STALIN, José

¿TROTSKISMO O LENINISMO?

Fondo de Cultura Popular. Lima, 1973, 85 pp.

 

ÍNDICE DEL LIBRO

¿Trotskismo o Leninismo? Discurso en el Pleno del grupo comunista del Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos. 19 de noviembre de 1924.

                                                                                                                                    Pp.

 I.     Hechos acerca de la insurrección de octubre ............................................................ 1

 II.    El partido y la preparación de octubre ...................................................................... 8

III.    ¿Trotskismo o Leninismo? ....................................................................................... 26

 

La revolución de octubre y la táctica de los comunistas rusos. Prefacio al libro «Camino de octubre».

 I.     Las condiciones exteriores e interiores de la revolución de octubre ...................... 37

 II.    Dos particularidades de la revolución de octubre u octubre y la teoría de la revolución «permanente» de Trotsky ..... ................................................................................ 41

III.    Algunas particularidades de la táctica de los bolcheviques en el período de la preparación de octubre ..................................................................................................... ¿?

IV.    La revolución de octubre, comienzo y premisa de la revolución mundial 77

Notas ........................................................................................................................ 84 y 85

(Este índice no figura en el libro, sino que ha sido tomado de los apartados y epígrafes del mismo.)

 

CONTENIDO DEL LIBRO

      Se trata de una compilación de dos excursus de José Stalin, oral el primero de ellos y escrito el segundo (Prefacio al libro «Camino de octubre» publicado por la editorial del Estado en 1925). Ambos reúnen un conjunto de argumentaciones en torno a los planteamientos de Lenin y al acierto de los mismos, frente a la «insidiosa deformación de la verdad» contenida en los escritos y declaraciones de Trotsky, sobre la revolución de octubre. El discurso fue publicado el 26 de noviembre del mismo año en el n. 269 de Pravda.

 

¿TROTSKISMO O LENINISMO?

      Inicia Stalin su discurso anunciando que se limitará a «desenmascarar ciertas leyendas, propaladas por Trotsky y sus correligionarios, acerca de la insurrección de octubre, acerca del papel de Trotsky en la insurrección, acerca del Partido y la preparación de octubre... del trotskismo como una ideología peculiar, incompatible con el leninismo, y de las tareas del Partido en relación con los últimos escritos de Trotsky» (p. 1).

      El Consejo Central, señala Stalin, estuvo casi unánimemente a favor de la insurrección, en su reunión secreta del 10 de octubre; y eligió un centro político (Buró político) para dirigir la insurrección, del que formaron parte también dos enemigos de la insurrección inmediata. Con estas afirmaciones quiere el autor desbaratar los «absurdos rumores» que propalan los trotskistas, que incluso aseguran que con el problema de la insurrección el Consejo Central estuvo a punto de escindirse. Trotsky llega a tildar de «socialdemócratas» al aludido par de enemigos de la insurrección inmediata; mal podrían haber sido elegidos para ocupar puestos de la mayor importancia conociendo el Partido «bastante bien lo implacable que era Lenin con los social–demócratas» (pp. 3–4).

      También es una leyenda la que habla del papel jugado por Trotsky en la insurrección, colocándole como el inspirador y único dirigente de la misma, cuando en realidad ni siquiera fue elegido para formar parte del centro práctico de la insurrección en la reunión del 16 de octubre, y se limitó a su papel en el cumplimiento de «las instancias del partido, que dirigían cada uno de sus pasos». En cambio, «fue Lenin, y nadie más que Lenin, cuyas resoluciones aprobó el Consejo Central, al decidir el problema de la insurrección... el verdadero inspirador..., Lenin, el jefe del Partido» (p. 6).

      Trotsky peleó bien, admite Stalin, al igual que los eseristas de izquierda; pero se acobardó en un período de duras pruebas «para nuestra Revolución».

      Un segundo grupo de «aclaraciones» son formuladas por Stalin en torno al Partido y la preparación de octubre. En boca del autor, Trotsky asegura que en el período de marzo a octubre el Partido estaba corroído por contradicciones internas y no hacía más que agitarse «sin ton ni son». En realidad existían ciertas divergencias, que Lenin logró superar unificando al Partido en torno a sus Tesis de abril. No se trató tampoco en ningún momento de apoyar al gobierno provisional, tomando —según Trotsky— en consideración la opinión de ciertos inexistentes derechistas del Partido. En este período el Partido se presenta «unido y monolítico, centro de la movilización revolucionaria de las masas» (p. 19): «un partido lleno de vitalidad y fuerza, encabezando a las masas revolucionarias, que se lanzan al asalto del poder burgués y derrocan ese poder» (p. 25).

      Enseguida pasa Stalin a estudiar las particularidades del trotskismo: su teoría de la revolución «permanente», revolución que hace caso omiso «de los campesinos pobres como fuerza revolucionaria», revolución «peligrosa..., porque de intentar llevarla a cabo desembocaría en un fracaso inevitable, porque apartaría del proletariado ruso a su aliado, es decir, a los campesinos pobres»; su «desconfianza hacia el principio bolchevique del Partido, hacia la cohesión monolítica del Partido, hacia su hostilidad a los elementos oportunistas»; su «desconfianza en los jefes del bolcheviquismo» (p. 27).

      Los «cuentos chinos... con los que escribe Trostsky la historia» tienen como fin desacreditar a Lenin, a quien el Partido conoce «como un militante ejemplar, a quien no gustaba resolver las cuestiones por sí solo, al margen del grupo de camaradas dirigentes, ni de golpe, sin un meticuloso tanteo y una cuidadosa comprobación» (p. 34).

      El consejo que Stalin proporciona a sus oyentes consiste en «enterrar el trotskismo como corriente ideológica», considerando como «tonterías» las «represiones y posibilidades de escisión» de que se habla, ya que el «Partido es fuerte y poderoso» y «no consentirá ninguna escisión», pues lo que se necesita «no son represiones, sino una amplia lucha ideológica contra el trotskismo», que «busca esta discusión literaria... con sus escritos antileninistas» (p. 36).

 

LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE Y LA TÁCTICA DE LOS COMUNISTAS RUSOS

      La revolución proletaria de Rusia se vio facilitada —asevera Stalin— por circunstancias de orden externo: «comenzó durante un período de pugna encarnizada entre los dos principales grupos imperialistas, el anglo–francés y el austro–alemán», «empezó en el curso de la guerra imperialista, cuando las masas trabajadoras, extenuadas por la guerra y ansiosas de paz, se vieron llevadas, por la lógica misma de las cosas, a la revolución proletaria, como único medio de salir de la guerra», y el poderoso movimiento obrero en Europa; y por condiciones internas: «contar con el apoyo más enérgico de la inmensa mayoría de la clase obrera de Rusia», «con el apoyo indudable de los campesinos pobres y de la mayoría de los soldados, ansiosos de paz y de tierra», tener a la cabeza «como fuerza dirigente, un partido tan probado como el Partido Bolchevique», enfrentarse con «enemigos fáciles de vencer», etc.; aunque también se vio en condiciones desfavorables, como el hecho de no tener al lado un país soviético en el que apoyarse y «que los proletarios no fuesen mayoría en el país» (p. 39).

      Hay —continúa Stalin— dos particularidades indispensables que esclarecer, para comprender el sentido interno y la importancia histórica de la revolución de octubre: «la dictadura del proletariado ha nacido en nuestro país como un poder surgido sobre la base de una alianza entre el proletariado y las masas trabajadoras del campesinado, dirigidas por el proletariado» (p. 41); y «el que la dictadura del proletariado se haya afianzado en Rusia a consecuencia de la victoria del socialismo en un solo país, poco desarrollado en el sentido capitalista, mientras que el capitalismo subsiste en otros países, con un mayor desarrollo capitalista» (p. 41). Era necesario establecer dicha alianza pues de otro lado las reservas campesinas estarían al lado de la burguesía; y debía tratarse de una alianza, pues, como dijo Lenin, «sólo una clase determinada —a saber los obreros de la ciudad y, en general, los obreros de las fábricas, los obreros industriales— está en condiciones de dirigir a toda la masa de los trabajadores y de los explotados en la lucha por derrocar el yugo del capital... en toda la lucha por la supresión total de todas las clases» (p. 43).

      Algunos afirman que la teoría leninista de la dictadura del proletariado es puramente rusa; pero se trata de una teoría obligatoria para todos los países, por lo que interesa mucho una alianza con las masas de los trabajadores de otras nacionalidades.

      A diferencia de estas posiciones revolucionarias de Lenin (alianza entre el proletariado y las capas trabajadoras del campo; y dirección, por el proletariado, de las masas trabajadoras y explotadas), Trotsky habla, con su teoría de la revolución permanente, de choques hostiles entre la vanguardia proletaria y las vastas masas campesinas; y de contradicciones en la situación de un gobierno obrero en un país atrasado, en el que la mayoría aplastante de la población está compuesta de campesinos. Y esta última afirmación, según Stalin está «falta de lógica» (!).

      Stalin concluye, después de una serie de observaciones prácticas, que la victoria del socialismo es perfectamente posible y probable en un solo país, aun en el caso de tratarse de un país menos desarrollado en el sentido capitalista. Llega a afirmar Stalin que «los oportunistas de todos los países afirman que la revolución proletaria sólo puede comenzar en los países industrialmente desarrollados» (p. 51). En concreto, esta tesis es apoyada por Trotsky, que también niega la posibilidad de la victoria del socialismo en un solo país, sintiendo la necesidad del apoyo de los proletarios de toda Europa: Rusia revolucionaria no podrá subsistir ante una Europa conservadora. Pero estas tesis sólo significan que Trotsky «no percibe la potencia interior de nuestra revolución... no comprende la importancia inapreciable del apoyo moral que los obreros de occidente y de oriente prestan a nuestra revolución; ... no percibe el mal interior que corroe actualmente al imperialismo» (p. 55). Trotsky sólo se deja llevar por el apasionamiento, aun cuando sea cierto que «para la victoria completa contra la restauración del antiguo orden de cosas, son indispensables los esfuerzos conjuntos de los proletarios de unos cuantos países» (p. 54).

      Stalin cita a continuación unas líneas de El programa de la paz, de Trotsky: «habiendo logrado mantenernos como Estado en el sentido político y militar, no hemos llegado todavía, ni siquiera nos hemos acercado a la creación de la sociedad socialista... Mientras en los demás Estados europeos se mantenga en el Poder la burguesía, nos veremos obligados, en la lucha contra el aislamiento económico, a buscar acuerdos con el mundo capitalista...» (p. 56). El autor encuentra inconciliables estas ideas con la teoría leninista, por el simple motivo de que «hoy —y empieza a citar unas líneas de Lenin— el socialismo no es ya un problema de un futuro remoto, ni una visión abstracta o un icono... Hemos hecho penetrar al socialismo en la vida diaria... Todos los grandes medios de producción en poder del Estado y el Poder del Estado en manos del proletariado: la alianza de este proletariado con millones y millones de pequeños y muy pequeños campesinos; asegurar la dirección de los campesinos por el proletariado, etc., ¿acaso no es todo lo que se necesita para edificar la sociedad socialista completa...?» (p. 57, tomado de Obras, t. XXVIII, p. 366).

      Termina el autor este apartado negando que la revolución de febrero de 1917 fuese la dictadura de la clase obrera apoyada en los campesinos, y afirmando que se trató más bien de «la realización de la dictadura del proletariado y de los campesinos, entrelazada de modo peculiar con la dictadura de la burguesía» (p. 59).

      En el siguiente apartado pasa Stalin a analizar algunas particularidades de la táctica bolchevique en la preparación de la revolución de octubre: la dirección del Partido, unificando y dando forma al auge espontáneo del movimiento revolucionario de las masas; el aislamiento de los partidos conciliadores; la utilización de los Soviets como palanca fundamental de movilización; el uso de consignas conciliatorias, siempre que encerrasen una idea ampliamente extendida sobre la masa de la población, con el fin de lograr el efecto contrario: «lograr que las masas se convenzan por experiencia propia de que las consignas del Partido son acertadas...» (p. 71).

      En el último epígrafe, Stalin afirma que «la victoria del socialismo en un solo país no constituye un fin en sí... es, al mismo tiempo, el comienzo y la premisa de la revolución mundial» (pp. 77–78). Según la teoría leninista del desarrollo desigual de los países capitalistas, son inevitables los conflictos armados, el debilitamiento general del frente mundial del capital y la posibilidad del triunfo del socialismo en algunos países por separado. Junto a estos factores se encuentra el hecho del surgimiento del inmenso país Soviético, situado entre el occidente y el oriente, entre «el centro de la explotación financiera del mundo y el teatro de la opresión colonial...». De modo que «lo más probable es que la revolución mundial se desarrolle del siguiente modo: nuevos países se desgajarán del sistema de los países imperialistas por vía revolucionaria, siendo apoyados por los proletarios de los países imperialistas... Es indudable que este apoyo irá cobrando mayor intensidad y fuerza. Pero también es indudable que el mismo desarrollo de la revolución mundial... se operará con tanta mayor rapidez y profundidad cuanto más firmemente se haya consolidado el socialismo en el primer país victorioso... cuanto más eficaz sea la ayuda prestada por el primer país socialista a los obreros y a las masas trabajadoras de todos los otros países. ¿En qué debe consistir esa ayuda?... en que el país que ha triunfado ‘lleve a cabo el máximo de lo realizable en un solo país para desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los países’ (v. Lenin, t. XXIII, p. 385); ... que ‘el proletariado triunfante de un país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro de sus fronteras, se enfrente con el resto del mundo, con el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados’ (v. Lenin, t. XVIII, pp. 232–233)» (pp. 80–81).

      En los últimos párrafos de este artículo, Stalin asegura que «la importancia de la Revolución de octubre no sólo reside en que es la gran iniciativa de un país que ha abierto una brecha en el sistema del imperialismo y constituye el primer foco de socialismo en medio del océano de los países imperialistas, sino también en que es la primera etapa de la revolución mundial y una base potente para su desenvolvimiento sucesivo» (p. 82).

 

CONSIDERACIONES CRÍTICAS

      La premisa fundamental sobre la que se ha de mover esta apreciación crítica estriba en la consideración de que nos encontramos ante dos textos eminentemente polémicos; y que, por tanto, el aspecto importante que ha de tenerse en cuenta es el de los hechos expuestos en su calidad de argumentos probatorios de los conceptos que tratan de fundamentar, y no la carga emotiva que, evidentemente, contienen.

      Para medir la validez como argumentos de los hechos expuestos por el autor, es necesario encontrar primero la ligazón lógica de los mismos y su razón de ser en el contexto.

      Analizando globalmente ambos textos encontramos, en primer lugar, que la línea discursiva obedece al enfoque invocado por Stalin al final del primer texto: una lucha ideológica planteada en el terreno literario (verbal). Hay que tener presente que quien la entabla es, en este momento, quien tiene al mismo tiempo, las cartas en la mano: quien maneja los documentos que ataca y los esgrime como argumentos. Este hecho no tendría una importancia considerable si no fuese porque lo que se pone en tela de juicio es la validez de unas opiniones profundamente personales en materia absolutamente opcional incluso en el terreno político.

      El autor busca, pues, a todo trance, desvirtuar los argumentos de su oponente, deshacerlos, quitarles el más mínimo asomo de confiabilidad. El efecto, como discurso ante un grupo emotivamente movido al apoyo de tales tesis, fue sin duda el buscado por el autor. Pero «escuchado» a través de una serena lectura, no es el mismo.

      La base del planteamiento stalinista es la defensa del sistema de Lenin, en cuanto opción política subordinada a la teoría marxista. Sin embargo, Marx se hace presente sólo en una ocasión, cuando el autor siente esa ausencia y la teme como posible argumento de ataque del enemigo. Lo que en cambio se respira en todo momento es Lenin, como persona, como tesis, como argumento de fuerza, como idea y como doctrina indiscutible. Incluso Lenin llega a ponerse en cierto modo contra Marx al servir de argumento en contra de la teoría de la revolución en los países industrializados. Pero la dialéctica comunista salva el escollo sin plantearlo, al asegurar simplemente que las condiciones han cambiado y «ya no se puede pensar que...»

      Se esgrimen conceptos fundamentales sin conciencia de estar pisoteándolos incoherentemente: el imperialismo es de los países capitalistas, pero nada tiene que ver con el apoyo que debe prestar el primer país triunfante de la revolución socialista a los demás movimientos revolucionarios de los otros países, incluso con la fuerza de las armas. Se habla de la liberación de la masa trabajadora de la opresión, sin inmutarse al afirmar que el hecho de ganar al campesinado no es sino una táctica «revolucionaria» para conseguir el fin, sin que importe de verdad el campesinado, y mucho menos el campesino individual. En definitiva, se es incoherente en aras del efectismo político que necesita un discurso o una arenga.

      Sobre esta realidad poca importancia tiene ya el grado de objetividad en la exposición de los hechos concretos: tanta razón pueden tener Trotsky como Stalin al interpretar determinada circunstancia. Formalmente, la exposición de los argumentos obedece a un planteamiento preconcebido que se desarrolla a lo largo de cada una de las piezas que analizamos. Pero este rigorismo formal no concuerda con el rigor lógico de los argumentos expuestos. El resultado es el logro del objetivo primario que se advierte ya al inicio: el ensalzamiento de la figura y la personalidad de Lenin; pero no el triunfo radical de las opiniones que acuden a la palestra para lograrlo.

 

VALORACIÓN CONCLUSIVA

      Dado el enfoque de ambos discursos, no cabe esperar en ellos la suficiente altura intelectual en los planteamientos expuestos como para que los errores en la concepción filosófica y moral de los mismos sobrepasen o aporten algo de originalidad a los errores generales del sistema comunista. Sin embargo, se pueden señalar, por evidentes, algunos de ellos:

      — ausencia de respeto por la persona en cuanto tal: interesa la masa obrera, la clase trabajadora, etc.

      — como consecuencia y causa de esta ausencia, otra fundamental: la de los bienes que fundamentan dicho respeto, y obviamente, la del Bien Supremo, Dios.

      — maquiavelismo: el fin político está por encima, con absoluta ventaja, de los medios que se utilicen para conseguirlo, aun cuando entre esos medios esté eliminar toda una colectividad de personas.

J.A.P.

 

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