POULAT, Emile

Histoire, dogme et critique dans la crise moderniste

Ed. Casterman, Paris 1962.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

Se trata de una exposición histórico-doctrinal de la crisis modernista, en la que el autor hace intervenir a los mismos protagonistas de ese drama de la historia de la Iglesia. De este modo, están presentes no sólo las figuras tradicionalmente consideradas como representantes específicos del movimiento —Loisy, Tyrrell: que aparentaron durante años una fe con la que habían roto en su interior del modo más radical—, sino también aquellos que desde una comunidad de aspiraciones y problemas decidieron pronto abandonar la vocación y la fe (Houtin, Hébert); e igualmente, quienes como Blondel, Mignot, Hugel y Birot, mantuvieron siempre un deseo sincero —tan sincero como íntimamente contradictorio con algunos aspectos de su pensamiento— de permanecer fieles a la fe; y, por último, quienes denunciaron con claridad los peligros de la crisis, como Merklen, Batiffol y Fremont.

Guía al autor el deseo de hacer una obra serena de análisis, de forma que, sin dejar de mostrar el drama humano de la crisis, ésta “entre definitivamente en la historia”: constituya un balance objetivo.

Con este fin, la obra presenta una amplia documentación, queriéndose mantener en la imparcialidad. Sin embargo, principalmente en el prólogo y en la conclusión, Poulat deja el estilo narrativo para hacer el papel de juez.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

La obra, bien cuidada literariamente, tiene el indudable valor de una documentación bien seleccionada y amplia. Sin embargo, el rigor histórico queda empañado por la valoración que se hace de los documentos del Magisterio de la Iglesia. Sea cualquiera la actitud que se mantenga ante la Iglesia y ante la fe, un historiador no puede dejar de considerar el punto de vista del Magisterio, que se ha presentado siempre como el único intérprete autorizado de los problemas de la fe: máxime cuando la obra doctrinal de San Pío X iba a girar principalmente en torno a la crisis modernista, para declararla como la crisis de fe más grave sufrida por la Iglesia desde los tiempos de Lutero. Podría disentirse—si se está fuera de la Iglesia—de este dictamen, pero el historiador no debe prescindir de la existencia de ese dictamen y de los datos que lo apoyan.

La Iglesia nunca vio el modernismo como un fenómeno de adaptación, sino como una auténtica crisis de fe. Esto es un dato histórico, y un dato fundamental. De su olvido se resiente, en ocasiones, la misma integridad de la documentación, y el descuido de ese punto de vista hace que no se valoren o se pasen por alto hechos y afirmaciones de los protagonistas, básicos para la comprensión de la crisis.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Cuando Poulat deja en ocasiones la función narrativa, principalmente en el prólogo y en la conclusión, para tomar el papel de juez, muestra estar de acuerdo con lo esencial de la actitud modernista: es decir, con la necesidad de adaptar la fe a ciertas categorías de pensamiento “renunciando a pensar que la esencia precede a la existencia y que se puedan fijar a priori, previamente y desde el interno, es decir, desde la fe los límites y las formas de esa evolución” (p. 17). Palabras que hacen patente un a Priori filosófico que pone un grave interrogante al resultado incluso del examen histórico.

Lo dicho sobre la interpretación histórica de los documentos del Magisterio, tiene como es lógico una directa repercusión en la orientación doctrinal del libro.

El autor deja para el próximo volumen las repercusiones de la Pascendi. Por otra parte, en el análisis que realiza del Decreto Lamentabili, ve en ese documento simplemente una dificultad de comprensión entre Loisy y los teólogos romanos.

La Pascendi sólo es citada en este libro para señalar que “jamás el modernismo ha constituido un movimiento homogéneo con un pensamiento sistemático, como la reconstitución que ha propuesto la Encíclica” (p. 9). El rigor histórico exigía añadir que la Pascendi advertía expresamente de la necesidad de hacer es a reconstitución para entender el alcance real del movimiento modernista: una grave crisis de fe (cfr. Dz. 2071 y ss.).

Por eso, cuando Poulat afirma que “más allá de los problemas particulares, a los que se proponen soluciones más o menos felices y definitivas, hay un equilibrio del cuerpo cristiano que se busca, en una sociedad que lo impregna de su cultura” (p. 619), no hace un juicio de historiador; hace un juicio de parte. La Iglesia afirma, por el contrario, que más allá de esos problemas particulares, a los que se proponen soluciones más o menos felices, la actitud modernista lleva a la pérdida de lo sobrenatural cristiano y al ateísmo (cfr. Dz. 2107 y ss.). Por otra parte, el ateísmo como punto de llegada del modernismo, es algo con suficientes testimonios históricos entre los mismos protagonistas de la crisis y entre quienes después han repetido y repiten su actitud, como para merecer que hubiese sido más claramente atestiguado.

La historia ha dado la razón al juicio que formuló la Encíclica Pascendi; Poulat sin embargo pretendiendo hacer historia no lo considera.

R.G.H.

 

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