PAOLI, Arturo

La Persona, el Mundo y Dios

Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1967.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Se trata de un libro asistemático, con carácter de ensayo, que critica muy duramente ciertas formas —institucionales y mentales— del cristianismo tradicional, y exhorta a los cristianos a la adopción —sobre todo en la práctica concreta— de todo lo que en la vida espiritual y en la acción pastoral propugna lo que se ha llamado la Nueva Teología.

Los diversos capítulos toman su nombre y su ocasión de las distintas partes de la parábola del buen samaritano. Se comienza por una especie de glosa, para derivar en seguida —por asociación subjetiva del autor, más que por estricta lógica— a consideraciones de orden psicológico y sociológico, a las que se da un valor religioso.

La tesis de que parte Paoli, es la de la total encarnación histórica del cristianismo, en el sentido de la absorción de lo sobrenatural en lo histórico político—social. Este progreso político—social viene a ser el cumplimiento dinámico del destino sobrenatural de la humanidad. De esta tesis va el autor sacando todo tipo de consecuencias: la absoluta necesidad del engagement político del sacerdote; la creciente desaparición de toda diversidad entre el religioso y el laico; la convergencia del cristianismo con las fuerzas político socialistas; el carácter radicalmente anticristiano de otros movimientos políticos por ser—según el autor—antihistóricos; etc.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

El libro no pretende demostrar nada, sino más bien sacar consecuencias del principio del que parte.

El estilo literario resulta sugestivo por su viveza y concreción. Sin embargo, en ocasiones resulta reiterativo y difuso.

No sólo el planteamiento, sino incluso la misma terminología utilizada es teológicamente imprecisa. Esto, unido a su carácter de ensayo divulgativo, puede hacer que el libro tenga acogida en algunos ambientes.

No añade nada a las obras de los autores que han creado las premisas de este pensamiento.

VALORACIÓN DOCTRINAL

El libro evita toda afirmación que pueda estar en neto contraste con la fe. En ocasiones habla con cierta extensión —a veces con acierto, con acentos de piedad— de la contemplación, de la Misa, del amor de Dios, de la realidad del pecado, de la necesidad de la castidad, etc.

Respecto a la creación, el autor está influido por Teilhard de Chardin, al que cita con frecuencia, aunque no llega a afirmar ninguna de sus opiniones heterodoxas.

Lo expresamente incorrecto de esta obra —aparte de sus premisas implícitas— está más bien en el plano de las exageraciones, de la unilateralidad de pensamiento, de lo corrosivo de sus críticas a las estructuras y modos del cristianismo tradicional. Además en ocasiones, el autor hace afirmaciones ambiguas, que pueden comprometer puntos doctrinales de importancia (por ejemplo, la gratuidad del orden sobrenatural, la trascendencia divina, etc.).

En el plano teológico, la incorrección de fondo parece estar en la asunción de las categorías del pensamiento inmanentista, que se ha mostrado tan difícilmente conciliable con la doctrina de la fe (cfr. Dz. 2306 y ss.). De ahí esa traslación —constante en el libro— de nociones sobrenaturales a verdades o hechos meramente naturales, y la atribución de necesidad que se hace a hechos contingentes.

Las críticas que se hacen de ciertas formas del cristianismo tradicional no están exentas de alguna verdad, pero, aparte del fondo doctrinal que las suscita, resultan desprovistas de caridad, bastante exageradas en ocasiones, muy generalizadas y fuertemente polémicas. En contraste, es llamativa la comprensión que el autor muestra con el marxismo.

C.C.

 

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