Como decía en un correo anterior, el verano puede ser un buen momento para reflexionar sobre las incompatibilidades entre las enseñanzas de Jesús y las actuaciones del opusdei. No pensaba mandar estas reflexiones a publicar en esta página, principalmente porque otros con más conocimientos y autoridad que yo, ya lo han hecho y muy bien, pero, he aquí, caprichos del destino, que la primera lectura de la misa del domingo 5 de agosto, habla de la “vanidad”, y como estoy de vacaciones y tengo algo de tiempo no me he podido resistir.
¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!, Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23
Y es que al comenzar la lectura de este párrafo, lo primero que me vino a la mente es la figura del marqués de Peralta. Que según se deduce de algunas de sus decisiones y de testimonios de personas que lo trataron, podría haber padecido una vanidad cercana a lo patológico. Y si no se lo creen, analicen estos ejemplos:
- Se cambió varias veces su nombre (parece ser que ninguno le parecía suficientemente importante, y a la altura de su persona)
- Se hizo construir un oratorio particular con todos los lujos (Un colaborador de estas páginas lo describe como “de una riqueza estridente y disparatada, propia de un pueblerino que se ve de ‘nuevo rico’”)
- Reclamó y consiguió un título nobiliario (aspiración que según testimonios tenía desde hacía mucho tiempo)
Creo que como ejemplo es suficiente. No os sigo aburriendo.
Víctor M