Libro: LA CARA OCULTA DEL VATICANO

Autor: Jesús Ynfante. Editorial Foca

Extracto páginas 267- 275

 

Un largo rosario de escándalos políticos y financieros jalonan el trayecto del Opus Dei en España antes de llegar a convertirse, a partir de los años ochenta del siglo veinte, en los «otros banqueros de Dios» como administradores de las finanzas del Vaticano. El asalto financiero sufrido por el Vaticano ya se había realizado también años antes en España, al amparo de una dictadura, cuando hubo ministerios y hasta gobiernos enteros controlados por miembros del Opus Dei, que se dedicaron a desplegar tentáculos financieros para enriquecer a la organización. Más tarde, cuando se encontraron bien situados por el papa Juan Pablo II, los miembros del Opus Dei siguieron aplicando el mismo esquema en la administración de las finanzas de la Iglesia católica, por lo que su credibilidad se sigue poniendo en duda, a pesar de la implícita anuencia con la que todavía cuentan en el Vaticano.

 

Las operaciones políticas y económicas de miembros del Opus Dei provocaron inevitables conflictos en España que, sin embargo, fueron silenciados dentro de la Obra con la máxima número cincuenta y cinco, tantas veces repetida del librito Camino: «no me pongas en berlina a tus hermanos ante los extraños», que equivale a la famosa ley de la omerta o del silencio dentro de la mafia. Exteriormente, para acallar a los miembros rivales de órdenes y congregaciones religiosas o a sus oponentes, los miembros del Opus Dei aprovecharon las enormes ventajas políticas de silenciamiento que, ejerciendo la censura, ofrecía la dictadura. Como el santo fundador Escrivá ambicionaba un desarrollo rápido de la Obra, llegó hasta ignorar bajo la dictadura de Franco las graves responsabilidades corporativas del Opus Dei como organización en las operaciones delictivas emprendidas por «sus hijos» y poco a poco el Opus Dei se convirtió durante su asalto al poder en el principal sostenedor y también beneficiario de la dictadura de Franco. España se presentaba entonces como un país donde paradójicamente el ejercicio totalitario del poder incluía una planificación más que «liberal» del desarrollo y para el desempeño por parte de la Obra secreta de Dios de las funciones de principal sostenedora y beneficiaria de la dictadura de Franco, existían razones más profundas, como reconoció un intelectual católico, JoséLuis L. Aranguren, al afirmar que «el Opus Dei, nos agrade o no, es la expresión natural de la religiosidad de una parte de la burguesía que hoy detenta el poder económico, social y político de .España»; y el canónigo de Málaga, José María González Ruiz, señaló por su parte que «la Iglesia está íntimamente vinculada a las oligarquías que, de diferentes maneras, monopolizan la economía del país». Y el canónigo de Málaga añadió: «El Opus Dei no es un hongo solitario, sino que tiene profundas raíces en ese clima de la Iglesia española...»

 

No obstante, también hubo paralelamente defecciones entre los pícaros financieros miembros del Opus Dei que participaron en operaciones de apropiamiento, sustracción continua de fondos públicos y otros delitos financieros; aunque luego sólo se hable de los miembros en activo y no de las miles y miles de defecciones que han abandonado y siguen dejando a la organización. Ante los abandonos, la táctica del Opus consiste en afirmar que «los que se van es como si hubieran muerto»; sin embargo sigue habiendo en el Opus Dei miembros muy vivos y activos, denominados comúnmente en España pillos o pícaros, que son especie abundante desde los tiempos fundacionales, cuando el santo fundador Escrivá abogó y fue un decidido partidario de la pillería o picaresca para «sus hijos», llegando a confundir el estímulo ascético con el éxito recaudatorio, aunque sin olvidar, claro está, las preces. En aquel tiempo, en la mayoría de los negocios sucios de España, en la amplísima y creciente zona de penumbra que en un país se extiende entre el sector público y el privado, se encontraba siempre el común denominador del Opus Dei, superinstalado en el poder y controlando mecanismos clave del Estado. Existen pruebas e indicios de actividades delictivas suficientes para poder afirmar que la picaresca o pillería protagonizó buena parte de las actividades financieras del Opus Dei durante la fase de expansión acelerada en tiempos de la dictadura de Franco. Para colmo, el razonamiento de tales delincuentes «de guante blanco» es sencillo, por estar dispuestos a demostrar que todas las pillerías que cometen a lo largo de su vida no se deben al afán de cometer delitos, sino a la supervivencia y expansión del Opus Dei, una Obra que no es humana sino de Dios. Para poder tolerar la corrupción como tema central de las actividades financieras, una parte de miembros dentro del Opus Dei llegó a desarrollar su propio mecanismo de defensa para digerir de alguna manera la situación. Por eso hubo quienes no prestaron atención a las «malas noticias» e ingirieron grandes cantidades de tranquilizantes para poder soportar mejor la realidad.

 

Remontándonos al pasado para descubrir nombres, técnicas y casos que conforman el historial delictivo del Opus Dei, cuando sus miembros financieros tienen en la actualidad un alto concepto de sí mismos y declaran ser los «otros banqueros de Dios», destaca entre todos el caso de Gregario Ortega Pardo, quien, después de haber sido un miembro numerario directivo con importantes responsabilidades intelectuales y financieras dentro del Opus Dei, ha sido también el mayor ejemplo demostrativo del peligro que representa la desaparición, léase la muerte, de un militante si no acepta a la organización cuando ésta actúa como si fuese una ma­fia cualquiera.

 

4. Financiero desaparecido

 

Si en España crece la satisfacción y el orgullo cuando se nombra a un personaje intelectual como Ortega y Gasset o se oye la música de un compositor de habaneras como Ortega Monasterio, en el Opus Dei la turbación del ánimo aumenta cuando se menciona el apellido Ortega refiriéndose al caso del financiero Ortega Pardo. Por ser uno de los miembros numerarios directivos de mayor confianza para el santo fundador Escrivá, quien le llamaba familiarmente «Goyo» y le mandó como enviado suyo personal a Portugal, Gregorio Ortega Pardo ha sido el caso más sonado entre los pícaros financieros con doble vida dentro del Opus Dei. Nacido en el seno de una familia valenciana, Gregorio Ortega Pardo formó parte en los años cuarenta del núcleo de primeros seguidores del Opus Dei en Valencia, con una hermana, Encarnación, con altos cargos de responsabilidad en la sección femenina y muy introducida en la cúpula directiva del Opus Dei en Roma.

 

Goyo Ortega era doctor en derecho con premio extraordinario, profesor ayudante de la cátedra de derecho civil en la universidad de Madrid y miembro numerario directivo del Opus Dei. Marchó a Portugal, como enviado especial de Escrivá, para establecer allí el Opus Dei y nada más llegar, en 1945, pasó a desempeñar el puesto de profesor encargado de la cátedra de derecho civil de la universidad de Coimbra, con la recomendación del ministerio de Justicia portugués, que devolvía así un favor político al gobierno de Franco. Precisamente en Coimbra arrancaron las primeras actividades del Opus Dei y fue publicada la primera edición en portugués del librito Camino del santo fundador. Aparte de sus actividades universitarias, Ortega Pardo se dedicó sobre todo a montar la infraestructura económica, las finanzas y la tesorería necesarias para los futuros apostolados del Opus Dei.

 

Como consecuencia de la actividad desplegada por el Opus Dei en el mundo de los negocios, los miembros que estaban metidos en el engranaje económico comenzaron a disfrutar dentro de la Obra de un respeto y un estatuto especial que en los comienzos sólo se otorgaba tácitamente a los que realizaban un trabajo intelectual, es decir, generalmente a los profesores de universidad y a los catedráticos. Por eso Gregorio Ortega Pardo era uno de los miembros preferidos del fundador, como también lo fue Luis Valls Taberner, por ser ambivalentes y poder producir ganancias tanto universitarias como para las finanzas del Opus Dei. A fuerza de oír el mensaje de expansión y su inevitable prerrequisito económico, los miembros del Opus Dei se fueron mentalizando en las cuestiones que ellos llamaban «de eficacia» y, así como al principio la cohesión interna se basaba fundamentalmente en la fidelidad a las normas de piedad, se había ido imponiendo un sentido práctico, simbolizado en la expansión geográfica y también en el mundo financiero y político, que podía resumirse en el hecho de disponer de unas finanzas abundantes y de una tesorería boyante.

 

Hacia 1960 Ortega Pardo se trasladó desde Coimbra a Lisboa, vinculándose al Banco Portugués do Atlántico y a través de él con el turbio mundo financiero de los negocios entre las dictaduras complementarias de Oliveira Salazar y de Franco. Eran los tiempos en que el Opus Dei se permitía el lujo de hacer regalos al dictador Oliveira Salazar, ofreciéndole como obsequio de Navidad un servicio completo de té de porcelana francesa de Limoges. En Lisboa Ortega Pardo participó en la inauguración de la casa central del Opus Dei, en la rua Doña Estefanía, y otra residencia en un edificio de dos plantas en la rua Doctor Antonio Cándido, número 10. Al frente de ellas fue colocado el sacerdote numerario Nunho dos Santos Girao. El Opus Dei pasó a controlar entonces, entre otras empresas informativas, la editorial Aster, empresa editora de Ruma, revista de problemas actuáis, cuyo domicilio social en Lisboa se encontraba también en rua Doña Estefanía, número 8. Sólo a partir de 1961 la implantación del Opus Dei en Portugal llegó a tener verdadero éxito. Las fechas ofrecen una mayor coincidencia cuando se sabe que en 1960 Gregorio Ortega Pardo se instala en Lisboa y que, un año más tarde, en 1961, tuvo lugar en España la primera campaña de prensa orquestada por el Opus Dei con motivo del reconocimiento canónico de la universidad de Navarra por parte del Vaticano. Poco a poco el Opus Dei fue trasladando millones de pesetas desde España y adquiriendo bienes en Portugal. Con financiación del Banco Popular Español compraron el Banco da Agricultura y Ortega Pardo fue nombrado presidente del consejo de administración. Intervino después el Opus Dei en los bancos Portugués do Atlántico, Pinto e Sotto Mayor, Banco de Fomento, Comercial de Angola y en dos o tres entidades financieras más con participación menos importante. Los negocios del Opus Dei en Portugal continuaron ampliándose y en ese desarrollo constante fundaron la Lusofina y entraron en negocios cinematográficos comprando en Lisboa los cines Roma y Aviz, en la Siderúrgica Nacional portuguesa y en una fábrica de montaje de tractores en el norte de Portugal, a cuya inauguración asistieron el embajador español y el jefe del gobierno, el dictador Oliveira Salazar.

 

La gran obra del Opus Dei en Portugal fue la Lusofina, sociedad de estudios financieros que tomó como modelo la financiera española Esfina, aunque adaptada a las condiciones de Portugal. Su finalidad aparente era realizar estudios financieros, económicos y de mercados, pudiendo adquirir derechos, participaciones, acciones, etc., en cualquier clase de negocios con la excepción de los bancarios y de seguros. La creación estuvo patrocinada por los gobiernos español y portugués, y tanto el entonces ministro español de Hacienda, Navarro Rubio, como el portugués de Economía, Pinto Barbosa, participaron directamente en ella. Gracias a esos apoyos se puso en marcha uno de los principales fines de la Lusofina, que era el de facilitar la obtención con avales del Estado de créditos a medio y largo plazo, operaciones que interesaban a la banca internacional. En Lusofina participaban también los bancos españoles Bilbao, Central, Español de Crédito, Popular, Santander y Vizcaya; ocupando Gregorio Ortega Pardo, entre otros puestos, el de representante en su consejo de administración del Banco de Bilbao, y en el comité ejecutivo, de toda la banca española. Por parte portuguesa figuraban los bancos antes citados, en los que el Opus Dei intervenía por medio de Ortega Pardo, junto con grupos financieros internacionales como Rothschild Freres, Dresdner Bank, Irving Trust Company, Société Financiére Européenne, etc. La Lusofina intentaba penetrar así en la colonización de la economía portuguesa, en poder casi absoluto hasta entonces de dos entidades principalmente, la CUF, dominada por los bancos españoles Hispano Americano y Urquijo, y la Sociedad Portugueso-Americana de Fomento Industrial, de capital exclusivamente norteamericano y con extensión a empresas de antibióticos, frigoríficos, tractores, supermercados, motores eléctricos, resi­nas y plásticos, etc., entidad que ayudaba a financiar además la guerra colonial de Portugal, cuyo gobierno no podía sostener tan fuerte sangría económica. En 1963, el embajador español en Lisboa, Ibáñez Martín, el mismo que protegió tanto al Opus Dei cuando era ministro de Educación franquista, condecoraba a Gregorio Ortega Pardo con la Gran Cruz del Mérito Civil, a la vez que a las figuras máximas del Opus portugués, como Daniel Barbosa y Arthur Cupertino de Miranda, presidente este último de la Lusofina para más coincidencia. A Ortega se le consideraba en Lisboa como un importante diplomático de la embajada española y cuando el ministro de Hacienda y miembro del Opus Dei, Navarro Rubio, visitó oficialmente Portugal, Ortega Pardo fue su asiduo acompañante, respaldándole el ministro con sus visitas a la Lusofina, Banco da Agricultura y otras empresas regidas por el administrador general de los bienes del Opus Dei en Portugal.

 

Mientras los negocios continuaban su marcha, Ortega Pardo se dedicaba intensamente a vivir su doble personalidad. El pío militante del Opus Dei, apóstol viajero misionando tierras portuguesas, era el mismo personaje del que se rumoreaba que practicaba secretamente una vida repleta de lujos y ambigüedades y de él se decía que en el restaurante-boite de Montes Claros daba a la orquesta mil escudos de propina para que le dedicaran valses llamándole archiduque de Austria. Gran vividor, aventurero con características de personaje del hampa internacional, de costumbres muy turbias y vanidad delirante, se rodeaba de un lujo estrafalario, movilizaba toda clase de diversiones y pertenecía al mismo tiempo a los círculos piadosos del Opus Dei. También le gustaba la política.

 

Negocios y política son, al fin y al cabo, las dos vías hacia la santidad más practicadas por los miembros del Opus Dei. Pero un día de otoño, cansado quizás de su doble vida repleta de lujos y ambigüedades, Ortega Pardo desapareció de la residencia del Opus Dei que, como miembro. numerario, ocupaba permanentemente en Lisboa. El titular de la Gran Cruz del Mérito de la República Federal Alemana, Gran Cruz de la República de Colombia, Gran Cruz del Infante Don Enrique el Navegante de Portugal y Gran Cruz del Mérito Civil de España, el pío militante del Opus Dei, uno de los hijos más mimados por el santo padre fundador Escrivá, y apóstol viajero en misión en tierras portuguesas, había desaparecido.

 

Gregorio Ortega Pardo, considerado desaparecido, no estaba muerto todavía, pues llegó a Venezuela el 16 de octubre de 1965 y se hospedó en uno de los mejores hoteles de Caracas, dispuesto a comenzar una nueva vida y harto, al parecer, de la doble vida que llevaba en Lisboa. Se había fugado con todos los fondos disponibles que la tesorería del Opus Dei tenía entonces en Portugal. Pero ante su desaparición, los miembros del Opus Dei movilizaron rápidamente todos sus medios e influencias y le localizaron en Caracas.

 

Después del abandono del Opus Dei, Ortega Pardo hubiera querido pasar a ser una persona normal, aunque, con los condicionamientos que llevaba, nunca acabaría de conseguido. Peor aún, para su detención los miembros del Opus Dei recurrieron a varias artimañas, primero, su detención la obtuvieron por la denuncia de una prostituta con la que estaba en el hotel y luego, para poder proceder contra él, le acusaron además de participar en los robos de dos joyerías madrileñas. Miembros del Opus Dei afirmaron también que estaba reclamado por el gobierno suizo, afirmación que resultó ser excesiva en su falsedad. La versión de que fue detenido cuando hacía gestiones para adquirir un edificio y se trasladaba a un banco para depositar los fondos fue otra de las afirmaciones que circularon entre los miembros del Opus Dei refiriéndose al caso. Lo cierto fue que, detenido por la Digepol venezolana, la policía le incautó en una suite del Hotel Tamanaco dos maletas con 225.000 dólares y joyas valoradas en otros 40.000 dólares. El dinero y las joyas, que formaban un lote que pertenecía al Opus Dei, fue consignado en el Banco Oficial de Venezuela y Ortega Pardo permaneció detenido en el hotel mientras las autoridades venezolanas en conexión con España intentaban aclarar el caso.

 

La detención de Ortega Pardo adquirió visos de escándalo en la prensa de Venezuela y, como su repentina desaparición había causado un trastorno indecible en ministros y embajadores, ante la amenaza de denuncia por parte del Banco Portugués do Atlántico, el embajador de España en Portugal, Ibáñez Martín, insistió desde Lisboa en que la presencia de Ortega Pardo en Caracas tenía por finalidad fundar una nueva casa del Opus Dei en Venezuela y que por esa causa llevaba consigo tal cantidad de dinero. En Madrid, con el título llamativo de «Comunistas españoles implicados en los movimientos subversivos de Venezuela», publicaba el diario falangista Arriba del 7 de noviembre de 1965 la siguiente noticia: «Dos maletas con 225.000 dólares y un lote de joyas valoradas en 40.000 han sido decomisadas por la policía a un español recién llegado al país. El detenido, Gregorio Ortega Pardo, de cuarenta y cinco años, se encuentra a disposición de las autoridades. Ortega Pardo trajo el dinero y las joyas a Venezuela para comprar un edificio en Caracas. En las maletas la policía halló 200.000 dólares en billetes de ciento, y el resto, en billetes de quinientos. El español llegó a Caracas por una línea británica procedente de Lisboa y se alojó en la suite de un lujoso hotel de la capital. La policía se abstuvo de hacer declaraciones sobre la posible vinculación de Ortega Pardo con los comunistas españoles detenidos días pasados y relacionados con una fábrica de armas clandestina manejada por los comunistas». En Madrid la noticia era alborozadora. Ya estaban los comunistas mezclados en turbios manejos de armas y dólares. Sólo que la alegría duró poco. Justo el tiempo de un telefonazo oportuno a la redacción de Arriba para que, junto con la amonestación por su ineptitud y precipitación, no volvieran a hablar más del asunto ni a citar el personaje. Miembros del Opus Dei controlaban en Madrid el gobierno del general Franco. Así, el diario falangista Arriba, como buen informador que acataba las órdenes del mando, ya no publicaba una ampliación de la noticia, procedente de la misma agencia internacional, en la que se decía: «Sin embargo el matutino La Esfera informó esta mañana que de acuerdo con las investigaciones policiales, Ortega Pardo está reclamado por la brigada de Investigación criminal de España, por una estafa de 40 millones de pesetas a una joyería madrileña. Agrega que Ortega Pardo también robó 300.000 pesetas a otra joyería de Madrid, ubicada en la calle de Gabriel Lobo y que además Ortega Pardo utilizó los seudónimos de Anselmo Almanza Gómez y Luis París Rico». Esto ya no se publicó, naturalmente. Lo de comunista no estaba claro. Se empezaba a «recordar» quién era Ortega Pardo, y, por lo tanto, lo que parecía hasta entonces un asunto más que turbio se reducía a la simple fuga de un financiero miembro del Opus Dei. Ortega Pardo, que presumía de ser amigo del presidente de la República portuguesa y de los sucesivos ministros portugueses de Economía, se había fugado con los fondos y reservas financieras de la administración en Portugal del Opus Dei. El representante de las tres cuartas partes de la banca española en Portugal había huido con unas maletas llenas de dinero y de joyas. El titular de grandes cruces alemana, colombiana, portuguesa y española, aparecía como si fuera el estafador de dos joyerías madrileñas. .

 

Ortega Pardo fue expulsado de Venezuela el día 12 de noviembre de 1965, después de haber permanecido detenido en la suite de lujo que ocupaba en el Hotel Tamanaco de Caracas. Bajo fuerte custodia policial llegó al aeropuerto de Maiquetía, impidiendo los policías que se le acercara la prensa, y por una discreta puerta le trasladaron al avión que lo llevaría a España. Tomó un avión de Iberia, vuelo 986, llegando a Madrid el sábado a las 13,14 horas. Interrogado por periodistas extranjeros un funcionario de Iberia, si había llegado Gregorio Ortega Pardo, respondió que no podía decido, ya que la lista de pasajeros había «desaparecido inexplicablemente». Un funcionario de la Dirección General de Seguridad ratificó la pérdida de dicha lista de pasajeros. Horas más tarde aseguraban en la misma Dirección General de Seguridad que nada tenía la policía española contra Gregorio Ortega Pardo y que, por lo tanto, no era buscado.

 

Pero en el caso de Ortega Pardo hay más todavía. Tras su llegada al aeropuerto de Barajas en Madrid, Ortega Pardo fue inmediatamente conducido a la clínica psiquiátrica del doctor López Ibor, miembro destacado del Opus Dei, donde se le recluyó y aisló convenientemente. La hoja clínica, de exclusivo uso interno, diagnosticaba una «incapacidad para gobernar su propia persona» y recomendaba en consecuencia una «vigilancia especial» en torno al personaje. El internamiento, aunque forzado, no resultaba excesivamente alarmante, pues la clínica psiquiátrica era uno de los recursos utilizados para resolver de forma lujosa las crisis de militancia dentro del Opus Dei. La estancia de Gregorio Ortega Pardo en la clínica de López Ibor, psiquiatra de moda de la burguesía española durante la dictadura, duró una quincena de días, mientras las altas instancias del Opus Dei decidían sobre su caso. En los primeros días del mes de diciembre de 1965, Gregorio Ortega Pardo fue deportado privadamente a Argentina, se le obliga a cambiar de nombre y «se le aconseja» que no vuelva a España por el resto de sus días, lo que significaba en el lenguaje de la Obra, según la versión que circula entre antiguos miembros del Opus Dei, hasta una velada amenaza de muerte. Esta medida radical llegó a apaciguar los ánimos de algunos altos responsables de la Obra de Dios y parecía que iba a enterrar en vida a Gregorio Ortega Pardo por los errores que cometió al fugarse de su puesto misionero, cayendo en la tentación e intentando apropiarse de un dinero y joyas que no eran suyos, todo lo cual puso en evidencia al Opus Dei, también calificado . en ciertos círculos financieros de Santa Mafia.

 

Existe además una característica muy importante que conviene señalar por último, porque los miembros del Opus Dei siempre actúan colectivamente y no son ni pueden ser miembros solitarios, para que nunca puedan vivir solos o completamente aislados. Por ello puede indicarse que Ortega Pardo no fue un individuo aislado que cayó en el pecado, entre otros la lujuria y la codicia, sino que en su caso, hasta el final de sus días, ha intervenido toda la organización, la cual sigue siendo judicialmente responsable de su desaparición, hasta que se encuentre su cadáver o le hagan una autopsia para saber de qué ha muerto, si se localizan sus restos en algún cementerio de Buenos Aires. El caso de Ortega Pardo no fue además el primero ni ha sido el único de un horrendo capítulo en la historia del Opus Dei.

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