NICOLAS, Marie-Joseph

L'Eucharistie

Librairie Artheme Fayard, col. “Je sais-je crois”, Paris 1959, 120 pp.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Después de una breve introducción, en la que se resalta el carácter central que la Eucaristía tiene en la vida de la Iglesia, el autor divide su obra en tres partes:

a) La fe de la Iglesia en la Eucaristía. Se estudian los textos de la promesa y de la institución, deduciendo de la Sagrada Escritura el realismo eucarístico. A continuación se hace un resumen del testimonio de los Padres y de las primeras elaboraciones doctrinales sobre la Eucaristía. Dedica después un capítulo al Concilio de Trento.

b) Teología de la Eucaristía. Comienza estudiando la noción de sacramento y su aplicación a la doctrina eucarística. Dedica después tres capítulos a la presencia real, a la Eucaristía como sacrificio y a la Eucaristía como comunión respectivamente.

c) La práctica eucarística en la Iglesia. Se trata del aspecto litúrgico, de la participación de los fieles en la misa, de la comunión frecuente y del lugar que la Eucaristía ocupa en la economía cristiana.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

El libro no pretende ser un tratado, sino más bien un resumen de la doctrina, al alcance de todos. Sin embargo, se mantiene en un buen nivel. Es una presentación completa, expuesta de modo atrayente y comprensible, sin descender a la simple divulgación.

El autor se basa en la doctrina de la Iglesia, y sigue en líneas generales el pensamiento tomista, con citas en ocasiones textuales.

Explica con claridad y precisión los términos claves: presencia real, transubstanciación, sacrificio, etc.

El libro no supone ninguna aportación nueva en el terreno científico, pero tiene el valor de ser un buen resumen de la doctrina católica, que es comparada adecuadamente con las doctrinas protestantes.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Refleja bien, en líneas generales, la doctrina católica sobre la Eucaristía, ajustándose al Magisterio de la Iglesia, principalmente al Concilio de Trento. Sin embargo, se echa en falta el estudio de la encíclica Mediator Dei, pues de hecho pueden encontrarse en el libro algunos puntos oscuros, principalmente aquellos que fueron aclarados de manera explícita en ese documento pontificio.

Los principales puntos en los que sería de desear una mayor claridad son los siguientes:

1. En la página 43, al exponer la opinión de que las palabras de la consagración no serían eficaces fuera de la misa (de lo fundamental de ella), podría dar pie a considerar que esas palabras tampoco son las que consagran en la Misa, sino que es el conjunto de la acción litúrgica. Sin embargo, en el contexto -principalmente por lo que dice en la página anterior- lo que afirma el autor es correcto.

2. En la página 88 se dice que “la comunión (al menos la del sacerdote) es esencial a la misa”. Teniendo en cuenta que la comunión del sacerdote sólo es necesaria para la integridad del sacrificio, pero que el sacrificio se realizaría aunque el sacerdote no comulgase, la expresión del autor podría interpretarse mal, aunque en sí mismo no es incorrecto decir que la comunión es esencial a la misa, si por misa se entiende toda la acción litúrgica, y no sólo su centro: el sacrificio.

3 . El capítulo dedicado a la participación de los fieles en la misa (pp. 99-104), aun conteniendo buena doctrina, es algo oscuro en la exposición. Podría sacarse la idea de que los fieles -con su participación— añaden algo al sacrificio.

Aunque para un lector atento la doctrina queda clara, algunas expresiones, aisladas de su contexto, podrían confundir; por ejemplo: “el sacerdote es sólo uno de los asistentes” (p. 99).

4. En la página 107, hablando de las disposiciones para recibir la comunión, dice el autor que muchos cristianos en estado de gracia no se acercan al altar, más que por jansenismo, por el sentimiento justo de deber realizar un acto de fervor particular del que se sienten incapaces.

No se acaba de entender por qué llama “justo” a ese sentimiento.

En conjunto, puede decirse que se trata de un libro de buena doctrina, expuesta con claridad y con piedad. Hubiera sido de desear, sin embargo, un mayor cuidado en algunas expresiones, que podrían causar alguna confusión en lectores poco formados. Parece conveniente que la lectura de este libro sea complementada con la de la encíclica Mediator Dei.

J.A.L.

 

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