POSICIONES Y ARTÍCULOS

PARA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN

Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS

ISIDORO ZORZANO LEDESMA

DEL OPUS DEI

Por José Luis Muzquiz, sacerdote numerario del Opus Dei – 1948-

 

XX-DONES EXTRAORDINARIOS. GRACIAS Y FAVORES

 

 

266.-Naturalidad con que vivía sus virtudes.-La santidad del Siervo de Dios radica en el conjunto de detalles

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vividos heroicamente y con perseverancia durante toda su vida y en la perfección habitual con que los llevaba a la práctica. Su humildad procuraba cuidadosamente ocultar el heroísmo de sus virtudes: pero, a pesar de sus esfuerzos, cuantos le trataban sorprendían con facilidad su unión con Dios, en verdad admirable.

Fué un don extraordinario en el Siervo, de Dios la naturalidad con que vivió la perfección de las cosas ordinarias, ocultando a los demás las gracias que recibía del Señor, al mismo tiempo que trataba a todos con extraordinaria bondad y conservaba su habitual paz interior.

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

267.-Su vocación y perseverancia.-Fué verdaderamente extraordinario y providencial el encuentro del Siervo de Dios con el Fundador del Opus Dei. A pesar de que hacía mucho tiempo que no se habían visto, los dos albergaban, por motivos distintos, el deseo de volver a ponerse en contacto: el Fundador, para darle a conocer la Obra, y el Siervo de Dios, para tratar con aquél el problema de su vocación, aunque cada uno de ellos desconocía el designio del otro. Habiendo conocido su dirección en Málaga, el Fundador le escribió una carta diciéndole que no dejase de visitarle si por algún motivo había de hacer un viaje a Madrid. Pasado cierto tiempo, el Siervo de Dios buscaba en esta ciudad al Fundador, y después de varias tentativas infructuosas, marchó por una calle que le desviaba y le hacía dar un rodeo, y se encontró con el Fundador, quien también de una manera inexplicable, había escogido aquel camino, desacostumbrado para él. «Una seguridad de verte me ha traído por esta calle», fueron las primeras palabras del Siervo de Dios al producirse el encuentro, y apenas empezó a tratar el problema de su vocación y a pedir consejo al Fundador, éste le dió a conocer la Obra, que el Siervo de Dios desde el primer momento reconoció como el camino seguro de su santificación.

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Fue también don extraordinario su recia fe para entregarse, que tan sólo se explica por una ayuda fuera de lo normal. Por eso también su confianza en Dios, ilimitada e imperturbable, hizo que pudiese vencer todos los grandes obstáculos y dificultades que se oponían a su vocación.

Todo lo cual, etc.

 

268. -Influjo del Siervo de Dios.-Desde niño, el Sievo de Dios tuvo, según testimonio de cuantos le trataron en aquellos años, un don que le distinguía de los demás de su edad, sin que exactamente pueda precisarse en qué consistía; pero todos, hermanos, parientes y amigos, coinciden en afirmar que era notorio su influjo, de manera indudable.

A pesar del tiempo transcurrido, permanece indeleble su recuerdo entre sus alumnos y obreros, y a muchos todavía les emociona. Coinciden todos en que poseía un don que no aciertan a explicar, pero que se apoderaba de ellos y les dominaba: imponía su autoridad sin despegar los labios y mantenía con toda naturalidad un orden absoluto simplemente con su presencia, «por un algo especial que tenía», dice don Luis Cárceles, alumno que fué del Siervo de Dios.

Entre los obreros que trabajaron a sus órdenes había muchos que, por su tendencia política extremista y por lo agudizado de las luchas sociales y del odio en aquellos años, ofrecían las peores condiciones para experimentar este influjo, y sin embargo le demostraron su cariño, le recuerdan hoy con emoción, y todos los testimonios coinciden en que, a pesar de las incitaciones de los jefes comunistas, durante la revolución ninguno hubiera osado tocarle un cabello.

Todo lo cual, etc.

 

269. Fe extraordinaria que comunicaba en sus conversaciones.-Su íntima unión con Dios se reflejaba en

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sus conversaciones y en todas sus palabras, que se adentraban en el corazón de los que le oían, causándoles una impresión extraordinaria y duradera. A pesar de los años transcurridos, numerosos testimonios coinciden en ello: «Había un fervor y un espíritu tan sobrenatural en sus palabras que recordé el pasaje de la Sagrada Escritura en que se aparece el Señor resucitado a los dos discípulos de Emaús». «A medida que pasaban los días me fuí dando cuenta de la impresión que me habían dejado sus palabras»; «de cada conversación con Isidoro sacaba impulsos y propósitos concretos».

Su palabra atraía las voluntades y cuantos le escuchaban se sentían más cerca de Dios. Durante su enfermedad muchas personas iban a recibir sus palabras llenas de sentido sobrenatural, al calor de las cuales comprendían la vanidad de las cosas terrenas y la alegría de las almas que se entregan a Dios; de tal manera quedaron grabadas sus frases en los corazones de los que las escucharon de su boca, que, aun al cabo de los años, siguen siendo para muchos guía de su vida.

Todo lo cual, etc.

 

270.-Don de consejo.-Todos los que tuvieron ocasión de tratar al Siervo de Dios comprobaron la sabiduría, eficacia y bondad de sus consejos y orientaciones. Desde muy joven fué considerado en su casa como el jefe de familia, y en su mayoría de edad no se hacía nada sin consultarle previamente.

Resolvía con serenidad y acierto los problemas de sus hermanos en el Opus Dei en los momentos más graves y difíciles que hubieron de pasar durante la época roja, y sabía aconsejar el camino exacto y la solución adecuada, que después, y a pesar de todos los obstáculos, se llevaba a cabo con una sencillez extraordinaria; y el ejemplo de su confianza heroica en el Señor, comunicaba la misma seguridad a sus hermanos. Sus cartas de entonces llegaban

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siempre con la mayor oportunidad, sin ser abiertas por la censura gubernativa de las autoridades rojas.

Cuando algunos de sus hermanos tuvieron que pasar a la zona nacional, demostró poseer el don de consejo en grado admirable, pues gracias a su dirección y prudentes advertencias fué posible vencer todos los obstáculos: la salida de las Embajadas, el alistamiento en las filas rojas, se llevaron a cabo sin dificultad gracias a las instrucciones minuciosas y acertadas del Siervo de Dios.

Todo lo cual, etc.

 

271. Don de profecía.-Con verdadera seguridad predijo el Siervo de Dios el éxito de la evasión de varios de sus hermanos de la zona roja y su paso a la España nacional en momentos en que la empresa era prácticamente imposible. No pudo dejar de asombrar a los mismos interesados la fe y seguridad con que les concedió en tales circunstancias el permiso necesario, y más aún cuando, ya en la zona nacional, supieron que había escrito al Fundador anunciándole que llegarían a mediados de octubre. «Lo he pensado bien delante de Dios, y podéis salir del Consulado»; y con toda naturalidad determinaba las fechas en que debían abandonar su refugio, presentarse en la Caja de Recluta roja, etc.

El día de Nuestra Señora del Pilar, 12 de octubre de 1938, los tres socios de la Obra evadidos de Madrid consiguieron llegar a Burgos, después de atravesar las líneas del ejército rojo. Sólo más tarde supieron, pocos días antes de la muerte del Siervo de Dios, las circunstancias en que éste, haciendo oración frente a su Crucifijo, había visto con toda claridad el éxito de la empresa y la fecha en que sus hermanos estarían a salvo y se encontrarían con el Fundador.

Todo lo cual, etc.

 

272. -Intuición sobrenatural.-Días antes de morir el Siervo de Dios, el R. P. López Ortiz, O. S. A., poco después

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consagrado Obispo de Tuy, le fué a visitar con el propósito de pedirle que le dispensase del sigilo sacramental, pensando que sería conveniente para después de su muerte. Le vió, sin embargo, tan extenuado, que no se atrevió a decirle nada, a pesar de sus grandes deseos de obtener el permiso. Pero, al despedirse, el Siervo de Dios se le quedó mirando al tiempo que sonreía, y con gran dificultad, jadeando, le dijo: «He pensado estos días que he sido poco delicado con usted, pues no le he levantado el secreto de confesión. Sepa que desde ahora puede contar a los cuatro vientos cuanto le he dicho en ésta y en anteriores confesiones».

Todo lo cual, etc.

 

273. Paz y alegría en su enfermedad.-Fué evidentemente don de Dios la paz y alegría que mostró su Siervo en el sufrimiento. Le había impresionado mucho la muerte de algún hermano suyo en la Obra; pero al tener seguridad de la suya, la esperó con una serenidad inigualable.

Tan extraordinaria fué esta paz, que cuantos tenían contacto con el Siervo de Dios durante aquellos meses olvidaban toda tristeza y experimentaban una inexplicable alegría: de tal manera les impresionaba la actitud del Siervo de Dios. Todos, sus hermanos, sus compañeros, los médicos, las enfermeras, sintieron la misma impresión al visitarle en su lecho de muerte y todavía hoy conservan un hondo y vivo recuerdo de su sobrenatural alegría e impresionante paz.

Todo lo cual, etc.

 

274.-Gracias obtenidas por su Intercesión.- Numerosas gracias, muchas de las cuales revisten carácter verdaderamente extraordinario, se han obtenido a partir de la muerte del Siervo de Dios, por su intercesión. En diversas ocasiones y circunstancias, gran número de personas se han encomendado con fe al Siervo de Dios, pidiéndole

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ayuda para la solución de problemas espirituales y materiales de todo género.

Cuantos han invocado su nombre en sufrimientos y enfermedades, contradicciones y problemas, han encontrado la fortaleza de su ánimo, y en gran número de casos, el logro de sus peticiones.

La confianza ha ido en aumento entre personas de todas las clases sociales, y se ha extendido por diversas naciones, de donde se reciben frecuentes noticias de los favores obtenidos por intercesión del Siervo de Dios.

Todo lo cual, etc.

 

275.-La aprobación canónica de la Obra.-Repetidas veces, durante su enfermedad el Siervo de Dios manifestó al Fundador que en el Cielo intercedería ante el Señor en todas las necesidades de la Obra, por las que entonces ofrecía sus dolores.

Una de las gracias que especialmente se le encomendó que alcanzase del Señor fué la aprobación canónica de la Obra por la Santa Sede. Por entonces tuvo lugar el primer viaje a Roma del Secretario General del Opus Dei y su audiencia con el Santo Padre. Al comentar este viaje y la coincidencia de su enfermedad con los trámites que se llevaban a cabo en Roma, el Siervo de Dios expresaba su alegría diciendo: «La verdad es que mi enfermedad no ha podido ser más oportuna. ¡Con tantas cosas por las que hay que pedir! ».

La intervención del Siervo de Dios después de su muerte se ha visto en la aprobación de la Obra concedida al poco tiempo por la Santa Sede: los miembros del Opus Dei no habían dejado de encomendar este asunto a la intercesión del Siervo de Dios.

Todo lo cual, etc.

 

276. Nuevos Sagrarios-El El Siervo de Dios ofreció muchos de los padecimientos durante su enfermedad por la erección de nuevos Sagrarios en casas de la Obra.

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Después de su muerte, su poderosa intercesión se ha manifestado también en este aspecto. El número de Sagrarios ha ido multiplicándose, y cada nuevo Sagrario era acompañado de una insistente y confiada petición al Siervo de Dios.

Así, en Santiago de Compostela era necesaria una nueva casa para hacer labor de apostolado con los estudiantes de aquella Universidad. Se buscó un local a propósito, y tras laboriosísimas gestiones se llegó al convencimiento de que no había ni una sola vivienda disponible en toda la ciudad. Llegó entonces el momento de encomendar este asunto al Siervo de Dios, y al poco tiempo pudo conseguirse un piso que reunía perfectamente las condiciones necesarias. Los socios del Opus Dei de aquella ciudad deseaban intensamente dejar al Señor reservado en el Oratorio el día 14 de marzo, y para conseguirlo, el 8 del mismo mes empezaron a encomendar el asunto al Siervo de Dios. El día 14 se celebra el aniversario del día en que se hizo público en España el «Decretum laudis» del Opus Dei; por esta razón tenían interés en que en esta fecha un Sacerdote de la Obra dejase a Nuestro Señor en el nuevo Sagrario.

Para lograr todos estos deseos había que vencer muchas dificultades: no se había acabado la instalación del Oratorio, el Prelado se hallaba gravemente enfermo y no había ningún Sacerdote de la Obra en Santiago, y no obstante, el Excmo. Sr. Arzobispo concedió el permiso necesario pocas horas antes de sufrir un ataque, del que ya no se repuso y a consecuencia del cual falleció al día siguiente; se pudo terminar la instalación del altar y en las primeras horas de la mañana del domingo llegó un Sacerdote de la Obra.

El día 14 de marzo quedaba el Señor presidiendo la nueva casa de los socios del Opus Dei en Santiago de Compostela.

Todo lo cual, etc.

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277.-Vocaciones (I).-Los hermanos del Siervo de Dios vieron siempre en él un modelo por su celo y espíritu de proselitismo. «Hacen falta muchas vocaciones», les decía en su lecho de muerte, y muchas vocaciones se han pedido al Señor por su intercesión, encontrando siempre en él un apoyo seguro.

Viviendo aún el Siervo de Dios, le escribió el Director de Valladolid pidiéndole su ayuda espiritual, ya que se proponía dar a conocer la Obra a un estudiante de último curso de carrera y deseaba que el Señor suscitase en él la vocación, aunque preveía muchas y graves dificultades humanas para su entregamiento. Fijó la fecha del Santo del Siervo de Dios, 4 de abril, para informarle de la Obra, y en tal día realizó su propósito. El éxito no se hizo esperar y el interesado, viendo claro su camino en la Obra, pidió la admisión sin parar en obstáculos ni dificultades; desde entonces reconoció en todo momento que su vocación era fruto de las oraciones e intercesión del Siervo de Dios.

Después de su muerte muchos socios del Opus Dei le han encomendado con confianza e insistencia la vocación de parientes y amigos, logrando el éxito de su petición a pesar de todas las circunstancias adversas. Y en algunos casos mediante una verdadera moción interior que, mudando todas sus disposiciones, les hacia entregarse al Señor en el aniversario de la muerte del Siervo de Dios, a quienes intensamente se habían encomendado sus vocaciones.

Todo lo cual, etc.

 

278.-Vocaciones (II).-Iniciar una labor en un campo nuevo presenta siempre mayores dificultades que proseguir un trabajo ya encauzado. Por eso, cuando se ha tratado de extender el apostolado de los miembros del Opus Dei a nuevas naciones o a actividades diversas, el éxito de la empresa se ha confiado muy especialmente al Siervo de Dios, y su intercesión se ha hecho sentir siempre.

El Director de la Casa del Opus Dei en Roma empezó

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a encomendar al Siervo de Dios la vocación de un joven abogado italiano -que sería el primer socio de la Obra de esa nacionalidad-, pidiéndole además que fuese «como un regalo en el día de su santo» -9 de noviembre-, para cuya fecha faltaba una semana. Se presentaban dificultades: por entonces sólo se había hablado de la Obra siete días antes a un joven italiano, sin que nada hiciese esperar su vocación en tan corto plazo. No obstante, el día 9 de noviembre fué aquel abogado a casa de los socios de la Obra -era la tercera vez que lo hacía-, y después de hablar largo rato con uno de ellos pidió, lleno de entusiasmo, la admisión en el Opus Dei.

Quizá era más difícil todavía, humanamente hablando, conseguir la vocación del primer irlandés. Había llegado tres meses antes a Dublín un miembro de la Obra. Trabó amistad con un joven nativo, amistad un tanto superficial por lo reciente y porque, al fin y al cabo, el socio de la Obra era un extranjero en aquel país. Después de encomendar confiadamente el asunto al Siervo de Dios, le habló del Opus Dei, y a las cuarenta y ocho horas el primer irlandés pedía la admisión.

Todo lo cual, etc.

 

279.-Vocaciones (III).-Otras muchas vocaciones debe el Opus Dei a la intercesión del Siervo de Dios. La del segundo italiano presentó también caracteres tan particulares, que parece difícilmente explicable sin la intervención del Siervo de Dios. En la festividad de San Francisco Javier, uno de los socios del Opus Dei residente en Roma, que celebraba ese día la fiesta de su santo, pidió al Siervo de Dios el regalo de aquella vocación. Era ya media tarde y las dificultades insuperables humanamente, a pesar de lo cual lo encomendó al Siervo de Dios con la mayor confianza. Estaba así pidiendo aquel regalo al Señor cuando llamó por teléfono un joven conocido, abogado, anunciando que iba a visitarles una hora más tarde. Durante la visita se le habló de la Obra, e inmediatamente pidió

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la admisión. Como la decisión era tal vez demasiado rápida y podía ser fruto de un entusiasmo pasajero, se le hizo desistir de momento de su idea, y tan sólo por su insistencia en días sucesivos se le permitió solicitar dicha admisión.

Al iniciar la Sección Femenina su labor con las sirvientas, las primeras vocaciones de éstas para la Obra vinieron después de encomendarlas insistentemente a la intercesión del Siervo de Dios.

Asimismo, los socios y asociadas de la Obra se han dirigido al Señor en casos y circunstancias difíciles, obstáculos o peligros graves para su vocación, pidiéndole por medio de su Siervo la desaparición de los obstáculos o peligros, consiguiendo el éxito en todos los casos. Así, una de las asociadas de la Obra se encomendó al Siervo de Dios, segura y confiadamente, en una época de intensa oposición familiar, logrando vencer, al cabo de muy poco tiempo, todas las dificultades.

Todo la cual, etc.

 

280.-Asuntos familiares.-En numerosos asuntos familiares de difícil solución se atribuye también al Siervo de Dios el arreglo inesperado y satisfactorio.

C. G. necesitaba autorización y ayuda económica de su padre para poder asistir a unos cursos de formación. Ante la cerrada negativa encomendó la solución, confiada e intensamente, al Siervo de Dios. La víspera del día señalado para la marcha volvió a insistir, obteniendo así mismo una rotunda negativa; no se desanimó, sin embargo, y continuó pidiendo al Siervo de Dios su ayuda. Alrededor de la una de la madrugada apareció su padre en su habitación e inesperadamente le concedió el permiso y cuantas facilidades necesitaba.

N. G. tenía que retirar a un pariente suyo el poder que le había otorgado, por delicadas razones referentes a la marcha de sus asuntos familiares; parecía imposible llevarlo a cabo sin romper con toda la familia. Encomendó

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el asunto al Siervo de Dios y con toda facilidad retiró el poder, sin que se alterase en absoluto las relaciones familiares.

E. B. abandonó el domicilio familiar después de haber ocasionado un grave disgusto a su madre. Al día siguiente ésta y todos los hermanos empezaron una novena, pidiendo, por intercesión del Siervo de Dios, su regreso y arrepentimiento, que creían muy difícil. A las cinco de la madrugada del segundo día se presentó E. totalmente cambiado y pidiendo perdón por su anterior actitud.

Todo lo cual, etc.

 

281. Asuntos profesionales.-También en problemas profesionales de difícil solución, ha sido invocada con éxito la intercesión del Siervo de Dios.

Entre otros casos, se puede citar el que se les planteó a dos químicos españoles que realizaban trabajos de investigación en una Universidad alemana durante la pasada guerra mundial. La estancia en aquella capital se iba haciendo imposible. Por otra parte, era necesario terminar el trabajo emprendido, y apenas podían disponer ni de tiempo ni de los aparatos necesarios, ocupados casi todo el día en investigaciones bélicas. Encomendaron este asunto al Siervo de Dios, con resultados sorprendentes: sucedían las cosas de tal manera que cuando ellos necesitaban determinado aparato, el investigador alemán que lo utilizaba acababa de dejarlo disponible en aquel momento; las frecuentes alarmas aéreas que interrumpían su labor no disminuyeron en absoluto el rendimiento del trabajo, y éste se desarrolló tan satisfactoriamente que muy pronto llegaron a las conclusiones deseadas.

Se habían extraviado unos documentos de cierta importancia en el bufete del abogado L. L. Tras varios días de búsqueda infructuosa, el Letrado encargó una noche a sus ayudantes y empleados que encomendasen el hallazgo de los documentos al Siervo de Dios. A la mañana siguiente, antes de reanudarse el trabajo, y con él la búsqueda

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de los papeles, uno de los empleados cogió al azar un expediente y al hojearlo aparecieron traspapelados los documentos en cuestión.

Todo lo cual, etc.

 

282.-Asuntos económicos (I).-De modo especial se han encomendado a su intercesión aquellos socios de la Obra que en cada una de las casas están encargados de la administración y de los asuntos económicos, en los que tanto tiempo estuvo ocupado el Siervo de Dios. Estos problemas, por otra parte, le siguieron preocupando durante su enfermedad: ofreció muchos dolores por ellos y prometió ayudar de una manera especial después de su muerte: «Ya verá usted en cuanto yo vaya allí cómo se nota», le decía en vísperas de su muerte al Fundador. Y efectivamente, su ayuda se ha hecho sensible en numerosos casos. Así, el vencer todas las dificultades económicas, humanamente insuperables, que se presentaban para adquirir la casa de Roma. Así también la solución de las necesidades económicas propias de la expansión de la Obra.

El día 12 de diciembre de 1947 se necesitaban 20.000 pesetas para un pago urgente, sin que hubiese medio alguno de obtenerlas. Se encomendó el asunto al Siervo de Dios y se hicieron algunas visitas a su tumba «pidiéndole las 20.000 pesetas». A los dos días, un socio de la Obra visitó a un pariente, suyo para tratar de un asunto completamente distinto, y en el curso de la conversación se vió sorprendido por el ofrecimiento de un donativo de 12.000 pesetas y la promesa de otro inmediato de 8.000. Con la consiguiente emoción advirtió entonces que ambos donativos sumaban las 20.000 pesetas necesarias, gracia que sin vacilación atribuyó a la intercesión del Siervo de Dios.

R. M. necesitaba 1.200 pesetas, apuro que fué encomendado con urgencia al Siervo de Dios. A los dos días recibió carta de su familia con un cheque por las 1.200 pesetas.

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Todo lo cual, etc.

 

283.-Asuntos económicos (II).-Un catedrático de la Universidad de Madrid estuvo gestionando durante casi un año un crédito para la construcción de una vivienda en un pueblo de la Sierra de Guadarrama. En noviembre de 1947 empezó a encomendar el asunto al Siervo de Dios, y al día siguiente recibió la comunicación oficial de que su solicitud había sido resuelta favorablemente.

A. N. encomendó al Siervo de Dios la solución de un difícil asunto, y a los dos días envió desde Tenerife un radiograma entusiasmado por la ayuda recibida, diciendo: «Isidoro está actuando de forma magnífica. Abrazos».

A. V. escribe desde Portugal y refiere que encontrándose en gran dificultad para la obtención de un crédito, sin el cual perdía una importante suma depositada como fianza para la construcción de una carretera, los Bancos le negaron dicha cantidad. Cuando ya urgía el tiempo, encomendó el asunto al Siervo de Dios, y pocos días después un Banco le facilitó el dinero necesario, en condiciones mucho más favorables de las que se hubiesen podido esperar.

Una empresa de Madrid arrastraba desde hacía dos años una difícil situación económica, debida a una fuerte deuda que un cliente, con evidente mala fe, rehusaba satisfacer, sin que hubiese medio factible de lograrlo. El Director Gerente de la empresa encomendó el asunto al Siervo de Dios, y muy pronto se cobró totalmente la deuda, precisamente el día 15 de julio, aniversario de su fallecimiento.

Otras varias sociedades han encomendado el éxito de sus asuntos económicos al Siervo de Dios y han visto siempre su ayuda en la solución rápida y sorprendente, por lo inesperada, de muchas dificultades.

Todo lo cual, etc.

 

284.-Curaciones (I).-R. U. padecía un proceso grave

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de tuberculosis pulmonar abierta. El pronóstico era severo y los médicos habían anunciado la ineludible necesidad de un tratamiento riguroso (neumotórax o frenicotripsia). Poco después de acordada la intervención, se inició una rápida mejoría, que condujo al cierre de la lesión, sin que hubiera necesidad de operar. El especialista que le trataba se mostró muy sorprendido, pues con el régimen de reposo exclusivamente la curación hubiera debido ser difícil y lenta. R. U. encomendó su curación al Siervo de Dios, de quien llevaba un trozo de sudario como reliquia.

J. G., en Chicago, atribuye por entero a la intercesión del Siervo de Dios la curación de un hermano suyo que llevaba más de un año enfermo de tuberculosis en un Hospital.

I. U., también afectado de tuberculosis pulmonar, llevó una reliquia del Siervo de Dios consigo, y escribía: «Tengo la seguridad certera de que me curaré por su intercesión. Pronto, Dios mediante, te lo comunicaré, y este será uno de los muchos favores por los que Isidoro llegará a los altares». A pesar de haber sufrido una hemoptisis en el mes de enero y de estar afectados ambos pulmones, ya en el mes de febrero el médico le permitió hacer vida prácticamente normal.

Todo lo cual, etc.

 

285.-Curaciones (II).--A. F. cayó enfermo de pleuresía en Roma; desde el primer momento se encomendó su curación al Siervo de Dios. Los médicos pronosticaron con toda seguridad una enfermedad larga, con fiebres altas y convalecencia delicada. Sin embargo, la mejoría fué tan rápida que el médico que le asistía manifestó ser «casi milagrosa».

A consecuencia de una caída en el Aeropuerto de Roma se produjo A. S. un profundo corte en la rodilla que le llegó a interesar la cavidad articular. Trasladado a Roma le asistió el cirujano Prof. Tossatti. El enfermo pidió su curación al Siervo de Dios, y a los siete días la

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herida había cicatrizado totalmente, sin quedarle el menor indicio de cojera, a pesar de que, según los médicos, era muy difícil evitarla, dada la profundidad del corte.

La madre del Notario J. L. se encontraba enferma de una grave afección hepática. El día 6 de enero de 1946 recibió aquél la noticia de que su estado era muy alarmante, y que los médicos habían decidido operar si al cabo de dos días no disminuía la gravedad. Encomendó entonces el caso al Siervo de Dios, y al ceder en seguida la dolencia no fué necesaria la operación.

L. A. se enteró de que su amigo I.I. se encontraba en estado de gravedad extrema a consecuencia de una operación de apéndice, de la que se derivó una oclusión intestinal. Comenzó entonces una novena al Siervo de Dios pidiéndole la curación de I. I. Al segundo día de haberla iniciado, el enfermo empezaba a mejorar, y la segunda intervención que sufrió tuvo un resultado satisfactorio, quedando completamente a salvo.

El Sr. U. sufrió un accidente de automóvil, produciéndose como consecuencia la fractura del fémur, rótula y un hueso del pie, junto con gran hemorragia. La pierna fué operada e inmovilizada y el curso de la consolidación siguió normalmente, hasta que a los quince días sufrió un acceso por embolia que le hizo quedar como muerto. El juicio del medico fué pesimista. C. A. lo encomendó con fervor al Siervo de Dios y pocos días después el paciente estaba fuera (le peligro.

Todo lo cual, etc.

 

286.-Curaciones (III).-El abogado F. A., residente en Roma, padecía una leve enfermedad ocular, que se agravó en vísperas de sus exámenes, presentando la forma de una grave conjuntivitis y queratitis, a la que se añadió después una peligrosa infiltración de la córnea en el ojo derecho. Ofreció sus sufrimientos al Señor y pidió con devoción la salud al Siervo de Dios. A los pocos días la infección del ojo derecho desapareció y después ambos

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ojos volvieron a la normalidad, por lo que pudo presentarse oportunamente a examen y salir brillantemente de la prueba. Atribuye por entero su curación a la intercesión del Siervo de Dios.

En Portugal, M. P. contrajo una grave fiebre tifoidea. Quiso tener en su poder un Crucifijo que había sido del Siervo de Dios, como medio eficaz para pedir al Señor la salud por su intercesión; al poco tiempo, y a pesar de la opinión de los médicos, que temían se presentasen complicaciones, M. P. curó totalmente.

La señorita J. B. estaba desahuciada por los médicos, entre ellos por el especialista en aparato digestivo Dr. R. C., que le pronosticaban muy poco tiempo de vida, pues padecía una tuberculosis intestinal ya muy avanzada, de tal modo que apenas si podía comer. Se encomendó su curación al Siervo de Dios y las lesiones han desaparecido totalmente, de modo que hoy hace vida completamente normal en una Institución religiosa.

En Barcelona D. L., enferma de un cáncer de garganta, atribuye plenamente su curación a la intercesión del Siervo de Dios.

Todo lo cual, etc.

 

287.-Favores espirituales-La señorita N. G. tenía a su padre enfermo de gravedad y en vísperas de sufrir una difícil intervención quirúrgica. Muchos años hacía que aquél no se confesaba. N. G. encomendó el caso al Siervo de Dios, y con mucha confianza en su intercesión habló con su padre, que reaccionó muy bien y muy impresionado se confesó.

El industrial A. R. visitó a un obrero suyo gravemente enfermo con el propósito de convencerle para que se confesara, No era fácil conseguir esto, pues se trataba de un hombre apartado de las prácticas religiosas. A. R. encormendó el asunto al Siervo de Dios, y cuando volvió a visitar al enfermo, al cabo de tres días, recibió la alegría de saber que ya se había confesado.

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F. L. escribe desde Barcelona que fué a visitar a N. N., tenor bien conocido en su época, a quien halló en el lecho, gravemente enfermo. Cuando volvió a visitarle al siguiente día, el estado del enfermo se había agravado aún más. F. L. observó que en aquella habitación no había ni crucifijo ni ninguna otra imagen religiosa y que la hija única del enfermo no se atrevía, por un miedo mal entendido, a sugerir a su padre, ya en un estado desesperado, la necesidad de recibir los auxilios espirituales. F. L., encomendando de todo corazón al Siervo de Dios la buena muerte de aquel pobre enfermo, intervino en el asunto, ante la oposición de una persona íntima de la familia, que estaba de visita: a pesar de esta oposición, diez minutos más tarde llegaba un sacerdote que confesó y administró los últimos sacramentos al moribundo, que murió inmediatamente.

Todo lo cual, etc.

 

288.-Otros favores.-El Padre L. Feeney, S. J., Director Espiritual de St. Benedict Center, Cambridge 38, Massachusetts, EE. UU., escribe con fecha 5 de agosto de 1948, que, conociendo la fama de virtudes y santidad heroica del Siervo de Dios, encomendó a su intercesión la obtención de un favor material extraordinario -an enormous favor, dice él- por el que había estado pidiendo durante todo un año. Ofreció hacer cuanto le fuera posible por su causa de beatificación, si dicho favor le fuese concedido. Esto tuvo lugar la noche del 28 de julio. A la mañana del día siguiente, dos horas después de celebrar la Santa Misa, había obtenido el favor solicitado. El P. Feeney escribe absolutamente convencido de que lo logró gracias a la santa intercesión del Siervo de Dios.

N. N. tenía que pasar un reconocimiento médico militar. Algún tiempo antes había sufrido un proceso grave tuberculoso pulmonar abierto, que le impedía absolutamente hacer vida militar: existía el riesgo de que la gravedad se reprodujese. «Nos examinaron -escribe- por rayos a

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unos siete u ocho. Al primero le miraron durante un rato -no tenía nada- y el médico dió la consigna a la hermana ayudante: «S. H.» -sin huellas: es decir, útil para todo servicio-. Pasé yo y expliqué al médico la lesión padecida. Me miró detenidamente, mientras yo me encomendaba al Siervo de Dios con insistencia. Terminó de mirarme y repitió a la hermana: «S. H.». Yo me dije: «¡malo, N.! » y redoblé con insistencia creciente mi petición al Siervo de Dios y ofrecí una novena por su glorificación, fuese cualquiera el resultado del reconocimiento. Cuando terminó de ver a todos el médico dijo que quería volver a ver al que había pasado primero; el primero se había marchado ya como algunos otros, pero cuando yo me acerqué a preguntarle el lugar en que me comunicarían el resultado, me dijo que era a mi a quien quería volver a ver y que había preguntado por el primero creyendo que era yo. Me colocó de nuevo tras la pantalla y después de mirar un buen rato, en el que yo seguí pidiendo al Siervo de Dios, comenzó a ver los residuos y cicatrices de mi lesión. Dictó a la hermana esta vez cosas concretas en términos médicos y dió por terminado el examen. Unas semanas más tarde me llegaba un certificado acreditando que habiendo pasado las revisiones reglamentarias había sido declarado inútil total».

Todo lo cual, etc.

 

289.-Buena muerte de los que acuden a su intercesión.-Como premio quizá a la heroica paciencia con que llevó los dolores de su última enfermedad, el Siervo de Dios ha alcanzado del Señor la misma muerte ejemplar para los que se le han encomendado en aquel trance.

La señora D. de L., madre de un industrial de Córdoba, conservó junto a sí durante los últimos días de su vida un trozo del sudario del Siervo de Dios, y soportó con gran visión sobrenatural los enormes dolores producidos por su enfermedad -cáncer de estómago-, moviendo los labios para rezar el Rosario cuando ya no podía hablar,

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y muriendo -según testimonio de su director espiritual- como una santa.

Bartolomé Lloréns, socio del Opus Dei, que murió en olor de santidad el día 31 de mayo de 1946, se encomendaba durante su enfermedad al Siervo de Dios con gran confianza, de la que participaban sus parientes y amigos. Las personas que le acompañaban en su lecho de muerte y que habían tratado o tenían noticias del Siervo de Dios, experimentaron una fuerte impresión al considerar que la alegría de Bartolomé Lloréns ante la muerte recordaba la alegría y la paz con que había sufrido y muerto aquél.

Bartolomé Lloréns rezaba todos los días privadamente una oración que él mismo había compuesto, en la que pedía al Siervo de Dios intercediera por su curación, si convenía a la gloria del Señor, aceptando de antemano el desenlace de su enfermedad, cualquiera que fuese. La noche en que murió decía sonriendo que «iba a reunirse con Isidoro».

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

 

Hos pro nunc, salvo semper jure alios exhibendi articulos, non tamen se adstringens ad onus superfluae probationis, si opus fuerit.

Matriti, die 15 Augusti, Assumptioni Beatae Mariae Virginis sacra, anno 1948.

Vice-Postulator

Josephus Ludovicus Múzquiz de Miguel

 

 

FIN DEL LIBRO

 

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