SELIGMAN, Edwin R.A.

The Economic Interpretation of History.

Columbia University Press, New York 1961.

 

CONTENIDO DE LA OBRA

En este libro, Seligman trata de exponer y demostrar la tesis según la cual la Historia humana es el resultado de la mera lucha de intereses y tensiones económicas.

La historia de la humanidad es la historia del hombre en sociedad; es la historia del desarrollo social. Es, por tanto, algo más que las relaciones políticas y diplomáticas; en el pasado, los historiadores han tenido una tendencia al análisis e ignoraron durante mucho tiempo que la política, la ética y la economía están esencialmente relacionadas. Ahora, sin embargo, se tiende a la síntesis: es el desarrollo social lo que la historia nos muestra.

Pasa después el autor al análisis de la causa fundamental de ese desarrollo social, para ir encontrando, en la base de todos los datos históricos, causas económicas.

Se comienza con la afirmación de que la Ley de la Naturaleza es la Ley de Selección Natural en la lucha por la supervivencia: “La existencia del hombre depende de su habilidad para sustentarse a sí mismo: la vida económica es por esta razón la condición fundamental de toda vida. Pero la vida humana, sin embargo, es la vida del hombre en sociedad; la existencia individual se mueve en el interior del armazón de la estructura social y es modificada por ella. Lo que las condiciones de mantenimiento son para el individuo, son las relaciones de producción y de consumo para la sociedad. Por tanto, en última instancia, las transformaciones en la estructura de la sociedad y las diversas manifestaciones de la vida social, deben ser atribuidas a causas económicas” (p. 3).

Así pues, el autor va aplicando esa ley a los tipos de lucha por la supervivencia:

—Grupo contra grupo (familia contra familia; nación contra nación);

—Clase contra clase (sacerdotal contra militar; adinerada contra campesina; capital contra trabajo).

Se hace así una revisión a todas las etapas históricas, que reflejan—según el autor—la constancia de esa ley.

Estudia más detenidamente, como sustrato de esa lucha por la supervivencia y como constante histórica o ley de la historia, presentada también como lucha, el conflicto entre los recursos naturales y los deseos humanos: la producción y sus medios y organización. La historia según Seligman debe ser explicada como ajustamiento entre los recursos naturales y los deseos humanos, bajo la lucha de clases por la supremacía. Para él, aunque esto sea modificado de algún modo por consideraciones morales, religiosas, etc., es siempre en último extremo una cuestión económica:

“En cada época histórica, lo prevalente es el método de producción económica y de cambio, y la organización social necesariamente es consecuencia de ello, según las bases sobre las que se ha construido, y solamente a partir de aquello puede ser explicada la historia política e intelectual de esa época” (p. 31).

“Toda alteración en los métodos de producción lleva consigo cambios en toda la vida social... Las instituciones económicas son categorías históricas, y la misma historia debe ser interpretada a la luz del desarrollo económico... La concepción de la propiedad privada cambia en cada época de la historia según una serie de relaciones sociales enteramente diferentes: todas las relaciones sociales están, en último extremo, conectadas con las fuerzas productivas de la sociedad” (p. 34).

En esas luchas están empeñados todos los valores humanos y todos los valores sociales, por lo que todos ellos son reductibles a meros datos económicos o debidos a causas económicas:

“Los mismos ideales de vida, así como los fines de cada individuo, independientemente de su eminencia, se derivan de causas económicas y sociales” (p. 41).

“Entendemos por relación económica, aquello que consideramos como determinante de las bases de la historia de la sociedad, los métodos por los que los miembros de una determinada sociedad producen sus medios de sustentación y cambian los productos entre ellos, en la medida en que existe la división del trabajo. En esto se incluye toda la técnica de producción y de transporte. Es más, esta técnica, de acuerdo con nuestro fin, determina el método de cambio, la distribución de los productos...” (p. 58).

Piensa el autor que incluso la historia de las concentraciones humanas y de la división del trabajo, el desarrollo de la investigación, etc., se pueden explicar a partir de esa constante histórica de la lucha económica:

“No es la mera fertilidad del suelo, sino la diferenciación del suelo, la variedad de sus productos naturales, los cambios de estaciones, lo que forma la base física de la división social del trabajo, y lo que, por cambios del ambiente circunstante, estimula la multiplicación de las necesidades del hombre, sus capacidades, sus medios y sistemas de trabajo. Es la necesidad de reducir al control de la sociedad una fuerza natural, de economizar, de apropiársela o someterla, en gran escala por el trabajo de la mano del hombre, lo que juega el papel decisivo en la historia de la industria” (p. 61, con una cita de Das Kapital).

“Las condiciones naturales favorables en sí mismas nos dan solamente la posibilidad, nunca la realidad” (p. 61).

En la última parte del libro hay un intento por salvar la libertad de decisión en el contexto de esta teoría, mencionándola simplemente.

VALORACIÓN CIENTÍFICA

Como puede verse, el libro no contiene nada original; es puro marxismo determinista. Parece que lo único que el autor se propone es exponerlo de nuevo.

Aparte de su básica dependencia de los escritos estrictamente marxistas—a los que cita con frecuencia—, es interesante observar la dependencia de Hegel, del mercantilismo y del Darwinismo.

Desde un punto de vista científico, son abundantes las obras que contienen una acertada crítica a las tesis que Seligman repropone. Aquí nos limitamos a señalar los siguientes errores:

1. La confusión de causa con condición es continua a lo largo del libro. Ciertamente la vida del hombre está condicionada por el medio ambiente, pero esa vida no es causada o determinada absolutamente por los factores ambientales.

2. Puede observarse un sofisma de base: ya que la supervivencia es la base de toda vida, necesariamente los cambios económicos cambian la vida. Pero, cuál es la causa de los cambios económicos? La respuesta dada, que son los factores económicos, es obviamente insatisfactoria: los factores económicos no se producen a sí mismos.

El sofisma se completa al definir lo que el autor entiende por relación económica: “Entendemos por relación económica, aquello que consideramos como determinante de las bases de la historia de la sociedad” (p. 58). El a priori es notorio.

3. El hombre viene considerado y definido sólo en relación a la sociedad, y no al revés: cuando, por otra parte, es la sociedad la que se define por el hombre.

4. Sobre el mismo cambio histórico debe hacerse una objeción fundamental: que la llamada “revolución industrial” necesitara de un cambio social es innegable (ésta es una verdad histórica que Marx vio); pero que ese tipo de cambio dependía de la libertad del hombre es la verdad que escapó a Marx (esta distinción será siempre imperceptible para quien parte de un a priori materialista).

5. Son dos cosas totalmente distintas la codicia (incluso la simple lucha por la supervivencia) y la determinación económica, tal como la escuela marxista pretende aplicar esta última a la historia. Los marxistas sostienen que las últimas causas de todos los actos humanos son las fuerzas económicas, que impelen al hombre y le atan, sin que por eso—según algunos—le quiten la libertad.

Pero hay que decir más bien que una cosa es que un hombre o que un grupo de hombres actúen movidos sólo por el lucro, y otra muy distinta es que las circunstancias económicas determinasen de tal modo la situación que hubieran tenido que actuar así necesariamente.

6. Por último, es de señalar la superficialidad que encierra la consideración de las clases sociales como grupos monolíticos y plenamente determinados de por sí, adhiriéndose cada uno a sus propios fines. No es científico enfrentarse con la historia categorizándola previamente, y reduciendo además arbitrariamente unas categorías a otras, para hacerlas entrar en el esquema previo.

Cada situación debe ser estimada según su propia evidencia y no según una condición puesta a priori, como si la hipótesis fuese un primer principio y condición absoluta de posibilidad. De lo contrario, las cosas pueden resultar muy claras, pero nada o casi nada se sabe de lo que en realidad ocurre o ha ocurrido.

VALORACIÓN DOCTRINAL

Como ya se ha dicho, el libro de Seligman es un marxismo sin paliativos, e incurre en todos los errores doctrinales propios de esa ideología, reprobados por el Magisterio de la Iglesia.

G.H.

 

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