PONTET, Maurice

L'exégèse de S. Augustin prédicateur

Aubier, Paris. 636 pp.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

El libro - que fue publicado hacia 1946, no consta la fecha de edición - está destinado al estudio de los principios y temas principales de la interpretación bíblica en la predicación de San Agustín. Por tanto, se centra en el análisis de las colecciones de Sermones, en las Enarrationes in Psalmos v en los Tractatus in S. Ioannis Evangelium.

Después de una introducción (pp. 1-31), donde se explica cómo se transcribieron los Sermones y cómo se identificaba un sermón de San Agustín, el esquema del libro es el siguiente:

Primera parte; Medio e influencias (pp 35-253)

El primer capítulo (Le prédicateur et son public), sitúa en su contexto la predicación de San Agustín. Por una parte se conside­ra lo que podría llamarse el contexto humano y cultural (a quié­nes iba dirigida la predicación, carácter culto o sencillo de ésta según el auditorio, etc.), v por otra parte el contexto histórico-doctrinal (controversias contra donatistas y pelagianos principal­mente).

Pontet analiza a continuación (cap. II: Les idées de S. Augustin sur l’Ecriture) el pensamiento de San Agustín sobre la “oscuridad de la Escritura”, que el obispo de Hipona consideraba necesaria, dada la infinitud divina, v como medio para que el hombre aprenda a reverenciar a Dios, a para que siempre pueda buscar en ella una profundización en su vida espiritual. Después, el autor considera un principio fundamental de exégesis en la predicación de San Agustín: orientarse partiendo de textos claros o ya explicados, y partir del sentido literal, para buscar otros sentidos más espirituales con una finalidad pedagógica.

El capítulo III (La lettre et l’esprit) lo dedica el autor a considerar los medios con que se realiza esa exégesis; medios que no son ajenos a la misma Escritura, ya que se interpretan los textos con la sola ayuda de otros textos, teniendo en cuenta la unidad de autor de toda la Escritura: el mismo Dios. Así, surge prevalentemente el sentido espiritual, considerándose el sentido literal como alimento para los recién nacidos a la vida cristiana.

A continuación, y para finalizar esta primera parte de su obra, Pontet realiza una valoración sobre el aspecto científico de esta exégesis (cap. IV ; Valeur scientifique de cette exégèse). San Agustín depende de San Ambrosio y San Jerónimo en su actitud ante la Sagrada Escritura. Esto - según el autor - , unido a que era un filólogo mediocre, formado en la retórica decadente, hace que su exégesis no tenga un auténtico rigor científico. Sin embargo, tenía ideas que le podrían haber llevado a hacer una exégesis científica, pero no lo consiguió, principalmente por no detenerse casi nunca en el sentido literal de los textos.

Segunda parte ; Principios Generales de exégesis (pp. 255‑384).

Analiza el autor la búsqueda continua que San Agustín hace de signos (sacramenta), de misterios en la Escritura. Para San Agustín el sacramento es una realidad creciente: al llamar sacramento a muchas de las cosas que encuentra en la Biblia, empieza a captar lo que después la Iglesia definirá como sacramento en sentido estricto. Esos signos que analiza Pontet, son los títulos de los salmos, los nombres propios, los números, etc.

El más importante de esos signos lo ve San Agustín en el acuerdo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, al que el autor dedica un capítulo completo (pp. 305-384). Analiza Pontet la noción teológica que San Agustín tenía del tiempo y de la profecía en el Antiguo Testamento. Se da - para San Agustín - la Ley de recapitulación: el profeta que se sitúa fuera del tiempo puede incluso ver el futuro como si fuera pasado; por ejemplo el Salmo 21 sobre la Pasión (cfr. p. 332). Describe también el autor cómo para San Agustín la Cruz es el centro de la Escritura, dando unidad a los dos Testamentos.

Tercera parte: Les oeuvres maitresses (pp. 385‑579).

En esta tercera parte, muy amplia, Pontet trata sobre todo de la Iglesia, en base, principalmente, a las Enarrationes in Psalmos (capítulos VII-X), dedicando el capítulo XI y último a los sermones sobre el Evangelio de San Juan.

En el capítulo VII (Les Enarrationes in Psalmos. Structure de l'Eglise), el autor describe cómo en los Salmos San Agustín ve a Cristo y a la Iglesia en cuanto Cuerpo de Cristo, y los criterios con que distingue los versículos que deben atribuirse a Cristo-Cabeza y los que deben atribuirse a Cristo-Cuerpo (la Iglesia). Según Pontet, las relaciones entre Cristo-Cabeza y Cristo-Cuerpo las entendía San Agustín de un modo muy real, pero quizá demasiado espacial (cfr. p. 411).

El siguiente capítulo viene dedicado a la Extension visible de l'Eglise. De las notas de la Iglesia, la que más recalca San Agustín en su predicación es la catolicidad, desde un punto de vista muy marcadamente geográfico, por razones - según Pontet - de la controversia antidonatista.

El capítulo X (Le drame de l'Eglise) se centra sobre el tema de la predestinación, problema grave para San Agustín, v que no escondía a los oyentes de su predicación. Hace notar Pontet que San Agustín se muestra menos riguroso - sobre este tema - en la predicación que en sus tratados doctrinales (cfr. p. 514).

A continuación (cap. X ; La cité céleste), el autor hace una defensa del misticismo de San Agustín, concluyendo con una visión de conjunto, a modo de resumen, de las Enarrationes, que Pontet considera un rico y variado tesoro, que da una visión general de la historia de los hombres (cfr. p. 553).

El último capítulo (Les sermons sur l'Evangile selon Saint Jean) viene a ser como un apéndice, en que se trata de la unión existente entre el capítulo primero del Génesis y el Prólogo del Evangelio de San Juan.

La breve conclusión con que el autor termina el libro (pp. 581587) recoge de modo sintético las ideas fundamentales que - según Pontet - se desprenden a lo largo del estudio realizado.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

Se trata de un libro serio y profundo, con abundancia de citas de San Agustín, bien seleccionadas y comentadas. Su mérito principal radica quizá en hacer un estudio completo de los diversos aspectos de la exégesis agustiniana: la Sagrada Escritura dentro de la economía de la salvación; su unidad y riqueza de contenido; la interpretación espiritual; las relaciones entre los dos testamentos; Cristo y la Iglesia en la interpretación de los Salmos; etc.

Si bien el estudio es completo, no siempre es suficiente. Algunos temas hubieran requerido un desarrollo más amplio, como por ejemplo, la oscuridad de la Escritura en razón de su objeto, la unidad de la Escritura, la regla de la fe en la interpretación bíblica, etc.

Hay que notar que se trata principalmente de un estudio descriptivo, no crítico-sistemático. Esto debido a la misma intención del autor, y motivado quizá por la misma limitación del objeto (la predicación). Además, una de las intenciones de Pontet, parece ser la de demostrar - por el testimonio de San Agustín, más que por argumentos teóricos - que hay otras maneras de hacer exégesis además de la que está de moda actualmente. Por eso, el autor no parte de los cánones vigentes de exégesis, sino más bien quiere hacer revivir una tradición exegética mucho más antigua. El autor trata, de hecho, de encuadrar el pensamiento y la exégesis de San Agustín en el conjunto de la tradición patrística. Quizá el punto concreto más valioso del libro sea el estudio sobre la influencia de San Jerónimo en la exégesis agustiniana.

Pontet modera el afán de sistematizar, pero se puede ver, de la exposición del contenido de la obra, que da muchas ideas fundamentales sobre el tema, que no son meramente algo descriptivo, sino obtenido por análisis deductivo de esa descripción.

El autor ha procurado no entrar en discusiones de escuela, sino mostrar a San Agustín tal cual era, en su propio ambiente (no nos ahorra el autor nada de la controversia antidonatista, por ejemplo), con sus propios problemas y el modo de afrontarlos, dejando que sea el lector quien decida qué aspectos de la exégesis agustiniana pueden ser válidos hoy día.

Los índices del libro son algo deficientes.

VALORACIÓN DOCTRINAL

El libro es doctrinalmente correcto. El autor procura siempre dejar clara la doctrina de fe, y hace un esfuerzo positivo por poner de manifiesto la ortodoxia de San Agustín en los puntos algo discutidos. Por ejemplo, a propósito de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la interpretación de San Agustín que hace Pontet lleva a afirmar la fe del santo en ese misterio, frente a interpretaciones protestantes de los mismos textos agustinianos. En los casos en que la absoluta ortodoxia de San Agustín, vista siglos después, no queda tan clara, como sucede con el tema de la predestinación, Pontet señala delicadamente que la Iglesia no ha aceptado las interpretaciones de San Agustín.

Cuando el autor pone de manifiesto la insuficiencia científica de la exégesis agustiniana, aunque resalte su valor espiritual, no valora suficientemente la profundidad teológica de esa exégesis, que se basa en la unidad de la Escritura. Esta unidad proviene de que Dios es su autor; doctrina ésta que, en la práctica, con frecuencia olvidan algunos exégetas modernos, aun católicos. Por eso, hubiera sido deseable que Pontet hubiese puesto de manifiesto el valor exegético que, en San Agustín, tiene el dogma de que Dios es el autor principal de toda la Escritura.

Otro punto que queda poco precisado es lo relativo al bautismo de los niños (cfr. pp. 497-498); Pontet critica ahí la postura de San Agustín diciendo que sus argumentaciones no son convincentes, dejando la cuestión un poco en el aire.

A.B. y A.M.

 

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