RICOEUR, Paul

Tiempo y narración

Ed. Cristiandad, volúmenes I y II)

(t.o.: Temps et récit I, II, III, Ed. Seuil, París 1983)

El estudio está dividido en cuatro partes:

        1. El círculo entre relato y temporalidad (Tomo I)

        2. La historia y el relato (tomo I)

        3. La configuración del tiempo en el relato de ficción (tomo II)

        4. El tiempo contado (tomo III)

En realidad, en la primera parte se describe el planteamiento epistemológico de la obra, en la segunda y tercera se trata de su aplicación al relato histórico y al novelesco; y en la cuarta —que pretende ser la más importante— intenta fundar su planteamiento desde la filosofía.

La idea central de Ricoeur en este libro (como en La metáfora viva, libro del que depende en gran parte) podría sostenerse desde posiciones realistas enfrentadas a las hermenéuticas de la sospecha: en el relato se produce una refiguración, se comunica una realidad; en definitiva, es posible entenderse.

El desarrollo es sin embargo, bastante alambicado. Ricoeur acude con frecuencia a la cita de muy diversos autores (Aristóteles, S. Agustín, Hegel, Heidegger y Kant son los más citados, pero el índice de nombres propios del último volumen recoge más de 500 que van desde S. Gregorio de Nisa o S Atanasio hasta Marx o Gramsci) y de múltiples tecnicismos, de forma que la lectura resulta bastante ávida y el razonamiento no se sigue con facilidad en todos sus pormenores.

1. El círculo entre relato y temporalidad

Ya en su anterior estudio sobre la metáfora Ricoeur se había rebelado frente al estructuralismo porque metodológicamente no quería ir más allá de la frase y en consecuencia no miraba a la realidad. En esta ocasión el punto de partida es similar. En La metáfora viva afirmaba que "metaforizar" es percibir lo semejante; en Tiempo y narración dirá que el relato, igual que la metáfora, refigura una acción en el tiempo.

Para su desarrollo acude a la teoría del tiempo en S. Agustín (libro XI de las Confesiones) y a la formulación de la intriga en Aristóteles (en la Poética) para, finalmente, exponer su teoría de la triple mimesis (p. 85-136), que reproduce tres momentos en todo relato:

mimesis I. Tanto en el autor como en el lector hay una precomprensión común del obrar humano. Define cambien los términos de esa precomprensión como la red conceptual de una acción (En este apartado depende de la filosofía del lenguaje de corte anglosajón —Anscombe, sobre todo— y de Husserl. Lo que en realidad hace es resumir un estudio anterior, la Sémantique de l'action, traducido en castellano como El discurso de la acción, en ed Cátedra).

mimesis II. Es la mediación entre la mimesis I (la precomprensión del mundo) y la mimesis III (la comprensión posterior en la lectura). Parte de que toda obra representa la imitación de una acción y eso lo hace a la manera de una configuración. Toda obra es una síntesis de lo heterogéneo. La obra además tiene un carácter de totalidad y, por tanto, la representación de la realidad se hace de manera semiótica; los elementos de la obra son "casi-cosas" en el sentido de que se refieren unos a otros y sólo en lo que son ellos con sus relaciones, en su totalidad, se refieren al mundo, a la realidad. La bibliografía más importante aquí es la de la Poética; desde Aristóteles a la poética estructural.

mimesis III. Corresponde a los que Gadamer (retomándolo de Aristóteles) llama hermenéutica de la aplicación. La lectura es, otra vez, una refiguración en el tiempo, pero la lectura no es algo aséptico pues la obra me habla primeramente de mí mismo.

Esta reflexión sobre los tres mundos (autor, texto, receptor) o sobre las tres mimesis le sirve, entre otras cosas, como alegato para defender la referencia frente a «la teoría dominante en la poética contemporánea que rehúsa tener en cuenta la referencia ya que la tiene por extra-lingüística en nombre de la estricta inmanencia del lenguaje literario. Cuando los textos literarios contienen alegaciones concernientes a lo verdadero y lo falso al engaño y al secreto, que se refieren ineluctablemente a la dialéctica del ser y el parecer, esta poética se empeña en tener como un simple efecto de sentido aquello que ella decide, por decreto metodológico, llamar ilusión referencial» (p. 119).

2. La historia y el relato

Ricoeur advierte que ha tratado, hasta ahora, de la narración en general. En las dos partes siguientes pretende tratar de las dos formas fundamentales del discurso narrativo: la historia y el relato de ficción. Examina ahora el modo de explicar la historia y lo hace en los siguientes apartados:

El eclipse del relato. Examina en primer lugar el método de Braudel, Bloch y, en general, de los historiadores reunidos en torno a A n n a I e s seguidores de la "historia larga" (sea en su forma de historia económica o de historia de las mentalidades). A continuación pasa revista al modelo "nomológico" que busca leyes generales que se repiten y explican la historia.

Defensa del relato. Ahora se detiene a examinar las tesis de la historiografía inglesa de este siglo, sobre todo, a autores (Dray, von Wright, Danto) influenciados por la filosofía de la acción.

La intencionalidad histórica. Aquí expone Ricoeur sus tesis. En sus posiciones se acerca más al modelo de la filosofía de la acción que al de Annales; sin embargo lo que presenta es una aplicación de su teoría de la referencia expuesta en la primera parte de la obra; a saber, que la explicación histórica debe tomar de la teoría narrativa el modelo de configuración. A la luz de esta idea critica las dos teorías anteriores: la historia a larga distancia porque, al final, tiene que recurrir a actores que intervienen y determinan los acontecimientos; y a la historia analítica por su concepción un tanto ingenua de la narratividad y la imputación singular de las acciones.

3. La configuración del tiempo en el relato de ficción

Corresponde al segundo volumen de la obra y está dividido en cuatro secciones. El punto de partida es el mythos aristotélico, la construcción de una trama, y en su estudio Ricoeur se propone alargar este concepto, profundizar en él, enriquecerlo y abrirlo al mundo.

Las metamorfosis de la intriga (a largar). Recoge fundamentalmente las posiciones de N. Frye y F. Kermode. Al examinar la novela moderna se comprueba que ésta atiende más a los personajes y a los caracteres que a la acción. Esto podría parecer el final del mythos, de la configuración de la intriga. Sin embargo, no es así, ya que todo relato está ordenado a su final, pero el final de una narración (mimesis II) no es sino el principio de la mimesis III, la apertura al mundo, a la referencia, que se realiza en la lectura.

Los apremios semióticos de la narratividad (profundizar). En esta sección pasa revista a las tesis de Propp, Bremond y Greimas. Ricoeur recoge algunos valores del estructuralismo y del análisis del relato: la jerarquización, los modelos de análisis lingüístico, etc. Sin embargo se muestra bastante crítico con el modelo (especialmente con Greimas) por su acronía, y su cortedad de miras al no querer admitir más que el texto y el sentido que puede generar el texto (o su análisis).

Los juegos con el tiempo (enriquecer). En esta sección Ricoeur recoge las tesis estructuralistas de carácter retórico en la narración. Los autores que resume son Weinrich, Muller y,sobre todo, Genette. Estos estudian fundamentalmente la configuración del tiempo en el relato y el punto de vista. En esta teoría el punto de partida debe ser el texto (como objeto de enunciación) y no la frase, de ahí que Ricoeur acoja con agrado sus tesis ya que le ofrecen una vía de escape del inmanentismo del análisis estructural.

La experiencia temporal ficticia (abrir al mundo). Más que una exposición, lo que ofrece Ricoeur es un análisis,bastante personal, de tres novelas (Mrs. Dalloway de V. Wolf, La montaña mágica de T. Mann, y A la busca del tiempo perdido de M Proust).

Al final del volumen expone unas breves conclusiones en las que no añade mucho a lo dicho hasta el momento; en todo caso, recuerda que lo importante en el relato, sea histórico o ficticio, no es el "como" sino el "qué". El "como" (géneros, modos literarios) no es sino la manera a través de la cual el lector entiende la realidad.

4. El tiempo contado

Esta cuarta parte es, para Ricoeur, la más importante de la obra. Es también la más extensa: 400 pp. Tiene dos secciones: las aporías (Ricoeur la llama aporética) de la temporalidad y la poética del relato.

1. Las aporías de la temporalidad. En tres capítulos examina el concepto del tiempo contrastando Aristóteles con S. Agustín, Kant con Husserl y recordando finalmente a Heidegger. Lo que pretende Ricoeur es determinar el estatuto filosófico de la "refiguración" que comporta el relato ya que toda configuración narrativa acaba en una refiguración de la experiencia temporal. Parece que Ricoeur se inclina por una visión fenomenológica del tiempo. La fenomenología (no autónomamente, sino situada en la gran corriente del pensamiento reflexivo y especulativo) es el interlocutor entre la historia y la narración, pues es imposible pensar el tiempo cosmológico (el instante) sin hacer referencia al tiempo fenomenológico (el presente), y viceversa.

2. La poética del relato: historia, ficción, tiempo. En esta sección es donde, finalmente, Ricoeur pone a prueba sus hipótesis. El punto de partida de la obra era que entre historiografía y narración se da una "referencia cruzada", es decir, que el relato histórico tomaba de la narración los modelos de relatar, de explicar la continuidad (y la causalidad en sentido empirista) y el relato de ficción tomaba de la historia la pretensión de verdad.

A la hora de diferenciar las dos formas (la historia y la ficción), Ricoeur acude al estudio de la temporalidad hecho antes, pues ésta incita a referir la historia a un pasado que fue real (a diferencia de las entidades irreales de la ficción) en términos de refiguración, pero no a la inversa.

A lo largo de los cinco capítulos de esta sección Ricoeur va dando indicios de ese compromiso con la verdad del pasado (entendido el compromiso en la terminología de Frege) que tiene la enunciación histórica, frente a la referencia semiótica que tiene el relato de ficción: la imputación causal singular (imposible en la historia), el afán de "hacer justicia" a los hechos, etc. El relato de ficción, en cambio, es el del "cuasi-pasado" el que selectivamente presenta una historia completa.

Estas consideraciones ocupan los cinco primeros capítulos, y concluyen con otros dos capítulos con títulos significativos: Renunciar a Hegel, y Hacia una hermenéutica de la conciencia histórica. En ambos sigue las tesis de Gadamer sobre la hermenéutica ontológica.

La obra acaba con unas conclusiones que Ricoeur dice haber compuesto un año más tarde que el resto de la obra. Para ejemplificar de alguna manera su teoría se detiene en un ejemplo bíblico: el nacimiento y la formación de Israel. Las tesis que viene a sostener son parecidas a las de Von Rad, es decir, que Israel nació alrededor de unos acontecimientos que dan lugar a unas tradiciones y éstas a una literatura; pero es el pueblo de Israel quien hace esa literatura, al tiempo que esos escritos son los que lo constituyen y lo definen como pueblo.

Juicio formal

Aunque Ricoeur deja notar que las tesis que propone han sido largamente pensadas, el lector podría pedirle una síntesis mayor. Es verdad que todo gira en torno a la refiguración y que el tema elegido es muy amplio; sin embargo muchas páginas de la obra están dedicadas a exponer las tesis de otros autores —intercalando los juicios del propio Ricoeur— que muchas veces no tienen idénticos intereses. El autor hace una especie de síntesis de lo heterogéneo y los resultados son dispares.

Esta condición del libro presenta, a mi juicio, una ventaja y un inconveniente. La ventaja es que, gracias a la gran erudición de Ricoeur, es posible conocer las principales obras del presente siglo en epistemología y en hermenéutica: sea la de la historia o la de la narración. El inconveniente se puede ver a lo largo de la obra, y quizás también en este resumen: resulta difícil seguir el razonamiento a lo largo de la obra.

Juicio doctrinal

La obra es una defensa de las tesis realistas en cuanto a la referencia y la comunicación. Desde este punto de vista supone una ruptura con planteamientos inmanentistas anteriores.

El camino para hacerla es ciertamente complejo. Ricoeur propone una hermenéutica sin embargo no acoge ningún elemento radical para la interpretación (como podría ser "el hombre" en Gombrich o el "yo-histórico" en Gadamer) a no ser el texto mismo. Y de ahí lo variado de los planteamientos. Con todo es posible descubrir, en muchos puntos, la influencia de Husserl, Gadamer y la filosofía analítica. A pesar del realismo anotado antes, Ricoeur no parece conocer a S. Tomás de Aquino: de hecho, no aparece en la lista de nombres propios conclusiva de la obra.

Se pueden discutir muchos de los planteamientos de Ricoeur, al tiempo que no hay inconveniente en aceptar otros. Con todo, parece preferible reservar la lectura a especialistas con buena formación y que la lean con ojos críticos.

 

                                                                                                                  V.B. (1985)

 

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