Denominador común, numerador diversísimo

 

Os propongo un elenco de situaciones críticas en relación a “la llamada” y su recorrido. Es otra forma posible de entender ese “denominador común y numerador diversísimo” que forzaba nuestra hermandad. Esta descripción puede ser, entre otras posibles, un modo interesante de entender qué ha hecho esa institución en y con nuestras vidas y almas. Pero a la inversa de cómo pretendía Escrivá: todos hemos encontrado, gracias a ese estallido, otro denominador común, por numeradores distintos: la libertad, la felicidad, la paz.

Resulta atractivo caracterizar algunas formas de (tú) explosión y apertura a un auténtico y palpable Gaudium cum Pace, del que seguro estás gozando. Igual te reconoces en alguna de estas situaciones o añades un nuevo matiz o propones otra. En todo caso, difícilmente pueden mostrar el dolor que puede haber detrás de este proceso, que cada lector conoce bien con respecto a sí. Seguramente todavía arden algunas cenizas que reconcomen, tal y como se aprecia en tanto y tantos testimonios veraces, poderosos, inequívocos que se plasman en esta web.

Este camino que expongo no es un listado ni completo ni puro, quizá es simple, pero lo considero muy real. Es provisional y abierto. Seguramente las situaciones que presenta se producen en cascada, entremezcladas, por porosas. Los consejos que siguen a cada caso descrito son, en cambio, subjetivos y valorativos. El ánimo es irónico y el tono mordaz, por lo que me excuso de antemano si duele a quien se vea reflejado. No pretendo herir a nadie. Las situaciones son válidas tanto para mujeres como para hombres, por lo que deben entenderse bajo esa premisa y con independencia de cómo se relaten.

1.- Estallido (con o sin explosión concatenada). Eres un numerario o numeraria, agregada o agregado intrépido, más o menos agudo y quizá algo explosivo en su modo de ser. Normalmente eres muy lanzado y apostólico. Tu entrega personal y la vida en casa suele ir sobre ruedas. Lo pasas bien en los centros porque eres fresca/o y estás por encima de problemitas puntuales. Todavía lo pasas mejor en los cursos anuales pues el ambiente está refrescado, hay con quien comentar esas cosas que te inquietan… e incluso parece que te entiende.

Pero van bullendo cosas de fondo, incoherencias sistémicas, que o bien a ti no te gustan, o bien captas en derredor, en otros más tímidos o cobardes para señalarlo, que no marchan como debieran. Cosas, no obstante, que asimilas tras intentar comprender sus causas. Entonces, con iniciativa, propones “mejoras”: una grande o varias menores. Primero al consejo local, que lo transmite a la delegación/comisión convenientemente, lugar donde queda mejor o peor archivado, también convenientemente. Si lo dicho, o hecho, alerta mucho porque hay antecedentes previos, o toca el espíritu, o la unidad, entonces convendrá que te expliquen desde la delegación/comisión lo qué se está haciendo para acometerlo (o no). Lo harán siempre con cariño y doblez… y también se archivará convenientemente. Muchas veces, como no hay voluntad de nada, por toda explicación se acude a los consabidos “así lo quiere el Padre” o “es una cuestión de Espíritu”. Caso cerrado para ellos. Caso abierto para ti.

En un momento dado, y normalmente unido a otros elementos, todo hace masa crítica y ni aquellos momentos/lugares que te aireaban te sirven para nada. Ves con claridad la pura realidad: nada cambió, ni cambia, ni cambiará. Ves que has tocado el sistema operativo y eso es peligroso… Esto es la espoleta. Entiendes que es tú vida, tu salud, tu conciencia… y también la de otros. Entonces optas por ser tú mismo en tu verdadera dimensión total.

Como seguramente eres más o menos joven, enérgico y alegre –y seguro que vales–, has ascendido rápido en la obra y vivido en diversos lugares. Te has quemado rápido, pero te queda mucha vida por delante (quizá más en ganas que en años). Tienes gancho y, por todo eso, es frecuente que la desconexión sea profunda y radical. Conoces a alguien con quien tu Amor se funde. Tu Fe, en este caso, es fácil que salga intacta y encuentre otros acomodos piadosos más razonables en la práctica e impulso de la Caridad. Vuelas libre y alegre. Si esta situación se ha prolongado, en cambio, te puedes encontrar en un caso 3 o 6 (a veces serás, incluso, un caso 4).

2.- Traca e incendio consecuente. Eres un soldado/a de filas, pues no destacas demasiado en tus virtudes como para ser mando. Vales, quizá, para “director” técnico... Te gusta enterarte de las cosas y participar, no eres pasivo. Tienes una gran ilusión y se cuenta contigo por ese gran ánimo para los planes divertidos, en los que pones el hombro. Animas, participas, activas. Vives con gente “de nivel” y ves a los directores y los “mayores de casa” con admiración y respeto: qué interesantes y que atractivos son los anecdotones que cuentan. Estás emocionado, pero a la vez no te callas: haces ruido y quemas cosas. Eres traca y a la vez creas peligrosas chispas alrededor.

Así es. Por debajo te enervan cosas “ordinarias” de la vida en la obra que ves que otros superan, pero que a tí te cuestan o no aceptas del todo: horarios, planes, mandatos de atención de labor, un día que no se ve algo en la TV, etc. Los actos institucionales y tertulias festivo-sectarias te rechinan un tanto, salvo por lo del happening. Llevas gente y eso oculta tu inquietud (estás más atento de hacer apostolado que de reflexionar sobre lo que, de verdad, estás haciendo). Aguantas porque piensas que todo eso lo superarás por sublimación, fidelidad, con tiempo y madurez. Si esta llega.

Algunos, mansos y dóciles, que viven contigo se dan cuenta de ese panorama. Para ellos eres algo incómodo, quizá por ser impulsivo y tiquismiquis a un tiempo (claro, no aceptas las claudicaciones que ellos/as tragan sin rechistar). Poco a poco, buscas escapatorias y compensaciones (familia, cerveza, amigas/os). Un día acabas hasta el moño. No es tanto un tema de sistemas operativo, sino que demasiadas apps no funcionan…

Es una situación típica de jóvenes rebeldes en el centro de estudios y, en algunos casos, púberes adscritos. No suele durar mucho más. En el fondo, dirán a tus espaldas, “no te habías enterado mucho” (lo cual no es óbice para que fueras una persona lista). Seguramente eres joven y te vas joven todavía. Puede haber daños importantes (al fin y al cabo ese espíritu quizá ha conformado un periodo vital de tu vida, entre la adolescencia y la primera juventud, Cyrulnik afirma). Pero todo se supera, mejor o peor, con la edad. Queda el ámbito de la experiencia vital. Igual que en el caso anterior, la Fe y mucho más puede y suele quedar indemne.

3.- Explosión retardada (todos éramos jóvenes y soldados). Situaciones prolongadas de agonía vocacional tipo “se-veía-venir” de un tiempo más o menos largo a esta parte. Saliste sólido/a del centro de estudios y más allá, pero el paso de sr a sg (u otros) trastoca ese equilibrio en el que, pese a ser precario, vivías confortable. A la vista de ese panorama te cambian, una y otra vez, de centro. Incluso quizá tú mismo lo pides para ver si el estar en otro ambiente mejoraba todo, pues la docilidad a los directores es tu máxima. La tregua dura un año, un mes, dos semanas. Tardas más o menos tiempo en darte cuenta que la crisis no se debe a lo que atiendes, sino a lo que vives.

Al principio te lo niegas. Quizá tomas una decisión más radical en cuanto a la “la vida en familia” y durante un tiempo vives fuera… pero, entonces, todo deviene todavía más insostenible. En realidad, lo ves entonces, no era un problema con menganita o con menganito (o con varios de ellas o ellos). En realidad es la atmósfera, el conjunto: todo lo que trae consigo ser n o agd resultaba asfixiante. Te vas hundiendo, entras en una espiral en la que todo va mal: la cuesta abajo es imparable. Agotamiento, frustración, depresión.

Tu chamuscado ha sido paulatino, tras años de entrega, quizá tras haber sido, incluso, un miembro estrella: apostólico, entregado, sólido. Pero –quedarás juzgado–: la “falta de empeño en la lucha”, el incumplimientos del plan de vida, el espíritu de compensaciones y chinchorrería variado, deterioro de aspectos del apartado dichoso, tensiones acumuladas con tus “hermanas” o tus “hermanos”, etc. Juzgarán, caso cerrado, que te aburguesaste o entibiaste. No se entiende que son mera consecuencias de causas estructurales debidas al sistema operativo institucional.

Los efectos, si finalmente decides romper ese vínculo enfermizo, y sobre todo si has pasado tiempo en él, pueden ser complejos y dejar tus raíces damnificadas. Si no consigues purificar la (falsa) idea de que “querías, pero no podías”, el sentimiento de culpabilidad se acrecienta y puede tener efectos muy duraderos. Pregúntate por qué, de verdad, “no podías”… para entender mejor que no deberías castigarte más. Debes tener cuidado si te ofrecen, incluso tú mismo lo imploras, quedarte alrededor-de, en un centro alejado, labor externa diversa, ser cooperador... pues estarás ahondando en esa quiebra disonante en tú interior. Seguramente solo si cortas del todo empezará tu verdadera vida. Aunque parezca que sufres más al principio por lo tajante de la separación. Si, debido a todo ello, te has convertido en una persona muy incómoda con los demás, aunque quites la causa que lo provoca, debes saber que ese iter cerebral creado deberá desandarse muchas veces como paso necesario para establecer unas relaciones humanas saludables de las que has vivido.

4.- Fuego tipo carbonera (incineramiento melancólico progresivo). Todo lo relativo a la vocación y la formación lleva demasiados años quemándose lenta y constantemente. Seguramente desde muy pronto. Incluso antes de que lo creas en un examen racional de tu situación, pues han aplicado mucho oxígeno adicional en forma de atención. Pues eres una persona, por carácter, dócil, humilde, buena y te dejas llevar (¿miedos?). Eso hace que sigas. Es cierto que no creas “mal ambiente”, incluso ocurre al contrario. En eso te diferencias del caso anterior. El espectro de edad es más amplio, también.

Pero lejos de calentarte y calentar alrededor, tu realidad genera un humo sin llama, asfixiante. Se echa agua para ver si se solucionan tus problemas. Lejos de eso, todo lo que recibes se transforma en nuevo combustible y sigues quemándote, aún sin llamas.

Aunque quisieras que no fuera así, la realidad eres más o menos conscientemente de ser un lastre en la vida del centro y de la labor. Apenas aportas apostólicamente pues no se puede contar mucho contigo porque tu vocación está como sujeta con alfileres. Lo percibes y eso refuerza tu baja estima. Se te ve así de lejos: vas de centro en centro sin pena ni gloria, nunca se cuenta contigo en el reparto de cargos en el cl (y esto te apena). Te aparcan en un centro de estropeados. Te medican. Te tratan con más o menos condescendencia. Se elige quién te atiende. Se van quemando. Traen a otros. Te aburres de pasar por distintos charlas… La espiral es imparable. Se cansan de tirar de ti o tú te cansas de ver y sentir que nada es alegre. O te vas, o muy raramente, “te van” (al fin y al cabo ocupas plaza y aportas algo).

Todo lo ocurrido ha derivado en una falta de energía vital y de desesperanza (o imposibilidad de encontrar algo fuera). Posiblemente para irte necesites un estímulo externo muy fuerte, entre otras motivos porque estás machacado/a personal, íntima y afectivamente. Muchos no se van y caminan, en la obra, así, como Almas en pena, como pollos sin cabeza. Una pena. Si sigues ahí… considera que hay mucha vida al otro lado de la puerta. Pero puede ser uno de los casos que más auxilio necesite. Antes, durante y después. Piensa que el gran culpable no eres tú, sino todo lo que has vivido: ha hundido tu vida, aunque tu psicología natural no tiene por qué ser así y puede reencontrarse. Seguramente estás en un agujero personal muy profundo y no vas a salir sin ayuda (también la necesitarás para seguir dentro, no te quepa duda). No te asustes: acude a ayuda psicológica fuera (nunca dentro) y plantea todo -quién fuiste, quién eres, cómo eres y cómo quisieras volver a ser- con total honestidad.

5.- Incendio por contacto con las llamaradas más o menos ajenas del “Eterno femenino” (o masculino, o ambos, o viceversa). Dicho sea con permiso de Pombo, de interesante aparición en este contexto. Apareció él o ella, o cualquiera, y todo lo demás pasó a ser secundario, terciario… y ya está. En realidad, todos menos tú y algunos hermanos/as ciegos/as (cuántos ¿verdad?), lo veían claro: tu “vocación” estaba, pese a las apariencias, revenida y tus ansias de libertad y amor estaban atoradas y maltrechas por esos años de agonía afectiva. Cualquier motivo es, pues, la patente de tu liberación. Podía ser una persona o podría ser otra. Quizá seas un caso de los anteriores que, ahora, ve la realidad y la comprende.

Quien sea quien lo cause es espejo e impulso. Pero quien sea no es tu sanador ni la tabla de salvación. Si así ocurre te harías un daño a ti y a él o ella. Ten en cuenta que has vivido una relación muy tóxica y puedes estar llamando a otra sin darte del todo cuenta. Busca ayuda si lo necesitas, pues tu pareja, como te decía, no debería ser tu terapeuta.

Si no es un caso de los dos anteriores, sino alguien que vivía con más, digamos, radicalidad su entrega, se puede producir, en este proceso y durante un tiempo más o menos largo, una disonancia entre lo que se vive y lo que se quiere. Entre el deber ser, la mente, y el querer ser, el corazón. Puedes intercambiar los cuatro elementos: todo es vida y querer. Si hay un claro convencimiento de la falsedad radical de la “vocación”, esa relación afectiva posterior puede caminar indemne. Espero que te des cuenta que no eras tú sino el maldito Cariñena –el espíritu que viviste– quien se apoderó de ti… y te castró afectivamente (con permiso de Muñoz Seca). No importan lo poco agraciado que te sientas subjetivamente o lo feo o fea que seas objetivamente. Disfruta y aprende.

6.- Implosión por combustión o incendio silente. Todo va, aparentemente, bien. Eres responsable, dócil, trabajador. Pones el hombro. Incluso lo pones mucho, sin miedo a “exprimirse como un limón”. Escalas bien, más o menos a tu pesar, pues eres mula para arduo sendero. Seguramente ocupas puestos de cierta responsabilidad. Te dicen –y tú así lo crees– que las resistencias que sientes a tal exigencia debes combatirla como una tentación, evitando el alivio de mordisquear flores campestres. Al fin y al cabo, eres mula, burro de carga al servicio de la institución. La cual solo sale si tu tiras de carros y carretas. Así lo crees y así lo vives (el vivir refuerza el creer; y el creer impulsa el vivir). Conjugas, así, el “no le dejes (así) y te enamorarás…” más que su contrario hasta que no distingues tus propios sentimientos, que están muy enterrados (aunque no muertos). Te empiezas, poco a poco, a encontrar literalmente en medio de un fuego cruzado entre tu cabeza y tus sentimientos.

Pero todo eso, y todo lo que hay de fondo, te va quemando. Ves que muchos fallan… Se van los que te motivan y te agotas de gestionar y hacer equilibrio entre la comisión/delegación y quienes quieren cambiar las cosas (casos 1, 2 y 8), se quedan a algunos que hay que arrastrar (casos 3 y 4), gestionas como puedes casos 7 y otros. Te encuentras por la calle, especialmente felices a los casos 5 y 9. Rechina en tu interior el borrado institucional de todos esos condenados al verlos, oírlos (o leer sus testimonios en esta web). Además, el impulso apostólico que crees sostener con tu fidelidad perruna se derrumba a ojos vista. De unas décadas a esta parte nadie viene: el torrente se queda sin agua nueva y no hay frescura que alivie la pesadez de la charca en la que vives.

Así empiezas a entender el proceso de lavado al que has sido sometido y cuáles son las claves internas desde un ángulo veraz y completo. Relees los textos oficiales desde ese ángulo. Todo cobra sentido. Te preguntas, una vez y otra, sin respuesta, si todo eso realmente “vale-esa-pena”. Tras tanto esfuerzo te das cuenta de que el sistema operativo está corrupto y por eso los programas, las apps y el software humano falla. Por eso, un día, con un motivo u otro –puede ser ya una nimiedad–, todo ese mundo se viene abajo. Todo se quema en una gran implosión. En las explosiones, como las descritas arriba, suelen salir cosas enteras, incluso vivas o reconocibles… en una implosión combustiva de este tipo arde todo el edificio por sólido que aparentara ser, y apenas se reconocen los restos.

Llevabas años en esa casa y has dejado mucha vida… has estado en cargos de gobierno interno, quizá eres un auténtico insider. Piensas que no sabrías, no podrías, hacer otra cosa. Incluso quizá tu subsidio depende de ellos y, así, del tono de tu marcha. El pánico puede ser grande. La salida es un precipicio. ¿A dónde ir?: eres tonto/a, eres burro/a, eres “negro/a”… quizá eres mujer (dicho todo esto, a modo irónico, con permiso de Spielberg en El color púrpura).

Pero es una implosión que todo lo quema y destruye. El descanso de tu marcha será enorme: te has dejado la piel y tienes gran sentido de deber-hecho. El vacío y el agotamiento también pueden ser grandes. Es fácil que la Fe que tuviste pueda verse muy arrastrada. Estaba demasiado atada al voluntarista espíritu pelagianista inculcado doctrinalmente a machamartillo, luchado y convertido por ti en segunda naturaleza, dado, seguramente, el tipo de persona que eres (y que te llevó a este caso). Puede, incluso, que tengas un auténtico TEPT: síndrome de estrés postraumático (de combate).

Quizá tu cuerpo y mente te pidan seguir haciendo algo en-vez-de, un sustitutivo de esos años de entrega y sacrificio. Si es así tienes que darte mucho tiempo y serenidad. Recuperar la soberanía. Aprender bien a oír tu cuerpo, tu corazón y tu niño interior. No solo escuchar el deber-ser de tu mente conformada por años de ritualismo y disciplina, de deber-ser mental para hacer, de práctica rutinaria transformada en una Fe huera. Tu próxima vocación –ser tú, nada más–, la que sea, la tienes que ver y sentir tú y solo tú, con todo tú corazón (y a ser posible con poco de tu mente).

7.- Explosión controlada o supervisada. Eres una buena chica o chico: discreto, entregado, suficientemente listo, burrito de carga, dócil. Tranquilo, suave, razonable. Quizá pitaste sin criterio propio ni del consejo local (en un loco Univ). Lo hiciste joven porque “encajabas muy bien”. Claro: encajabas muy bien porque toda o casi toda tu familia es de casa. Has mamado ese espíritu desde el caso pecho de tu madre (dicho sea con cariño). Aunque por más que te esfuerzas y vas tirando hasta el centro de estudios e incluso un poco más allá… las “virtudes”, u otras cosas no salen…, no acabas de cuajar. No funcionas en el más o menos largo plazo.

Pero es muy feo dejarte atrás: tu familia y su “prestigio” local, etc. Te buscan, tras diversos intentos, una solución discreta: pasas a ser s (raramente), te quedas en el entorno-de (un centro algo alejado, de mayores), te buscan discretamente, a través de un cura numerario –curioso, casi nunca de uno de la sss+ (¿por qué será? ¿Por qué no son orgánicos?)– en un confesionario que este atiende, a un/una “equivalente”… y todos quedamos amigos (hasta acuden a tu Boda). Se trata de minimizar los posibles afectados secundarios en su familia y entre los amigos y sus ecos en el mundo web…

Por eso muchos de estos casos apenas se dan cuenta y eso es el abono para un segundo pitaje, a los años, como s. Han salido sin salir. Si consideras que tu modelo ideal sigue siendo ése… pero no has podido (eras un elegido y has fallado). Si sigues literalmente “rodeado”: ¿tú mujer? ¿sus hermanos? ¿sus y/o tus propios padres? Entones estás todavía atado. Ten cuidado si la chica/chico que te buscan o tú buscas es de ese redil, porque puede ocurrir que todo se construya desde ese hecho opusdeista y, de nuevo, para mantener ese equilibrio precario. En algunos casos, no cabe duda, esto funciona. En otros, no pocos, esto solo es un fenómeno de confusión. Sufres por dentro porque todo esto produce enormes disonancias congnitivas. Puedes llegar a pasarlo muy mal: vives entre ambas aguas: te-vas y te-quedas. El ambiente puede ser asfixiante porque no has roto del todo.

Entiendes todo porque lo has visto desde la leche materna y el Colegio… ¿Pero de verdad es lo que quieres, lo que has elegirías para ti? No lo ocultemos: tu madurez simplemente no existía cuando pitaste en ese centro de sr hoy extinguido irremisiblemente. No existe discernimiento en un chico/a de 14 o 16 años ¿Existe, por poner un caso extremo, tal madurez en quien a los 14 ó 16 años fuera obligado a casarse de “penalti”? ¿De verdad? No hay gracia de Dios, ni formación, ni nada, que supla ne quidem potest dare quod natura humana. Es decir, tu naturaleza ha sido forzada, dominada; tu conciencia ha sido conformada, preestructurada. Esto es muy serio.

Si te atreves a cortar, a volar, aunque sea con disgusto de tus “cercanos”, más radicalmente, encontrarás, con sus cargas, la verdadera libertad, Fe y alegría, quizá otro lugar (véase, por sus paralelismos, la magnífica serie Unorthodox).

8.- Explosión nuclear (con o sin escape radioactivo). Puede ser cualquiera de las descritas (especialmente la 1, 4, 5 y 6). Pero con una singularidad no pequeña: eres el/la directora/a de un Colegio, o de un centro “llamativo” -¿el de estudios?-, o alguien de la delegación o la comisión, o un/a “académico/a correspondiente” en la universidad bandera corporativa de tú país o, incluso, has vuelto de Roma como sacerdote (¡ay si se aplicaran los criterios de la Rota matrimonial al vínculo sacerdotal…!). Quizá, incluso, con muchos años en casa y como tal. Tu caso es, pues, especial. Puedes -¡alerta roja!- generar demasiado ruido y arrastrar mucho detrás. Eres una bomba nuclear en potencia (¿está la espoleta montada o no?).

En este caso saltan, lógicamente, todas las alarmas de la asesoría o de la comisión regional correspondiente, a donde se reconduce el hecho rápidamente. Las soluciones pueden ser muy variadas, según circunstancias. Puede ocurrir que, por las causas que sean, normalmente por la mera elegancia del sujeto en cuestión, todo salga institucionalmente bien. Pero también puede que todo estalle y corroa mucho en ti y en derredor. Las soluciones son ensayos tipo Chernobil: ocurrencias, taponamientos, chapuzas... De todas maneras, han tenido tantas lecciones al respecto que los mecanismos de gestión de estos casos están bastante engrasados (así, por ejemplo, en España y otros países de su órbita, la UNIR ha devenido últimamente en una buena salida ocupacional).

Pero una cosa es cierta. Solo van a pensar en el bien de la obra, su prestigio y la labor. Nunca se atenderá, de veras, ni a tus sentimientos profundos, ni se te dejará ventilarte debidamente. Para entonces alguien habrá hecho ya el “relato” interno necesario para mostrar que la soberbia obnubila la conciencia y la (predispuesta) visión sobrenatural, o que sufriste alguna enajenación afectiva o cualquier otro motivo ajeno a la institución. No te rajes: mantén tu relato. Busca ayuda (tú también eres un caso 1, 3, 6…incluso 7). Recupera tu libertad, tu conciencia, tu soberanía y tu vida, Sé útil y deja fruto donde, cuando y como te de la real gana. No pasa nada. Hakuna matata (nunca mejor traído ¿verdad?).

9.- Fuego en duelo en OK Corral (se la pegaste, Burt Lancaster). Uy, un mirlo blanco que “entiende muy bien nuestro espíritu”. ¡Un verdadero milagro! Tanto rezar por los 500 (¿dónde queda eso?)… que aquí venía el regalo divino.

Se acepta su exotismo inicial, aunque sea raro en la fácil convivencia de un centro: tiene o se deja melena, hace deportes exóticos, le gusta cierta música peculiar, rompe con sus ropas y colores la suave, pero sólida en tejidos y precios ‘discreción’ burbérrica que uniformiza la gravedad necesaria de la labor… Propone cosas originales, como fruto de su libertad de conciencia. Decide comer vegetariano. Así, de repente -¡sorpresa!- pasado un tiempo, normalmente breve, se descubre que o bien el/ella era demasiado especial o incluso es un gay más o menos contenido; o flirtea con la vida de manera repetida (caso cinco). Frecuentemente se une con lo expuesto en caso primero: demasiado exótica y brillante para aceptar la regla.

En ese momento, tras una deliberación al más alto nivel, se le invita a irse. En este caso el criterio suele ser muy radical: como la excomunión del jesuíta De Niro en la Misión. Hay que espantar el caso y aislar, cuanto antes, los contagios… Es curioso que quien al principio llegó a rechazar, incluso criticar fuertemente la obra, luego quedó obnubilado; y en el momento de la “expulsión” se resista un tanto: se resiente el orgullo de perder la “elección” difícilmente conseguida. Eso permitirá, a la institución, hacer un relato de su marcha desde “la soberbia”. Lo cual cerrará el paso a cualquier crítica de su (ingenua) admisión y su soberana expulsión.

El/ella pronto se olvida y es feliz en el lugar de la vida que elija. A ellos les parece un alma perdida. Pero no pueden entender que sea ruta singular es, si así lo quiere, el camino de su vida. Ahora le toca gestionar su vida con libertad y sin ataduras externas y autoimpuestas, otras que las que la naturaleza te haya dado y acepte con tu conciencia libre y soberana. Bigas Luna -no cualquier otro director lo entendería tan bien- podría hacer una película con alguno de estos casos. Le podría presentar hasta tres.

10.- Cenizas sin rescoldos (puro abono para la institución). Supongo que, con mayor o menor conciencia de ello, todos hemos vivido con varias personas en esta situación (me duele impersonalizarlo). Son cadáveres quemados en vivo al fuego lento. Han pasado, quizá, por las etapas anteriores, especialmente la primera, la sexta y a veces también la cuarta. Han aguantado, como han podido, en la helada, y absurda, charca sebastina. Han sublimado psicológicamente mediante una sobrenaturalización del máximo nivel todo lo que les ha ido ocurriendo dentro. Horas y horas de oración y oraciones personalmente improductivas. Horas y hojas de consejos, círculos, retiros, propósitos, exámenes personales y otros… Enmendatios y correcciones a tutiplén para doblegar su resistencia propia. Algo de amargo celo colectivo cuando se convierten, como escudo de su vacío, en los “custodios” del espíritu en el centro donde viven, lo que hace que la convivencia con ellos no sea fácil.

Han aguantado. Han decidido más o menos conscientemente hacer holocausto completo y seguir… por edad, por motivos “supernaturales”, por ayudas químicas en forma de tratamiento, por la enfermedad ya incurable de tristeza y la parálisis, por lo que sea… aguantan perdiendo en el camino gran parte o toda la felicidad que podrían estar disfrutando en vida, en espera de una felicidad eterna que nadie, nunca, ha bajado a decirle cómo es.”. Están a punto de pasar al in pace de Romana. Se convertirán, pues, un comentario de los directores: “perseveró. ¿Perseveró o simplemente agonizó para sostener esa tramoya, sufriendo más de lo que hubiera sido necesario y sensato; habiéndosele arrebatado la mínima felicidad terrena por las iluminadas ideas de un vidente encumbrado más allá de toda lógica humana, eclesiástica, canónica y sobrenatural? Piénsalo despacio, por favor.

 

Evidentemente se quedan muchas situaciones en el tintero: casos mixtos y complejidades tantas como con las de la vida de cada mente y alma. Personas de cuyos casos esta tipología es mera imagen. Dejo los disgustos puntuales no queridos por quien los tuvo, que han sido mejor o peor sobrellevados. Dejo de lado el silente y silenciado mundo de las numerarias auxiliares que solo puedo respetar. Queda fuera el mundo de los supernumerarios, inercialmente expuestos a todo lo anterior, en una entrega de segunda fila sin asomo de brillantez. Consumidos en un fuego hecho con ellos, como cerillas inocentes, por orden de otros. Fuego cuya única luz fue la del momento en que se las prendió (dicho sea con todos mis respetos hacia ellos).

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Como sabe el lector avisado, llevar los números es algo que en la organización nos enseño a hacer bastante bien, pese a ser una “organización desorganizada”. Este listado, para esa des-organización, se convertiría en el anexo a un escrito sobre la “des-vocación”, encajando a cada quien en un apartado correspondiente al de las situaciones descritas arriba (utilizando, eso sí, algún código discreto).

En varias décadas en la obra, nunca llevé cómputo alguno. Pero recuerdo, contando por lo bajo, haber conocido, más o menos directamente, a entre cien y doscientas personas que han causado baja, por decirlo en términos militares. Entre el 90 y el 95% de las personas entre 14-30 años y el 60% entre las de 31 y 60, aproximadamente (en este caso en escala decreciente por décadas de edad).

En el centro de estudios de la ciudad donde cursé la carrera universitaria en la segunda mitad de los años 80 -momento en el que pité- éramos unos doscientos residentes y otros cincuenta adscritos. Muchísimos de ellos venían de aspirantes, pitados con catorce, quince, dieciséis años en otras ciudades. En los colegios y centros de alrededor, bastantes, había casi cien numerarios más en el arco de edad de los 25 a los 35 años. En los años 90 estuve viviendo en un CM y en dos centros de jóvenes. A lo largo de los cinco-diez años siguientes habrían dejado la obra alrededor del 60% de todas esas personas, incluyendo un director, unos cuantos de los subdirectores y un sacerdote (que yo sepa), otros dos directores y un sacerdote de otros centros de púberes en esa ciudad. Según mis vagos -pero no imprudentes- cálculos, dos décadas después se habría ido otro 20-30% adicional. Al comenzar este siglo XXI, mi intuición me dice que de ese 15-20% superviviente deben quedar muy pocos.

Entonces era joven e ingenuo, por lo que no conozco las circunstancias personales que llevaron a irse del 80% de los señalados. Solo el de algunos casos puntuales y cercanos. En todo caso solo veíamos las circunstancias exteriores, pero el fondo del asunto era algo que no se evaluaba, se ocultaba y traspapelaba muy bien por la organización. Eran casos aislados. La web no nos había puesto en contacto. Pero, en definitiva, de las doscientas cincuenta o trescientas personas que numerarios, en esos lugares, entre 1980 y 1990 deben quedar hoy dentro alrededor de 20-25. Eso muy por lo alto.

Entre fin del la década de los 90 y comienzos de este siglo XXI pasé a centros de mayores, donde he vivido con alrededor de doscientas personas, de todas las edades, con todo tipo de vidas y profesiones, con “vocaciones consolidadas”, convengamos. Las marchas habrán sido entre cuarenta-cincuenta. Más cuanto más jóvenes (hasta los 40 años se van muchas). Intuyo o conozco fehacientemente las razones personales de casi todas ellas. A esas podría sumar otros veinte y pico casos de salidas que conozco de otros lugares por donde he pasado. También conozco sus causas, aunque no pueda contextualizarlas en su número proporcional según el conjunto.

Es también muy significativo que otro número de personas, treinta-cuarenta, con las que he vivido en esos lugares y tiempo están “dañadas” -a veces gravemente- por motivos que podríamos ver originados en los casos señalados. Otros, no pocos, simplemente en situación de pasividad y aislamiento a efectos de la labor. Sobreviven vocacional y vitalmente a base de cuidados paliativos y hacer la vista gorda. No puedo ocultar que he conocido casos, pocos y puntuales, de práctica expulsión, la cual no se ha producido. El número de bajas sigue subiendo… el de las altas, sigue bajando. Todos estos son los casos que determinan principalmente el listado arriba expuesto.

En cualquier caso, estamos, objetivamente, una especie de hecatombe silente, anónima, oculta y sombría. Nada se hace dentro y nada podría hacerse. No existe dentro ni farmacopea, ni médico, ni diagnóstico alguno. Ni particular ni global. Es algo que en el caso de evaluarse internamente, no trasciende en cambio alguno. Es un cáncer con metástasis continua, sin tratamiento ni posible “vacuna”. Una situación aparentemente ignorada, ocultada, silenciada y, por eso, está tremendamente infectada.

En todos estos años he conocido cierto número, no excesivo, más disperso, de supernumerarios que se han ido. Casi siempre por razones más “simples” o por efecto contagio con los casos descritos. Son muy pocos en proporción a los casos de numerarios y agregados. La realidad con respecto a ellos, en estas décadas pasadas, va por otro lado. Primero el puro avejentamiento de las plantillas. Segundo lo poco que aportan estructuralmente, dicho sea con todo respeto hacia ellos como personas: son masa organizativa que no genera mucho (más allá de algo, poco, de su dinero). Un altísimo número, que rondaría el 70% de supernumerarias/os estaban siendo, literalmente, arrastrados con gran esfuerzo y no poco cansancio por parte de quienes tiran de ellos, cada vez menos y más mayorcitos y quemados, aunque cariñosos y pacientes. Apenas llegan jóvenes, habitualmente “descartados” de la labor de sr e hijos de otros supernumerarios en cuya madurez se han acercado a esa labor en la que no encajaron de más jóvenes. Algún despistado que ha pasado por colegios y es repescado, frecuentemente porque así ha ocurrido antes con su piadosa esposa. En cualquier caso muy lejos en número y poderío de las grandes hornadas de asentados burgueses que llegaban en los años 70 y 80 al club de poder social y económico que, entonces, era la obra.

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Querría aconsejarte que si estás aún dentro y te ves o te vas viendo en uno o varios de estos episodios, te dejaras ayudar por alguien de fuera. Mejor un amigo/a en quien confíes y cuya vida haya tenido algo de sentido (natural) común. Huye del mal trago de ir pasando por alguno o muchos de estos escalones descritos, que solo te llevaría al último episodio. Pregúntate dónde quisieras verte en adelante si de verdad quieres ser feliz. Respóndete con ese común denominador que plasmamos tantos numeradores diversísimos en esta web: ahora somos felices, tenemos una nueva paz, además de la soberanía propia en nuestra conciencia. Tal felicidad precisamente llegó al irnos. Salir de ese mal sueño en mala posada, ya pasada. Actúa con la vista puesta en toda la experiencia que seguramente has acumulado interiormente en cuanto a donde no has sido o no estás siendo normal, feliz y alegre y, por tanto, donde difícilmente encontrarás, en el futuro, esa ansia humana de felicidad, paz, alegría y amor.

De otro modo –siento ser tan crudo, pero la experiencia de tantos años me hace decirlo así–, gastarás mucha energía humana y ascética en extintores y agua, sin éxito. Escarmenta en cabeza ajena, como nos decían, pero al revés. Todos los datos anteriores quizá te ayuden a reflexionar. No aceptes más la idea de que tú libertad –y tú felicidad– están “extinguidas” en un acto insondable, inequívoco, irrevocable que impide su reversión. No es cierto, no es lógico, no es racional, no es natural, no es sobrenatural y no es humano.

Solo sé ahora mismo, de verdad, una cosa. Después de la explosión y el incendio viene, vino, la verdadera luz. Así lo he visto en toda esas personas que he conocido y tratado, con pequeñas excepciones de algunas que quedaron demasiado enfermas. No he conocido ni un solo rejalgar, ni uno, ni medio. Prácticamente todos se han recompuesto bien o mejor. Las veinte y pico que trato y entre las que me incluyo son, somos, directamente felices. Normales, corrientes, sólidos y felices. En cualquier caso, bajo mi punto de vista para renacer a tu nueva vida merece la pena quemar todo lo posible. Si no lo has hecho antes, hazlo ahora, o cuando sea. Hazlo, por favor. Te ayudará.

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