VV.AA.

Crítica del fetichismo literario

Ed. Akal, Madrid, 1975

Se trata de 6 artículos, cuya edición original apareció en las siguientes publicaciones:

BALIBAR-MACHEREY, Sobre la literatura como forma ideológica Litterature, nº 13, II-1974.

P.SOLLERS, Notas sobre literatura y enseñanza, Promesse, nº 36-37, 1974.

N.POULANTZAS, Nota a propósito del lenguaje y la literatura del totalitarismo. Tell Quell, nº 53, 1973.

L.ALTHUSSER, Los "desajustes" del discurso en el Contrato Social Cahiers pour l'Analyse, nº 8, París 1969.

B. CLEMENT y A. GUEDJ, Las vías de investigación de Pierre Guyotat, La Nouvelle Critique, nº 42, 1971.

Precede a la selección de artículos una introducción de Juan M. Azpitarte, donde se encuadra este volumen como uno más de la colección "Manifiesto", en su serie Teoría y Crítica.

Ya desde las primeras páginas de la introducción aparece nítida la finalidad de la obra: superar lo que Azpitarte denomina "fetichismo literario", que incluiría desde la ideología de la "creación", de la "inspiración", de la "belleza", del "artista", etc., hasta la literatura concebida más allá de las clases sociales. El autor lamenta también que las tentativas materialistas aplicadas al campo de la literatura no hayan sido demasiado sugerentes en el terreno teórico. La obra que presenta quiere ser un elemento positivo en este ámbito.

Veamos ahora cada uno de los artículos.

E. BALIBAR y P. MACHEREY, Sobre la literatura como forma ideológica

El artículo intenta responder a la siguiente pregunta: ¿En qué consiste una teoría marxista de la literatura?. En síntesis, se podría resumir diciendo que se trata de "poder analizar la naturaleza y la forma de realización de las posiciones de clase en la producción literaria y en su resultado (los "textos", las "obras" conocidas como literarias), lo que es al mismo tiempo definir y explicar la modalidad ideológica de la literatura. Pero ello significa que este problema debe ser planteado en función de una teoría de la historia de los efectos literarios, descubriendo los primeros elementos de su relación con su base material, de su constitución progresiva (pues no existe desde toda la eternidad) y de sus transformaciones tendenciales (pues no subsisten inalterados para siempre)". (p. 25).

Como las tesis de los clásicos del marxismo sobre la literatura en particular y el arte en general se desarrollan a partir de la noción de "reflejo", es preciso comprender su sentido exacto para poseer la clave de la concepción marxista de la literatura. Nos acercan a esta concepción las palabras de Mao-Tse-Tung que citan los autores del artículo: "En tanto que las formas ideológicas, las obras literarias y las obras de arte son el producto del reflejo en el cerebro del hombre de una vida social dada" (p. 26).

Como "reflejo" no es sinónimo de "imagen", la objetividad de la literatura no se reduce a una representación de la realidad. De hecho, "la categoría de reflejo no remite al realismo, sino al materialismo" (p. 38); por eso, la literatura es producción de una realidad material.

La existencia objetiva de la literatura es inseparable de determinadas prácticas lingüísticas y de otras prácticas escolares, que no definen sólo los límites de su consumo, sino también los límites internos de su producción misma. No es extraño —dicen los autores—, que la ideología literaria, que forma parte de la literatura misma, se empeñe en negar esa base objetiva, representando la literatura como estilo, como invención individual, como obra de creación, etc. "Así pues, lo que está en tela de juicio en esta negación constitutiva es la objetividad de la literatura como forma ideológica histórica, la forma particular de su relación con la lucha de clases" (p. 31).

Cuando los autores dan por supuesto que lo único importante en relación a la literatura es analizar su especificidad ideológica, intentan esbozar la disposición de los conceptos materialistas que intervienen en ese análisis. Parten de que la obra literaria no debe ser estudiada desde el punto de vista de su unidad —puramente ilusoria—, sino de su diversidad material. "Lo que hay que investigar en los textos no son los signos de su cohesión, sino los índices de las contradicciones materiales (históricamente determinadas) que los producen y que vuelven a encontrarse en ellos bajo la forma de conflictos, desigualmente resueltos" (p. 33).

Desde esta perspectiva, lo que se ha entendido siempre como efecto literario, Balibar y Macherey lo describen —y es un paso más en la destrucción del fetichismo literario— como producido bajo relaciones materiales determinadas; como un momento del proceso de reproducción de la ideología dominante y en sí mismo, como efecto de dominación ideológica.

Servirán de ejemplo y resumen de esta teoría, las palabras finales del artículo: "En el texto literario (y en el efecto literario que produce), que opera la reproducción de la ideología de la clase dominante como ideología dominante, la lucha de clases no está abolida: puede siempre, en nuevas condiciones, materiales, ser retomada y desarrollada, y conducida sobre las posiciones de la clase explotada, hasta entonces dominada también ideológicamente" (p. 46).

N. POULANTZAS, Nota a propósito del lenguaje y la literatura del totalitarismo

Se trata de una reseña a la obra de J.P.FAYE: Los lenguajes totalitarios, aunque Poulantzas se ciñe a un único tema: ver como actúa la lucha de clases a lo largo de este texto. Faye no trata directamente este tema en su ensayo; sí alude a él de manera expresa en la Introducción, señalando la lucha de clases como uno de los primeros efectos del relato.

Faye pretende, con su obra, presentar la historia del fascismo mediante un estudio de la terminología utilizada en estos discursos, ilustrando así su tesis principal: son las palabras las que hacen la historia.

Según Poulantzas, la ausencia de la lucha de clases en el análisis de los discursos fascistas que Faye lleva a cabo tiene como efecto inmediato la no aprehensión de la complejidad ideológica del fascismo: "Los discursos fascistas no están enunciados en un campo cerrado de lo "ideológico en general", sino en la articulación de diversas ideologías y subconjuntos ideológicos referidos a las clases en lucha. Olvidar aquí la lucha de clases es privarse de los medios para situar esas diversas ideologías y arrinconarse en una simple descripción por yuxtaposición de los discursos en cuestión" (p. 49).

La lucha de clases no es sólo —según Poulantzas— el lugar donde se sitúan los elementos heterogéneos de la ideología fascista, sino que también debemos localizar allí los temas comunes: Faye se equivoca asimismo, en este segundo aspecto.

La ignorancia deliberada de la lucha ideológica de clases —continúa el autor— le impide a Faye descubrir las palabras más significativas de los discursos fascistas y situar exactamente a este respecto las relaciones y las diferencias de la ideología fascista y de la ideología burguesa "clásica" democrático-parlamentaria. Para Poulantzas es evidente, por ejemplo, que los discursos de la democracia liberal y del fascismo se nutren de la misma fuente: la ideología política burguesa. Por su parte, Faye, basándose en el término "Estado total" defiende que existe una diferencia radical entre los discursos fascistas y los discursos burgueses "clásicos", como también entre el funcionamiento del sistema político fascista y el de otros regímenes "democráticos" burgueses.

Poulantzas termina su artículo haciendo una crítica conjunta a Faye y a H. Arendt (cuyos principios son los de Faye): "En cuanto a H. Arendt, no podemos sino repetir "mutatis mutandis", las observaciones hechas a propósito de Faye: el fascismo y las otras formas de estado burgués son todas a la vez formas del estado capitalista" (p. 56).

P. SOLLERS, Notas sobre la literatura y enseñanza

Sollers trata de encuadrar en este breve artículo —reducido a 12 puntos concisos— la práctica de la literatura dentro del aparato estatal de la enseñanza. Para esto realiza una crítica de lo que entiende por "enseñanza burguesa de la literatura", que está obligada a censurar —según el autor— las dos cualidades reales de toda producción literaria: la lucha de clases y la sexualidad.

Para Sollers, negar la lucha de clases en la concepción del lenguaje lleva a no saber cómo evoluciona una lengua ni cuál es su conexión con las demás; mientras que negar la sexualidad repercute necesariamente en la sublimación de los "valores literarios".

A veces, su crítica es mucho más general, aunque siempre termina centrándola en la burguesía: "Nadie enseña la literatura: se enseña a anestesiar la violencia que encubre la literatura. De ahí que la literatura sea el eslabón débil de la ideología burguesa..." (p. 58).

Sollers piensa que, en las actuales circunstancias, un escritor es alguien que debe romper, olvidar y fundir todo lo que se ha enseñado sobre literatura. Como medio necesario para este fin, está el reconocimiento del materialismo histórico, del materialismo dialéctico y del inconsciente freudiano ... en síntesis añade, todo ha de pasar por el fin de la metafísica: "La literatura es, de entrada, una práctica. La concepción metafísica del mundo tenderá, cada vez más, a creer y a hacer creer que el "comentario" sobre la literatura "reemplaza" a la literatura" (p. 59).

C. BACKES-CLEMENT y A. GUEDJ, Las vías de investigación de P. Guyotat

Se trata de una entrevista de C. Backes y A. Guedj con Guyotat, en el año 1971, donde se pone de manifiesto el interés del novelista por revolucionar el campo de la escritura. Las reflexiones giran —principalmente— en torno a su última novela Edén, Edén, Edén. Guyotat analiza su evolución intelectual, su formación cultural, sus contactos con ciencias como la etnología o la semiología, su adscripción al PCF, las dificultades y métodos de su trabajo, la estrecha relación entre escritura y sexualidad, etc.

Guyotat manifiesta que posee tres niveles de escritura, tres tipos de texto: salvaje, culto y de notas. En relación al primero dice que se trata de "un texto que entonces estaba ligado a la masturbación, escrito durante la misma experiencia sexual, pues la redacción periódica está siempre ligada a una inmediata práctica sexual —y prohibida, en tanto que inmediata; este punto es capital— interrumpida cada vez por el orgasmo. Creo que este fenómeno fundamental no me es particular: desde el comienzo, el deseo sexual ha estado siempre ligado al deseo de escribir. Descubrir el secreto es, pues, decir que, finalmente, el ansia sexual, el deseo, la investigación del orgasmo han sido siempre, de hecho, la investigación de una determinada cantidad de texto escrito, y a la inversa" (p. 61).

De todos modos, están muy relacionados el texto salvaje y el texto culto: "Así pues, el texto salvaje es fundamental para mí; el texto salvaje evacúa una represión sexual en bruto (económicamente "prostitucional", sintácticamente retórica y lingüísticamente argótica); entonces el texto culto puede elaborarse libremente, personalmente" (p. 62).

Lleva hasta la exageración la relación cuerpo-texto, de tal forma, que da ese nombre ("cuerpo texto") a la persona que escribe, pues ve que el texto tiene su raíz en el cuerpo que escribe y en el cuerpo que funciona. Además, concreta, el suyo es el de un marxista; por tanto, debe escribir sobre hechos marxistas y revolucionarios y sobre el tema sexual: "Es pues, muy importante que nosotros comunistas, rechacemos definitivamente esta mercancía literaria de la burguesía, y dirijamos una atención cada vez más rigurosa, cada vez más audaz, al hecho sexual. ¿Y que otra clase que la que está explotada en su fuerza de trabajo y en su fuerza sexual puede producir este gigantesco y urgente trabajo?" (p. 68).

A lo largo de toda la entrevista se nota con claridad como Guyotat coloca en el sexo el fundamento de cualquier comportamiento, de cualquier acto y de cualquier lengua. También es patente su apoyo al marxismo y a la lucha de clases desde su posición de escritor. En este sentido, son especialmente significativas las últimas palabras de este artículo: "Yo no he podido pensar nunca en el "problema" de la comunicación sino en relación con una práctica política materialista. Cualquier otra aproximación a esta cuestión corresponde para mí al "correo del corazón". Escribo el texto, no para encantar, consolar o rellenar no sé qué momento de ocio del "lector", sino para hacer avanzar la lengua, para producir Historia y no "historias" (p. 75).

L. ALTHUSSER, El pintor de lo abstracto

La ocasión para escribir este artículo se la proporciona a Althusser la observación de un cuadro de Cremonini. Se trata de una pintura abstracta que él intenta definir desde fuera.

Piensa que una pintura abstracta no puede exponer directamente relaciones sociales, pero posee sin duda, un fuerte efecto ideológico, provocado por la ausencia de figuras concretas en las que, expresamente, pudiéramos reconocernos: "Todo el hombre" está completamente presente en la obra de Cremonini, y, precisamente por no estar, porque su doble ausencia (negativa y positiva) es su existencia misma. Por ello, su pintura es profundamente antihumana y materialista" (p. 84).

Con este ejemplo, Althusser muestra como cualquier obra de arte puede convertirse en un elemento de la ideología: "... la obra de arte no puede dejar de ejercer un efecto directamente ideológico, mantiene por consiguiente con la ideología relaciones tan estrechas como cualquier otro objeto, y no es posible pensar en la obra de arte, en su existencia específicamente estética, sin tener en cuenta esa relación privilegiada con la ideología. Es decir, sin tener en cuenta su efecto ideológico directo e inevitable" (p. 86).

L. ALTHUSSER, Lectura de Rousseau: Los "desajustes" del discurso en el "Contrato Social"

Con ocasión de la lectura del Contrato Social, Althusser postula que el examen del modo de funcionamiento teórico del objeto filosófico fundamental de una teoría puede servirnos para ilustrar la función objetiva de esa teoría filosófica, sobre los problemas que elude en los mismos temas que trata.

El autor se centra en el capítulo que juzga mas importante (el VI del libro I), que plantea esta cuestión clave: "Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja, con toda la fuerza común, a la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y permanezca tan libre como antes. Tal es el problema fundamental, cuya solución da El Contrato Social" (I, VI).

Sobre la base de que la fuerza y la libertad de cada hombre son los primeros instrumentos de su conservación, Althusser se pregunta cómo los podrá comprometer sin perjudicarse y sin descuidar las atenciones que se debe a sí mismo. La solución la presenta Rousseau en el acto por el que un pueblo es un pueblo: el contrato.

El desajuste —en opinión de Althusser— es que Rousseau postula como única cláusula del contrato social la alineación total de cada asociado, con todos sus derechos, a toda la comunidad. Pero esta alineación, —continúa Althusser— es legítima e inconcebible, porque es contradictoria en sus términos: incompatible con la naturaleza del hombre.

El segundo desajuste se sitúa en el hecho de que ese falso contrato funciona como si fuera verdadero, ya que produce un intercambio, incluso ventajoso.

El tercer desajuste es el de la teoría respecto a la realidad: por primera vez la teoría encuentra grupos sociales existentes. Y aquí está el cuarto desajuste: hay que negar la existencia de esos grupos humanos (órdenes, clases, etc.)

Para suprimir la existencia de las clases sociales, Rousseau invoca, como solución práctica, una regresión económica hacia el comercio independiente, que permite relaciones libres entre los individuos. Para lograrlo sólo postula la predicación moral, es decir, la acción ideológica.

Los desajustes terminan cuando —desde la realidad misma— Rousseau ya no encuentra una salida, pues todo se reduce a un círculo cerrado: ideología, economía, ideología...

Pero aún queda un recurso: la trasferencia de este problema de imposible solución a otro terreno, el de la literatura. "Si ya no hay desajuste posible —puesto que ya de nada serviría— en el orden teórico, que no ha hecho más que vivir de esos desajustes, expulsando fuera de sí mismo sus problemas en la solución de aquellos, hasta encontrar el problema real, insoluble, queda, no obstante, un recurso, pero de otra naturaleza: una transferencia, esta vez la transferencia de la imposible solución teórica en lo otro de la teoría, la literatura. El "triunfo ficticio", admirable, de una escritura sin precedentes: "La Nueva Eloisa", el "Emilio", las "Confesiones". Que sea sin precedentes quizá no carezca de relación con el "fracaso", admirable, de una teoría sin precedentes: el "Contrato Social" (p. 121)

En síntesis, Althusser ha intentado demostrar cómo el discurso teórico y el literario propiamente dicho, se relacionan y complementan a la hora de responder a las preguntas propuestas por la ideología. El discurso teórico, una vez que ha fracasado en su proyecto de respuesta, puede transferir tal proyecto al discurso literario, discurso que —en el caso de Rousseau— triunfará elaborando una salida a las contradicciones que la filosofía había constituido en un círculo cerrado.

VALORACIÓN DOCTRINAL

En principio, parece que el hilo conductor de estos seis artículos es más ideológico que literario. Concretamente, en los dos que escribe Althusser —sobre todo en el segundo— sólo encontramos referencias tangenciales a la literatura.

No obstante, pienso que está perfectamente conseguido el fin que se propone —aunque no de modo expreso— J.M. Azpitarte en su introducción: destruir lo que se entiende por "fetichismo" que rodea a lo literario.

Para nada (salvo para una crítica negativa) encontramos a lo largo de los distintos artículos términos como "creación", "belleza", "artista", "inspiración", "estilo"... por el contrario, aparecen —de manera reiterativa— otros como "ideología", "lucha de clases", "opresión", "materialismo", etc.

De este modo, se consigue presentar una visión nueva y distinta de la literatura... pero tremendamente empobrecida. No es espíritu —ni hay en ella nada espiritual—, es materia; sirve a una ideología concreta, es una forma de opresión, etc. Al terminar de leer esta obra, uno tiene la impresión de que se trataba de defender una teoría y se ha conseguido. En este caso, en detrimento de la propia literatura. Pero cualquier arte —incluso, cualquier ciencia— hubiera podido servir (tergiversando, variando u omitiendo lo que hiciera falta) para el fin propuesto: una defensa del marxismo en general y de la lucha de clases en particular.

Aparte de este comentario general, se podría hacer una breve crítica de cada uno de los artículos del libro:

BALIBAR-MACHEREY, Sobre la literatura como forma ideológica

Estos autores presentan la literatura como una forma ideológica producida por una determinada práctica social; por esto la obra literaria nunca podrá ser reflejo de la realidad: cada texto es —sencillamente— el producto de una determinada postura en la lucha de clases.

En síntesis, se trata de presentar una visión de la literatura desde la perspectiva marxista, aunque para defender sus postulados tengan que reinterpretar todo lo literario desde una óptica materialista.

N. POULANTZAS, Nota a propósito del lenguaje y la literatura del totalitarismo

Este artículo —principalmente político— intenta presentar como necesaria la lucha de clases en el análisis de los discursos fascistas. Ni tan siquiera para explicar el fascismo es válido acudir a la terminología utilizada en esos discursos: sólo se puede captar la complejidad ideológica del fascismo desde aquel presupuesto.

Desde su perspectiva, el autor hace una crítica conjunta del fascismo y de la democracia liberal, deteniéndose especialmente en lo que él llama: "ideología política burguesa".

P. SOLLERS, Notas sobre literatura y enseñanza

Este artículo se acerca mucho más a un manifiesto que a un ensayo de crítica literaria. Sollers postula que, para enseñar literatura, es preciso tener una determinada concepción de la misma, ... concepción que recubrirá todos los análisis y toda la enseñanza.

Para defender su propia teoría de la literatura, ataca lo que denomina enseñanza burguesa de esta materia. Dicha enseñanza la ve como producto de esa ideología opresora (tanto en el terreno de la lengua como en el de la sexualidad y la política).

Llega a posturas tan extremas y utópicas como despreciar el sistema actual de "reproducción" y transmisión del saber, porque no se basa en la autoenseñanza.

De nuevo se trata, por tanto, de un artículo concebido como defensa de una teoría, a costa de la crítica —en este caso— de la enseñanza en general y de la literatura en particular.

C. BACKES-CLEMENT y A. GUEDJ, Las vías de investigación de Pierre Guyotat

Este autor se declara varias veces a lo largo de la entrevista, marxista comprometido y militante. Su campo de acción es el literario: se ha propuesto la lucha directa contra el poder y la ideología dominante, y como medio utiliza la literatura.

De tal forma une la práctica política y la literatura que entiende la lucha contra el poder como "lucha cotidiana" contra el vocabulario, la sintaxis, etc., heredadas de la ideología burguesa y dominante.

L. ALTHUSSER, El pintor de lo abstracto y Los "desajustes" del discurso en el Contrato Social

En el primer artículo, el autor trata de negar que exista algo no material en el arte, en general, o en la literatura en particular ... aunque determinados indicios nos pudieran llevar, en algún momento, a pensar lo contrario.

El segundo artículo es principalmente filosófico. Se trata de poner de manifiesto la limitación del razonamiento en esta ciencia: determinados problemas que plantea el discurso filosófico sólo se podrían resolver —de una manera imaginaria— desde el campo de la literatura. Aunque sólo se hace una breve alusión a lo literario, Althusser consigue presentar una visión degradada tanto de la literatura como de la filosofía.

 

                                                                                                                J.S.R. (1988)

 

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