aiol también ha sido salvado y se encuentra en el palacio junto con Mercator. La victoria de Saladino ha sido total. Reinaldo de Châtillon fue degollado. Muchos caballeros del temple y del Hospital martirizados. Han caído todas las ciudades incluida Jerusalén. El Patriarca Heraclio consiguió huir con su concubina Pascua. Reinaldo de Sidón resiste refugiado en su castillo.

El palacio de Onfroi está sitiado desde hace tres meses. Una vez puesta al corriente de todas estas cosas Oberón se marcha no sin antes decirle que no espere al último momento para tocar el cuerno.

La fortaleza de Onfroi se rinde. Aiol y Mercator se dirigen a Beaufort donde resiste Reinaldo de Sidón. Pero es traicionado por su secretario y obligado a rendirse. Melusina ante el peligro de que los sarracenos tomaran venganza en los vencidos sopla de nuevo el cuerno.

Sin saber cómo Aiol y Mercator se encuentran en el desierto de Uadi Araba. A lo lejos divisan una caravana y van en su encuentro, el grupo estaba formado por unos veinte negros, el guia era un extraño personaje llamado, en español, Juan Espera-en-Dios. Había vivido en tiempos de Jesucristo, en su camino a la Cruz se apoyó en su casa y Juan le dijo: "Continúa, camina" a lo que le respondió "Yo voy y tu aguardarás a que vuelva". Y desde entonces no había parado su ambular.

En la caravana iba también Pascua prácticamente enloquecida. La intención de los negros era llegar a Ailat donde la venderían junto con sus riquezas. Aiol descubre sus intenciones e intenta evitarlo, hay una pelea en la que resulta muerto Mercator y herido Aiol, los negros huyen. Antes le había dicho Juan a Aiol que encontraría en Petra lo que buscaba.

Pascua y Aiol llegan a Petra, una ciudad en ruinas. No tienen alimentos. Perusina toca otra vez el cuerno de Oberón. Pascua encuentra entre los objetos de uno de sus cofres la Santa Lanza. Pascua está loca y requiere amorosamente a Aiol, éste con la punta de la Santa Lanza entre las manos se precipita por un voladizo y muere con la hoja clavada en un costado. Melusina vuelve a gritar y llora.

II. VALORACIÓN DOCTRINAL

A nuestro entender la obra presenta los siguientes inconvenientes:

1. Se mezclan hasta confundirse la realidad sobrenatural —ángeles y demonios— con lo mágico o fantástico —hadas, duendes, centauros...—, ambos planos quedan colocados en un mismo nivel de credibilidad con el consiguiente perjuicio hacia lo sobrenatural.

2. Toda la obra está impregnada de una atmósfera sensualista, con frecuentes referencias a pasiones libinidosas de todo tipo, desde la homosexualidad hasta el concubinato pasando por el incesto. No hay una valoración moral de estos hechos, ni referencia al pecado, y por lo frecuentes, pueden aparecer como normales en una época, o mejor dicho, en todas las épocas.

Hay que hacer notar, sin embargo, que no se detiene en la descripción morbosa de estas escenas, limítase a iniciarlas y deja al lector que ponga el resto.

3. Subyace en toda la novela un intento de comprensión-justificación de la homosexualidad, al introducirnos en la psicología de un personaje a quien injustamente, siendo mujer, se le ha dado un cuerpo de hombre, sus reacciones anormales quedan justificadas sutilmente ante el lector pues éste conoce su causa. No resulta extraño, dentro del contexto de la obra, que el caballero Melusin de Pleurs ame al caballero Aiol, o que sienta celos de otras mujeres porque "Melusin" no es más que el "traje externo" de una mujer, Melusina.

4. Son frecuentes las referencias a temas cercanos a la fe, y si bien, a primera vista, están tratados con respeto, dentro del ambiente general de la novela pueden quedar desvirtuados y conducir, en ocasiones, a confusión, bien por estar sacados del contexto adecuado (o por carecer de la) la explicación pertinente, por ejemplo: "...Berta había sido una de esas rameras vagabundas que, desde las primeras expediciones enviadas para arrancar el Santo Sepulcro de las manos impías, iban (...) mezcladas en pos de la soldadesca, pues a partir de la segunda cruzada no se pudo impedir que los combatientes importaran con ellos, a guisa de lavandera, por lo menos una mujer..." (p. 57).

O en otro momento hablando de la construcción de iglesias dice: "(todos) reclutados entre los siervos y los hijos de los aldeanos, se afanaban por ganar, simultáneamente, un salario en la Tierra y un lugar en los coros divinos, cuando les llegara el turno, pues es harto conocido que, para expiar las propias faltas, se aconsejaba tanto la contribución física a una obra de esta índole como la participación en una cruzada contra los infieles" (p. 70); bien porque la confusión de los planos sobrenatural y fantástico roce con cuestiones teológicas: Melusina se acerca a comulgar y comenta: "Recibí el pan eucarístico y, quizás porque no me había confesado —pero, en verdad, ¿hubiera podido confesarme? ¿no bastaba mi deseo de proceder justamente, para liberar de culpas al hada pecadora?— sentí que un fuego terrible quemaba mis entrañas de hombre y, (...). Me dolía el cuerpo como si me hubieran castigado y al mismo tiempo experimentaba una dulzura que excedía a cualquier comparación..." (p. 276).

"Cuando acudí (dice Oberón), Melusín de Pleurs había sucumbido bajo la maza de un mameluco, y Melusina de Lusignan se debatía, enzarzada en la trabazón inerte de las vísceras perecederas. Ya se excitaba alrededor la tironeante querella escolástica de los ángeles y los demonios. Técnicamente, presentaba un caso excepcional. Para redimirte, debí pleitear ante sucesivas instancias, en tribunales atónitos que, desprovistos de antecedentes —¿a quien juzgaban: a un Caballero difunto o a un hada inmortal?— se pasaban el problema..." (p. 369).

y por último porque se mezclen y confundan la religión con la superstición, así por ejemplo, las reliquias de santos tienen un tratamiento que las equipara en cierta medida con amuletos u objetos mágicos.

En otro momento se realiza una ceremonia para intentar curar de la lepra al rey que contiene estos dos elementos confundidos: "—Voy a intentar —musitó— la purificación bíblica, la fijada por el Señor a Moisés. Se ha ensayado baldíamente el resto. He oído, Aiol, que posees un cuerno encantado y, pues es fuerza recurrir a todo, a lo santo y a lo mágico, pura estimular esta vida que huye,..." (pp. 327 y ss.).

III. OBSERVACIONES

1) El resumen expuesto no da una idea completa del contenido del libro, quedan sin comentario las múltiples observaciones que Melusina —Mujica— van haciendo de los diversos episodios, reflexiones sobre las costumbres y mentalidad de la época histórica y sobre las más diversas cuestiones y, sobre todo, manifestación de sus sentimientos, que impregnan toda la novela.

2) Nos parece que el capítulo primero es el que menos inconvenientes presenta, aunque hay que leerlo con ciertas cautelas pues contiene la confusión entre los planos sobrenatural y mágico, así como algunas leves referencias a temas eróticos.

 

                                                                                               M.L.M y G.G.A. (1989)

 

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